sábado. 20.04.2024

En Estado de Excepción

Con la ley mordaza y la del enaltecimiento del terrorismo no podríamos ver ni leer casi nada del ciclo histórico de Shakespeare, ni su Otelo.

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Es verdad que la libertad no se conquista con el BOE, pero este boletín debe reflejar ya de una vez los deseos de esa mayoría crítica de españoles que aspira a las conquistas de las libertades, y reflejar con ello, por ello y por omisión, la minoría de los españoles que aún se conforman, desean o añoran el franquismo latente del PP

Hagamos ciencia-ficción e imaginemos que el cara-triste del ministro del Interior en funciones fuera al teatro Español, sólo o en compañía de otros, que se sentara en un palco para ver una obra de teatro por sorpresa; que no supiera qué obra de teatro es y que la entrada fuera un regalo de cumpleaños de la ministra en funciones también Fátima Bañez, que la tristeza engendra también amistades. Imaginemos que se abre el telón y contemplan ambos ministros en funciones que se produce una violación o algo que pudiera entenderse como tal porque aún ningún juez ha imputado o investigado a los presuntos culpables, que el violador es la máxima autoridad civil porque es un comendador, y que la muchacha violada es vengada por un pueblerino enamorada de ella; que una parte del pueblo es apresada por la autoridad y torturado. Imaginemos que ninguno de los paletos torturados “cantan” cuando les preguntan: “¿Quién mató al Comendador?” y sólo contestan: “Fuenteovejuna, señor”.

Sí, es una de las más grandes obras del teatro universal, que no sólo representa una venganza sino la rebelión de un pueblo contra la tiranía. Pues bien, el ignorante y cara-triste del jefe de policías y guardias civiles que asiste en el palco y que nada de esto sabe, se pondría de todos los colores, se acordaría de la ley mordaza, de la ley contra el enaltecimiento del terrorismo y llamaría a sus chicos para secuestrar la obra, llevarse el atrezzo y detener a los culpables tales como actores y director. También preguntaría por el autor de la obra por si acaso estuviera presente en el teatro, pero el cara-triste se llevaría un chasco tremendo cuando se enterara de que su autor, Lope de Vega, lleva muerto varios siglos. Imaginemos que con cabreo sumo le preguntara a su acompañante Fátima Ibáñez dónde recuperar el tiempo perdido después de tamaño desaguisado y la señora Ibáñez le dijera que muy cerca hay otro teatro, que se llama de la Comedia, y que representan una obra pero que no sabe cuál. Imaginemos que el ministro le ha tomado el gusto a estar sentado en un palco preferente y le dice: “Vamos, Fátima, que los titiriteros terroristas no nos van a estropear la noche”. Y ahora ambos ministros, de cara triste y amargada ambas, allí se van, compran sus entradas y asisten en su palco a una nueva representación. Se abre el telón y contempla el ministro como un capitán de los afamados Tercios –don Álvaro de Atayde– que está alojado en un pueblo de Extremadura, secuestra y viola a una campesina. La campesina es hija del alcalde del pueblo. Y ocurre entonces que el alcalde, que se llama Pedro Crespo para más señas, detiene sin ninguna autoridad al capitán del ejército, lo lleva a la cárcel y le da garrote vil. Y todo ello lo hace sin llevarlo al juez, sin que sea “imputado” o “investigado”, sin juicio y sin sentencia. La clave de la obra está en lo que grita Don Álvaro cuando le llevan preso: “¡Ah, villanos con poder!”. Imaginemos la que sería la reacción del cara-triste del ministro:

 –¿Qué es esto, Fátima? ¿Dónde me traes? ¿De dónde ha salido tanto titiritero terrorista, tanto antisistema?

Sí, se trata de la gran obra de Calderón de la Barca El Alcalde de Zalamea. ¡Cuidado!, que el ministro en funciones podría detener a todo el pueblo de Zalamea de la Serena que participa masivamente en la representación todos los años con las leyes del PP.

Imaginemos que se entera el cara-triste que el día de todos los Santos se suele representar una obra en la que un personaje bastante calavera tiene como currículum conquistar y casi estrupar doncellas –que diría Valle Inclán en Luces de Bohemia-, que además apuesta sobre ello con otro espadachín y también calavera; que una de las doncellas que el primero conquista es una monja novicia a la que secuestra y consuma; que al cabo del tiempo vuelve a Sevilla donde transcurre la última fechoría e incita al padre de la muchacha a salir de la tumba para enfrentarse a él. El resultado final es que mata al Comendador –el padre de Inés, la monja novicia– además de matar a don Luis, su competidor y apostante. Seguramente al cara-triste del ministro le entraría ganas de secuestrar y llevarse a prisión hasta el espectro del Comendador. Sí, se trata de la obra de José Zorrilla Don Juan Tenorio, una de las obras de teatro más copiada o recreada de la historia, siendo quizá las más afortunadas en esta tarea el Don Juan de Moliere, la ópera Don Giovanni de Verdi y también la ópera Don Juan, de Mozart. Zorrilla recreó la obra atribuida a Tirso de Molina El Burlador de Sevilla y Convidado de Piedra, pero cambió el final porque el romántico autor no podía permitir que el calavera protagonista ardiera en el Infierno por sus fechorías, y es de la mano de doña Inés que se salva de tan terrible castigo. ¿Qué pensará el ministro de tanta obra antisistema?

¿Y sí se entera el ministro cara-triste que otra de las grandes obras del teatro español tiene como protagonista a una alcahueta que se dedica a reparar virgos y mediar con lucro entre enamorados de distintas clases sociales? Sí, esa es La Celestina. ¿O que en una obra del teatro español del siglo XX una monja con cofia y todo se dedica a chantajear a unos ladrones? Sí, es una obra del conservador Miguel Mihura. ¿O que el protagonista de una novela, donde su autor hace lo posible para que sintamos empatía y simpatía por él, mata a la dueña de la casa donde vive alquilado porque no tiene dinero para pagar el alquiler? Sí, eso es Crimen y Castigo de Dostoievski. ¿O que en una película española se grita “gora eta” y donde no queda mejor parado en el difuso terreno de la empatía el responsable de la policía –magistralmente interpretado por José Coronado– que los mismos etarras? Estamos hablando de la película El Lobo. Con los criterios del cara-triste es una película perfectamente secuestrable. Quizá salve la película el argumento de que su jefe ideológico –un tal Aznar– tildara en su día a la banda terrorista de movimiento de liberación vasco.

Podemos multiplicar hasta casi el infinito todo esto porque las obras de ficción y el arte en general es una lucha siempre contra lo establecido; o al menos una crítica sobre algunos de sus aspectos. O en tono de comedia, una burla sobre los usos y costumbres. De lo contrario no existirían los titiriteros Oscar Wilde, Woody Allen o nuestro Luis Buñuel. ¿Habrá visto o leído nuestro ministro cara-triste la obra del gran tirititero Valle-Inclán Las hijas del Capitán, la última parte de la trilogía Los cuernos de Don Friolera, donde quedan ridiculizados los militares isabelinos? De Lorca y de su teatro de títeres prefiero no hablar porque le asesinaron los ancestros ideológicos del ministro, aunque el no sepa que fueran ancestros ideológicos. ¿Qué pensará el ministro-cara triste y la Conferencia episcopal de Viridiana y su parodia de la última cena evangélica? ¿Secuestraría ahora la película por ser de mal gusto y anticatólica? Bueno, quizá nada porque quizá no la haya visto. ¿Y de Saló o los 120 días de Sodoma de Pasolini? ¿Y qué decir del episodio XXII de los Galeotes de la primera parte de El Quijote, donde nuestro héroe desfacedor de entuertos y enderezador de agravios libera a unos reos ya condenados a galeras –de ahí lo de galeotes– por la justicia aduciendo que “me parece duro caso hacer esclavos a los que Dios y naturaleza hizo libres”... “y no es bien que los hombres honrados sean verdugos de los otros hombres, no yéndoles nada en ello”? Es verdad que los liberados de sus cadenas luego no se muestran muy agradecidos, pero eso es otra historia y es patrimonio del genio cervantino. En todo caso no se debería llegar a ministro o a fiscal sin haber leído El Quijote.

¿Y del divino bardo para qué hablar, donde tantos reyes y nobles son asesinados por afán de poder o de venganza? Con la ley mordaza y la del enaltecimiento del terrorismo no podríamos ver ni leer casi nada del ciclo histórico de Shakespeare, ni su Otelo, donde su protagonista mata a su esposa Desdémona por celos, celos que los espectadores sabemos no están justificados; ni Macbeth, porque el ambicioso militar mata al rey y a todo el que se le pone por delante por su ambición de poder y la de su mujer, lady Macbeth; ni su Ricardo III. ¿Qué dirá el ministro católico y según dicen opusdeista del Fausto de Goethe si lo hubiera leído, donde el verdadero protagonista es el diablo Mefistófeles? Y si fuera instruido el ministro no necesitaría ir a tierras teutonas para encontrar antecedentes de tan singular personaje de ficción porque los encontraría en nuestro teatro clásico. En concreto en Mira de Amescua –El esclavo del demonio– y en Calderón –El mágico prodigioso–. Goethe era una gran admirador del teatro del llamado Siglo de Oro español y, en especial, de Calderón de la Barca. Otro antecedente es el Doctor Faustus de Marlowe, uno de los aspirantes a ser el verdadero autor de las obras atribuidas al bardo. ¿Secuestraría el ministro estas obras si hoy se publicaran o se representaran por ser de mal gusto, anticatólicas y enaltecer la violencia? Mejor no le demos más tiempo teniendo el BOE a su disposición.

El arte, la ficción, la comedia, el humor, el cine, la pintura –al menos desde Goya en adelante con el precedente de los desnudos de Miguel Ángel–, si no son contestarias, críticas, irresponsables, titiriteras, antisistemas, pierdan su fuerza y esencia como un frasco de colonia abierto. Hasta el teatro de Mihura lo es. Que le expliquen al ministro qué es Antígona de Sófocles. Que los tirititeros hayan pasado cinco días de cárcel por representar una obra de ficción y que le pida el fiscal ocho años de cautiverio demuestra en qué país, en qué legislatura y en manos de quién estamos aún. El próximo gobierno que se forme sin el PP debe comenzar de verdad la transición a la democracia de una vez por todas; debe asumir su responsabilidad, su parte en el reparto del poder, debe librarnos de la dictadura del PP, de su mayoría absoluta tardofranquista y de sus consecuencias que aún padecemos. Esta vez no nos pueden defraudar. Es verdad que la libertad no se conquista con el BOE, pero este boletín debe reflejar ya de una vez los deseos de esa mayoría crítica de españoles que aspira a las conquistas de las libertades, y reflejar con ello, por ello y por omisión, la minoría de los españoles que aún se conforman, desean o añoran el franquismo latente del PP.

En Estado de Excepción