viernes. 26.04.2024
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Saber cribar la información y aprender a procesar los datos es la tarea fundamental de nuestra educación.  Solemos asociar la crítica con algo censurable. Criticar es tanto como poner verde a los demás. Es muy raro que quienes practican este deporten se apliquen sus duras críticas a sí mismos.

Pero hay otra vertiente de la crítica. Por algo Baltasar Gracián decide titular a su magnífica sátira social El Criticón, cuyo protagonista se llama previamente Critilo. Este nombre proviene del griego krinein, cuyo significado es discernir o juzgar. De ahí procede asimismo el término criterio, una regla establecida para juzgar. Tener criterio equivale a haber juzgado algo previamente, aplicando nuestro discernimiento.

Como es bien sabido, las obras mayores de Kant son tres Críticas. El espíritu de la Ilustración entendía que nada podía ser aceptado sin más, como los dogmas revelados de una religión. Bien al contrario todo debía ser sometido al cedazo de la crítica. Diderot habla de cribar y su Enciclopedia pretendía ser un instrumento para favorecer esa criba, exponiendo la visión oficial de las cosas y también otras perspectivas complementarias e incluso antagónicas, para que los lectores pudieran formarse su propio parecer con esa panorámica.

Esa divisa de la Ilustración parece haber perdido hoy en día su ascendiente. Impera una credulidad inducida por el frondoso caudal de información disponible. Bucear en los bancos informativos requiere una preparación que nos permita salir a flote sin ahogarnos en esas procelosas aguas. Hay que seleccionar cuidadosamente cuanto se nos dice o leemos, máxime al imperar el gusto por propalar noticias falsas y ese delirio que se ha dado en llamar hechos alternativos. Conviene desconfiar de quienes pretendan monopolizar verdades incontestables y dar un mayor crédito a las conclusiones que provengan de un diálogo sereno.

Bucear en los bancos informativos requiere una preparación que nos permita salir a flote sin ahogarnos en esas procelosas aguas

El ser humano es dialéctico. Sus deseos varían con la edad y las circunstancias, decantándose con los años. La forma de ver las cosas va configurándose con las vivencias acumuladas y el acceso al patrimonio cultural. Quizá no debiéramos empeñarnos tanto en delegar todo lo que supone algún esfuerzo. En vez de calcular mentalmente, preferimos hacer cualquier operación aritmética con una calculadora. Lejos de familiarízanos con las estrellas o con una simple brújula para fijar nuestro rumbo, utilizamos el móvil para establecer nuestro itinerario. Para qué memorizar nada, si todo está en internet. ¿Leer cuando se puede visualizar con mucha mayor comodidad una serie?

Es más interesante aprender a pescar que recibir un lote de pescado, por servirnos del conocido proverbio chino. Habilitarnos con el mayor número de capacidades resulta fundamental. No parece muy atinado estudiar con el único propósito de ganar dinero y triunfar en una u otra profesión, siendo emprendedores en materia de negocios. Primordialmente deberíamos formarnos para saber vivir lo mejor posible y cultivar luego el autodidactismo con criterio, sometiéndole todo a la crítica de nuestro discernimiento, para cribar los datos y separar el grano de la paja.

La reflexión ética nos proporciona criterios para fijar el rumbo y perseguir nuestra meta sin dañar o estorbar a los demás en su propio camino.

Las máquinas deberían ahorrarnos los quehaceres más ingratos, pero en modo alguno pueden absolvernos de lo que nos hace realmente humanos: la reflexión, el pensar y cambiar de parecer cuando encontramos mejores teorías o argumentos. Habría que divertirse haciendo cuentas y memorizando relatos e historias. Aventurarse por los caminos con un simple mapa o nuestro sentido de la orientación. Hacernos más autónomos en general. Relacionarnos en persona y no mediante sofisticados aparatos. Aprender a disfrutar de cada momento y el detalle más nimio sin la urgencia de querer abarcarlo todo en un instante. Aprender a seguir aprendiendo. Habilitar nuestras dúctiles y eficaces capacidades que pueden llegar a ser prácticamente infinitas.

Antes de ponernos a galopar sin más, hay que adoptar un criterio y saber a dónde queremos ir. La reflexión ética nos proporciona criterios para fijar el rumbo y perseguir nuestra meta sin dañar o estorbar a los demás en su propio camino. No se trata de ganar amañando nuestra cuadriga para correr con ventaja. Reporte mucha mayor satisfacción mejorar nuestras capacidades como auriga de nuestra propia vida, sin delegar esa responsabilidad en otras personas o mediaciones.

Los aurigas de nuestra propia vida