viernes. 29.03.2024
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Desde finales del siglo XX la Psicología Política aborda los aspectos peculiares que presentan los distintos contextos sociodemográficos de cada territorio que se estudia. Así, la Psicología Política, en las diferentes autonomías españolas, tendrá elementos comunes, pero también elementos diferenciales para cada territorio, en especial en las tres comunidades que presentan hechos particulares más marcados, País Vasco, Cataluña y Galicia.

La Psicología Política en la España actual intenta abordar tanto temas y preocupaciones que vienen del pasado, (liderazgo, participación política o corrupción), como otros más actuales (estereotipos nacionales, memoria histórica, identidad autonómica o feminismo).

Haciendo un breve recordatorio histórico de la España reciente, vemos como a finales del siglo XIX y principios del XX, un hecho crucial para el tema que nos ocupa, fue la respuesta intelectual a tres problemas básicos en ese momento, la concepción de nación como proyecto único, en segundo lugar, lo errático de la política exterior y finalmente, la modernización de la política española que oscilaba entre el liberalismo y el tradicionalismo.

Vamos a centrarnos en el primer aspecto, la concepción de la nación como proyecto único. Durante el siglo XVI con el esplendor del imperio español se fue alimentando el sentimiento nacional, para aparecer después los diferentes sentimientos nacionalistas, que se radicalizaron a finales del siglo XIX.

Jaime L. Blanes dijo: ”hasta los más nobles sentimientos, si se exaltan en demasía, son capaces de conducirnos a errores deplorables”

La generación del 98 fue clave en cuanto a la respuesta intelectual al carácter de lo nacional. En este sentido su máximo representante fue Unamuno, que como tantos otros de su generación fueron de la España periférica (País Vasco) a la España centralista (Salamanca). Unamuno, sin saberlo, estaba siendo uno de los precursores de la Psicología Política en España, ya que relacionó los fenómenos psicológicos con los fenómenos políticos. Para él lo nuclear de lo español, es la personalidad, que trasciende a lo que acontece en un momento de la historia. Esa personalidad se fundamenta en la tradición y los valores, como es la lengua o la religión. Contrapone así la individualidad con la personalidad. 

Otra figura clave fue Ortega y Gasset. A diferencia de Unamuno aborda esta cuestión desde lo social, y su definición de lo social como proyecto común. Es decir, contrapone lo individual a lo colectivo. Para él, España necesita una minoría cualificada junto a una mayoría que confíe en ella, de lo contrario surgirá la España invertebrada, en la que los separatismos impiden un proyecto común. La generación del 27 se radicalizó a nivel intelectual, aproximándose a un modelo marxista. 

Después llegó la guerra civil y como en tantas otras disciplinas, se paralizó el desarrollo de las ciencias, entre ellas la de la Psicología. Con la llegada de la democracia, vuelven también a rebrotar las ciencias sociales, también la de la Psicología Política. A partir de la década de los 90 del siglo pasado, la Psicología Política se encarga de estudiar, entre otras cuestiones, la España de las Autonomías.

La identidad nacional y territorial ha pretendido ser, para algunos partidos y movimientos nacionalistas, la única, de ahí la intolerancia existente en sus acciones y manifestaciones de todo tipo. Lo importante es entender la identidad desde un punto de vista relativista: todas nuestras trayectorias están influenciadas por los demás en mayor o menor grado, ya sea tanto individual como colectivamente, a través del proceso histórico, por lo que la interiorización y posterior aceptación por parte de todos del llamado mestizaje identitario sería la mejor solución a la posición monolítica que mantienen muchas identidades colectivas según Gonzalo Herranz, en una investigación llevada a cabo en la Universidad de Almería, a principios del siglo XXI, sobre la identidad dual o identidad compartida, respecto al sentimiento vincular con el territorio. Algo más de la mitad de la población española afirma tener una identificación dual o compartida, lo que confirmaba la hipótesis del relativismo identitario en España, por lo que se acepta la idea del mestizaje identitario y se refuerza, para este autor, el modelo de la distribución territorial del poder plasmado en lo que se denomina el Estado autonómico. Sin embargo, finaliza este autor en la discusión de sus resultados así:” esta descripción de la realidad debe ser matizada, ya que, en efecto, aunque los sentimientos de pertenencia por sí solos no aclaran la complejidad de la realidad territorial en España, sí supone un eslabón más a añadir junto a otros niveles de análisis: la identificación y el orgullo de pertenecer a España, a la Comunidad Autónoma o a la Unión Europea. Uno de los límites lo señala, por ejemplo, Aja, quien entiende que establecer disimilitudes) en los hechos diferenciales de las distintas Comunidades Autónomas alejándose de los criterios jurídicos y arrogándose a factores políticos o ideológicos que posibiliten afirmar que algunas de estas comunidades son diferentes porque la población tiene un sentimiento de ser una nación o porque tienen partidos nacionalistas), es un error. En términos concretos, Aja critica la consideración de los hechos diferenciales a través de la medición unilateral de los sentimientos de identificación territorial. Además, establece una objeción técnica a la medición de estos sentimientos, ya que no concretan posiciones institucionales posibles. Según él, un mismo sentimiento puede dar respuesta a diferentes opciones políticas (por ejemplo, sentirse más vasco que español) puede dar lugar a opciones políticas tan diferentes como la autonomía y la independencia, y a identificaciones con partidos políticos diversos. Se puede ser autonomista (defensor de la autonomía y de sus caracteres, incluidos los hechos diferenciales) y no ser nacionalista, y se puede ser nacionalista partidario del sistema autonómico o contrario a él y defensor de la independencia”.

En un trabajo más reciente de Torregrosa (2015) se observa: que en general, las comunidades autonómicas históricas bilingües y en las insulares son en las que se otorga mayor valor al nacionalismo autonómico en la comparación transversal, lo que podríamos llamar “ley de hierro del sentimiento autonómico-nacionalista”. Las comunidades autonómicas que otorgan mayor valor al nacionalismo autonómico son pocas y dichos valores distan notablemente del conjunto, donde se acumulan el 75% de los valores. Finalmente, de la ordenación inducida por los valores transversales y su evolución entre 1998 y 2012 se pueden extraer las siguientes conclusiones  : primero, Cataluña, Islas Baleares y Murcia son las comunidades autónomas que escalan sensiblemente posiciones en su valoración por el sentimiento autonómico-nacionalista; segundo, Asturias, Galicia y Navarra son aquellas en que se registran una caída significativa y; tercero, el resto de las comunidad mantienen su posición constante a lo largo  de los diferentes estudios.

Por último, compartir la reflexión de Jaime L. Blanes: ”hasta los más nobles sentimientos, si se exaltan en demasía, son capaces de conducirnos a errores deplorables”.


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