domingo. 28.04.2024
PSOE

El resultado de las elecciones del 28 M es simple de describir: derrota de la izquierda y victoria de la derecha, que avanza en votos y, sobre todo, gana poder. La izquierda pierde casi todo el poder autonómico y buena parte del poder local. Hasta aquí, no parece que haya mucho debate. La cuestión es por qué se ha producido este resultado y si marca tendencia a futuro.

Mi experiencia me dice que analizar el por qué de una derrota en el seno de un partido suele ser un ejercicio peligroso porque generalmente está mezclado con luchas por el poder interno que sesgan los análisis de forma interesada. Alguien dijo que la autocrítica es como la nitroglicerina: muy útil para algunas cosas, pero peligrosísima si se maneja con poco cuidado. El debate del por qué de una derrota puede acabar arruinando a un partido más incluso que la propia derrota electoral. Este es un peligro que Sánchez ha cortado de raíz, asumiendo la responsabilidad por la derrota, disolviendo las Cortes y convocando elecciones generales inmediatamente.

El debate del por qué de una derrota puede acabar arruinando a un partido más incluso que la propia derrota electoral

No es la única razón para hacer este movimiento. De las dos patas del gobierno de coalición, una sale tocada. El PSOE ha perdido poco más de un punto en el voto municipal y como un 7% de sus concejales en el conjunto nacional. Mirado del revés, el PSOE conserva el 93% de sus concejales con un nivel de voto municipal del 28%. Es una derrota, desde luego, pero no una derrota aplastante. El “referéndum contra Sánchez” se ha quedado corto. Por eso digo que una de las patas del Gobierno de coalición sale tocada, pero no hundida.

Sin embargo, en la otra pata del Gobierno la derrota de Podemos es terrible, en palabras de Iglesias. UP pierde dos tercios de sus diputados autonómicos. Y si distinguimos entre Podemos e IU, se aprecia que el desastre de Podemos es aún más grave. Con esto queda claro que la otra pata del gobierno de coalición ha quedado destrozada.

Lógicamente, nada ha cambiado en las Cortes. El Gobierno podría seguir gobernando como si tal cosa. Pero, políticamente, el Gobierno de coalición ha perdido apoyo. Siguiendo con la metáfora, es difícil caminar con una pierna golpeada y la otra rota. Por eso, el adelanto electoral es preferible a seguir unos meses más sufriendo el desgaste de un gobierno cojo, contra el que el PP y Vox ejercerían el tiro al blanco con fruición. Se me hace muy difícil pensar que ministros y ministras de Podemos puedan seguir ejerciendo sus funciones con un mínimo de autoridad moral, dados los resultados electorales de Podemos en Madrid, por ejemplo.

Pero además, y dada la reacción de Podemos, tengo muchas dudas acerca de la viabilidad de la actual coalición. Iglesias explica el desastre por el apoyo masivo de los medios a la derecha (algo que no impidió que la izquierda ganara las elecciones hace cuatro años) y por la cobardía del PSOE al no atreverse a intervenir los medios y los mercados. Echenique culpa al PSOE de la derrota de Podemos por ser timorato y no tomar medidas más radicales.

Esto me recuerda el cuento del estudiante de medicina que, un día paseando por la calle, encuentra un indigente tendido en el suelo. El pobre estaba desfallecido de hambre. El estudiante, aparta a los que rodeaban al hombre caído al grito de “Dejadme pasar que soy estudiante de Medicina”. Tras auscultarle, emite su diagnóstico: “Está muy claro: este hombre sufre una indigestión”. A lo que el moribundo, abriendo un ojo, le espeta: “Qué carrerón llevas, macho”. Pues eso se le puede decir a Echenique: vaya carrerón que llevas, macho. Como analista político no tienes precio.

A mí me da la impresión que Ley Trans y la Ley del solo sí es sí, ejemplos preclaros de radicalismo, han causado un daño tremendo al gobierno de coalición, pero sobre todo han desacreditado a UP, cuyas ministras han dado un buen ejemplo de incompetencia y de sectarismo. Y lo más grande es que en Podemos nadie asume la derrota en primera persona, echando la culpa del desastre a los medios de comunicación, al PSOE o al empedrao.

Resulta irónico que el paso de UP por el Gobierno, un gobierno que ha cumplido de pe a pa todo el programa pactado, incluidos algunos radicalismos muy inconvenientes impuestos por UP, se haya saldado en una derrota electoral tan apabullante del socio que más se empeñó en crear la coalición. Tan apabullante que le desacredita e incluso pone en cuestión su existencia misma.

Hay partido. “No pienses como un elefante” es el título de un famoso libro de Lakoff donde se dan algunos sabios consejos. El primero de todos es que no aceptes los marcos conceptuales de la derecha (en EEUU el elefante simboliza al partido Republicano). Aquí también es imprescindible no asumir los marcos conceptuales de la derecha española. Quizás más que marcos conceptuales, habría que llamarlos trucos conceptuales de los que se valen los intelectuales de la derecha para crear un relato, falso pero muy conveniente para sus intereses.

El PP ganaría las generales siendo el partido más votado, pero ni sumando a Vox y algún otro llegaría ni de lejos a la mayoría absoluta

Uno de ellos es que estamos ante una ola imparable de la derecha. Los resultados electorales del 28 M no dan para eso. Los tres partidos de la derecha suman un 40% del voto municipal. Extrapolando ese voto a generales no les daría mayoría para gobernar. ¿Es eso una ola? En todo caso, una olita. Pero se habla de ola o de tsunami para tratar de que el rival dé el partido por pedido antes de saltar al campo. El PP ganaría las generales siendo el partido más votado, pero ni sumando a Vox y algún otro llegaría ni de lejos a la mayoría absoluta.

En términos de bloques, la derecha ha crecido en un millón de votos municipales. Muchos serán votantes de la izquierda que, esta vez, han votado al PP. Es esencial analizar por qué. Lo sabremos cuando conozcamos las transferencias de voto que se han producido. Pero una cosa es segura: los electores de izquierda que emigran al PP no lo hacen porque quieren más radicalismos, ni medidas más “valientes” del Gobierno, ni más intervención en los mercados ni, en suma, más Podemos. Si la izquierda fuese por ese camino sí que podría provocarse una ola de derechas. Para ganar el partido, lo primero es detener la hemorragia de votos. Y, ojo, no se trata de copiar los marcos conceptuales de la derecha. Todo lo contrario. Sobre esto volveré. Mucho depende de que el PSOE logre fijar la agenda del debate. Si seguimos hablando de ETA durante una semana y del fraude electoral durante otra, estaremos perdiendo la batalla. Naturalmente la derecha intentará volver a plantear cuestiones como estas para eludir el debate político. Pero el PSOE es quien debe librar una batalla para poner las cosas de comer en el centro del debate público.

El PSOE es quien debe librar una batalla para poner las cosas de comer en el centro del debate público

Unidad de la izquierda sí, pero otra. La reconstrucción de la pata izquierda del futuro gobierno de coalición es la tarea más urgente que tenemos por delante. Podemos no quiso entrar en Sumar porque quería ser el eje vertebrador de ese proyecto y los demás no quisieron que Podemos mandara. Ahora, los resultados electorales han dejado claro que Podemos no puede vertebrar nada, ni mandar en nada. En mi modesta opinión, el mejor servicio que podía hacer Podemos a la causa de la izquierda sería disolverse e incorporarse individualmente a Sumar. En todo caso, habiendo descartado las urnas que Podemos vertebre, corresponde a Yolanda esa difícil e ingrata tarea. La unidad, que o se hace en breve, o no se hará, deberá tener en cuenta que la sigla Podemos es, hoy, un lastre. Así es que cuanto más se diluya mejor. De lo contrario puede que, en lugar de sumar, reste.

En todo caso, lo que debe quedar claro ante el electorado es que Sumar es algo nuevo, totalmente distinto a UP. Es otra cosa, otra unidad de las izquierdas, distinta en programas y en candidatos. El futuro gobierno de coalición, si es que llega a término, depende de que Yolanda Díaz logre transmitir esa idea.

Aquí está el arranque de la campaña electoral. Que determinará el desarrollo del partido.

La unión de las derechas. Con la decisión de Ciudadanos de no concurrir a las elecciones el patio de las derechas se simplifica. La victoria del PP resuelve la siempre pendiente cuestión del candidato: Feijoo será quien lidere. Ayuso tendrá que esperar. El resultado también despeja la cuestión de la primacía en la derecha. Aunque Vox ha tenido un buen resultado, ha quedado tan lejos del PP que hace imposible que a corto plazo lidere la recomposición de las derechas. Un dato inquietante para Vox es que sus votos municipales no llegan ni de lejos a su nivel de voto de las últimas generales. De seguir así, es posible que incluso bajase en las próximas generales. En todo caso, Feijoo va hacer una campaña de voto útil que dificultará el aumento de Vox y es posible que lo reduzca.

Feijóo va hacer una campaña de voto útil que dificultará el aumento de Vox y es posible que lo reduzca

Vox aspira a ser el socio imprescindible de un futuro gobierno de derechas. Para ello va intentar entrar a todos los gobiernos locales y regionales que pueda. Y eso va a crear un problema a Feijóo y su estrategia de voto útil. En definitiva, en este inicio de campaña las derechas van a estar muy entretenidas en negociar la formación de los gobiernos locales y regionales que, como en toda negociación, dará mucho de qué hablar. Si como creo, habrá coalición de gobierno PP – Vox en todas partes donde Vox sea necesario, eso dejará claro ante el electorado que, caso, de dar los números, Vox será parte del Gobierno de Feijóo. Y España será otro de los países donde la extrema derecha llega al gobierno de la mano de la derecha tradicional. Quizás esta perspectiva haga despertar al electorado progresista y sea un factor de movilización.

En resumen, en las próximas semanas tendremos una perspectiva clara de cómo se configuran los actores de esta función.

Continuará.

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