jueves. 28.03.2024

Uno ya tiene una edad ¡Valiente tontería! Todos tenemos una edad. ¡La nuestra! Lo que quiero decir es que tengo mucha edad. Que me voy situando o estoy ya situado en el grupo poblacional que empieza a estar de más. O sea que va estando fuera de edad. Y eso es algo que se va notando poco a poco pero llega un día en que no hace falta que el linier o el VAR levanten el banderín para saber que estás en fuera de juego. Que la pelota de la historia no quiere nada con uno. Que da igual dejarla pasar o pegarle una patada.

No sólo es que uno nunca se bañe en el mismo río. Con el discurrir de las aguas, una parte de uno mismo se va yendo con ellas hacia el mar, hacia la nada en la que definitivamente se acabará diluyendo. Pero mientras uno permanece/se diluye parcialmente es inevitable que uno se resista al paso de las aguas, del tiempo, de uno mismo…

Esa dialéctica vital empieza con síntomas leves, con un carraspeo en la garganta, sigue con una tos y acaba con una incomprensión del mundo en que se vive y una negativa a interactuar con él que guarda poca relación con la personalidad y los principios que tanto le ha costado a uno fabricarse. Creo que buena parte de las enfermedades modernas que asolan a los hombres son enfermedades sociales. Perdemos la memoria reciente, porque estamos instalados en el pasado. Perdemos la memoria en general porque, paradójicamente, nos interesa más el ayer que el hoy, por desinterés hacia el presente. Perdemos la capacidad de actuar y reaccionar porque cada vez queda menos de nuestro mundo y cada vez nos interesa menos lo actual.

Pero no se preocupen. No pretendo recomendarles que beban lejía o se dopen con el zumo de mil limones… Corrijo: ¡preocúpense! Porque no hay pseudoterapia que valga. Ni tampoco terapia. Es, simplemente, nuestra naturaleza, nuestra condición… Pero no solo. Si hacemos examen de conciencia descubriremos elementos que nos pondrán de manifiesto nuestra “culpa” en que las cosas sean como son. Hay elementos “culturales” que inciden en la eclosión, el desarrollo y el desenlace de esta cuestión vital. Sobre todo en su aceleración. Y la culpa es precisamente el eje de nuestra civilización judeo-cristiana.

En este contexto se explica la falta de entendimiento en que consiste el conflicto intergeneracional. Que no es otra cosa que la comprensión de las edades del hombre. Que no es posible ver una misma realidad cuando se afronta con ojos de larva o ninfa que se arrastra dificultosamente sobre los tallos y la tierra, crisálida encerrada en sí misma o mariposa que se eleva por encima de las cosas. No les digo qué sea mejor. Si en la fase de adulto se puede volar, la fecha de caducidad está bien próxima.

Todo esto para decirles que no entiendo a nuestros jóvenes, como  mi padre no entendió “mi” juventud en este círculo vicioso que nunca se resuelve sino que se repite en bucle,indefinidamente. Como yo mismo tampoco entiendo mi propia juventud. No entiendo el conformismo de los “jóvenes de hoy en día”, que decía mi abuelo. Sobre todo cuando sobre ellos penden las peores condiciones conocidas en el último medio siglo, las peores perspectivas que les niegan el futuro. Tampoco su cultura festera, botellonera y consumista. Menos aún esa estúpida música rapera y regatonera sin melodía que reivindica el obstinato, la rima en consonante y en asonante y el encadenamiento de expresiones violentas y machistas como contenido. Que se ahogan intentando decir tanto sin que se les entienda nada. Que ignoran que la base de la poesía y la belleza no es el verbo sino el silencio. La respiración. El aliento. Pero, por encima de todo, me jode su asquerosa juventud y la convicción de que la desperdiciarán tanto como yo mismo desperdicié, me hicieron perder la mía. Más todavía si son listos y cultos.

Pero debo dejar constancia, pese a mi desconcierto y falta de comprensión, de mi empatía por los jóvenes. Quizás sea porque me alejan de la depresión. Quizás porque tienen poco pasado y poca culpa. Porque pese a todo tienen todo el futuro. Son el futuro. Quizás por mi espíritu maternal. O porque no quiero culpas propias ni reclamaciones.

Parece natural mi compasión (“pasión compartida”) con los jóvenes de izquierdas. Me refiero a los anti-sistema. ¿Qué otra cosa se puede ser? A los anti-sistema que no pierden el tiempo en estupideces como quemar contenedores. Quizás sea una forma de amar a lo que tenemos en común. Una forma de amor a mí mismo. Con una gota de amargura. Siempre recuerdo al padre de un amigo, destruido por el alcohol que se difundía gratuita y programadamente por “el Régimen” en las cárceles y campos de concentración franquistas, recomendándole, al ver que seguía sus pasos juveniles, que no se metiera a “redentor de putas”. El proyecto de las izquierdas siempre ha sido la utopía y la ucronía. Pelear por lo imposible. Poner los valores por encima de los intereses (Hay otra izquierda que se llama a sí misma izquierda, pero no lo es, que pone también los intereses y el cálculo por encima de los valores) La izquierda siempre pasea al borde del peligro. Y muy frecuentemente se precipita. Los jóvenes de izquierdas más pronto que tarde están abocados al fracaso y la frustración. De ahí la llamada de Willy Brandt de a la madurez convertirse a la socialdemocracia, como alternativa cobarde al riesgo. Como afirmación de una metamorfosis a peor. Justo cuando uno tiene quizás menos fuerza, pero más armas. Y sobre todo menos que perder.

Pero también a los del sistema, a los de derechas, a los pro-sistema. Pese a la distancia. Incluso a los que aparentemente asumen la primera fila en la dirección de los partidos más de derechas. Qué quieren que les diga y por poner un ejemplo, a Díaz Ayuso la llamaba Isabelita, Isabel desde que es Presidenta. Y siempre me han parecido graciosos los rizos que le caen con aparente descuido y naíf su comportamiento.  A Casado le llamaba Pablito, pero sólo hasta que le dejaron la barba para que aparentara que había dejado de ser joven.Perdió toda la inocencia del mal estudiante.

Mi compasión, que en este caso no es “pasión compartida” sino lástima o pesar, sin embargo, me lleva a dudar que hayan vivido lo suficiente,  hayan tenido tiempo y motivos bastantes para desarrollar esa inusitada capacidad para la maldad,  la traición, la manipulación, la mentira, la amoralidad, la inconsecuencia, la falta de valores… Me niego a aceptar que siendo jóvenes, ¡algunos tan jóvenes!, hayan vivido tanto como para renunciar a serlo, a cambiar el mundo. A su madurez biológica ni siquiera se podrán convertir en nada por su prematura vejez.

Creo adivinar que tras ellos y en la sombra se ocultan ventrílocuos sucios, indignos, borrachos y deshonestos que los utilizan para sus propios fines.  Que abusan de ellos haciéndoles creer que mandan realmente. Me parece sentir que se aprovechan haciéndoles representar el papel que les han escrito y los prostituyen. Que los dopan. Quiero creer que les obligan a hacer play back y que solo mueven la boca. Ver que sus gestos se desacoplan con las palabras del discurso que se oye.Saber que duran en cartel lo que deciden los que se esconden en las bambalinas o los que deciden la caducidad de los que se esconden en las bambalinas.Ventrílocuos que son capaces de hacer Presidentes a sujetos como Felipe, Aznar, Rodríguez Zapatero, Rajoy, Sánchez… Incluso a Díaz Ayuso y Casado. Que son capaces de hacerse Presidentes a sí mismos en la persona de otro. ¿Se acuerdan Uds. de Hernández-Mancha, de Güemes, de Cayetana y tantos otros? Utilizados y desechados a media carrera. Creo que a ellos, las marionetas, finalmente, sólo les son imputables unos claros rasgos narcisistas de la personalidad. Imaginarse los “protas” de la película. Rasgos que, con seguridad, los colocan en el sitio y momento adecuados. Pero luego sufren alternancias ciclotímicas. Entre la manía y la depresión.Entre cómo sienten lo que les dicen que son y así se lo creen,pienso que a ratos,y el lugar en que finalmente la realidad los sitúa. Pecados de juventud en los que llevan la penitencia.

Eso sí, con mi empatía o sin ella, con unas ideas u otras, la juventud siempre desemboca en el delta de la vejez. En el mejor de los casos. “Avive el seso y despierte contemplando cómo se pasa la vida…”

Jóvenes