sábado. 27.04.2024
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Carlos Valades | 

La longeva compañía de títeres “El espejo negro” realiza un triple salto mortal con la adaptación de una de las mejores películas del cine español. Y sale victoriosa. Del 13 al 24 de marzo en el Teatro de la Abadía.

-"Amadeo: Me hacen reír los que dicen que el garrote es inhumano. ¿Qué es mejor, la guillotina? ¿Usted cree que se puede enterrar a un hombre hecho pedazos?
-José Luis: No. Yo no entiendo de eso.
-Amadeo: Y que me dice de los americanos. La silla eléctrica son miles de voltios. Los deja negros, abrasados. ¡A ver dónde está la humanidad de la silla!
-José Luis: Yo creo que la gente debe morir en su cama ¿no?
-Amadeo: Naturalmente, pero si existe la pena de muerte, alguien tiene que aplicarla".

En este diálogo se condensa la esencia de “El verdugo”, una sátira de la España más triste y rancia, un regate que el genial binomio Azcona-Berlanga le hacen a la censura franquista en una ácida crítica a la pena de muerte.

Antes de comenzar la función, una selecta recopilación musical de títulos de la época nos va metiendo en situación, desde anuncios publicitarios del licor Calisay hasta el Cola Cao. Los acordes del No-Do abren el espectáculo en tonos monocromáticos. Un funcionario de prisiones devora su almuerzo mientras el verdugo recoge la paga correspondiente a la ejecución del reo condenado. Amadeo, el ejecutor, olvida su maletín con los aperos necesarios para su trabajo en el coche de los de la funeraria. José Luis, un empleado que iba con él en el trayecto, decide acercárselo a su casa. José Luis se enamorará de la hija del verdugo con la que se casará. Amadeo ve en José Luis su sustituto en el trabajo y le convence para que acepte y desempeñe su labor.

Las marionetas utilizadas en la puesta en escena son caricaturescas, al estilo de las británicas spitting images, aunque en la del verdugo parece que estemos viendo al magnífico José Isbert. La marioneta de Carmen, que es representada de una manera voluptuosa y carnal, seduce a la marioneta de José Luis. Mención aparte es el guardia civil mallorquín, doppelganger del mítico Saza, aunque sin bigote.  

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Una de las dificultades a las que se enfrentó el director de la compañía Ángel Calvente, fue la gran cantidad de personajes del texto original que haría necesario la presencia de al menos diez actores. Todo se resolvió eliminando pasajes del texto original o en otras ocasiones siendo interpretados por los mismos actores humanos compartiendo espacio con las marionetas.

El perfecto juego de luces realza la expresividad de las marionetas, de las que ninguna supera el metro de altura. Los actores, magníficos en su labor, se multiplican, cantan e interpretan de una manera tan especial que insuflan alma en las marionetas que manejan. Cada una con su personalidad, pero todas ellas llenas de vida.

En conclusión, una magnífica adaptación recomendada a todo tipo de público a partir de los 14 años, un alegato contra la pena de muerte, una comedia de humor negro que nos remite magistralmente a tiempos pretéritos. Una época en la que un preso condenado a la pena capital podía morir a garrote vil, una práctica cuyo último ejecutado fue Salvador Puig Antich hace ahora cincuenta años, aunque su desaparición completa del Código Penal no llegó hasta el año 83. Una oportunidad única de ver a El Espejo Negro, una mítica compañía que lleva 35 años recorriendo los teatros, premiada en diversas ocasiones con el Max.

'El verdugo'. 60 años de una obra maestra