viernes. 29.03.2024

Podemos debe converger a la izquierda

La afirmación que contiene el título debe sorprender porque se ha creado el mantra de que el partido de Pablo Iglesias es un partido de izquierdas.

La prioridad del referéndum sobre la agenda social mantenida hasta última hora como línea roja –ahora convertida en línea sólo naranja, es decir, negociable– demuestra esa cárcel ideológica de la que no acaba de encontrar la llave de salida

La afirmación que contiene el título debe sorprender porque se ha creado el mantra de que el partido de Pablo Iglesias es un partido de izquierdas. Creo que, al menos en los métodos, no lo ha demostrado; tampoco en el contenido cuando antepone el referéndum a la agenda social. Recuerda mucho a los partidos radicales populistas latinoamericanos de ahora y a los radicales europeos del 68, aunque estos dejaron su impronta benéfica en la izquierda. Podemos se ha convertido en los métodos en una máquina de cometer errores, lo cual no exime de errores a los demás. El error en política se produce cuando los métodos no son adecuados al fin perseguido, al verdadero fin. No es pues comparable al error científico, porque este se produce cuando la explicación no es coherente con lo observado. Es un infantilismo en el sentido leninista del término no sentarse a negociar con otro partido –sea el PSOE u otro– porque otro partido negocia con él. Lenin dedicó todo un libro a criticar el “izquierdismo” de los líderes Rádek y el histórico Bujarin del propio bolchevismo por no querer participar en el Parlamento ruso -en la Duma- abierto desde 1905. Dice Lenin que: “Rechazar los compromisos “en principio”, negar la legitimidad de todo compromiso en general, es una puerilidad... ”. Más tarde explica que “los socialdemócratas revolucionarios de Rusia aprovecharon antes de la caída del zarismo frecuentemente la ayuda de los liberales burgueses, es decir, contrajeron con ellos innumerables compromisos prácticos... “ [1]. ¡Y eso lo decía Lenin, el más grande revolucionario de todos los tiempos! La situación no es comparable, pero no por el objetivo de unos y otros ni por la fecha –objetivos muy distintos, por supuesto–, sino por el método. Podemos se haya preso de un radicalismo pequeño-burgués en las formas y en alguno de sus contenidos que es, creo, apuesto, ajeno a la mayoría de sus votantes. La prioridad del referéndum sobre la agenda social mantenida hasta última hora como línea roja –ahora convertida en línea sólo naranja, es decir, negociable– demuestra esa cárcel ideológica de la que no acaba de encontrar la llave de salida. Tal es así que sólo la labor mediadora y del posible efecto demostración de IU parece que obligaron a Podemos a un ménage à quatre sólo para el diálogo. Las exigencias de Pablo Iglesias de vicepresidencia y ministerios antes de negociar contenidos abundan en ese radicalismo pequeño-burgués; también una falta de madurez quizá propia de un partido joven que quiere buscar desde la izquierda de origen de muchos de sus líderes un lugar bajo el sol. No es criticable su populismo, su radicalismo, ni esa ideología-pequeño burguesa que destilan porque tiene Podemos pleno derecho a ocupar su lugar en la política española. Su mera existencia, arrebatando votos al PSOE principalmente, puede obligar al partido de Pedro Sánchez a salir del cascarón neoliberal (socializador de pérdidas) en lo económico en el que está desde los Pactos de la Moncloa, apuntalado con la reforma exprés del 135 de la Constitución, con las reformas laborales de Zapatero y anteriores y, desde mayo del 2010, con la congelación de salarios de funcionarios y pensionistas también de Zapatero. No es fácil porque necesita este partido una renovación de arriba a abajo y mandar al geriátrico a los Felipe González y compañía, porque los nuevos tiempos exigen gobernar pactando, acordando con otras fuerzas políticas que no son tu agrado, desdiciéndose muchas veces de lo dicho, tragándose adjetivos como sapos, lugares comunes y mentiras electorales. Se acabaron las dictaduras de las mayorías absolutas; incluso las relativas cuasi-absolutas. Tildar a Podemos de leninista (¿qué es eso de “3.0”?) es no haber leído en la puñetera vida un libro de Lenin.

Tirando por elevación, mirando en lontananza, aunque sea una lontananza que no vaya más de una legislatura, tanto Podemos como el resto de los partidos supuestamente de izquierdas o sociológicamente de izquierdas deben plantearse que, con los resultados electorales o con los que previsiblemente se darían con nuevas elecciones, sólo pueden ser presidente de gobierno Mariano Rajoy o Pedro Sánchez. El primero porque ser el partido más votado le impide apoyar a un candidato que no sea el gallego indolente del PP o un posible sucesor; el segundo porque es el partido más votado de la izquierda y el conjunto de la izquierda sociológica supera a la derecha. Y si fuera el tercero porque en una nuevas e hipotéticas elecciones fuera Podemos el primero de la izquierda sociológica, no está el PSOE maduro ni hay una masa crítica de ciudadanos capaz a la vez apoyar a la presidencia de Gobierno a Pablo Iglesias y de resistir las embestidas de la derecha sociológica, mediática y económica. Hay por tanto una asimetría que no estoy seguro de que los dirigentes de Podemos hayan atisbado o previsto porque, de lo contrario, no confiarían en unas nuevas elecciones. Dicho queda que no lo está aún el pueblo español por muchos motivos, pero no es desdeñable el de que el partido de Podemos haya suscitado mucho rechazo en sus no-votantes por sus formas prepotentes de última hora. Eso no importa si se aspira a estar en la Oposición pero sí importa si lo que se quiere es llegar a la Moncloa. Remedando a Maquiavelo, procura el odio sólo de tus enemigos pero sólo el temor de tus adversarios, adversarios que pueden convertirse en aliados ante la necesidad de implementar una agenda social improrrogable. Además existe el peligro de que unas nuevas elecciones dieran mayoría relativa a la unión del PP con Ciudadanos. Al final el partido de Iglesias se sentó a negociar y aceptar que el PSOE lo podía hacer simultáneamente con Ciudadanos porque el argumento de que negociar sólo con un uno de ellos no garantiza ningún acuerdo bilateral que lleve a la investidura -y menos a la formación de Gobierno- es incuestionable. Y una vez sentados en torno a una mesa PSOE, Podemos, Compromís e IU, creo que el equipo negociador del partido socialista cometió el error de firmar un acuerdo en una mesa cuando apenas calentaban la madera los negociadores en la otra. Al fin puede decir Podemos que está jugando en campo propio y endilgar parte de la culpa de un posible no-acuerdo con el PSOE al PSOE. Pero quizá llega tarde a los ojos de sus posibles votantes porque el error político no siempre tiene reparación, no es como la culpa de los católicos que el cura de turno te la repara desde el Confesionario.

Leído el acuerdo PSOE-Ciudadanos lo que debe dilucidar Podemos y el resto de la izquierda es qué puntos son inasumibles para al menos la abstención del próximo día uno de marzo o cinco de marzo. Yo sé de uno al menos: subir el salario mínimo el 1%. Eso es vergonzoso. Y no se me ocurren muchos más que no sean rectificables por acción o por omisión. Si Podemos se hubiera comportado desde el principio en las formas de la misma manera que lo ha hecho Ciudadanos hoy tendría algún comodín en la manga o en la chistera para compensar o equilibrar a las fuerzas económicas y baronías que tanto sesgan al PSOE al neoliberalismo. En todo caso ha sido Ciudadanos el que ingenuamente ha dado una baza a la izquierda sociológica del país para negociar un pacto desde la izquierda que sea de izquierdas si mantiene Albert Rivera aquello de que lo pactado sólo se mantendría si Pedro Sánchez es investido presidente el día 5 de marzo a lo más tardar. Incluso aun cuando fuera extensible a nuevas elecciones, la izquierda podría aprovechar ese terrible error de la derecha por aquello que decía Napoleón: cuando el enemigo se equivoca no hay que distraerle.

Hay que mirar en lontananza, otear como un estadista y no quemarse las pestañas sobre un texto concreto como un político vulgar. Podemos debe reflexionar y abstraerse de cantos de sirena de amigos y enemigos; ni siquiera debe pensar en posibles beneficios o contratiempos electorales. Debe pensar que sólo pueden ser presidente de este país Rajoy o Sánchez hoy por hoy –con nuevas elecciones o sin ellas–; y pensar que una cosa es quién es el presidente, quién es el Gobierno y qué se puede pactar por acción u omisión. Incluso otra muy distinta es la legislatura de 4 años, y que los 69 diputados –sumando los de Compromís– obliga al presidente del futuro Gobierno a contar con Podemos para legislar desde la izquierda si el futuro presidente se pretende de izquierdas. En síntesis y sobrevolando por los caminos de la abstracción –pero en momentos imprescindible– si el radicalismo pequeño-burgués en la formas y en alguno de sus contenidos de Podemos compensa y se ve compensando por el socialiberalismo en los contenidos del PSOE puede haber un pacto de la izquierda sociológica a partir del día 5 de marzo y antes del 26 de junio. Yo apuesto que así será. Y perdón por emplear la preposición “desde” inadecuadamente (Alex Grijelmo tiene razón).


[1] “La enfermedad infantil del izquierdismo en el comunismo”, Lenin, edit. Akal, 1975, pág. 70.

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