sábado. 27.04.2024
oscar

Laura Ayet y Aleix Sales Rius |

MEJOR ACTRIZ SECUNDARIA

Hay una mujer que ha dominado claramente la temporada, y esa no es otra que Da’Vine Joy Randolph. Cuando en noviembre las primeras asociaciones de críticos empezaron a nombrarla como la mejor actriz de reparto se dio el pistoletazo de salida a la trayectoria más impecable de las categorías interpretativas, llevándose todos los premios de la industria y sin dejar prácticamente nada a sus competidoras. No es para menos, porque la Mary que interpreta en Los que se quedan es un caramelito suficientemente equilibrado para convencer a todo el mundo. Randolph interpreta a esa cocinera del internado Barton que acaba de perder a su hijo en Vietnam con una sutileza alejada de las gestualidades prototípicas de este tipo de roles, pero a la vez conmoviendo en los momentos que le permite el film. Es una perfecta definición de lo que es una actuación de apoyo con los agradecidos destellos para brillar. Randolph siempre había sido una actriz episódica hasta que tuvo su primera gran oportunidad de lucimiento con Yo soy Dolemite (Craig Brewer, 2019). Desde entonces, ha ido copando espacios hasta plantarse con su primera nominación y su más que probable victoria. Lo tiene todo, si gana otra será uno de los shocks más grandes de la historia de los Oscar.

A Randolph no le ha costado tantos años como a Emily Blunt ganarse el título de “la nominada al Oscar”. La británica ha estado en distintos años en la conversación de posibles candidatas, pero nunca la ha materializado por fuertes competencias y encontrarse en títulos no nominados a mejor película, lo cual acaba siempre resistiendo un poco las posibilidades. Blunt consigue su primera nominación por estar en la gran favorita de la noche, Oppenheimer, donde encarna el personaje habitual de la esposa sufridora del protagonista. Sin tener el material más lúcido de la cinta -los personajes femeninos siguen siendo el talón de Aquiles de Nolan-, la actriz da lo mejor de sí con lo que puede y sale airosa. Pudiendo caer en la sobreactuación, Blunt acaba apostando por una frialdad que se amolda coherentemente con la atmósfera que empaña la película, en un ejercicio más contenido de lo esperable, pero no por ello menos trabajado. La que fuera la Emily de El diablo viste de Prada (David Frankel, 2006) tendrá que esperar para subir al escenario, ojalá no le cueste tanto la segunda nominación.

Aunque ella ya tiene dos Oscars, por Acusados (Jonathan Kaplan, 1988) y El silencio de los corderos (Jonathan Demme, 1991), Jodie Foster no ha pisado una alfombra roja de los Oscars como nominada desde hace 29 años, mucho antes de que Emily Blunt empezara su carrera profesional. Foster, que ha tenido unas décadas más relajadas al centrarse más en su familia y ha apostado por propuestas algo más convencionales y comerciales, estuvo a punto de lograrla hace 3 años por The Mauritanian (Kevin MacDonald, 2020), pero se quedó solamente con una victoria en los Globos de Oro. Su papel en Nyad como Bonnie Stoll, amiga incondicional que ayuda a la nadadora Diana Nyad a lograr su proeza, le permite desplegar una simpatía y tenacidad con la que ganarse al público por su cercanía. Stoll es esa amiga que queremos tener a nuestro lado en los aciertos y errores, y pocas actrices hay más adecuadas para ello como Foster, una de las intérpretes que ha sabido encarnar mejor a la mujer media americana. Ella está estupenda en su misión motivadora -sin caer en el banal coaching emocional- y en la cercanía con la que construye su relación con Annette Bening, robándole más de una secuencia. Un tercer Oscar para Foster parece demasiado y no es la favorita, pero es de agradecer que haya vuelto a los premios con un trabajo más que justificado.

Cuando hablábamos de interpretación estereotípica de la que se diferenciaba Randolph, nos referíamos a una clase de actuación como la de Danielle Brooks en El color púrpura (Sam Blitz Bazawule). Brooks reprende el mismo que desempeñó sobre las tablas de Broadway en 2016, encarnando a Sofia en la adaptación musical del clásico de Alice Walker, que Steven Spielberg llevó a la pantalla ya en 1985. Precisamente, en la película del de Cincinatti el papel de Sofia lo interpretó Oprah Winfrey, la cual fue también recompensada con una nominación al Oscar. Porque Sofia es un bombón que da otros colores al púrpura del título gracias a su alivio cómico y, a la vez, la fuerza, seguridad y valentía que exhibe, ocasionándole muchas escenas para lucimiento. Aunque es inevitable pensar en el trabajo de Winfrey, Brooks consigue hacerse suyo el personaje y brillar en momentos como en la canción Hell no! o en el pasaje donde está involucrada en un delito. A pesar de aportar lo que tiene que aportar, la película carece de un momento apoteósico para Sofia, dejando la sensación de que falta algún elemento más para ser un verdadero triunfo. Asimismo, pesa el hecho de que su personaje y, por ende, su interpretación no se sale de los marcos que mencionábamos de este rol canónico que tan bien han interpretado actrices como Octavia Spencer, percibiéndose como algo menos original y arriesgado que otras compañeras de nominación. Danielle Brooks ha figurado en todos los premios de la industria precedentes como nominada. No obstante, no se ha traducido en ninguna victoria relevante para la carrera.

La gran sorpresa de las nominaciones interpretativas vino de la mano de Barbie. Por un lado, por la ausencia de Margot Robbie en Mejor Actriz Principal, que copó titulares, tweets y columnas acerca del patriarcado y machismo imperante en los Oscar. Muchas de estas lecturas tendenciosas, que hicieron hincapié en el hecho de que Ken sí era nominado y Barbie no, obviaron que America Ferrera, precisamente el personaje que ofrece el discurso más militante de la cinta, SÍ que había sido nominada. Las posibilidades de Ferrera a lo largo de los meses se habían ido diluyendo por la falta de menciones y presencia en las nominaciones de otros premios, pero parece ser que un último empujón en la campaña ha valido para colarse entre las cinco finalistas. Su Gloria es esa bisagra entre Barbieland y el mundo real, una soñadora atrapada entre los barrotes de un mundo real regido por el capitalismo salvaje y un heteropatriarcado todavía de hierro en el que, además, ha perdido el afecto de su hija. Ferrera cumple en todo momento, pero si ha llegado a la nominación es por esa crítica a las presiones que se somete a la mujer en forma de monólogo. Un regalo que supone el quid de la cuestión en la película más taquillera de 2023, el cual le ha hecho ganar el favor del público y muchos académicos. Sin embargo, su trabajo es el más anecdótico de los cuatro y bien parece que la nominación es ya el premio para esta actriz que lleva más de dos décadas labrándose su camino con esfuerzo.

Ganará: Da’Vine Joy Randolph - Los que se quedan

Debería ganar: Da’Vine Joy Randolph - Los que se quedan

Echamos en falta: Penélope Cruz - Ferrari

MEJOR CORTOMETRAJE DE ANIMACIÓN

En un año sin un Pixar o un Disney claros a los que tomar como referentes, puede pasar cualquier cosa en la categoría, ya que de algún modo u otro 3 de los cinco cortos tienen resonancias con un convulso presente político, mientras que los otros dos se fundamentan en experiencias personales con los que tratar problemáticas sociales de fondo igualmente relevantes. Letter to a pig, de Tal Kantor, es una carta de agradecimiento de un superviviente del Holocausto a un cerdo que le salvó la vida. El cortometraje, evidentemente, puede conectarse con la actualidad turbulenta de Israel, profundamente herida por los ataques de Hamas del 7 de octubre y, aún estando cuestionada por muchos sectores y países debido a su desmedida brutalidad en Gaza, un voto masivo propulsado por el loby judío de la Academia puede darle la victoria y dejar claro el mensaje de apoyo hacia el país. Y más a través de un cortometraje que referencia al Holocausto. Asimismo, la polarización que se da en el complejo conflicto de Israel puede erigir una gran masa contraria a reconocer la película, clarificando la hipocresía con la que actúa el Estado de Israel con los civiles de Gaza, suponiendo un contrapeso con la que no quedar en primera posición. Estrenado antes de los ataques que colmaron el vaso, Letter to a pig ha estado en bastantes festivales como Annecy, evidenciando una buena recepción por sí sola. Teniendo una animación basada en la rotoscopia más que interesante, el cortometraje adolece de la narración más dispersa y fallida de los nominados, abusando de simbolismos subdesarrollados y acciones inexplicables que lastran el interés y la implicación del espectador en ella.

En la otra cara de una misma moneda, Our Uniform, de Yegane Moghadam, repasa la situación de la mujer en el régimen iraní a través del viejo uniforme escolar de una chica. Narrado a través de diferentes piezas de ropa, telas y texturas, el cortometraje sabe usar su dispositivo, aunque sus escasos 7 minutos dejan el contenido como una anécdota descriptiva de los códigos de vestimenta en el país, quedándose en una obra muy agradable de ver pero algo escasa en comparación con otras nominadas. El reconocimiento de la primera obra, premiada en el prestigioso festival de animación de Annecy, puede suponer un firme posicionamiento contrario a la opresión femenina  en Irán y otros estados parejos. Un alegato menos polémico y más unánime que el de otras presentes en la categoría, aunque el cortometraje no es el que ha despertado más pasiones de todos los candidatos.

Ambientado en la I Guerra Mundial y con una vocación tremendamente pacifista, WAR IS OVER! Inspired by the music of John and Yoko, de Dave Mullins, apunta a ser la vencedora porque posee la suficiente trascendencia en su mensaje (“no a las guerras”) sin la necesidad de meterse en conflictos presentes polémicos, mirando a una contienda pretérita. Una parábola sobre la guerra y la paz que tiene en mente la obra de John Lennon y Yoko Ono, la cual es capaz de generar un amplio consenso entre los votantes por su tremenda accesibilidad y, para qué negarlo, previsibilidad. La paloma mensajera y la partida de ajedrez a distancia es una idea bonita, emotiva, con la que el cortometraje te gana, pero la inserción de la música y otros elementos resultan demasiado evidentes y subrayados. Ya ha ganado un precedente tan importante como el premio Annie, a pesar de ser uno de los nominados con peores valoraciones críticas. 

Si nos atenemos a las recepción crítica y al mejor recorrido en festivales, Ninety-Five Senses (Jared Hess y Jersusha Hess) es el que sale mejor parado de todos. Ajeno a todo discurso político, esta sensible oda a los sentidos por parte de un anciano al que le queda poco tiempo de vida es sencilla, emotiva y visualmente atractiva, en un buen equilibrio que no debería pasar desapercibido. Es el corto más sólido y mejor resuelto de todos, cuya temática claramente universal puede apelar a un gran grueso de votantes que, tal vez, prefieran no posicionarse políticamente con otras propuestas. Sin embargo, no creemos que la Academia mire hacia el otro lado cuando, en varias partes del mundo, la violencia extrema es el pan de cada día.

También de corte íntimo es Pachyderme, de Stéphanie Clément, oscuro cuento de verano de una niña que pasa las vacaciones con sus abuelos. Con el trasfondo del abuso de menores, Clément habla de una de las grandes lacras de la humanidad con un paradójico trazo infantil y halo tenebroso que captura la atmósfera malsana. Aunque no acaba de ejecutar bien sus propósitos y su denuncia puede desdibujarse, logra dejar poso en el espectador después de su visionado y dejar mal cuerpo, hecho suficiente para ganar algunos votos. Pero su cierta frialdad y la incomodidad del tema, un tanto tabú todavía, no la sitúan en una posición preferente para la victoria.

Ganará: WAR IS OVER! Inspired by the music of John and Yoko

Debería ganar: Ninety-five senses

MEJOR LARGOMETRAJE DE ANIMACIÓN

Como en otras ediciones, la categoría de animación ha constituido un duelo entre la hegemonía, industria y espectacularidad americana frente a la vocación artística y modesta de animadores de otros países. Este año esto lo primero se ejemplifica, sobre todo, en Spider-man: Cruzando el multiverso (Joaquim Dos Santos, Kemp Powers, Justin Thompson) y El chico y la garza, del legendario maestro nipón Hayao Miyazaki. 

A favor del Hombre Araña, encontramos una secuela que ha satisfecho las expectativas de su premiadísima antecesora -la cual rompió moldes-, ampliando incluso su abanico de técnicas de un modo apabullante. En contra, tiene precisamente el carácter exceso que puede fatigar al espectador, así como ser la antesala de una tercera entrega que promete más y mejor, llevando la narrativa de esta segunda entrega a un final precipitado e inconcluso que la aleja del producto unitario que era la primera película. Aunque ha hecho una buena trayectoria en crítica, ciertos premios de la industria como los Critics’ Choice y arrasar con 7 premios en los Annie (Premios del Cine de Animación), perder el Globo de Oro y el BAFTA frente a Miyazaki, así como quedarse fuera en las categorías de Música Original y Efectos Visuales en los Oscar, dan que pensar que no tiene una fuerza tan abrumadora como Spider-man: Un nuevo universo (2018), que barrió completamente en su año, y que es menos fuerte de lo que nos imaginábamos.

En 2013 Frozen (Chris Buck, Jennifer Lee) congeló todas las posibilidades de homenajear con un segundo Oscar a Hayao Miyazaki, quien había anunciado su retirada con El viento se levanta, su cinta más personal y más realista hasta la fecha, el biopic del piloto Jiro Horikoshi. La vida das muchas vueltas y, una década después, el japonés casi sin avisar ha regalado otro título con el que poder resarcirse de tener a un pope de la animación mundial solamente con un Oscar ya lejano de 2002 por El viaje de Chihiro. El chico y la garza ha sido un acontecimiento no solamente en el país natal de Miyazaki, sino también a escala mundial, empezando por Estados Unidos, donde logró colocarse en el número 1 de taquilla, hito insólito. El chico y la garza también parte de una vertiente realista y gris como El viento se levanta en un inicio para apostarlo todo a un fantástico desbordante propio del nipón. Puro Miyazaki para lo bueno y lo malo. Para lo bueno que aúna toda la sensibilidad e imaginación características del maestro en una historia que ha logrado conectar con muchos espectadores. Para lo malo, que sus excesos pueden llegar a saturar al público, así como contar con una de las tramas más mínimas y dispersas de su filmografía. Veremos si sus fallos hacen decantar la balanza hacia Spiderman, pero en palestras tan decisivas como los Globos de Oro y los BAFTA el peso ha caído del lado de Miyazaki y el merecido broche de oro que sería este reconocimiento para su carrera.

Como ya lo hacía Miyazaki en clave oriental en algunos de sus títulos, Nimona bebe de una tradición medieval y la adapta a un contexto fantástico y futurista, donde teje una aventura efectiva. Plagada de valores canónicos como la búsqueda de uno mismo y la aceptación del diferente, el film Nick Bruno y Tony Quane da una vuelta a unos temas y tramas manidos, consiguiendo una película suficientemente fresca y, sobre todo, protagonizada por unos personajes carismáticos y muy adaptados a los tiempos, como ese caballero Ballister Bravocorazón abiertamente homosexual. Buena cuenta de ello da el Annie a mejor guión que cosechó, por encima de Miyazaki. Un estupendo ejemplo que, en un año flojo, tendría muchos números para ganar pero que, en esta edición, parece ir por detrás de otras candidatas.

La cuota europea casi siempre se hace con una plaza en la categoría y, en un año tan concurrido como este, la afortunada ha sido Robot Dreams de Pablo Berger, que ya venía con el aval de los Premios del Cine Europeo, barrer en los premios de España y algunas menciones de la crítica americana. La historia de amistad entre un perro solitario fruto de la aislante metrópolis y un cándido robot no tiene necesidad de mediar palabra para transmitir su universal mensaje. Corriendo el riesgo de parecer trillado, lo cierto es que Berger y compañía construyen una obra basada en el gag visual sumamente ágil, simpática y, por encima de todo, extremadamente emocionante. Dotada con más de una secuencia de imaginación desbordante deudora del Hollywood clásico, Robot Dreams avanza hacia un final descorazonador y realista que toca la fibra adecuada a cualquiera, sea de donde sea. Esto le viene de perlas para seducir a los votantes, junto a una ligereza en la trama y formas que la hacen tremendamente accesible para adultos y niños, como en los mejores Pixar. Robot Dreams ha tenido una presencia inestable en los premios de la industria y la nominación parece ya el triunfo para esta pequeña película. La animación europea, salvo por Wallace y Gromit: La maldición de las verduras (Nick Park, Steve Box, 2005), nunca ha ganado en una categoría que tiende a barrer para casa y los grandes estudios. Hasta en años sin una favorita clara como 2019, donde competía la española Klaus -que venía de arrasar con 7 Annies bajo el brazo y el BAFTA- perdió frente a Toy Story 4 (Josh Cooley). Con dos favoritas claras y sin grandes triunfos cuando ha competido con sus rivales directas, no parece que Berger pueda dar la campanada el domingo. Pero uno siempre puede soñar.

Ante la duda, Pixar. El anterior ejemplo de Toy Story 4 o Brave (Mark Andrews, Brenda Chapman, Steve Purcell, 2012) son claros casos en los que la Academia, sin tener una clara elección, ha optado por el (casi) siempre buen hacer de Pixar. En este caso, Elemental (Peter Sohn) cuenta con la baza de tratarse de una obra 100% original que pretende recuperar aquel Pixar que descubría nuevos mundos y establecía lógicas en contextos cotidianos. Esta vez, toma los elementos naturales para forjar una agradable historia de amor entre el fuego y el agua, incompatibles. Tomando la screwball comedy como referente, Pixar firma una película con sus buenos aportes, pero que no termina de despegar con la potencia de otras propuestas más célebres. No hace falta remontarse a su década dorada de los 2000, basta con citar Del revés (Pete Docter, Ronaldo del Carmen, 2015) o Soul (Pete Docter, Kemp Powers, 2020). Este aspecto, junto a la existencia de otras películas con estatus de favoritas, la alejan de la que sería el duodécimo Oscar en la categoría para la compañía del Flexo. No obstante, no ha fallado en ninguno de los precedentes de la industria y, si algo nos enseñan sus estadísticas, es que nunca se debe subestimar a Pixar.

Ganará: Spiderman: cruzando el multiverso

Debería ganar: Robot Dreams

Echamos en falta: Dispararon al pianista

MEJOR VESTUARIO

El mejor diseño de vestuario suele ser una categoría fácilmente comentable en los Oscar, ya que es vistosa y parece más evidente para los espectadores qué trajes son dignos de mención y, por tanto, poder juzgar cuáles son los merecedores de ganar. Puede que no sea una casualidad que las cinco nominaciones de este año coinciden con las de mejor diseño de producción, ambas categorías van de la mano cuando se trata de crear películas de aspecto glorioso. La categoría de este año incluye a tres ganadores anteriores de los Oscar y a tres nominados por primera vez, y aunque las obras de época tienden a obtener muy buenos resultados en esta categoría, son dos de las películas más singulares que mezclan elementos contemporáneos, de época y de género las que probablemente reciban más atención. Pero el duelo final va a ser entre Barbie y Pobres Criaturas, donde los trajes ayudan a personificar sus viajes existenciales. 

Empezamos con un peso pesado de la categoría, la gran dama del diseño de vestuario: Jacqueline Durran. Ha recibido nueve nominaciones al Oscar con dos victorias, la más reciente por Mujercitas (2019), de Greta Gerwig, y por Anna Karenina (2012), con quien ha trabajado con el director Joe Wright a lo largo de los años. Si algo es indiscutible de la superproducción mundial más taquillera del año pasado, que vuelve a unir a Durran con Gerwig, es que tiene mucho que ver con el vestuario y la moda, al igual que las queridas muñecas Barbie que inspiraron la película. Es difícil imaginar que Durran no gane su tercer Oscar este año por ese trabajo, en el cual materializa todos los looks icónicos de las Barbies de la historia, incluyendo aquellas que pasaron desapercibidas, así como de los Ken. La guinda al pastel en esta carrera se encuentra en el vestuario fuera de la película, ya Margot Robbie publicará 'Barbie: The world tour', un libro con todos sus looks de la promo inspirados en la muñeca.

Para Jacqueline West es la primera vez que trabaja con Martin Scorsese. El vestuario en Los asesinos de la luna de los personajes nativos americanos es lo que enseguida atrae la mirada del espectador. Los Osage, en los años que abarca el filme la comunidad más rica del mundo, conformaban una sociedad avanzada, con anhelos europeos y una aproximación a la cultura y a la moda que estaba a años luz de la de la de sus coetáneos blancos. Para muchos espectadores, nosotros incluidos, ha sido la primera vez que veíamos algunos de los atuendos tradicionales la indumentaria indígena, incluidas 500 mantas auténticas, de los personajes de la Nación Osage, recreados con tal grado de autenticidad que era imposible no predecir que su trabajo sería nominado. Si hay una escena que ya ha dado qué hablar en términos de vestuario es, sin duda, la de la boda. En los enlaces nupciales de mujeres Osage de alto estatus, es tradición que lleven abrigo militar. Este detalle nace en el momento en el que en las misiones diplomáticas se entregaban regalos los unos a los otros, al no valerles los hombres nativos por ser demasiado altos y fuertes para la prenda, se las entregaron a sus hijas. Otro detalle que hace paralelismo con sus dos grandes rivales en vestuario es la evolución del personaje femenino. La Mollie Burkhart de Lily Gladstone vestía de forma más tradicional que sus hermanas al principio y va perdiendo la vitalidad de los colores a medida que pierde sus familiares.

Oppenheimer se jugaba la plaza en esta categoría, pero el haber entrado certifica que será la avalancha de los Oscar a la hora de coleccionar premios. En este caso, dudamos que se lleve el trofeo al ofrecer el trabajo más sobrio de los nominados, que sumerge a la audiencia en la América de 1940. El guardarropa de Oppenheimer está dominado por tonos de azul, reflejando su profundidad intelectual y naturaleza introspectiva. El elemento más icónico es su sombrero de ala ancha, un fedora del oeste clásico, diseñado a medida para la ocasión, incluso causando un aumento en las ventas de la pieza el pasado verano en USA. El equipo de vestuario liderado por Ellen Mirojnick contactaron con fabricantes de Nueva York e Italia, aunque finalmente fueron los profesionales de Baron Hats, los legendarios creadores de sombreros de Hollywood, quienes supieron fabricar uno que se ajustase de manera perfecta a lo que Mirojnick buscaba. Al final, según el equipo, el que le daba el mejor toque al poner el sombrero a Murphy era el propio Nolan: “Cuando él lo tocaba, surgía la magia. Le daba la vuelta o lo giraba un poco o doblaba ligeramente el ala para conseguir lo que tenía en mente”.

Con Napoleón, se trata de la segunda nominación al Oscar de Janty Yates, tras su victoria por la anterior epopeya histórica de Ridley Scott, Gladiator (2000, que también ganó el premio a la mejor película). Junto a Scott ha colaborado en múltiples ocasiones: El último duelo (2021), Todo el dinero del mundo (2017), Alien: Covenant (2017)… Muchos se sorprendieron cuando recientemente Yates ni siquiera fue nominada por otra obra de época de Scott, La casa Gucci (2021), sobre todo porque la película se desarrolla literalmente en el mundo de la moda. Con un proyecto de tal envergadura que Yates se repartió el vestuario a la mitad con Dave Crossman: ella se encargaba de la ropa civil, incluida la de Josefina, y para él todo el vestuario militar para las épicas secuencias de batalla. Para Crossman, ésta es su primera nominación al Oscar a pesar de su ejemplar trabajo diseñando el traje del murciélago para The Batman (Matt Reeves) de 2022.

Para Pobres criaturas, el vestuario tenía que ser tan excéntrico y estimulante como la propia película. Al principio de su vida, su creador y tutor viste a Bella de manera infantilizada, enfundada en vestidos de volantes y mangas abullonadas, bombachos victorianos y camisones. En su viaje, se siente libre para experimentar con su vestuario, combinando faldas translúcidas con chaquetas de seda cortas y gabardinas de color amarillo brillante con blusas de color carne. A partir de entonces, a medida que evoluciona también lo hacen sus extravagantes conjuntos. La diseñadora de vestuario Holly Waddington no es ajena a los dramas de época, ya que ha vestido a Florence Pugh para Lady Macbeth (William Oldroyd, 2016) y a Elle Fanning para la serie The Great. Aquí tenía que mezclar este estilo con el toque de ciencia ficción, en patrones victorianos de siluetas exageradas y les dio nueva vida mediante el uso de tejidos modernos como el plástico o el látex, hallazgos vintage y elementos futuristas yuxtapuestos. Para las escenas del burdel parisino prescinde de la típica paleta de colores rojo y negro, sino tonos carne. Waddington parte como favorita al haberse hecho con el BAFTA y solamente es Barbie quien podría aguarle la fiesta. No obstante, la cinta de Lanthimos parte con ventaja al realizar un vestuario 100% original, mientras que a Durran le puede pasar factura la recreación de unos modelos preexistentes

Ganará: Pobres criaturas

Debería ganar: Pobres criaturas

Echamos en falta: Wonka

MEJOR GUIÓN ORIGINAL

Aunque normalmente se entregan demasiado pronto como para que puedan considerarse un pronóstico, los premios Gotham dieron en el clavo al conceder el galardón al mejor guión a los guionistas de Anatomía de una caída, Justine Triet y Arthur Harari. Poco más de un mes después, los Globos de Oro harían lo mismo, lo cual es especialmente destacable ya que esta ceremonia de premios también hace que todos sus guiones, ya sean originales o adaptados, compitan en la misma categoría, por lo que parece casi seguro que el mejor guión original es la mejor baza de la guionista y directora Justine Triet para ganar un Oscar este año. Los BAFTA han reafirmado su posición de favorita. En la mañana de las nominaciones a los Oscar, Anatomía de una caída entró en todas las categorías clave necesarias para indicar que cuenta con un amplio apoyo de la Academia. Película, directora (Triet), actriz principal (Sandra Hüller), montaje y guión original. También habría entrado fácilmente en la categoría de Mejor Película Internacional (y casi con toda seguridad la habría ganado) si Francia la hubiera presentado. Esto demuestra que la película goza de gran popularidad entre los miembros de la Academia y que es muy probable que quieran premiarla en alguna categoría. Aunque en la mayoría de las demás categorías puede resultar difícil ganar, dado que todo el cuerpo vota por el ganador, el guión original parece el lugar más lógico para dar a Anatomía de una caída un premio. El guión de Triet y Harari es una inteligente disección de la caída de un matrimonio que mezcla astutamente el drama procedimental y el melodrama sentimental. Un estudio de personaje complejo en el que deja al espectador que componga sus piezas y saque su propia conclusión. Estamos, pues, ante un trabajo muy completo que da al espectador un rol activo mientras se queda atrapado por la gran incógnita a resolver. Esto suele tener recompensa y las barreras idiomáticas ya no son un gran escollo.

Sin embargo, creemos que Los que se quedan tiene posibilidades de hacer el sorpaso. A las películas de Alexander Payne siempre les va bien en las categorías de guión gracias a la chispa de sus diálogos, personajes atractivos y mezcla de tonos que abordan lo trágico y lo cómico de un modo muy humano. Election fue nominada a guión adaptado en 2000 por Payne y Jim Taylor; Payne y Taylor ganaron guión adaptado en 2005 por Entre copas; Los descendientes ganó guión adaptado en 2012 por Payne, Nat Faxon y Jim Rash; y en 2014 Bob Nelson fue nominado a guión original por Nebraska. Las películas de Payne siempre son apreciadas por la rama de guionistas. Eso podría llevar a Hemingson a ganar aquí por una película de corte setentero plagada de conversaciones vivas, un trío de personajes dolidos que cautivan al espectador, y un balance de la emoción adecuado, lo que la acaba convirtiendo en una feel-good movie con corazón de las que suele convencer a la Academia por completo. Sería una gran ganadora, pero Hemingson ha tenido una carrera sin grandes triunfos porque Triet ha ido ganando todos los juicios.

Cuando Cooper se involucró en el proyecto de Maestro, quería que se centrara más en la vida familiar de Bernstein porque eso era lo más fascinante para él. La idea de hombres queer que tienen una familia, y no es falsa, es un amor real y una familia real y una necesidad real fascinó a Cooper. Bernstein "no podría vivir" sin Montealegre, lo que Singer le pareció extraordinario. El guionista explica: "Bradley simplemente se consumió con ese objetivo, y quedó claro que esa iba a ser nuestra historia". Maestro cuenta un biopic de compositor clásico con una fragmentación temporal que la moderniza, cosa que se puede poner en valor de cara a un poco probable triunfo. No obstante, de las nominadas es la que menos pasión ha despertado en cuanto a su libreto, criticándolo por su frialdad y falta de alma, así como por su incapacidad de crear escenas memorables y profundizar en los personajes, ya que no deja de saltar de un momento a otro. Maestro es un film donde verdaderamente brilla más la dirección y el plano visual que no su contenido y, aunque Cooper ha estado presente constantemente en la categoría (siempre que ha habido distinción entre adaptado u original), no se ha llevado nada. Por lo tanto, es muy improbable que los Oscar apuesten por ella.

Desde su estreno en Berlín, Vidas pasadas ha enamorado por todos los lugares donde ha pasado, en buena parte, por el realista y humano guión de Celine Song acerca de una pareja de amigos de infancia separados y reencontrados en distintos momentos de su vida. Con ecos de Richard Linklater, Song trata el enamoramiento y los efectos de la distancia física en las relaciones con sutileza y ternura sin caer en la cursilería, planteando una pregunta que sobrevolará durante todo el film: ¿con quién se ha quedado la protagonista? Song entraría dentro de esa cuota de guionistas noveles o jóvenes aportadora de nuevas perspectivas y sensibilidades que suelen tener hueco en la categoría, la cual ha vivido más de un triunfo en la categoría, siendo el ejemplo más reciente la de Emerald Fennell por una Una joven prometedora en 2020. Por desgracia, el libreto de Song no ha ganado ningún premio notable y parece que no dará la campanada.

Todd Haynes no es un debutante, pero los guionistas en los que ha confiado para Secretos de un escándalo, Samy Burch y Alex Mechanik sí que lo son. El film de Haynes es una modélica hibridación del género telenovelesco, el telefilm de sucesos y la autoconsciencia de la creación artística confeccionado desde un inteligente dispositivo meta con el que contar desde la perspectiva de 20 años el escándalo del título que involucró a una mujer y a un adolescente de 13 años. Una arriesgada propuesta que se la juega con el tono y cae de pie gracias al guión de Burch (junto a Mechanik) y la maestría de Haynes para llevarlo a la pantalla. El libreto de Secretos de un escándalo es juguetón, regala un puñado de escenas excelentemente planteadas y, donde aparentemente no pasa nada, se van construyendo los tres personajes en cuestión para virar a un desenlace para un espectador activo en el que la duda siempre está presente. Poniendo sobre la mesa temas como la toma de conciencia sobre un trauma, la inmadurez en la toma de decisiones o las manipulaciones a las que puede llegar una persona en nombre del arte, Secretos de un escándalo supone una formidable inclusión en la categoría para una película que, sin lugar a dudas, hubiera merecido un número mayor de nominaciones. La competencia es feroz, es la única no nominada a mejor película y Todd Haynes nunca ha terminado de cuajar con los académicos. Suficientes pruebas para que no gane, pese que en otras ediciones podría disputarse fácilmente la victoria.

Ganará: Justine Triet y Arthur Harari, Anatomía de una caída

Debería ganar: Justine Triet y Arthur Harari, Anatomía de una caída

Echamos en falta: Esto va a doler

MEJOR MAQUILLAJE

Este año, las películas han sido nominadas principalmente por su trabajo protésico, en parte para hacer que los actores se parezcan más a las figuras históricas reales que interpretan. El año pasado escribimos sobre cómo conseguir una nominación en esta categoría puede ayudar a aumentar las posibilidades de un actor en una categoría principal -los recientes campeones del Oscar Brendan Fraser en La ballena (Darren Aronofsky, 2022), Jessica Chastain en Los ojos de Tammy Faye (Michael Showhalter, 2021) y Renee Zellweger en Judy (Rupert Goold, 2019) son los mejores ejemplos-, aunque en este caso no creemos que de ningún empujón. 

En los últimos años, Kazu Hiro se ha convertido en el artista de referencia para películas en las que hay que transformar a los actores en personajes famosos, siendo El instante más oscuro (Joe Wright, 2017) y El escándalo (Jay Roach, 2019) sus proyectos premiados con la estatuilla. Para Maestro, se reunió con Bradley Cooper para un escaneado de su rostro en 3D y realizar un molde en función a la división de las diferentes edades del protagonista y acortar las distancias entre los 49 años del intérprete y los 71 del legendario Bernstein. El resultado, en colaboración con la jefa de maquillaje Sian Grigg, la jefa de peluquería Kay Georgiou y Lori McCoy-Bell (peluquera personal de Cooper), aunque las primeras reacciones fueron muy negativas respecto a la prominente nariz, parece menos prostético y más natural que en sus dos anteriores Oscars. Maestro parte como favorita tras haber triunfado en el gremio de de Maquilladores y Peluqueros (MUAHS) y podría ser el Oscar de consolación a una película que tiene muchos números de irse a casa con el casillero a 0.

Otro título que se suma a la caracterización de persona real, y que también goza de nariz prominente, es Golda (Guy Nattiv), biopic de la primera ministra israelí Golda Meir durante la guerra del Yom Kippur. Junto a la labor de Mirren, la notable labor de maquillaje es lo más destacado de una cinta tibiamente recibida. Su irregular paso por los premios (faltando en muchos de la industria), el no haber ganado nada y el tener como competencia directa otra caracterización de figura judía en una película más bien recibida como Maestro hacen sentir la nominación como victoria. No obstante, dado el contexto de Israel -actualmente cuestionado a nivel internacional por muchos sectores y países-, el voto judío podría querer dar un golpe en la mesa y reivindicar políticamente el estado.

Pero precisamente, la división del voto judío es lo que podría dar la estatuilla a Pobres criaturas. Lo que más destaca del trabajo protésico de Pobres criaturas es el poco convencional científico Baxter de Willem Dafoe, cuyo rostro deformado está influenciado por las pinturas de Francis Bacon. La peluquera y maquilladora Nadia Stacey ganó un BAFTA por La favorita de Yorgos Lanthimos en 2019 y fue nominada al Oscar por su trabajo en Cruella (Craig Gillespie) en 2022. Con el oscarizado maquillador de prótesis Mark Couler (El gran hotel Budapest y La dama de hierro) y el supervisor de prótesis Josh Weston, acaba encajando todo a la perfección. Además, la Madame Swiney de Kathryn Hunter, que regenta el burdel parisino, está cubierta de más de 100 tatuajes y tiene la piel con aspecto amoratado. Aunque no ha sido excesivamente prolífica en los premios del apartado al competir con Maestro y Barbie (que incomprensiblemente se quedó fuera de la categoría), Pobres criaturas se ha hecho con el BAFTA y podría dar un puñetazo final a la nariz de Bradley Cooper la noche del 10 de marzo.

El equipo de Oppenheimer estuvo supervisado por la jefa de maquillaje Luisa Abel y el jefe de peluquería Jaime Leigh McIntosh. Con Nolan todos saben que el resultado que se vea en la cámara el día del rodaje no va a ser editado con efectos en postproducción. Quizás por eso Abel utiliza la palabra aterrorizada para describir su primera vez, tanto con Nolan, como con IMAX. También hay una escena fuerte donde el componente protésico es esencial, cuando Oppenheimer imagina el impacto de la lluvia radiactiva en los rostros de sus colegas del Proyecto Manhattan. Se llegó a poner en duda su presencia en la categoría, pero el haber llegado a la nominación y el efecto arrastre que se podría derivar de la más que probable gran triunfadora de la edición no sería descabellado que amasara también Mejor Maquillaje. Aunque los precedentes apuntan a otras candidatas.

En La Sociedad de la Nieve David Martí y Montse Ribé tenían la responsabilidad de ser precisos por respeto a los hechos reales y a los supervivientes, totalmente diferente a la carta blanca de la fantasía que crearon en El laberinto del fauno (Guillermo del Toro, 2006). Mientras que Ana López Puigcerver se encargó de las texturas, como la apariencia de los rostros congelados y los labios agrietados, Martí y Ribé se centraron en las prótesis y el maquillaje de las lesiones que los supervivientes sufrieron en el accidente aéreo. En casos de malnutrición, hay el síndrome de los dientes largos, donde la delgadez extrema resalta los dientes en los rostros, Ribé se fijó que, en las fotografías reales, los supervivientes tenían ese aspecto y en la transformación en el aspecto de los actores, para que parecieran más delgados con el paso del tiempo en la montaña, crearon prótesis artesanales de dientes y pómulos. El trabajo de La sociedad de la nieve no es el estéticamente más placentero, pero contiene toneladas de detalles que bien merecerían su reconocimiento. Ha tenido una presencia muy limitada dado su estreno algo tardío, cosa que dificulta imponerse como favorita, pero el auge de la película estas últimas semanas podrían dar una vuelta al marcador.

Ganará: Maestro

Debería ganar: Pobres criaturas

Echamos en falta: Barbie

MEJORES EFECTOS VISUALES

The Creator de Gareth Edwards fue la gran triunfadora en la 22ª edición de los Premios de la Sociedad de Efectos Visuales, celebrada el 21 de febrero. El film de acción y ciencia ficción con temática de IA obtuvo cinco premios: el máximo premio fotorrealista VFX, modelado, entorno creado, simulaciones de efectos y composición e iluminación. Después de que Edwards rodara toda su película en 80 localizaciones del sudeste asiático como operador de cámara principal con un equipo pequeño y luz natural, hizo que la película independiente de 80 millones de dólares pareciera un éxito de taquilla de 200 millones de dólares mediante una inteligente ingeniería inversa en la posproducción (diseño y colocar los efectos visuales naturalistas sobre los actores que interpretan simulantes de IA y otros robots, además de pintar, iterar y refinar los decorados basados ​​en las placas fotográficas). A la Academia le encanta recompensar aquellos trabajos en los que, con un presupuesto limitado, se ha exprimido todo su potencial y obtenido un resultado final espectacular, así que The Creator cumple perfectamente con este papel. Como ya lo hiciera Ex Machina (Alex Garland, 2015), que superó a la séptima entrega de Star Wars como favorita, la película de Edwards está preparada para vencer a las franquicias y llevarse un premio muy meritorio por ese acabado tan competente, así como tener a dos otros títulos que habían ganado en otros premios (Oppenheimer y Pobres criaturas) completamente fuera de la categoría.

Por el contrario, Godzilla: Minus One tomó a todos por sorpresa con su convincente historia de redención de posguerra sobre el ataque Kaiju a Japón como otra pesadilla nuclear más. La película resonó entre el público y se convirtió en un éxito de taquilla en Japón (donde se convirtió en el mayor éxito de la franquicia) y en Estados Unidos (recaudó 56,4 millones de dólares, la tercera película en lengua extranjera más taquillera de la historia). El director y supervisor de efectos visuales Takashi Yamazaki lograron completar las 610 tomas de efectos visuales con las limitaciones de un presupuesto ajustado y solo 35 artistas, una verdadera fuerza independiente a tener en cuenta, destacando el Godzilla animado más feroz y altamente detallado y la impresionante simulación de agua para la batalla culminante. El arma secreta de la película fue el joven Tatsuji Nojima, quien también se sumergió en el agua después de experimentar con éxito con ella en su tiempo libre. Esta situación única también significó que Godzilla fue una de varias películas cuyos cuatro posibles nominados por contribuciones creativas, en este caso, incluyendo al director de la película, Takashi Yamazaki, y un compositor, Tatsuji Nojima, no ocuparon los roles más típicos de supervisor de efectos visuales y supervisor de efectos especiales que a menudo se ven entre los nominados de esta categoría. De hecho, Yamazaki podría ser el primer director en ser reconocido en la categoría desde que Stanley Kubrick recibió un Oscar por los efectos visuales en su película emblemática de 1968, 2001: una odisea en el espacio. Sin lugar a dudas, estamos ante el trabajo más artesanal y económico de los nominados, en el que también se puede aplicar el argumento de The Creator de obtener mucho con recursos limitados. Su victoria daría titulares como el de Kubrick y, si bien sería una victoria muy querida, lo cierto es que otros títulos le han ido ganando en otros ámbitos, con lo se le complican las cosas. Pero, probablemente, de haber un sorpaso ella es la candidata más probable.

En cuanto a los otros contendientes, el volumen final de Guardianes de la Galaxia de James Gunn se convirtió en una conmovedora historia de Rocket y la empresa Framestore fue fundamental para lograr la animación con una animación facial expresiva y un pelaje detallado. Su mejor escena sería el ataque de una sola toma de dos minutos a la nave espacial Arête. No obstante, Marvel nunca acostumbra a llevarse premios, ya sea por la dejadez y el acabado descuidado de algunas de sus películas -las cuales directamente ni son nominadas-, o porque suelen tener un look muy convencional, transportable de un título a otro. Sería la oportunidad para reconocer a una de las franquicias más sólidas del gigante de los superhéroes, pero lo cierto es que sería una victoria algo perezosa. Además, más allá de algún premio en concreto de la Sociedad de Efectos Visuales, no ha capturado nada.

Napoleón de Ridley Scott brindó un gran ejemplo de integración perfecta de CG con efectos prácticos para sus diversas batallas. Lo más destacado es la secuencia de la Batalla de Waterloo, donde utilizaron algunos cañones reales y disparos de cañón, y crearon el resto digitalmente. Asimismo, contrataron unos cientos de extras y, a partir de ahí, extrapolaron y crearon 50.000 tropas digitales. Dado que el ejército británico de la época utilizaba cuadros defensivos compuestos por alrededor de 500 soldados, en el set se fotografió un cuadro completo que los artistas de efectos visuales de posproducción utilizaron como referencia para crear docenas de cuadros adicionales. Para hacer coincidir los caballos generados por computadora con los reales (las colas de los caballos reales se agitaban de manera diferente), siguieron buscando nuevos niveles de detalle en la animación. Su plaza en la categoría nunca estuvo asegurada porque, al lado de sus competidoras, es la que ofrece menos secuencias de acción y el gran grueso de la película tiene un corte de interiores palaciegos en los que los efectos son más imperceptibles. Lo cierto es que se ha ido haciendo un hueco en distintos precedentes, pero no es el tipo de propuesta que acostumbran a premiar actualmente en tiempos de bonanza de ciencia ficción, superhéroes y monstruos.

Para Misión: Imposible. Sentencia Mortal - Parte 1 de Christopher McQuarrie, esta nominación representa a la franquicia por primera vez (también está nominada en la categoría de sonido) en los premios, tras años de buen y constante trabajo. La saga siempre se ha caracterizado por ofrecer grandes e inspiradas secuencias de acción, que combinan el elemento mecánico de los espacios y la capacidad física de Tom Cruise con unos efectos con los que realzar las situaciones insólitas que han regalado a lo largo de casi 30 años. En su película más grandilocuente -por duración, dividida en 2 partes-, una de las escenas más destacadas culmina con el accidente del tren Orient Express, en un ejemplo excelente de cómo los efectos visuales se amoldan a lo que se quiere recrear, sin resultar evidentes y cantosos como en otros géneros, pero sumando al conjunto para lograr esa espectacularidad propia. Como en sonido, el hecho de que haya una segunda parte en camino le resta urgencia a la hora de ser premiada y, teniendo algunos títulos mejor posicionados y algo más artísticos, es muy probable que Ethan Hunt y compañía deban de esperar para recibir una estatuilla. Aunque ha estado en algunos precedentes necesarios, que la Sociedad de Efectos Visuales haya pasado de ella en muchas de sus categorías no le fortalece.

Ganará: The Creator

Debería ganar: The Creator 

Echamos en falta: Pobres criaturas

MEJOR CANCIÓN

Barbie es la gran favorita de la categoría, prueba de ello son las 12 nominaciones (y tres premios) a los Grammy que cosechó en la pasada edición, certificando que estamos ante uno de los soundtracks de la década. Tal es así, que hasta un hit como “Dance the night” de Dua Lipa se ha quedado fuera de la nominación por la regla de la Academia de solamente permitir nominar 2 canciones por película. La cuestión es determinar cuál de las dos porque, a diferencia de en otras ocasiones como La La Land (Damien Chazelle, 2016), donde la balanza se decantaba claramente a favor de una de los dos, aquí ambas llegan con victorias significativas. “I’m just Ken” supone uno de los puntos álgidos y más memorables de un film ya icónico, en el que el personaje de Ryan Gosling se abre en canal para exteriorizar su problemática existencial, viviendo siempre a la sombra y bajo la dependencia de Barbie porque jamás se ha atrevido a bucear en otras (posibles) capas de su ser. Empezando desde una intimidad que in crescendo hasta un estallido épico, “I’m just Ken” incluye justificadamente lo que ahora parece esencial en todos los temas comerciales -un dancebreak-, en el cual todos los Ken dejan fluir la “kenergía”, rompiendo con lo que podía parecer a simple vista una power ballad más. Gosling recupera sus competencias de La la land y se entrega en cuerpo y alma a una canción que se mueve cómodamente entre la parodia y el respeto hacia su personaje, en un equilibrio que le permite mostrar distintas facetas en 4 minutos. Un tema original de dos grandes figuras de la producción americana como Mark Ronson y Andrew Wyatt.

Lo que pasa es que “What was I made for?” suena en el momento más trascendental e íntimo del film, en el que Barbie tiene que elegir su futuro en función de lo que ha aprendido y quiere ser. El delicado tema de Billie Eilish y Finneas O’Connell contrasta con los pop bailables que abundan en la banda sonora, sobresaliendo de ella. De acorde con el instante en el que suena, es una canción con mensaje poderoso sobre el autodescubrimiento y reafirmación con el que poder seducir fácilmente a los votantes. Aunque la temática de “I’m just Ken” es pareja a “What was I made for?”, esta carece del sentido del humor de la canción interpretada por Ryan Gosling, con lo cual tiene un halo de tema más “serio e importante” que premiar, hecho que le va a favor. A “What was I made for?” también le favorece haber ganado precedentes importantes como el Grammy, el Globo de Oro o el premio de la Sociedad de Compositores y Letristas. En contra, que no es una canción tan identificativa del film como “I’m just Ken”, así como la propia Billie Eilish y Finneas, que ya ganaron hace 3 años por “No time to die” y un segundo Oscar tan temprano puede suponer demasiado. “I’m just Ken” cuenta con la baza de lo icónico del tema y haber ganado más premios que “What was I made for?”, incluyendo el Critics’ Choice. En contra, que le faltan más precursores importantes -que sí tiene la otra canción- y la polémica que ya le cayó en los Critics’ Choice: gana el tema de Ken por encima del tema Barbie. Una victoria más del patriarcado. Querrán evitar este titular, ¿no?

Mejor Canción es la solución más fácil para que Barbie, que lleva semanas de capa caída en la carrera, salve los muebles y no se vaya de vacío, así que parece inevitable que no se lo lleve con dos opciones tan fuertes. Sin embargo, obviamos que entre los nominados está un peso pesado de la música americana y que también posee una narrativa potente: Jon Batiste. Batiste ya sabe lo que es ganar un Oscar -lo hizo por la banda sonora de Soul (Pete Docter, Kemp Powers, 2020)-, y aquí regresa con un tema muy suyo de corte pausado a caballo entre el pop y el jazz: “It never went away”. La canción acompaña los títulos finales de American Symphony (Matthew Heineman), donde se muestra la carrera reciente del propio Batiste mientras, en privado, su mujer se está tratando contra la leucemia. El emotivo tema es acorde a la sensibilidad, a veces sobrecargada, del documental, de fácil escucha y siempre condimentado con apuntes propios del talento de Batiste. Para desempatar entre los dos temas de Barbie, parece la alternativa más factible, pero no se ha llevado ningún premio en toda la carrera. Difícil, pero no imposible.

A diferencia de Batiste, Diane Warren no sabe lo que es ganar un Oscar competitivo, y todo apunta a que seguirá sin saberlo con su nominación número 15 (9 de ellas en los últimos 10 años) por “The Flame Inside”, la canción que ha compuesto para el debut en el largometraje de ficción de Eva Longoria Flamin’ Hot: La historia de los Cheetos picantes. La nominada por defecto en esta categoría brinda un tema de pop latino que coquetea con el reggaeton interpretado por Becky G, en el que Warren no muestra ningún tipo de sutileza. ¿Que la película va de Cheetos picantes? Fuego, calor, llama: la llama interior. Es una canción de muy fácil escucha y más fácil olvido en el film, al sonar en los créditos finales. El tema está poco desarrollado y no acaba de explotar todo su potencial, con lo cual no resulta una apuesta lo suficientemente fuerte para romper las quinielas y que Warren sea recompensada. Tampoco ha rascado nada durante la temporada que indique lo contrario.

La categoría suele colar siempre alguna sorpresa en su terna de seleccionadas, y este año la agraciada ha sido “Wahzhahe (A song for my people)”, de Los asesinos de la luna, la cual ha permitido a la película de Scorsese tener dos dígitos en las nominaciones (10) tras quedarse fuera de guión adaptado. La canción, compuesta por Scott George, es un tema tribal de los Osage que se amolda perfectamente a la narrativa del film y aporta un plus exótico respecto a las otras nominadas. Cantada en la lengua autóctona, en una Academia que el año pasado se desvió del inglés para premiar “Naatu Naatu” de RRR (S. S. Rajamouli, 2022), podría volver a apostar por la diversidad lingüística y, al mismo tiempo, rendir tributo a una comunidad castigada por la historia de los Estados Unidos. El titular suena muy bien y es un gran aliciente, pero lo cierto es que existen muy pocas probabilidades de que eso pase. La canción no ha sido nominada en ningún tema previo, el huracán de Barbie es enorme y “Wahzhahe” es un tema menos accesible que la misma “Naatu Naatu”, al consistir únicamente en voz coral y percusiones, que muchos votantes pueden tildar de “gente gritando”, y su estructura libre basada en la repetición no ayuda a que sea particularmente recordada. Ya es todo un logro estar aquí y que la canción obtenga esta visibilidad mayor.

Ganará: “What was I made for?” - Barbie

Debería ganar: “I’m just Ken” - Barbie

Echamos en falta: “Dance the night” - Barbie / Si nos ceñimos a la normativa: “Keep it movin’” - El color púrpura

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