sábado. 27.04.2024
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El desafío de Burdeos. (Fuente imagen: PARES)

El desafío de Burdeos fue un reto lanzado por Carlos de Anjou al rey Pedro el Grande, según el cual se tenía que celebrar un juicio de Dios en Burdeos para solucionar de una vez la guerra por el trono de Sicilia.

LAS VISPERAS SICICILIANAS

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Imagen: PARES

Las Vísperas sicilianas se conocen como el acontecimiento histórico de la matanza de franceses en Sicilia en el año 1282, que acabó causando el fin del reinado de Carlos de Anjou en la isla, sustituido por los reyes de Aragón.

El treinta de marzo del año 1282, cuando las campanas de las iglesias de Palermo llamaban al oficio de vísperas, se produjo un levantamiento del pueblo de Palermo, que masacró la guarnición francesa presente en la ciudad.

El levantamiento se extendió a otras localidades de la isla, como Corleone y Mesina, hasta que se expulsó completamente de la isla a los franceses. Los sicilianos llamaron en su ayuda al rey Pedro III de Aragón.

Pedro III podía alegar en favor de su causa los derechos de su mujer Constanza, hija del rey Manfredo, de la casa de Hohenstaufen, que gobernó en Sicilia y Nápoles hasta su derrota y muerte a manos de Carlos I de Anjou en la batalla de Benevento.

En la primavera del año 1282, Carlos de Anjou se preparaba, en Nápoles, para encabezar una cruzada contra el Imperio bizantino y tomar Constantinopla. Se consideraba heredero de los príncipes cruzados y, como tal, pretendía restaurar el desaparecido Imperio Latino.

Insurrección en Palermo

Esperaban las escuadras napolitana y provenzal listas para zarpar a comienzos de abril en el puerto de Mesina. Un inesperado suceso le obligó a cambiar de planes. El treinta de marzo estalló en Palermo una gran insurrección contra los franceses. Existen distintas versiones sobre cómo se desencadenaron los hechos.

La versión tradicional sitúa la chispa que encendió la revuelta en la iglesia del Espíritu Santo de Palermo, en la que se festejaba el lunes de Pascua y numerosos habitantes de la ciudad se habían reunido para asistir a los oficios vespertinos.

En la plaza, junto al templo, los fieles esperaban la hora de iniciar las vísperas cuando llegó un grupo de franceses borrachos. Uno de ellos, un sargento, se dirigió a una joven casada y empezó a molestarla.

Su esposo, furioso, sacó un cuchillo y lo apuñaló. Los demás franceses acudieron a socorrerlo y a vengarlo, pero los palermitanos, más numerosos, los rodearon y les dieron muerte justo en el momento en que las campanas de la iglesia y las de toda la ciudad empezaban a tocar.

Existe otra versión bastante más probable que sostiene que el levantamiento estaba planeado y que quienes lo habían organizado habían dispuesto que la señal para la sublevación fuera el tañer de las campanas de vísperas.

Sea como fuere, iniciada la rebelión, la ira popular recorrió las calles de Palermo. Al grito de ¡Muerte a los franceses!, los habitantes de Palermo asesinaron a los cerca de 2.000 franceses que se encontraban en la ciudad, incluyendo a ancianos, mujeres y niños. Llegaron a asaltar conventos en busca de clérigos.

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Iglesia del Espíritu Santo de Palermo.

Independencia de Sicilia

En las jornadas siguientes, el levantamiento se extendió, en primer lugar, por las villas y ciudades cercanas, y después, por toda la isla. Únicamente Mesina se mantuvo del lado de los franceses, aunque finalmente se unió en abril a la rebelión.

Una vez hubieron conseguido su independencia, los sicilianos pretendieron establecer un gobierno republicano, organizado en comunas, o en ciudades libres inspiradas en el modelo de la Italia central y septentrional.

Dada la situación de indefensión, estas comunas no podrían sobrevivir por sí solas. Primero se solicitó la tutela del Papa. Este, Martín IV, de origen francés, rechazó tomar bajo su protección a la Sicilia que había expulsado al rey Carlos de Anjou.

Una delegación del Parlamento siciliano fue al encuentro del rey Pedro III de Aragón que se encontraba en el norte de África en el mes de agosto y le ofrecieron la corona.

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Pedro III de Aragón llega a Sicilia en las famosas “Vísperas Sicilianas” para acabar con el ejército francés de Carlos de Anjou. Sicilia pasaría a ser un reino más de la Corona de Aragón. (Wikipedia)

Pedro III de Aragón se dirigió a la isla y desembarcó en Trápani el veintinueve de agosto. Entró en Palermo el día treinta del mismo mes. El obispo de Cefalú le coronó como rey el ocho de septiembre.

El ejército insular resultó derrotado en Magliano di Marsi, pero el enfrentamiento definitivo tuvo lugar en Mesina, donde las tropas aragonesas derrotaron a los franceses definitivamente, provocándoles diez mil bajas y haciendo que no tuvieran ya capacidad para recuperar la isla. Carlos, eso sí, conservó el sur de la península italiana y como era la parte continental del reino siguió haciéndose llamar rey de Sicilia.

Tras la batalla naval de Nicótera de octubre del año 1282, la escuadra de Pedro de Queralt destrozó a la francesa, se produjo una insólita acción a cargo de varios centenares de almogávares que, al mando de Jaime Pedro, hijo ilegítimo del soberano aragonés, asaltaron de noche el arsenal de Catona y aniquilaron a la guarnición, incluyendo a Pedro de Alençon, sobrino de Carlos de Anjou.

Eso indignó a su tío, que acusó a su rival de comportamiento deshonesto, ajeno al código caballeresco, originando así la tradición del mencionado desafío de Burdeos. Pedro lo habría aceptado, pese a su superioridad en el campo de batalla, para restablecer su reputación porque, recordemos, además estaba excomulgado.

La propuesta consistía en un torneo a celebrar el uno de junio del año 1283 en esa ciudad, territorio neutral porque en aquella época pertenecía a Eduardo I de Inglaterra, que haría las veces de árbitro.

Todas las ciudades de la isla, así como las de Malta, se sometieron al rey Pedro, si bien Carlos seguía conservando el sur de Italia, en el que continuaba llamándose rey de Sicilia, a pesar de no dominar ese territorio.

La guerra prosiguió tras las muertes de Carlos I de Anjou y de Pedro III de Aragón, sostenida por sus herederos Carlos II el Cojo, por la parte francesa, y Alfonso III y Jaime II por la aragonesa.

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Carta del rey a Pedro de Aibar. (Imagen: PARES)

La paz de Caltabellota

Finalmente, tras el agotamiento del ejército francés, se firmó en el año 1302, la Paz de Caltabellota, que supuso la independencia de Sicilia bajo el gobierno de Fadrique, hermano de Jaime II de Aragón. Nápoles permaneció en manos de los franceses.

Aquel enrevesado juego de tronos arrojó la Corona de Aragón al abismo de una guerra de alcance continental. Carlos de Anjou se refugió en Nápoles y fue apoyado por Francia y la Santa Sede. Aragón se alineó con los gibelinos, defensores de la autoridad del Sacro Imperio sobre Italia.

Al entusiasmo inicial le siguieron años aciagos. El rey Pedro fue excomulgado, los ejércitos franceses y aragoneses se batieron por tierra y por mar, los elevadísimos impuestos para financiar la guerra empobrecieron a la sociedad y desembocaron en levantamientos populares, hambrunas y pobreza.

En el contexto surgido con las Vísperas sicilianas y la proclamación de Pedro III de Aragón como rey de Sicilia, el Papa Martín IV excomulgó a Pedro el Grande el nueve de noviembre del año 1282 y el veintiuno de marzo del año 1283, declaró el reino de Aragón vacante.

El uno de mayo del año 1283, el rey de Aragón escribió desde Trápani una carta en catalán a Pedro de Aibar, uno de los caballeros que debían acompañarle en el combate.

En ella le explicó el duelo, le ordenó que reuniese el mejor equipo militar que pudiese y se preparase para viajar urgentemente a Burdeos, y le advirtió de los peligros del camino a través de Gascuña, que se encontraba llena de compañías francesas con ganas de hacerlo prisionero.

Inmediatamente después, el monarca inició un viaje apresurado y peligroso para llegar puntual a su cita con Carlos de Anjou, y salvaguardar así su honor y el de Aragón.

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Duelo por el trono de Sicilia

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Carlos de Anjou, coronado como Carlos I de Sicilia. (Wikipedia)

Con la muerte del conde, Pedro I de Alencon, el seis de abril del año 1283, su tío el rey Carlos de Anjou retó a su rival el rey de Aragón a un juicio de Dios, por el que se pretendía dirimir en un duelo la guerra por el trono de Sicilia. Dos reyes, cada uno acompañado por 100 caballeros, se batirían a muerte bajo la supervisión del rey de Inglaterra.

La noticia corrió como la pólvora por Europa. Todo aquel que pudo movió sus hilos para detener aquella locura. El Papa los amenazó espiritualmente. El monarca inglés se inhibió y cedió temporalmente Burdeos a Francia para que la ciudad dejase de ser neutral, y así se forzase la suspensión del combate.

Carlos confiaba en que, o bien Pedro no vendría, con lo que él se vendería como triunfador por incomparecencia del adversario, o bien vendría, y el ejército francés lo apresaría. Pedro, aunque pronto fue consciente de que no habría combate, no quiso eludir el desafío.

Ante esta situación el rey Pedro de Aragón pidió ayuda al mercader de caballos, Domingo de la Figuera, el cual conocía los caminos y senderos hacia Burdeos.

Viajó escondido a la ciudad aquitana con un puñado de fieles, y compareció el día previo ante un notario bordelés que certificó documentalmente que el aragonés había cumplido y el francés había querido tenderle una trampa. Y, con el mismo sigilo que llegó, se fue.

Éste había navegado desde Sicilia hasta Cullera, punto de inicio de su viaje a caballo hacia el lugar señalado. De camino se reunió en Tarazona con su hijo Alfonso, quien le informó de que el rey inglés rechazaba tomar parte en aquello, pero admitía la celebración del torneo en su ciudad.

Le advirtió de la traición de las tropas francesas, lo que ponía a Pedro en una tesitura o llevaba él también a su hueste que era todo un problema logístico y estratégico o se presentaba sin que nadie se diera cuenta.

Eligió la segunda opción y, junto a algunos de sus mejores caballeros su consuegro Blasco de Alagón, el siciliano Corrado, el alcalde de Barcelona Lanza, y Bernat de Cruilles y Peratallada, más el padre de éste, Gilabert IV, realizó el trayecto disfrazado de criado del arriero que les guiaba, Domingo de la Figuera.

Entrada de incógnito en Burdeos

Lograron entrar de incógnito en Burdeos el día antes de la fecha señalada. Por la mañana, Pedro mandó decir al senescal del Ducado de Gascuña, Jean de Grailly, que era el árbitro elegido para sustituir al rey inglés, que acudiera al palenque acompañado de un con un notario y seis caballeros indicándole, que allí le esperaba un caballero del rey de Aragón. Allí se trasladó el rey aragonés de incógnito vestido de caballero y el senescal asistió al palenque con permiso del rey francés.

Carlos de Anjou y sus cien caballeros se presentaron el quince de mayo en Burdeos con su sobrino el rey Felipe III de Francia, el cual venía con 12.000 guerreros con la intención de apresar al rey aragonés.

El senescal llegó al palenque donde reconoció al rey de Aragón, el cual indicó su protesta por la inseguridad de su persona frente a la amenaza de los franceses, y dejó constancia de su presencia en el campo del duelo.

Una vez tomada escritura pública, Pedro III de Aragón se despidió del senescal y regresó al reino de Aragón. El senescal fue a informar al rey de Francia, ante lo cual Carlos de Anjou pensó que era una emboscada y esperó un día, pasado el cual sin incidentes los franceses abandonaron Burdeos.

Asimismo, reclamaba que se le reconociera la victoria, al haber vulnerado su rival los términos del acuerdo. A continuación, abandonó la ciudad mientras Jean de Grailly iba a informar a Carlos de Anjou, el cual, temiendo una emboscada, también se fue de Burdeos al día siguiente. Eso sí, al igual que el otro, reclamó la victoria.

El torneo no llegó a celebrarse

En suma, el torneo no llegó a celebrarse en sentido estricto y si los franceses querían recuperar Sicilia tendrían que renunciar a aquel juicio de Dios para hacerlo por medios terrenos, en una guerra convencional.

Pero ahí fueron derrotados en todos los frentes: por tierra, el ejército de Felipe III fracasó en su intento de invasión de Cataluña; por mar, la flota angevina volvió a ser vapuleada en el golfo de Nápoles.

De esta forma, llegó el final del conflicto y el Reino de Sicilia quedó definitivamente bajo la órbita de la Corona de Aragón primero, y de España después, hasta el primer cuarto del siglo XVIII.

El sorprendente desafío no consumado fue narrado con todo lujo de detalles por los cronistas posteriores, y cada uno lo decoró o tergiversó de acuerdo con sus simpatías por uno de los protagonistas. Además, se conservan algunos documentos originales del momento del evento, como el que se presenta aquí.


BIBLIOGRAFÍA

Chambers, D.S.  “Los papas de la guerra”.
Hinojosa Montalvo, José.  “Jaime II y el esplendor de la Corona de Aragón”.
Mendola, Louis.  “The Kingdom of Sicily 1130-1860”.
Moreno Echeverría, José María.  “Pedro III el Grande, rey de Aragón”.
Runciman, Steven.  “The Sicilian Vespers. A History of the Mediterranean World in the Later Thirteenth Century”.
Sammartino, Peter William Roberts.  “Sicily. An informal history”.
Wieruszowski, Helene.  “Politics and Culture in Medieval Spain and Italy”.

El desafío de Burdeos. Una historia medieval