jueves. 02.05.2024

Los judíos forman parte de uno de los pueblos más antiguos del mundo. Su historia está registrada gracias a la Biblia, a historiadores y también a la arqueología. Es el pueblo del cual tenemos más hechos y datos con respeto a su historia.

  1. Los judíos negros o Falashas
  2. El éxodo a Israel
  3. Los negros judíos americanos

Sin embargo, hay ya alguna corriente histórica que pone en duda todos esos datos históricos y se pone en duda que exista el pueblo judío. Veamos una síntesis de la historia judía realizada por los propios judíos.

La línea de tiempo empieza con Abraham. Quien había recibido una promesa de ser una nación que nacerían de él, además tenía encuentros con Dios, y en obediencia realizó el sacrificio simbólico de su hijo Isaac.

Este sacrificio era un signo que apuntaba hacia Jesús, marcando la futura ubicación donde Jesús sería sacrificado. Este período de tiempo empezó cuando José, nieto de Isaac, condujo a los israelitas hacia Egipto, donde luego llegaron a ser esclavos.

Moisés guió a los israelitas fuera de Egipto luego de Las Diez Plagas, que destruyeron esta ciudad, permitió el éxodo de los israelitas desde Egipto hacia la tierra de Israel. Antes de su muerte, Moisés anunció Bendiciones y Maldiciones.

Serían bendecidos si obedecían a Dios, pero experimentarían una maldición en el caso contrario. Estas Bendiciones y Maldiciones seguirán el pueblo judío para siempre.

Durante varios centenares de años, los israelitas vivieron en su tierra, pero no tenían un rey ni tampoco tenían la capital Jerusalén, debido a que en ese momento pertenecía a otro pueblo. Sin embargo, esto cambió con el rey David en los años 1000 a.C.

David conquistó Jerusalén y la convirtió en su capital. Recibió la promesa de la venida de un Cristo y a partir de ese tiempo, los judíos esperaron a este Cristo. Su hijo Salomón lo reemplazó y construyó el Primer Templo Judío en Jerusalén.

Los descendientes del rey David siguieron gobernando durante unos 400 años. Fue el período de gloria para los israelitas pues tenían las Bendiciones prometidas. Eran una nación poderosa, con una sociedad avanzada, tenían su cultura y su Templo.

El Antiguo Testamento describe la corrupción cada vez mayor y la adoración de ídolos en esos tiempos. Muchos profetas advirtieron a los israelitas que las Maldiciones de Moisés se cumplirían si no cambiaban. Pero esas advertencias fueron ignoradas.

Finalmente, hacia el año 600 a.C. las maldiciones ocurrieron. En aquel entonces, Nabucodonosor, un rey babilónico poderoso llegó, tal como Moisés lo había predicado 900 años antes, cuando escribió sus Maldiciones:

“Jehová traerá contra ti una nación de lejos… gente fiera de rostro, que no tendrá respeto al anciano, ni perdonará al niño… Sitiará, pues, todas tus ciudades y toda la tierra…” Deuteronomio 28: 49-52 RVR 1960.

Nabucodonosor conquistó Jerusalén, lo quemó, y destruyó el Templo que Salomón había construido. Luego exilió a los israelitas a Babilonia. Solamente los israelitas pobres quedaron atrás. Eso confirma la predicción de Moisés que dice:

“… y seréis arrancados de sobre la tierra a la cual entráis para tomar posesión de ella… Y Jehová te esparcirá por todos los pueblos, desde un extremo de la tierra hasta el otro extremo”. Deuteronomio 28: 63-64.

Entonces, durante setenta años, los israelitas vivieron en exilio afuera de la tierra prometida a Abraham y sus descendientes.

El emperador persa Ciro el Grande conquistó Babilonia y se convirtió en la persona más poderosa del mundo. Además, permitió el retorno de los israelitas a su tierra.

Sin embargo, ya no eran un país independiente, ahora eran una provincia del Imperio Persa. Esto siguió durante 200 años. Durante este tiempo, el Templo Judío, conocido como el Segundo Templo y la ciudad de Jerusalén fueron construidos.

Posteriormente, Alejandro Magno conquistó el Imperio persa y convirtió a los israelitas en una provincia del Imperio griego durante otros 200 años.

Después, los romanos derrotaron el Imperio Griego y llegaron a ser el poder del mundo dominante. Los israelitas de nuevo se volvieron en una provincia de este Imperio. Es el tiempo que coincide con la llegada y vida de Jesús. Esto explica porque hay soldados romanos en los evangelios; porque los romanos gobernaron a los judíos en la tierra de Israel durante la vida de Jesús.

Desde el tiempo de los babilonios en el año 600 a.C., los judíos no han sido independientes como lo habían sido bajo el Rey David, sino que estaban gobernados por otros imperios. Esta situación, hizo que los judíos se resintieran y se rebelaran contra el imperio romano.

En consecuencia, los romanos vinieron y destruyeron Jerusalén en el año 70 d.C., donde quemaron el segundo templo, y deportaron los judíos como esclavos por el Imperio Romano. Esto fue el segundo exilio judío, pero esta versión es muy dudosa porque la práctica romana no era la de dispersar a los pueblos. Como Roma era muy grande, los judíos estaban dispersos en el mundo entero.

Así es como los judíos vivieron durante casi 2000 años, dispersos en tierras extranjeras y nunca aceptados en estas tierras. En estas naciones diferentes, sufrieron frecuentemente grandes persecuciones. Especialmente en la Europa cristiana. Desde España, en Europa Occidental, hasta Rusia. Los judíos vivieron a menudo en condiciones peligrosas en estos reinos cristianos. Las Maldiciones de Moisés del año 1500 a.C. fueron fiel descripción de cómo vivieron.

“… Y ni aun entre estas naciones descansarás, ni la planta de tu pie tendrá reposo; pues allí te dará Jehová corazón temeroso, y desfallecimiento de ojos, y tristeza de alma”. Deuteronomio 28:65.

 “… Todas las naciones dirán: ‘Por qué hizo esto Jehová a esta tierra? ¿Qué significa el ardor de esta gran ira?’ Y responderán: Por cuanto dejaron el pacto de Jehová el Dios de sus padres, que él concertó con ellos cuando los sacó de la tierra de Egipto…” Deuteronomio 29: 24-25.

Las persecuciones contra los judíos llegaron a un nivel máximo, cuando Hitler, con la Alemania nazi, donde se intentó exterminar todos los judíos viviendo en Europa. Casi lo logra, pero fue derrotado y un remanente de judíos sobrevivieron.

Solo el hecho de que había personas que se identificaban como “judíos” después de cientos de años sin patria era extraordinario. Eso permitió que las últimas palabras de Moisés, escritas hace 3500 años, se hicieran realidad. En el año 1948, los judíos a través de las Naciones Unidas, vieron el increíble renacimiento de Israel como Estado moderno, como Moisés había escrito siglos antes:

“… entonces Jehová hará volver a tus cautivos, y tendrá misericordia de ti y volverá a recogerte de entre todos los pueblos adonde te hubiere esparcido Jehová tu Dios. Aun cuando tus desterrados estuvieren en las partes más lejanas que hay debajo del cielo, de allí te recogerá Jehová tu Dios, y de allá te tomará”. Deuteronomio 30:3-4,

La historia reciente del estado de Israel es de todos conocidas con muy pocas luces y muchas sombras.

Los judíos negros o Falashas

Esta presencia judía ha dado lugar a muchas hipótesis y conjeturas. La más común es el relato bíblico de la visita que la reina de Saba hizo a Salomón entre los año 970-931 a.C., atraída por la fama de su sabiduría.

La tradición añade que Salomón se enamoró de su belleza e ideó una estratagema para yacer con ella; la reina quedó embarazada, y se asegura que abrazó el judaísmo:

“Desde aquí en adelante no adoraré al sol, sino a su creador, el Dios de Israel; estas tablas de su ley serán la norma a seguir para mí, para mi descendencia y para todos mis vasallos”.

Siguiendo la tradición, cuando el hijo de Saba, Menelik, se hizo mayor, su madre le envió a visitar a su padre, quien le reconoció y le nombró rey de Etiopía. Salomón le puso por nombre David, y le devolvió a su país colmado de dones y regalos.

Le acompañaron varios judíos principales designados por el propio Salomón, a quienes David “repartió todos los oficios y autoridad de su casa”. Destaca la presencia del sacerdote Jeremías, nieto del profeta Natán.

El rey asirio Salmanasar V que gobernó entre los años 726 al 722 a.C., comenzó el asedio a Israel que culminó Sargón II que gobernó entre los años 721 al 703 a.C. con la destrucción del reino y la deportación de la mayor parte de sus habitantes.

Los asirios no permitían el regreso de los deportados y establecieron nuevos colonos en las tierras dejadas por aquellos. Los danitas fueron localizados por Benjamín de Tudela los encontró en Persia, y relata lo siguiente:

“Algunos israelitas del país de Persia dicen que en los montes de Nisabur hay cuatro tribus de Israel: la tribu de Dan, la tribu de Zabulón, la tribu de Aser y la tribu de Neftalí, del primer exilio que envió Salmanasar, rey de Ashur…, hay entre ellos eruditos, sembradores y segadores, y van a la guerra hasta el país de Kush, camino de los desiertos”.

Esta última precisión es en extremo enriquecedora, porque Kush, al sur de Egipto, coincide en gran parte con lo que fue y es Nubia, que se corresponde con el territorio comprendido entre la primera y la sexta catarata del Nilo.

A este territorio vinieron a guerrear muchos israelitas de las tribus mencionadas, y es seguro que parte de ellos se quedarían en estas tierras. Otros podrían haberse quedado en territorio de Aksum, porque era paso obligado para llegar a Kush.

Las campañas que Ezana y otros reyes aksumitas hicieron en Kush y en Nubia fueron también otra oportunidad, para que entre los prisioneros hubiera israelitas y fueran llevados a Aksum.

En una estela dedicada a este rey se lee: “Llegué hasta Kush y libré batalla, matando a unos y haciendo a otros prisioneros”. En otra se narra su campaña contra Nubia: “Ellos se pusieron a huir sin descanso. Durante veinte días yo los perseguí matando, capturando, saqueando en todos los lugares donde se paraban… Yo incendiaba sus pueblos de piedra y sus aldeas de paja… Mi gente se incautaba de sus cereales, de su hierro y de su cobre, destruyendo sus reservas de cereales y de algodón… Hice 929 prisioneros…”.

En estrecha relación con esta vía está la teoría de quienes piensan que grupos de judíos pudieron escapar de la toma de Jerusalén y de la destrucción del Templo por el babilonio Nabucodonosor en el año 587 a.C., que puso fin al reino de Judá.

También sus habitantes fueron deportados a Babilonia, pero Ciro que gobernó entre los años 555 al 529 a.C., en el año 538 permitió su regreso, y un año más tarde se comenzó la construcción del segundo Templo.

El nombre de Beta Israel está más en consonancia con la eventual descendencia de la tribu de Dan que de la otra relacionada con el reino de Judá, aunque judío e israelita han funcionado como sinónimos a lo largo de la historia.

Para algunos, los falasha procederían del pueblo agaw [1], de origen kushita, que se convirtió al judaísmo por la acción de judíos yemenitas o egipcios desplazados a Etiopía. En Arabia había numerosas colonias repartidas por todas partes, y se los conocía como jebar, o judíos salvajes.

Al final del siglo VII, los beja, pueblo también kushita que ocupaba las costas del mar Rojo y zonas del valle del Nilo, empezaron a ocupar tierras de Aksum y, a principios del VIII, Adulis fue destruido por los árabes.

No obstante, en este siglo era aún considerado como uno de los cuatro reinos más fuertes del mundo, como pude observar personalmente en un mural del palacio de Kusayr Amra, construido en esta época, en Jordania.

Aksum entró en una época oscura de decadencia, agravada en el siglo X, de la que no conocemos muchos detalles. Las tradiciones hablan de que una mujer-reina, que conquistó Aksum, devastó los santos lugares coptos, mató a los monjes y aniquiló a la monarquía.

Estas tradiciones tienen visos de realidad, puesto que, Ibn Hawkal, un cronista de Bagdad que escribe su obra hacia el año 977, afirma en “El libro de los votos y de las provincias” que “En cuanto al país de los abisinios, fue gobernado durante muchos años por una mujer. Ella mató al rey de los abisinios… Gobernó hasta la fecha con completa independencia su propio país y las zonas que lo circundan al sur de Abisinia. Es un país inmenso”.

Se han aventurado muchas hipótesis a propósito de esta reina, entre ellas que era judía y que había organizado un reino más allá del río Takazé, cuya población era en gran parte falasha.

Otros prefieren hacer de esta mujer una reina pagana que se puso al frente de una revolución agaw para frenar el avance de Tigrinos y Amhara, que iban expandiendo el cristianismo.

Aprovechando la decadencia de Aksum y la debilidad de los monarcas salomónidas, una nueva dinastía, la Zagwe, tomó el poder desde el año 1135 hasta 1270. Al parecer, se alió con los falasha y su influencia puede verse en las abundantes estrellas de David que adornan las iglesias rupestres de Lalibela, obra de esta dinastía.

Con el regreso de la antigua dinastía, sostenida sin fisuras por la Iglesia copta ortodoxa, y la expansión de la cultura amhara [2] la situación resultó nefasta para ellos. Fueron conquistados sus principados de Simen y Dambea y se anexionaron otros musulmanes.

A partir de esta época es cuando probablemente se les confiscaron sus tierras y bienes, y quedaron marginados y aislados en las comarcas del Simien, practicando su judaísmo primitivo. 

Benjamín de Tudela, judío que emprendió un viaje por Oriente, Mesopotamia, India y Egipto entre finales del año 1165 o de 1166 al año 1173, para visitar y conocer las comunidades de sus correligionarios, otros dicen que por motivos comerciales, pasó por la tierra de Dan.

En Egipto sucedía algo parecido, y a su paso por el país, Benjamín de Tudela nos va señalando las ciudades donde él los encuentra y su número: “Es el Cairo la gran ciudad asentada sobre el río Nylos… En ella hay unos siete mil judíos… Allí, en Alejandría, hay como unos tres mil judíos…”. En otras ciudades más pequeñas su presencia era lógicamente menor.

La presión se hizo más fuerte a medida que el imperio se iba fortaleciendo y, en muchos casos, sobre todo en el siglo XVI, los falasha sufrieron persecución y se los obligó a elegir entre la conversión o la muerte.

De una fe precaria a un judaísmo ortodoxo Este pueblo se guiaba por la Tora, la ley entregada por Dios a Moisés, pero la tenían escrita en guez, y su versión se aproximaba más al Pentateuco cristiano que a la tora hebrea.

Ignoraban el Talmud o recopilación de la doctrina recogida por la tradición. La Mishna, que son los comentarios de la tora recopilados desde el siglo IV, y el Halajá, o material legislativo del derecho hebreo.

Entre sus costumbres hay que destacar las numerosas y rigurosas prohibiciones alimenticias, el baño ritual, la circuncisión y escisión a los ocho días después del nacimiento, abundantes ayunos, sacrificio de animales, pureza ritual, mucha prevención al contacto con personas ajenas a su entorno y religión, o la observancia estricta del sábado.

Todo esto con muchas adherencias cristianas y musulmanas. El culto se hacía en pequeños oratorios dirigidos, al igual que el ritual de los sacrificios, por los kahenat. Es de suponer que en su nueva residencia de Israel irán asimilando el judaísmo ortodoxo.

El Kebre Neguest (Gloria de los Reyes), libro histórico para los etíopes, fue escrito hacia el siglo XIV por un sacerdote de Aksum aunque, al parecer, se inspiró en otros escritos de la ciudad Alejandría, ya conocidos en los siglos IX y X.

En ellos se hace referencia a la existencia de una colonia judía en Etiopía. A estos judíos se los conoció desde el siglo XIV, como falasha, término que significa sin tierra, exiliado o pobre, por la marginación que sufrieron a causa de su religión.

Este nombre despectivo ha perdurado hasta nuestros días, aunque ellos se dan a sí mismos el nombre de Beta Israel o Casa de Israel.

La llegada al trono imperial de Tewodros II, en el primer tercio del siglo XIX, supuso una dura prueba en la vida de este grupo, ya que a partir del año 1830 trató de cristianizarlos con misioneros protestantes, a condición de que los convertidos fueran bautizados según la normativa de la Iglesia ortodoxa. Tanto a los que abrazaron el cristianismo en esta ocasión, como a los que lo hicieron después o en tiempos más recientes, se les conoció con el nombre de falashmura.

Después de un largo silencio, a finales del siglo XIX hubo estudiosos que se interesaron por este pueblo y aparecieron algunas hipótesis sobre su origen más cercanas al mito que a la realidad.

Respecto a la cuestión religiosa, este grupo destaca del resto del judaísmo porque su Tanaj no se rige por el Concilo de Jamnia, sino que se identifica íntegramente con la Septuaginta, incluyendo más libros, tales como el “Libro de Judit” y el Libro de Enoc. 

Los israelitas negros se adhieren en diversos grados a las creencias y prácticas religiosas tanto del cristianismo como del judaísmo.  

La mayor parte de la comunidad judía solo reconoce como parte del pueblo judío aun pequeño número de estos que se han convertido formalmente al judaísmo, excluyendo al resto. Muchos optan por identificarse como afroisraelitas o hebreos negros en lugar de judíos para indicar sus conexiones históricas reclamadas.

El éxodo a Israel

Fueron reconocidos como descendientes de las tribus perdidas de Israel en el año 1975, específicamente la tribu de Dan, tras la investigación realizada por el rabino sefardí Ovadia Yosef declaró la identidad plenamente judía de los Beta Israel, y la posibilidad de que fueran los descendientes de “la tribu perdida de Dan”. Esto permitía a los falasha acogerse a la Ley del Retorno, que les fue concedida en el año 1975.

En ese momento Israel los reconoció como judíos auténticos, decidiendo que solo debían pasar por una ligera conversión para ser aceptados como judíos en Israel. Con el reconocimiento, los judíos etíopes consiguieron permiso para poder emigrar a Israel. Debemos saber que hay otras tribus judías pérdidas y que apenas se sabe nada como es el caso de los judíos rojos.

La primera oportunidad se presentó durante la hambruna de 1984-1985. En el año 1983, Menghistu Haile Mariam, el revolucionario comunista que derrocó al emperador Haile Selassie, el último descendiente de la dinastía iniciada por la reina de Saba, fundó el Instituto para el Estudio de las Nacionalidades, cuyo fin era “concebir el marco constitucional de las relaciones entre los diferentes pueblos de Etiopía y sus relaciones con el Estado”.

Al año siguiente, con el fin de superar las hambrunas cíclicas que asolaban al país, empezó el proceso de aldeanización y repoblamiento, con el objetivo de desplazar a cinco millones de personas en diez años e introducir la colectivización de la agricultura. No fue una solución para la hambruna, que ya se extendía por gran parte del país, y muchos falasha pasaron a Sudán.

Un puente aéreo desde este país a Israel, iniciado el 13 de noviembre de 1984, permitió la salida de unos 6.000 de ellos a través de la Operación Moisés, a cambio de ayuda militar y económica de Israel. Desde otros puntos de Etiopía se prosiguió su evacuación, dentro de la misma operación, de modo que desde su inicio hasta el cinco de enero del año 1985 se afirma que salieron unos 15.000. Uno de los primeros asentamientos transitorios estuvo en Ofakim en la región del Néguev.

En el año 1989, Mengistu empezó a distanciarse de Rusia, ante el fracaso de rusos y cubanos para anular la secesión de Eritrea, y se acercó a Estados Unidos. Con el apoyo logístico de estos se montó la Operación Salomón, en mayo de 1991, que consiguió la salida de, aproximadamente, de unos 14.000.

Si se calcula que hay en Israel unos 100.000 falasha, concluimos fácilmente que no fueron solo estas dos operaciones las que los trasladaron a Israel, sino que salieron también por otros métodos y de forma continua en grupos más o menos numerosos, hasta el punto de que hoy su presencia es residual en Etiopía.

Cerca del 80% de ellos, más de 100.000 viven actualmente en Israel, lugar a donde comenzaron a emigrar a mediados del siglo XX gracias a la ley de retorno del año 1950.

Su llegada e integración no estuvo exenta de dificultades. Tuvieron que enfrentarse, una vez llegados, a las acusaciones de que no eran judíos y a la resistencia a admitirlos como tales por parte de las autoridades religiosas.

En los últimos años, varios escándalos han tenido como protagonistas a los Beta Israel. En el año 2009, las escuelas religiosas de Lamerhav, Daat Mevinim y Darkei Noam en la ciudad de Petah Tikvah, denegaron el acceso a miembros de la comunidad Beta Israel.

Ni siquiera bajo la amenaza del Ministro de Educación y tras las órdenes de varios rabinos de renombre, estas escuelas aceptaron. El debate sobre el racismo explotó en todo el país.

No hubo tiempo para que amainase porque al año siguiente, en el año 2010, saltó el escándalo del Depo Provera, un anticonceptivo que se hizo tomar a las mujeres judías etíopes sin su consentimiento informado y que podía dejarlas estériles y suponía, por tanto, un control encubierto de natalidad de los Beta Israel por parte de las autoridades.

Ante el rechazo mayoritario de los judíos negros por parte del resto de la comunidad blanca se produce el gran escándalo con la esterilización de las mujeres falsahas. Un control de los nacimientos fue secretamente implementado.

Después de numerosas sospechas, el gobierno israelí ha tenido que confesar que dosis de un anticonceptivo de larga duración habían sido administradas, bajo pretexto de vacunas, a mujeres etíopes a su llegada a la frontera, a cambio de una tarjeta de residencia.

El suero inyectado se llama Depo-Provera. Con una duración de tres meses, el anticonceptivo funciona gracias a un método hormonal. Durante el último decenio, este método ha provocado una disminución del 50% de la natalidad de las mujeres etíopes. Un prototipo de este producto había sido probado en Estados Unidos en los años 1960 entre unas 13 000 mujeres sin recursos con graves consecuencias, enfermedades y algunos fallecimientos.

Los negros judíos americanos

A mediados de la década de los años de 1980, el número de hebreos negros en los Estados Unido era de entre 25.000 y 40.000 personas.

Esta posición religiosa guarda similitudes con el más antiguo israelismo Británico surgido dentro de los protestantes anglosajones a finales del siglo XIX.

Desde las iglesias constituidas por la comunidad negra norteamericana, la identificación simbólica con las Tribus de Israel en la Biblia, en particular la historia del Éxodo, siempre ha sido importante en su sistema de creencias.

Una parte minúscula entre los afroamericanos había reclamado ser descendiente verdadera de las tribus pérdidas de Israel.

Beta Israel miembro de la Policía de Fronteras de Israel
Beta Israel miembro de la
Policía de Fronteras de Israel

La iglesia de Dios y de los Santos de Cristo, fundada en el año 1896, fue la primera conocida en haber declarado que los negros son hebreos. En su culto hubo rituales similares tanto a los del judaísmo como era la circuncisión, como a los del cristianismo con el bautismo.

El apodo de hebreo negro puede ser aplicado a muchos tipos de personas. Según el historiador afroamericano, James Tinney, hay tres tipos primarios:

  • Los judíos negros, que tienen raíces cristianas y aspectos de culto judíos.
  • Los hebreos negros, más orientados al judaísmo.
  • Los israelitas negros, los más nacionalistas y alejados del judaísmo tradicional.

Respecto a su origen, podemos comprobar tres teorías:

  • El origen de los Beta Israel sigue sujeto a distintas teorías. La tradición de la propia comunidad dice que son descendientes de la tribu de Dan, directamente llegados a Etiopía desde Egipto cuando el Éxodo.
  • Una opinión más historicista los sitúa como israelitas que recalan en Etiopía tras la destrucción del Primer Templo de Jerusalén por parte de Nabucodonosor en el año 586 AC;
  • la tercera teoría, más romántica, cuenta que son descendientes de Menelik I, el hijo que nació de la relación entre el Rey Salomón y Makeda, la Reina de Saba.

Sea como fuere, los Beta Israel tuvieron y defendieron un reino judío independiente, situado en torno al Lago Tana, el Reino de Simen, desde el siglo cuarto hasta el año 1627, es decir, durante trece siglos.


[1] Los Agaw son un grupo étnico Cushita que habita en Etiopía y la vecina Eritrea. Hablan lenguas Agaw, que pertenecen a la rama Cushita de la familia lingüística Afroasiática.
[2] El pueblo amhara es un grupo étnico nativo de Etiopía, que históricamente ocupó las tierras altas del noroeste, entre los ríos Tekezé y Nilo Azul, principalmente en la región de Amhara. Según el censo nacional de 2007, la población amhara cuenta con 19.867.817 personas, equivalente al 26,9% de la población de Etiopía. En su mayoría son cristianos ortodoxos miembros de la Iglesia Ortodoxa Etíope y un grupo menor practica el Islam (sunita).

 

La historia de los judíos negros y su sufrimiento actual