sábado. 27.04.2024

Decía Jean Monnet que “no hay más futuro para el pueblo de Europa que el de la Unión” y en efecto, no se equivocaba. En un contexto como el actual, donde la guerra en Ucrania está implicando un giro geopolítico sin precedentes y, dónde inmersos en una crisis del multilateralismo con algunas potencias como China llamando a revisar el orden mundial,….  “no, no hay más futuro para Europa, que el de la unión”.

Y es que 27 políticas fiscales diferentes, 27 políticas de migración y asilo divergentes, 27 políticas industriales distintas,…, no, no van a poder enfrentarse a un mundo en plena transición energética, digital y a tendencias tan disruptivas como la desglobalización y el neoproteccionismo.

Posponer los debates fundamentales europeos en un mundo cada vez más agresivo puede suponer perder las importantes carreras hacia el futuro de la Unión.

En este contexto, España asumirá la presidencia del Consejo de la Unión a partir de Julio. Seis meses que podrán implicar avances sin igual y que podrían generar el consenso político necesario como para atreverse a reformar lo “irreformable”.

Reformar la casa común: ¿cómo?, ¿cuándo? Y ¿por qué?

La Unión Europea ha sido una historia de integración “paso a paso” en la que se han ido reformando los tratados fundacionales a lo largo del tiempo en aras a adaptarse a las exigencias políticas, económicas y sociales de cada momento.

Estas reformas abren paso con el Acta Única Europea en 1986, que amplía, por ejemplo, la votación por mayoría cualificada en el Consejo.

Posteriormente, en 1992 se adopta el Tratado de Maastricht que introduce novedades como la ciudadanía europea o amplía el mandato de la comisión a 5 años. Sin embargo, sería en 2004 con el anteproyecto para crear una Constitución Europea cuando fracase por primera vez el espíritu reformista. Tras los malogrados referendos en Francia y Países Bajos, la Unión Europea se llevó un susto del que parece que no se ha recuperado.

A partir de ese momento la reforma de los tratados ha pasado a ser una cuestión delicada, hasta tal punto que algunos de los problemas más graves a los que se ha ido enfrentando la Unión como la crisis del euro a partir de 2008, se han ido solventando a través de medidas legislativas y acuerdos. Tan sólo debemos recordar el Pacto de Estabilidad y Crecimiento.

No sólo eso, sino que en una situación de crisis como la ocasionada por la pandemia del virus sars-Cov-2 ha sido abordada por un instrumento temporal como es el programa EU Next Generation.

Por tanto, ¿reformar la casa común?, sí.

¿Cuándo?, ahora. ¿Por qué?

La invasión rusa de Ucrania ha sido el revulsivo para plantearnos que ha llegado el momento de reformar. Crear una verdadera Unión de la defensa pasa por reformar las disposiciones de los tratados que dificultan este objetivo, como por ejemplo las reglas de unanimidad que prescriben los artículos 31 y 42 del Tratado de la Unión (TUE). Por otro lado, la propuesta anunciada en abril de 2023 para reformar el marco fiscal europeo es una solución parcial. Mientras los tratados sigan contemplando los objetivos anacrónicos del 3% de déficit y el 60% de deuda, la credibilidad de una verdadera política fiscal común es débil.

Junto con ello, las transiciones digital y energética en la que nos encontramos, así como los cambios políticos y sociales que empiezan a amenazar las bases de la democracia plantean igualmente la necesidad de tomar decisiones audaces que implican una reforma, tal y como se enfatiza en las conclusiones de la Conferencia sobre el Futuro de Europa (CoFUE).

Pero, …aún queda una última cuestión por responder: ¿cómo?

¿Por qué debería España promover la reforma a través de su presidencia?

La presidencia española del Consejo que dará comienzo este Julio, responde al cómo. Tomando como base la resolución del Parlamento Europeo de 2022 en la que reclama al Consejo promover la revisión de los tratados, España debería aprovechar esta oportunidad para generar el consenso necesario que ponga en marcha una Convención de reforma. El Consejo es una de las instituciones más relevantes de la Unión. Constituye un enorme mecanismo de negociación y crea consensos.

En segundo lugar, la principal responsabilidad de una presidencia del Consejo es conseguir avanzar hacia esa Europa unida. España asumirá esta responsabilidad y si las reglas no cambian no será hasta dentro de catorce años que lo hará de nuevo. Es una oportunidad única para proyectar y consolidar el compromiso europeo de nuestro país, posicionándonos como un estado miembro fuerte. Recordemos, también, que una presidencia del Consejo es un gran instrumento de diplomacia pública.

Pero no solo eso, sino que, promover la reforma de los tratados (y de conseguirla) sería la oportunidad de realizar una verdadera aportación histórica al devenir europeo.  

Andrea Villar Menéndez,| Técnica de asuntos europeos en la empresa GRI. Opositora al Cuerpo Superior de Administradores Civiles del Estado.

La próxima presidencia del Consejo: ¿debería España impulsar la reforma de los tratados?