La política, en su versión de juego de comediantes, no da para más. Los electores tienen la palabra de nuevo. Ya veremos qué hacen los políticos de nuevo con ella.
Un mantra que repite continuamente la derecha de este país es lo de crear empleo para salir de la crisis.
Parece que las cosas no se mueven pero lo hacen, y lo que era hace unas semanas líneas rojas ahora se han convertido en naranjas o amarillas.
Estamos en el próximo futuro. Con la teoría de los juegos en la mano no parece que se pueda llegar a un óptimo antes de las elecciones.
La afirmación que contiene el título debe sorprender porque se ha creado el mantra de que el partido de Pablo Iglesias es un partido de izquierdas.
Con la ley mordaza y la del enaltecimiento del terrorismo no podríamos ver ni leer casi nada del ciclo histórico de Shakespeare, ni su Otelo.
Si hay algo donde se demuestra que la política parece sujeta a una lógica implacable y que también atisbó Maquiavelo son estos procesos de decantación de un Gobierno.
Creo que el PSOE ha tenido suerte con encontrarse a Pedro Sánchez como secretario general del partido y aspirante a la presidencia de Gobierno.
A estas alturas de la película del post-20D los barones del PSOE –o al menos una parte de ellos con Susana Díaz a la cabeza– deben tener un disgusto morrocotudo.
PSOE y Podemos están en la encrucijada, entre ambos suman escaños para gobernar, pero sus hipotecas políticas les impiden el acuerdo.
En las elecciones del próximo 20 de diciembre se dilucida algo más que el próximo Parlamento de la nación y el futuro presidente de Gobierno.
El problema para la izquierda sociológica es que no sabe, no quiere o no es capaz de arriesgar para salir del dilema que siempre le prepara el PP.
El lenguaje no tiene nada de inocente aunque siempre es, el pobre, un falso culpable.