martes. 19.03.2024
 

Antes del Covid-19, las tasas de paro tendían a reducirse prácticamente en todos los grupos de edad, pero dichas cifras seguían siendo preocupantes, sobre todo para el colectivo joven. Si a esto se le añade las altas tasas de desempleo que el grupo ya arrastraba, junto a la desventaja en las condiciones de los contratos respecto a otros colectivos, se vuelve a poner de manifiesto la precariedad de los jóvenes en nuestro mercado de trabajo. Parece necesario, por tanto, poner en marcha políticas adecuadas que permitan paliar los efectos drásticos que sufren los jóvenes al ser tan vulnerables, a la vez que experimentan una gran desigualdad social y falta de oportunidades en el mercado laboral.

A comienzos de 2020, España seguía presentando una tasa de desempleo (14,1%) muy superior a la media de la UE (6,4%). Esta situación se acentúa en el caso del desempleo juvenil, así como del empleo temporal y a tiempo parcial no deseado. Esta elevada tasa de desempleo está relacionada con los efectos negativos de la regulación del mercado laboral, pero influyen en ella también algunas tendencias económicas y sociales como la revolución digital, la automatización, la globalización o la expansión de las plataformas tecnológicas. Estas tendencias han modificado las competencias profesionales requeridas, generando un desajuste de capacidades en el mercado y dificultades para las empresas a la hora de encontrar los perfiles profesionales que buscan. La pandemia de la Covid-19 ha contribuido a elevar las cifras de desempleo juvenil en prácticamente todos los países.

Uno de los factores que tiene mayor incidencia en los niveles de empleo es la educación. Los jóvenes que solo han completado la educación obligatoria tienen niveles de desempleo muy superiores a aquellos que han completado estudios universitarios o de formación profesional de grado superior. En España la diferencia en tasas de paro entre graduados universitarios y personas con educación secundaria es de 13 puntos porcentuales.

Santiago Ramón y Cajal: “En cuanto el alma pierde la aureola juvenil, los generosos torneos por el aplauso son sustituidos por las egoístas competencias por el dinero”

El desempleo juvenil es un problema social que se ha exacerbado tras la pandemia del Covid-19. En todas las regiones del planeta. Así, por ejemplo, un estudio de la CEPAL (2020) indica que el desempeño económico y laboral de América Latina y el Caribe se encontraba en una situación de estancamiento desde el año 2019, cuando la tasa de desocupación alcanzó un 18% y afectó aproximadamente a 25,7 millones de personas. La paralización de las actividades productivas y laborales, como parte de las medidas sanitarias para combatir la propagación del virus SARS-Cov-2 impactó fuertemente a los mercados laborales de todos los países de la región.

La lucha contra la pandemia y las medidas de confinamiento han intensificado el papel de la tecnología para impulsar el trabajo virtual desde el propio domicilio. Sin embargo, el uso más intensivo de la tecnología exige también una mejor preparación profesional, así como cambios organizativos importantes en las empresas. La necesidad de trabajar en las competencias profesionales del futuro, reducir la brecha de competencias y garantizar la empleabilidad de los jóvenes cobran más importancia. Para conseguirlo, son imprescindibles una buena definición de las competencias profesionales requeridas por las empresas, un sistema educativo ágil que responda a estas necesidades y un gobierno que facilite el cambio necesario y posibilite la cooperación entre todas las partes interesadas. Los retos a los que se enfrenta nuestra sociedad son enormes y requieren la colaboración de empresas, centros educativos, gobiernos y agentes sociales para poder afrontarlos con una cierta garantía de éxito.

Por último, compartir esta reflexión de Santiago Ramón y Cajal: “en cuanto el alma pierde la aureola juvenil, los generosos torneos por el aplauso son sustituidos por las egoístas competencias por el dinero”.


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Paro juvenil y Covid-19