sábado. 20.04.2024
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Real Casa de Correos, sede del Gobierno de la Comunidad de Madrid.

_“Dime una cosa, compadre: ¿Por qué estás peleando?
_-Por qué ha de a ser, compadre -contestó el coronel Gerineldo Márquez-: por el gran partido liberal.
_Dichoso tu que lo sabes -contestó él-. Yo, por mi parte, apenas ahora me doy cuenta que estoy peleando por orgullo.
_Eso es malo- dijo el coronel Gerineldo Márquez”.

(Diálogo entre los coroneles Aureliano Buendía y Gerinaldo Márquez en “Cien años de soledad” de Gabriel García Márquez)


Tras las próximas elecciones habrá lugares que despertarán de un sueño de primavera, donde todos los candidatos se anteponían sus nombres o apellidos con el de alcalde o presidente. Madrid será otro de esos lugares, pero no uno más, por ubicación territorial, densidad poblacional, importancia económica y trascendencia político institucional en España.

Como son varios muchos los autodenominados y bien pocos los elegidos, a buen seguro que ya estarán elaboradas las argumentaciones de las victorias aplastantes, relativas, pírricas o amargas. Todas ellas en directa proporción con las derrotas seguras, esperables o relativas, que habrán de convertirse en resignaciones victoriosas o desastres anunciados, según el grado de intensidad del porrazo que cada uno se meta en el intento y lo que esté dispuesto a disimular.

El común denominador de todas ellas afectará sin duda bien poco a la actividad interna de las cúpulas políticas de las formaciones en liza. Eso que los partidos políticos de izquierda han dado en llamar “vida orgánica” y que solo entienden ellos. Desde luego lo seguro es que ese término resulta incomprensible para la ciudadanía en general, como concepto que vaya a resolver alguna de sus preocupaciones materiales reales e inmediatas.

Toda derrota es una frustración colectiva. Y esas frustraciones, sin explicaciones de los porqués y ningún propósito de enmienda tienden, ya en algunas opciones, a cronificarse permanentemente en sus caminos de perdición. Su peor síntoma, ante las encuestas desfavorables del patio madrileño, es que ya comienzan a circular vendas justificativas antes de recibir las correspondientes heridas. Ahí van algunas:

Madrid es de derechas y vota de manera conservadora inconcebible para el raciocinio humano y democrático. Como consecuencia de lo anterior, triunfan los mensajes trumpistas del populismo ayusista y la manipulación mediática en redes sociales y convencionales y así se explican sus ¿nuevas y aplastantes? mayorías.

También se argumenta que parte de las capas populares del electorado de izquierda se abstienen y basculan de un comunismo primitivo en la transición a los mensajes simplistas de la ultraderecha actual que explota el neofascismo. Fenómeno que sucede igual en la Europa de referencia (Francia e Italia entre otros).

Sin embargo, los datos de voto ciudadano directo y personal de los últimos comicios desde 2015 (con la crisis financiera de 2008 ya sobrevenida) en Madrid ciudad y comunidad autónoma son los siguientes:

Elecciones 24 de mayo 2015

Ayuntamiento de Madrid. Electores totales: 2.413.826. Votos de izquierda 796.658. Votos de derecha 790.320. Diferencia: 6.338 (solo el 0,26 del electorado total). Alcaldía electa: Manuela Carmena. Comunidad de Madrid. Electores totales: 4.701.962. Votos de Izquierda 1.523.541. Votos de derecha 1.467.973. Diferencia: 55.568 (solo el 1,18 % del electorado total). Presidencia electa: Isabel Díaz-Ayuso.

Elecciones de 26 de mayo 2019

Ayuntamiento de Madrid. Electores totales 2.409.153. Votos de izquierda 770.427. Votos de derecha 830.577. Diferencia: 60.150 (solo el 2,49 % del electorado total). Alcaldía electa: José Luis Martínez Almeida. Comunidad de Madrid. Electores totales 5.087,589. Votos de Izquierda 1.541.121. Votos de derecha 1.637.459. Diferencia: 96,338 personas (solo el 1,77% del electorado total). Presidencia electa: Isabel Díaz-Ayuso. 

Pero el 4 de mayo de 2021 se produce la convocatoria anticipada de elecciones en la Comunidad de Madrid. Con unos electores convocados totales 5.154.329. La campaña se polarizó con enorme tensión tomando como eje central en la decisión de voto la disyuntiva entre “Democracia o fascismo” planteada in extremis por la izquierda y la simplificación en la palabra “Libertad” con la sola imagen de Díaz-Ayuso. Ese reto plebiscitario se saldó con una derrota estrepitosa de la oposición con los resultados que siguen: Votos de Izquierda 1.495.708. Votos de derecha 2.095.248. Diferencia: 599.540 (11,63% del electorado total) y resultando la Presidencia electa Isabel Díaz-Ayuso con 65 diputados.

Si comparásemos estos datos con los resultados de anteriores elecciones en 2011 y en 2007, veríamos que la relación entre bloques de votantes en las mayorías absolutas del Partido Popular no son una novedad: En 2007 los votos de izquierda sumaron 1.267.644, frente a un voto de derecha de 1.592.162 electores y con un resultado de mayoría absoluta de 67 diputados que dieron la presidencia a Esperanza Aguirre.

Posteriormente, en 2011, los votos de izquierda supusieron 1.074.004 frente a los 1.737.351 de la derecha que produjo una mayoría absoluta de 72 diputados repitiendo en la presidencia la candidata popular. Esa sí que fue una paliza. De manera que la estrategia electoral de Díaz-Ayuso pasa por alcanzar esas metas en una circunscripción única y para ello tiene que minimizar a VOX y fagocitar su discurso. Ni tonta ni loca. Si no se comprende esto es que no se sabe nada de política a nivel de primero de pupitre.

En aquel periodo aún no habían irrumpido los emergentes posts 2015, ni el 15-M, ni existía la intromisión tan salvaje de la manipulación en redes sociales, ni podría deducirse un mensaje trumpista como el actual en la política española. Tampoco estaban latentes los acontecimientos del "procés” ni la bronca catalana. De manera que la realidad sociopolítica española y las supuestas “sorpresas” electorales de las potenciales mayorías ayusistas habrá que buscarlas en argumentos menos banales que los que ahora se manejan. Y desde luego no en las permanentes excusas de la movilización del electorado de derecha: Bildu, ETA, etc. etc. que con variaciones en el guion se repiten miméticamente desde 1977 hasta nuestros días. Ora terrorismo, ora Venezuela o comunismo, podemismo y así ahora y siempre. Es su política desde hace 44 años y contar con ello se debe presuponer como una “No-novedad”.

También el fracaso absoluto de los “nuevos actores políticos emergentes” derivados de los movimientos telúricos de la crisis financiera 2008, necesitan otras explicaciones que las simplificaciones de sus auto justificaciones victimistas o sus inadecuadas estrategias, que endosan sin despeinarse a los “políticamente incorrectos” comportamientos de los electores. Vaya con la “gente”, que desagradecida es en Madrid o Andalucía. Solo la comparación de algunos de los mensajes ejes de campaña antes citados da una pista, pero eso no es más que un síntoma de los errores inmensos en las desconexiones de esa izquierda con el sentir ciudadano.

La izquierda en Madrid ha aceptado el terreno de juego electoral de la derecha en la que resulta difícil batirla

Porque posiblemente una causa más profunda deviene que la izquierda (en general) haya aceptado el terreno de juego electoral de la derecha en la que resulta difícil batirla: Medios de comunicación e influencia en redes en manos de la derecha. Influencia decisiva en sectores socioeconómicos conservadores. Proyección en las capas de la nueva clase media a las que sin pertenecer se incluyen otras capas subalternas como aspirantes a ese paraíso de “libertad” económica y libre albedrío. Lluvia fina en los sectores de servicios educativos y sanitarios en manos de influencias privadas y confesionales que no solo gestionan, esos recursos esenciales, sino que trasmiten ideología y pensamiento conservador.

Estos son solo algunos de los factores decisivos que no se combaten arrojando pedruscos de confrontación y provocaciones innecesarias de postureo ideológico y lenguaje de minorías. Menos compitiendo con tirachinas mediáticos y asesores de imagen de dimisión inmediata exigible a la vista de las últimas campañas en medios. Aquí en Madrid, en Chile, en Colombia y en la Conchinchina. Que palabro tan antiguo. Tanto como la vieja-nueva política de ocasión.

Con diferencias de bloques en Madrid que no llegan a superar el 2% del electorado total (excepto en situaciones extraordinarias de fracaso palmario de la oposición como fue el 4 de mayo de 2021, o las consecuencias para el electorado de izquierda de la crisis financiera en 2011), ¿puede esgrimirse en serio que la sociedad madrileña está representada ideológicamente por las mayorías de formaciones parlamentarias de derecha corregidas y modificadas por el sistema D´Hont? ¿Qué Madrid es de derechas también por los efectos de esa suma al partido mayoritario, aun siendo minoría, que incluye la adscripción de todos los votos que no le son propios, al no haber alcanzado la cifra de corte del 5%? Claro que se PUEDE ganar, pero para eso hay que saber COMPETIR. Tenemos meses por delante para ello y corregir errores no resueltos ahora.

Considerando que la estabilidad de las instituciones puede también estar comprometida por una proporcionalidad pura, como se ha demostrado en no pocos países y situaciones históricas en democracia, solo el sistema de doble vuelta puede solucionar razonablemente la anomalía democrática en que estamos inmersos desde 1977. Pero esa no es solo una cuestión que deba ocupar centralmente a la izquierda madrileña a partir del 29 de mayo, sea cuales sean los resultados obtenidos el 28. Hay muchas más.

Es mucho mayor la exigencia imprescindible de una nueva vertebración de la actividad política progresista y democrática en la sociedad civil madrileña. Asumir una imprescindible nueva estrategia de presencia en la actividad cotidiana de la población urbana, emigrante y rural. Habrá que estar presente en esos “problemas” con menos slogans de promesas electorales de improbable cumplimiento, más conocimiento de las soluciones viables y, sobre todo, muchísima más presencia en la sociedad civil. Como condición Sí o Sí. Lleva tiempo y estrategia. Sin duda.

Desde luego hace falta menos obsesión, casi endogámica, con la representación institucional. Forma de “vida orgánica” que se convierte en lo que hace bien poco algunos de la izquierda a la izquierda del mundo mundial denominaban “casta” y, que, ahora les cuelgan, no si razones, ese sambenito. Porque no basta “hablar” de los retos sociales nuevos en las tribunas institucionales. No hay que “salir” a la calle hay que ser parte de ella. Para de veras ser empático con “la gente”. Otra condición imprescindible.

Se supone que empiezan las edificaciones por la cimentación y de no construirse ese nuevo andamiaje de relación partidos progresistas-sociedad madrileña, coherente con los objetivos de transformación social, que idealmente se persiguen desde la izquierda, el diálogo entre Aureliano Buendía y Gerineldo Márquez parecerá una paráfrasis a modo de epitafio. Si solo se está peleando por el orgullo… Es malo. Muy malo. Aún estamos a tiempo de evitarlo, espero. El 28M habrá que votar por eso con la esperanza de conseguirlo.

PD. - Todos los datos empleados en este articulo son elaboraciones personales sobre estadísticas oficiales (INE y Comunidad de Madrid)

Madrid. ¿Después del 29-M qué?