martes. 23.04.2024
Almacén de abonos de la Cooperativa S. Josep de Burriana a principios del siglo XX
Almacén de abonos de la Cooperativa S. Josep de Burriana a principios del siglo XX

@Montagut5 | El socialismo dedicó mucha atención al cooperativismo, incluido el español. Las cooperativas suponían una apuesta clara pero no solamente porque ofrecían ventajas inmediatas a los trabajadores sino porque tenían otras misiones, como la pedagógica en relación con el aprendizaje para cuando el socialismo triunfase sobre el capitalismo. Pero también es cierto que el cooperativismo no podía ser un fin en sí mismo para el socialismo y había que ver las relaciones que tenía que tener con las sociedades obreras y los partidos socialistas.

El Congreso de la Segunda Internacional, celebrado en Copenhague al final del verano de 1910, ofreció las claves sobre el cooperativismo con respuestas a las cuestiones planteadas.

Los socialistas consideraban que las cooperativas de consumo no procuraban solamente ventajas inmediatas a los trabajadores, como hemos expresado, sino que estaban destinadas a aumentar el poder del proletariado suprimiendo intermediarios y por la creación de servicios de producción que dependiesen de los consumidores organizados. El tercer objetivo tenía que ver con el mejoramiento de las condiciones de vida obrera. Y, por fin, servían para educar a los trabajadores para la organización en plena independencia y para ayudarles a preparar la democratización y la socialización de las fuerzas de cambio y producción.

Las cooperativas de consumo estaban destinadas a aumentar el poder del proletariado suprimiendo intermediarios 

Pero los socialistas creían que la cooperación por sí sola era impotente para realizar el fin perseguido por el socialismo, que era la conquista del poder público para la apropiación colectiva de los medios de trabajo. Por eso el Congreso de la Segunda Internacional quería poner en guardia a los trabajadores frente a los que sostenían que la cooperación se bastaba por sí misma, pero también es cierto que se admitía que la clase obrera tenía el mayor interés en utilizar el arma cooperativa en su lucha de clases. En ese sentido, se hacía un llamamiento para participar en el movimiento cooperativo, y para impedir que las cooperativas se desviasen de su misión educadora y de solidaridad obrera. Los cooperativistas tenían el deber de luchar en sus sociedades porque los beneficios no fueran exclusivamente repartidos entre los miembros, sino que una parte debía destinarse a las federaciones o almacenes al por mayor, para el sostenimiento de sus miembros, para el desarrollo de la producción cooperativa y, por fin, para fines educativos.

La cooperación por sí sola era impotente para realizar el fin perseguido por el socialismo

Los cooperativistas, a su vez, debían luchar, para que las condiciones salariales y de trabajo de las cooperativas fueran marcadas de acuerdo con los sindicatos. Y, por fin, los cooperadores tenían que velar para que la organización del trabajo fuera en las mismas ejemplar, y que las compras de mercancías se efectuasen teniendo en cuenta las condiciones de trabajo de quien las había producido. Correspondía a las diferentes cooperativas, en aras de la autonomía siempre defendida por el socialismo, el decidir si debían ayudar directamente con sus recursos al movimiento político y sindical y en qué medida. El Congreso abogaba, como no podía ser de otra manera en el movimiento obrero socialista, por el fortalecimiento organizativo, por lo que animaba a las cooperativas a federarse. La autonomía de la organización cooperativa, por fin, no era obstáculo para que no hubiera relaciones estrechas con sindicatos y partidos.

Hemos consultado las resoluciones del Congreso en el número del 2 de octubre de 1910 de Vida Socialista.

Socialismo y cooperativismo en la Segunda Internacional