La política no puede reducirse a chapotear en el fango de una pueril irresponsabilidad que desatiende las desigualdades y los desafíos políticos más acuciantes.
Toda derrota es una frustración colectiva. Y esas frustraciones, sin explicaciones de los porqués y ningún propósito de enmienda tienden a cronificarse permanentemente en sus caminos de perdición.
La Falange inició en 1941 una ofensiva para plasmar en la capital de España su proyecto de ciudad, aprovechando la reconstrucción que la victoria militar imponía en Madrid.