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@Montagut5

La lectura ha sido para el socialismo un medio fundamental por su valor formativo en su objetivo de generar conciencia de clase. El socialismo español hizo su particular esfuerzo, especialmente cuando llegaron los primeros intelectuales al PSOE en el nuevo siglo XX. Pretendemos con esta serie acercarnos a esta cuestión a través de distintos trabajos sobre libros que desde El Socialista se promovieron, muy especialmente en la segunda y tercera décadas del siglo XX.

Libros para hacerse socialista

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Rafael Urbano García. Fundación Pablo Iglesias

Rafael Urbano García (1870-1924) fue periodista y escritor. Colaboró en Vida Socialista y Conciencia Obrera. En 1913 fue redactor en El Socialista, siendo además editor de la revista Fabio, y también trabajó en La Opinión. Perteneció al Ateneo y a la Escuela Nueva. Entre sus publicaciones se puede citar su Historia del Socialismo, parte antigua, la conquista utópica (1903). A Urbano le hemos estudiado a cuenta del proyecto fabiano para el PSOE. Pues bien, ahora queremos ver sus ideas sobre la relación entre los libros y el socialismo. En este artículo nos hacemos eco del análisis que hizo nuestro autor sobre las obras necesarias para ser socialista. Creemos que se trata de un ejercicio sumamente estimulante de la mano de un intelectual socialista español, a la altura de 1913, y que tiene que ver con la formación política en el seno de la izquierda.

El libro fundamental para ser socialista era, sin lugar a dudas, para nuestro protagonista, el Manifiesto Comunista de Marx y Engels. El problema era que no siempre se vendía a precio asequible para los obreros, ni se editaba adecuadamente.

A continuación, Urbano se hacía eco de la lista que el socialista belga Vandervelde había publicado de obras recomendadas, como “absolutamente necesarias” para figurar en la biblioteca de un militante y de una Agrupación socialista. Se trataba de una lista de 34 obras, y que en total valían a la altura de 1913, 150 pesetas. No todos estaban traducidos al castellano. Los libros recomendados por Vandervelde eran los siguientes: C. Albert, El amor libre; Alexinski, La Rusia moderna; Bebel, La mujer y el socialismo; Bernstein, El socialismo teórico…; Borguin, Los sistemas socialistas…, El socialismo y la concentración industrial; Lily Braun, El problema de la mujer; G. de Greef, La economía pública…; C. de Paepe, Los servicios públicos…; Engels, Anti Duhring, El socialismo utópico…, El origen de la familia…; Marx y Engels, Manifiesto Comunista; A Forel, La cuestión sexual…; A. Houtin, Historia del modernismo católico…; Kautsky, El programa socialistaEl marxismo…; Lassalle, Discursos y folletos; Lewinsky, La evolución industrial…; A. Menger, El estado socialista; Morizet, Por qué necesitamos una gran prensa; P. Passy, Cristianismo y socialismo; Proudhon, La capacidad política de las clases trabajadoras; S. Reinach, Orfeo; E. Rignaud, La cuestión de la herencia; Mgr. Rutten, Curso elemental de apologética cristiana; Seybohm Rowatrée, ¿Cómo disminuir la miseria?; W. Sombart, El socialismo y el movimiento social del siglo XIX; Vandervelde, El colectivismo, Ensayos socialistas, El socialismo agrario…, El socialismo contra el EstadoLa acción socialista; y El partido obrero y la religión.

Pero Urbano esta lista era muy larga y cara para un obrero, aunque también era cierto, en su opinión, que era demasiado corta para una buena información, además de sobrar algunos títulos. En conclusión, el ejercicio de Vandervelde era bueno para una biblioteca, pero no servía de forma eficiente para un individuo.

Para llegar al socialismo los libros debían dividirse en tres grupos:

  1. “Libros que hacen”, es decir, aquellos de “construcción, de edificación, de enseñanza elemental”.
  2. “Libros que sostienen”, esto es, los “libros superiores”, de estudio.
  3. “Libros que impulsan”, que serían aquellos que reafirmaban, que documentaban y que llevaban a la propaganda y le ofrecían “armas” al lector para la polémica.

Urbano reconocía que, en realidad, no había “libros que hicieran”, porque nadie aceptaba un sistema para la vida, como era el socialismo, por la lectura de un libro. En realidad, esos textos lo que hacían eran enseñar e inclinar. Eran obras muy reducidas, y así debían ser para cumplir su misión. En este grupo solamente estarían el Manifiesto Comunista, El socialismo utópico y el socialismo científico de Engels, y el resumen de El capital, debido a Deville. Esos libros despertaban al lector, ya que Urbano decía que “después de leerlos se da cuenta uno de la inconsciente esclavitud en que ha vivido”.

A Urbano le parecía raro que en su catálogo de Vandervelde no hubiera incluido un resumen de El capital. Era cierto que no era una obra para todo el mundo, pero era imprescindible la lectura de un resumen.

Por otro lado, consideraba que era necesario que se escribiera un libro en sentido popular y en tamaño reducido que fuera una Historia universal que demostrara el desarrollo del estado capitalista, y escrita según los principios del materialismo histórico. Era un libro de urgencia y de absoluta necesidad, para nuestro intelectual.

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Así pues, en conclusión, “libros que hacen”, como primera aproximación, serían los siguientes: el Manifiesto Comunista de Marx y Engels, El socialismo utópico y el socialismo científico de Engels, el resumen de Deville de El capital de Marx, El programa socialista de Kautsky, El programa del Partido Socialista Español, precedido de los diversos programas, Gotha, Erfurt, Acuerdos de los Congresos y programas municipales, y una Historia universal por escribir, confirmando el materialismo histórico y la lucha de clases.

Y todos estos libros tenían que ser baratos, manuales y hasta “artísticos”. Sin estas condiciones la propaganda no podía realizarse.

Hemos trabajado con el número 1537 de El Socialista del 8 de agosto de 1913.

Libros que sostienen a un socialista

En esta pieza, que continúa el artículo anterior sobre Rafael Urbano y la formación de un socialista, y en el que vimos los “libros de hacen”, llegamos, siempre según su clasificación, a los “libros que sostienen”.

Los libros que debían sostener la doctrina de un socialista, según Rafael Urbano, no debían hacerle creer que podía olvidarse de los elementales, y que había terminado ya con ellos.

Los “libros que sostienen”, es decir, los libros superiores eran los que ofrecían “armas apologéticas”, pero solamente cumplían su misión, y en eso, vemos como insistía Urbano, si se sustentaba el conocimiento en los anteriores. La formación que planteaba Urbano era progresiva y sistemática. El intelectual socialista diseñó, como hemos comprobado, y comprobaremos en este artículo y en el último de la serie, un verdadero programa de estudio, razonándolo y justificándolo.

La lista de los libros de esta segunda serie tenía que ser más numerosa que la de los primeros. Habida cuenta de la carestía de los libros, Urbano recomendaba que solamente se adquiriese la lista de los “libros que hacen” porque eran imprescindibles. Los libros que sostenían debían ser de adquisición potestativa.

En todo caso, Urbano clasificaba los “libros que sostienen” en categorías:

1- Problemas económicos:

  • Mrs. Fawcett, Economía política para principiantes.
  • G. de Greef, La economía pública y la ciencia de las finanzas.
  • C. Marx, El capital, en traducción de J.B. Justo.
  • G. Deville, La evolución del capital.
  • A. Menger, El derecho al producto íntegro del trabajo.
  • C. Marx, La miseria de la filosofía. Proudhon, Filosofía de la miseria.

Urbano avisaba que la primera obra no era socialista, pero era un buen resumen para informarse sobre la economía política burguesa. También recomendaba una lectura más seria de Marx. También recomendaba dos obras que consideraba polémicas del propio Marx y de Proudhon porque eran ambas que colocaban al lector en un “terreno fecundo e imparcial”, muy conveniente para estudios posteriores. De ese modo, las críticas a Marx se recibían después “sobre un terreno seguro y se aprecian en su justo valor”.

2- Historia social:

  • Jaurès, Historia del socialismo (la edición francesa escrita bajo su dirección).
  • F. Garrido, Historia de las clases trabajadoras.
  • F. Mora, Historia del socialismo español.
  • J. Morato, Notas para la Historia de los modos de producción en España.
  • L. Reybaud, Historia de los reformadores.
  • A. E. Schaeffle, La quinta esencia del socialismo.
  • W. Sombart, El socialismo y el movimiento social en el siglo XIX.
  • Sydney Webb, Historia del tradeunionismo.

La historia no debía abandonarse nunca para Urbano. Reconocía que su lista no era completa, pero creía que para España era suficiente en ese momento. A este catálogo podían añadirse las Memorias de los Congresos Internacionales. Además, reconocía que para la polémica era necesario consultar bibliografía “burguesa”.

3- Problema político:

  • A. Menger, El estado socialista.
  • E. Vandervelde, El socialismo contra el estado, y La acción socialista.

Los problemas de carácter crítico contaban con una bibliografía muy extensa por la variedad de los mismos. En todo caso, consideraba los siguientes títulos para esta cuestión:

4- Problemas críticos

  • F. Engels, El Anti Duhring.
  • P. Lafargue, El materialismo económico de Marx.
  • G. Deville, Principios socialistas.
  • F. Lassalle, Discursos y folletos.
  • E. Bernstein, El socialismo teórico…
  • C. Kautsky, El marxismo y su crítico Bernstein.

Los problemas sociales dentro del socialismo marcaban todos los definidos en los grupos, las clases, los sexos y las edades. En los problemas sociales cabían cuantas soluciones ofrecía el socialismo en los diversos órdenes de la vida.

La legislación obrera ocuparía un lugar preferente, así como la historia de las modas y las prácticas de la acción social. Las obras recomendables en este caso serían las más recientes. Urbano señalaba que los problemas se dividían, en líneas generales, en los del campo (agrario), políticos y de asociación.

5- Problemas sociales:

  • C. Kautsky, La cuestión agraria.
  • E. Vandervelde, El socialismo agrario.
  • A. Zevaes, El sindicalismo contemporáneo.
  • Proudhon, La capacidad política de la clase trabajadora.
  • E. George, Progreso y miseria.

Después, venía el “problema moral”, el problema de la familia, que abarcaría desde su concepción histórica hasta la sexual. En este sentido, nuestro intelectual se atrevía a recomendar dos obras, preferentemente, porque construían y moralizaban. Se refería a Michelet y Ellen Key.

6- Problema familiar:

  • F. Engels, El origen de la familia, de la propiedad privada y del Estado.
  • A. Bebel, La mujer y el socialismo.
  • C. Albert, El amor libre.
  • Lily Braun, El problema de la mujer.
  • A. Forel, La cuestión sexual.
  • J. Michelet, La mujer. El amor.
  • Ellen Key, Amor y matrimonio.

Vandervelde, a juicio de Urbano, recomendaba demasiados libros religiosos. Por eso, solamente planteaba dos, además de la Biblia, el Corán y el Dammanapada.

7- Problema religioso

  • S. Reinach, Orfeo.
  • E. Vandervelde, El partido obrero y la religión.

Hemos trabajado con el número 1539 de El Socialista, de 10 de agosto de 1913, además de con el primer artículo de esta serie sobre la bibliografía recomendada por Urbano.

Libros que impulsan a un socialista

Rafael Urbano, después de estudiar los “libros que hacen” y los “libros que sostienen” a un socialista consideraba que un buen socialista tenía que ser un hombre activo. El impulso podía tener dos causas. En primer lugar, podía deberse a la necesidad de actuar por lo aprendido, y la segunda por los propios padecimientos, por la desigualdad padecida.

Los libros que impulsarían a un socialista apelaban antes que nada al sentimiento. Serían los que conmovían, y los que provocaban “una tempestad de cólera”. Otro modo de impulsar era ofrecer y presentar la situación presente con toda su barbarie, con toda su realidad.

En todo caso, para unos y para otros se debía recomendar las siguientes obras:

-E. Heine, Los tejedores de Silesia.

-T. Hood, La canción de la camisa.

-E. Bellamy, El año dos mil.

-Erman Chatrian, Historia de la Revolución francesa, contada por un aldeano.

-V. Hugo, Los miserables.

-E. Zola, Germinal.

-L. Tolstoi, Resurrección.

Hemos consultado el número 1541 de El Socialista, de 12 de agosto de 1913.

Libros para los obreros

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Juan Almela Meliá. Fundación Pablo Iglesias.

Estimulado por los artículos de Rafael Urbano sobre los libros que debían ser leídos por los socialistas, el tipógrafo, escritor y periodista Juan Almela Meliá decidió aportar su contribución al asunto. Recordemos que Meliá fue un fundamental periodista vinculado a la prensa socialista, seguramente uno de los mayores publicistas que ha tenido, en nuestra opinión, el Partido Socialista en toda su historia.

Para Almela Meliá la lista de Urbano era muy completa, estaba muy bien pensada, y también retrataba intelectualmente a su autor. Pero Meliá era un hombre muy realista, ya que conocía muy bien los problemas para difundir las ideas, dado su trabajo. Sabía que la mayoría de los militantes del Partido Socialista eran obreros manuales y, por ello, había que contar con lecturas de fácil comprensión, conferencias y conversaciones con una sencillez que no era muy fácil de conseguir.

Muchas de las obras que citaba Urbano eran muy complicadas de entender para un lector de cultura media, y completamente inaccesibles para un trabajador falto de formación.

Otro problema, aunque ya apuntado por Urbano, era el económico. Los libros eran caros.

La experiencia, por lo tanto, le decía que lo que convenía era la publicación de folletos o libros con doctrinas muy claras, y a precios asequibles.

Meliá aportaba su propio listado de folletos y libros para recomendarlos a aquellos obreros que quisiera iniciarse en el socialismo, indicando si estaban agotados y, por lo tanto, con necesidad de reimpresión, así como los precios:

-Marx y Engels, Manifiesto Comunista, 0,20 pesetas.

-Terwagne, ABC del socialismo colectivista, agotado, 0,10 pts.

-P. Iglesias, El programa del Partido Socialista, agotado, 0,10 pts.

-Lafargue, La religión del capital, agotado, 0,25 pts.

-Lafargue, El materialismo económico de Marx, 0,20 pts.

-Vera, El Partido Socialista Obrero ante la Comisión de informe sobre el estado y necesidades de la clase trabajadora y las relaciones entre el capital y el trabajo, agotado, 0,25 pts.

-Kautsky, La teoría y la acción de Marx, 0,10 pts.

-Aquino, Breves estudios biográficos, 0,50 pts.

-Mora, Historia del socialismo obrero español, 1,50 pts.

-Deville, Principios socialistas, agotado, 1’50 pts.

-Vandervelde, El colectivismo, 1 peseta.

-Ferri, Socialismo y ciencia positiva, 1 peseta.

-Marx, Miseria de la Filosofía, 1 peseta.

-Marx, El capital, (resumen de G. Deville), agotado, 2 pesetas.

Meliá avisaba que mientras se completaba una nueva edición de los Principios Socialistas de Deville, podía leerse su Estudio acerca del socialismo científico, que costaba 25 céntimos.

Así pues, con 10 pesetas el lector se colocaba, según nuestro protagonista, en condiciones de acudir a libros que le iban a servir. En todo caso, las Agrupaciones debían proveer a sus afiliados de esas obras formando bibliotecas circulantes.

Hemos consultado el número 1546 de El Socialista, de 17 de agosto de 1913.

Lectura comprensiva para la clase trabajadora

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Manuel Núñez de Arenas. Fundación Pablo Iglesias.

Manuel Núñez de Arenas, uno de los intelectuales más intensos que ha tenido el PSOE en su historia, aunque terminara en el PCE, fue el fundador de la Escuela Nueva, planteando un modelo de formación para los trabajadores muy estimulante, y al que hemos dedicado atención en distintos artículos en El Obrero. Pues bien, también participó en 1913 en esta especie de debate que se suscitó en las páginas de El Socialista sobre los libros y los trabajadores, y que inició Rafael Urbano.

Para Núñez de Arenas no se trataba tanto de saber qué debían leer los obreros, ni de dónde podían leer, sino de que leyesen. Y el problema tenía que ver con enseñar a entender lo que se leía, a enseñar a leer, realmente, que era algo fundamental y que, en realidad, se vinculaba con la enseñanza primaria y de los adultos, pero esa era una cuestión de gran calado que merecía un trabajo más monográfico. Por ahora, a Núñez de Arenas lo que le importaba era el asunto de entender las lecturas.

No bastaba con la buena voluntad de coger un libro y leer las letras, era preciso extraer la idea de autor, el argumento de lo escrito.

Según nuestro protagonista había que reconocer que solamente un mínimo de personas comprendía totalmente una obra, y que la mayoría de la clase obrera no se hallaba en condiciones de entender un libro.

Comprender un libro, esa era la cuestión. Núñez de Arenas bosquejaba un método. Lo primero era concentrarse, fijar la inteligencia sobre los párrafos del escrito. Después había que procurar entender el significado de todas las palabras, explicarse a sí mismo la forma de las frases, entresacar su sentido y luego, al terminar unas cuantas líneas, resumir en una sola palabra la idea que se encerraba en lo leído. A continuación, había que repetir esta operación, después del párrafo, con el capítulo, y luego con toda la obra.

Pero el propio Núñez de Arenas reconocía que no era una labor de un día, sino de cierto tiempo, y que costaría mucho trabajo a quien la emprendiera en soledad sin un guía. En este sentido, era muy fácil que el obrero, fatigado por las dificultades, renunciara a comprender o que creyese que comprendía bien lo que únicamente apreciaba a medias.

Así pues, antes de seleccionar bibliografía había que emprender una tarea pedagógica, con clases de comentarios o lecturas, de explicación de los libros.

En este sentido, Núñez de Arenas elogiaba el sistema de los liceos franceses donde los profesores leían en voz alta libros haciendo aclaraciones motu proprio o por petición de los alumnos, en este caso, de los trabajadores que asistieran a clase. Y, así, poco a poco, irían participando en la labor y podrían explicar y sintetizar de palabra o por escrito lo leído.

Núñez de Arenas creía que no era un método aburrido y que merecía la pena emprenderlo.

Libros para jóvenes socialistas

El Comité Nacional de la Federación de las Juventudes Socialistas buscaba proporcionar medios para que los jóvenes trabajadores pudieran adquirir “sólidas bases de cultura”, como medio imprescindible para realizar la labor de propaganda socialista. Por eso, se había pensado como primer paso, reunir un lote de libros. Para poder conseguirlo se organizó un sorteo a través de la emisión de papeletas. Cada una de ellas, por la que se admitirían donativos de 25 céntimos, llevaba cinco números. Pero lo que más nos importa es el contenido del lote-biblioteca, y que había sido diseñado por un “profesor socialista” (¿Fernando de los Ríos?):

-John LubbockLos orígenes de la civilización y la condición primitiva del hombre. Lubbock (1834-1913) fue un polifacético personaje, muy dedicado a la divulgación de la Prehistoria. Sus preocupaciones por la Historia consiguieron que el Parlamento británico sacase una ley de protección de monumentos antiguos en 1882. Tuvo relación con Darwin, y perteneció a la dirección del Museo Británico. Aunque fue un gran defensor de la paz y la tolerancia algunas de sus teorías podían ser hoy consideradas racistas al considerar inferiores a los pueblos colonizados, sin olvidar que fue un autor que justificó el imperialismo. Se trata, por lo tanto, de un autor ambivalente, porque, sin lugar a dudas, también hay que destacarlo como un divulgador de la Prehistoria, siendo responsable, en parte, de la creciente importancia de la misma en Occidente.

Charles SeignobosHistoria de la civilización. Seignobos (1854-1942) fue un historiador francés, que se especializó en la III República francesa, y fue miembro de la Liga de los Derechos del Hombre. Fue profesor en la Universidad de París y escribió muchos trabajos sobre Historia de Europa y de la Civilización, así como manuales de Historia de Francia. Sería maestro de Marc Bloch, el destacado historiador.

-Salomón Reinach, Orfeo, Historia general de las religiones, Reinach (1858-1932) se destacó en investigaciones en historia del arte, sobre filología clásica y también en el ámbito de la arqueología, especialmente en relación con el arte prehistórico.

-Charles DarwinEl origen de las especies y el origen del hombre en tres volúmenes.

-Louis de LaunayHistoria de la Tierra. Launay (1860-1938) fue un geólogo y espeleólogo francés, especialista en yacimientos minerales.

Hamlet, Rey Lear, Otelo, Romeo y Julieta, y Sueño de una noche de Verano de Shakespeare en estudio de Eduardo Benot. El político republicano gaditano Eduardo Benot (1822-1907) fue también matemático, y un destacado filólogo con una intensa y extensa vocación didáctica. En relación con Shakespeare existe una edición de las Obras dramáticas del escritor inglés con un estudio preliminar suyo (1885-1912), que seguramente es la obra referida. -Don Quijote de Cervantes.

Resurrección de Tolstoi.

La República de Platón.

El Contrato Social de Rousseau.

Anti-Dühring o la Revolución en la Ciencia de Engels.

Manifiesto Comunista de Marx y Engels. Introducción histórica por C. Andler, en edición anotada y traducida por Rafael García Ormaechea (1876-1938). Estaríamos hablando de un complejo personaje socialista, de profesión abogado, estrechamente vinculado en sus inicios a Dato y a Ossorio y Gallardo, y que terminaría pasando a colaborar con la Dictadura de Primo de Rivera en materia social. García Ormaechea tradujo al castellano la famosa obra ¿Qué es la propiedad? de Proudhon. La obra citada en el lote se publicó en 1906. García Ormaechea incorporó a la traducción unas “Notas preliminares”.

-Tugán-BaranowskyLa evolución del socialismo moderno. Mijail Tugán-Baranowsky (1865-1919) fue un economista y político ucraniano, que publicó sobre la teoría del valor, la distribución del ingreso social y la historia empresarial y del cooperativismo. La obra citada se tradujo al castellano y se publicó en 1921, es decir, era reciente en ese momento.

-H. HerknerLa cuestión obrera. Esta obra fue editada en España en 1916 por Hijos de Reus Editores, la misma editorial de la obra anterior de Tugán-Baranowsky, aunque hemos encontrado otra edición. Herkner fue catedrático de la Universidad de Berlín.

-J. JaurèsEstudios socialistas. El destacado socialista francés publicó esta obra en 1902. Pero el lote era más amplio porque el Comité Nacional lo había querido completar con las siguientes obras, y que eran de socialistas españoles:

Propaganda socialista de Pablo Iglesias.

Del tiempo viejo de Matías Gómez Latorre, uno de los fundadores del PSOE, y de todos ellos el que más vivió, hasta morir en el exilio. Tipógrafo dedicó su vida al trabajo, al Partido y a la UGT. En 1918 publicó Del tiempo viejo (desde 1886): colección de artículos escritos.

Obras de Tomás Meabe.

Mi viaje a la Rusia sovietista, de Fernando de los Ríos.

Hemos trabajado con el número 4087 de 18 de marzo de 1922 de El Socialista.

Recomendaciones de “El Socialista”

El periódico El Socialista desarrolló en distintas épocas un papel muy destacado en la promoción de la lectura de obras políticas, sociales y económicas para los militantes y simpatizantes a través de la venta de libros por parte de la Administración del periódico, y que eran anunciados en las páginas del mismo. Es una cuestión que merecería un estudio monográfico.

En el número del 6 de enero de 1926 se trataba de esta cuestión en una columna que puede aportarnos algunos datos sobre la importancia que siempre dieron los socialistas a la formación de la clase obrera y la propaganda política en la necesidad de formar conciencia de clase. Al parecer, se estaba detectando un aumento de las ventas.

La columna opinaba que la inmensa mayoría de los que adquirían libros o folletos por conducto de El Socialista eran compañeros que buscaban conocer bien las teorías socialistas. El catálogo era amplio para elegir con obras originales y traducciones, y el autor de la columna especulaba sobre la posibilidad de que alguno de los compradores se viese perplejo ante la elección del texto, y si no tenía conocimiento previo de la obra que iba a elegir podía elegir un título que le llamase la atención, aunque no fuera el más adecuado para su gusto. Y aquí estaba, en realidad el objetivo del artículo, hacer recomendaciones de lecturas.

El autor recomendaba dos obras del catálogo de la Librería de El Socialista, y que ya eran muy conocidas, pero debían divulgarse más, tanto porque eran obra de compañeros socialistas, como porque trataban de la transformación económica que el proletariado propugnaba.

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La primera obra era de Pablo Iglesias, recientemente fallecido. Se trataba de Propaganda Socialista. La segunda era de un veterano militante: Recuerdos del tiempo viejo de Matías Gómez Latorre. Recordemos que el segundo autor fue uno de los fundadores del PSOE, viviendo toda la Historia del socialismo español hasta el final de la Guerra Civil.

La obra de Iglesias era una recopilación de artículos donde se exponían los puntos del programa socialista. La de Gómez Latorre también era una recopilación de artículos.

Ambas obras debían estar, siempre según el artículo, en la biblioteca de todo “buen socialista”, alternándose con otros libros de socialistas españoles, aunque se afirmaba, y no deja de ser significativo, que la bibliografía socialista española no era muy extensa.

Hemos consultado el número 5280 de El Socialista.

Libros para socialistas y trabajadores españoles