jueves. 25.04.2024

Las primeras tropas francesas que cruzaron la frontera franco-española por Irún, fue a partir de octubre del año 1807. Se dirigieron hacia el interior de España camino de Portugal, por lo que su paso a través del territorio navarro no perturbó la vida de sus habitantes. 

La presencia de los franceses se hizo notar en febrero del año 1808, cuando el general D´Armagnac llegó a Roncesvalles con unos 2.500 hombres, e hizo su entrada triunfal, el día nueve de febrero, en Pamplona. 

Llegó como verdadero aliado, pero con el objetivo oculto de ocupar su ciudadela, puesto esencial de defensa para cualquier ejército. Pretendió el general francés alojar dos batallones en el interior de la misma, lo que no fue aprobado por el virrey de Navarra, Marqués de Villasantoro. 

  1. ESTELLA Y LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA
  2. LA BATALLA DE TUDELA
  3. LAS GUERRILLAS NAVARRAS
Antiguas imágenes de Fuenterrabía, perteneciente en aquellos años al reino de Navarra, junto con Irún y Lezo
Antiguas imágenes de Fuenterrabía, perteneciente en aquellos años al reino de Navarra, junto con Irún y Lezo

Poco antes del inicio de la guerra, el nueve de febrero del año 1808, los franceses llegan como aliados a Pamplona que era una ciudad con 15.000 habitantes, compuesta de labradores en su mayoría, y considerada como una de las ciudades más bonitas y coquetas de España.

Llegaron unos 2.500 soldados franceses pero días después aumentaron hasta los 4.000 de Infantería de Línea al mando del general D’Armagnac, que había nacido en Toulouse. 

Su llegada no despertó simpatías, pues Navarra odiaba al francés desde que en la guerra contra la Convención entre los años 1793 y 1795, los ejércitos revolucionarios franceses invadieron montaña navarra robando trigo, ganado, y quemando pueblos.

Se aloja la tropa en la ciudad, pero se impide su acceso a la Ciudadela, fortín con fama de inexpugnable, débilmente protegido por 300 soldados catalanes, muchos de ellos inválidos.

Pamplona era una plaza fuerte totalmente amurallada y con una ciudadela, aparentemente inexpugnable, levantada en el siglo XVI para oponerse a posibles incursiones francesas. En la composición, a la izquierda, grabado francés del año 1719; a la derecha, las murallas vistas desde el río
Pamplona era una plaza fuerte totalmente amurallada y con una ciudadela, aparentemente inexpugnable, levantada en el siglo XVI para oponerse a posibles incursiones francesas. En la composición, a la izquierda, grabado francés del año 1719; a la derecha, las murallas vistas desde el río

Ante esta negativa, el día quince de febrero, valiéndose de los soldados furrieles que cada día de madrugada acudían a la ciudadela a recoger el pan para la tropa y de un pequeño grupo de soldados escogidos, portando armas bajo sus capotes, se hicieron con el grupo de vigilancia, y ayudados desde el exterior por dos compañías de ganaderos se apoderaron inmediatamente de la fortaleza. 

Acto seguido se apoderaron de la armería, que contenía 10.000 rifles. Al día siguiente, estudiantes y religiosos se manifiestan en la ciudad, siendo disueltos por los franceses.

A las pocas horas, el general D´Armagnac justificaba su actuación mediante la publicación de un bando. A la ocupación de las ciudadelas de Pamplona y San Sebastián, siguieron las de Barcelona, Montjuich y Figueras, provocando tales acciones la inquietud entre la población, mientras Carlos IV de España y VIII de Navarra, junto a Godoy continuaban recomendando a las autoridades del Reino el trato de aliados a los franceses con el deber de suministrar víveres a las tropas.

A partir de las abdicaciones de Bayona, por las que se perdían las esperanzas de que Fernando VII fuera aceptado como rey, y de los sucesos de mayo en Madrid, el mantenimiento del orden y la convivencia resultó difícil a la Diputación del Reino y al virrey, una vez que las tropas francesas ya no fueron consideradas como aliadas sino como invasoras. 

Hubo muchas quejas de municipios navarros a la Diputación, a finales de mayo de 1808, por los abusos del ejército francés. Enseguida llegaron emisarios desde Aragón y Castilla con proclamas que invitaban a la subversión. 

Recreación de la batalla de Tudela en el cerro de Santa Bárbara, con la torre de la catedral al fondo
Recreación de la batalla de Tudela en el cerro de Santa Bárbara, con la torre de la catedral al fondo

Napoleón intentó anexionarse Cataluña, Aragón y Navarra a Francia ofreciéndoles una gran autonomía. Sin embargo, fue en estas regiones donde con más encarnizamiento se luchó contra él. Ya en el año 1809 se cantaba

¡Vivir en cadenas, 
cuan triste vivir! 
Morir por la Patria 
¡qué bello morir!,
 

También se cantaba: 

Franceses, idos a Francia; 
dejadnos con nuestra ley, 
que en tocante a Dios, al Rey 
a nuestra Patria y hogares 
todos somos militares 
y formamos una grey.

ESTELLA Y LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA

Fue la ciudad de Estella, la que el uno de junio manifestó el deseo de salir en defensa de la Patria, seguida de otros levantamientos en Tafalla, Puente la Reina, Viena, Villafranca, Cáseda, Lodosa, y Mañeru ante la inactividad de las autoridades forales residentes en Pamplona. 

Estella llevaba tiempo inquieta, y antes del dos de Mayo en sus calles ya se habían producido conatos de amotinamiento. Su Ayuntamiento, preocupado, había enviado a Rafael Carrasco en comisión a Bayona, para que le mantuviera al corriente de lo que allí sucedía, y para el veinticinco de abril comienzan a llegar los primeros informes y rumores.

El Ayuntamiento de Estella, asustado, informa a la Diputación que: 

“Esta mañana mui temprano he obserbado bastante bullicio en las Calles causado por la mayor parte de los mozos de mi vecindario que alarmados por las noticias ultimas de Aragón, han querido imitar su exemplo, fijando la escarapela encarnada en los sombreros. Mi alcalde y algunos indibiduos de mi auintamiento han procurado imbestigar el origen y objeto de esta comoción, y su respuesta ha sido manifestar el deseo de defender la Patria, y los derechos del Soberano...”

Los estelleses no aguantan más, y el uno de junio del año 1808, al día siguiente de que lo hiciera Zaragoza, y antes que Cartagena, Murcia, Lérida, Gerona, Valencia..., disuelven su Ayuntamiento, eligen una Corporación no colaboracionista, y se levantan en armas contra el francés. 

Tras Estella que tenía 4,700 habitantes y es la primera población navarra en alzarse, el día cinco lo hace Tudela que tenía 7.500 habitantes, el día seis Sangüesa que tenía una población 2.500..., pero en ninguna de estas dos cuaja la rebelión. 

Hay en la ciudad una recogida general de armas (bayonetas, lanzas, dagas, navajas, asadores, ganchos de hierro, azadas, sardes, etc.) en los días siguientes, y los estelleses se colocan la escarapela de color rojo, símbolo de la reacción pro fernandina.

A partir de entonces, y mientras la ciudad no está ocupada, Estella pasa a ser considerada cabeza del Reino de Navarra, y a ejercer como tal. Ante la pasividad de la Diputación, que sólo desea mantener el orden, la primera medida que toma el nuevo Ayuntamiento es lanzar una proclama a todos los pueblos de la merindad para que recojan las armas y formen compañías las conocidas como navarradas compuestas de cien hombres.

Estimulados por Estella, Tafalla, Puente la Reina, Viana, Villafranca, Cáseda, Lodosa y Mañeru se levantan, pero pronto las autoridades locales, junto con el clero, sofocan los levantamientos. 

Otros pueblos se reúnen por comarcas, protestan “¿Quién es Estella para ordenar la guerra? Que nos mande la Diputación” y toman “precauciones para estorbar el que los de Estella nos obliguen ha ir” a la guerra.

Estella se queda sola y aislada, como única ciudad navarra insurrecta. Sin embargo, no cede, se levantan barricadas en las calles y se dispone a hacer frente al invasor. El Virrey envía un grupo de alguaciles a Estella con órdenes de apresar a los líderes del levantamiento, pero los estelleses matan a uno y ponen al resto en fuga. 

La situación se complica, y en vista del cariz que toman los acontecimientos que se producen en España, Estella temiendo represalias, solicita ayuda al general Palafox, quien comunica por carta la imposibilidad de enviar auxilio.

El tres de junio, se tiene noticia de la salida de tropas francesas de Pamplona, y creyendo los estelleses que se dirigen a la ciudad, movilizan sus cuatro compañías, que equipadas con escopetas, espadas, horcas, azadas, etc., y al mando de Antonio Pérez, oficial de Marina retirado, salen a su encuentro tomando posiciones en Lorca. Algo parecido hacen los mozos de Mañeru.

La columna francesa se dirige a Zaragoza, venciendo en Tudela, el ocho de junio, a 1.500 hombres mandados por el marqués de Lazán, que era hermano del general Palafox, y que trataban de obstaculizar el avance de los franceses sobre la capital aragonesa.

Los de Estella, al conocer que las tropas francesas caminan hacia el Ebro, abandonan sus posiciones y siguen el recorrido de las tropas francesas. Avanzan tan rápido que trescientos estelleses, acompañados por el capellán Bernabé Iráizoz y el comisionado Miguel Insauisti, intervienen en la ofensiva de Gallur, donde mueren cuatro. Los franceses siguen en su avance y se inicia el primer Sitio de Zaragoza. Cuando los sobrevivientes vuelven a Navarra, muchos de ellos pasan a formar en las guerrillas

La Diputación, entre la espada y la pared, sigue pidiendo calma y sosiego hasta que a mediados de agosto, después del desastre francés en Bailén del diecinueve de julio del año 1808, y aprovechando la presencia de ejércitos españoles cerca del Ebro, declara la guerra a Francia.

Acuerda levantar cuatro batallones que lo formaran 4.800 mozos solteros de entre 17 y 40 años y cuya talla alcanzase cinco pies menos una pulgada, equivalente a algo menos de 1,50 metros, pero apenas tiene éxito en esta convocatoria. 

La Diputación abandona Pamplona, el treinta de agosto, instalándose primero en Ágreda en la provincia de Soria, después en Tarazona ya en Aragón, en Tudela hasta su ocupación por los franceses, el veintitrés de noviembre, para continuar en Huesca y acabar disolviéndose, en abril del año 1809 en Arnedo en La Rioja.

LA BATALLA DE TUDELA

La sublevación de Tudela fue la que tuvo una mayor repercusión. El Ayuntamiento celebró sesión extraordinaria, el dos de junio, para tratar de la invitación que el general Palafox hacía a los tudelanos, para que apoyaran la sublevación de Aragón y Valencia, prometiéndoles enviar de armas. Aunque las autoridades eran partidarias del orden, el pueblo se mostró dispuesto a sublevarse. 

El día seis de junio del año 1808, por la tarde llegaba a Tudela, el marqués de Lazán, con cañones, fusiles y municiones, a quien se unieron un buen número de paisanos. Se pretendía detener el avance del general Lefebvre hacia Zaragoza. Aunque el número de combatientes era elevado, la ofensiva no fue eficaz al contar en sus filas con personas inexpertas e indisciplinadas.

Plano del desarrollo de la batalla
Plano del desarrollo de la batalla

Cada día aumentaba el descontento de las poblaciones situadas en el camino real que conducía a Zaragoza al tener que soportar el paso de las tropas francesas y estar obligadas al abastecimiento de las mismas e incluso al traslado de material bélico con sus carros, mulas y bueyes. 

Por su parte la Diputación, que mantenía una coexistencia pacífica con las autoridades francesas, modificó las instrucciones dictadas en relación a los ejércitos franceses, invitándoles ahora a armarse. 

Como medio de liberarse del dominio francés que le exigía sufragar todos los gastos del ejército invasor, no encontró más solución que abandonar la capital del reino el treinta de agosto del año 1808. 

El objetivo no pudo cumplirse al entrar de nuevo el ejército francés en Tudela, el veintitrés de noviembre, por lo que los componentes de la Diputación tuvieron que salir de la ciudad y dejar Navarra.

Esquema de las posiciones españolas
Esquema de las posiciones españolas

Itinerantes por diversos lugares de Aragón, presididos por el abad del Monasterio de la Oliva, continuaron hacia la Rioja, enviando el trece de abril del año 1809 una carta a la Junta Central desde Arnedo, donde se disolvería definitivamente la legítima Diputación.

Durante los últimos meses del año 1808, Navarra fue una de las provincias más afectadas por la guerra. Mientras la zona norte y centro estaban ocupadas por los franceses, en el sur se encontraba todavía el ejército regular español. 

La lentitud en su ofensiva por el mal avituallamiento de sus tropas favoreció a los franceses quienes, presentaron batalla en Tudela, afirmando su superioridad en la táctica militar y generalizando la ocupación francesa en todo el Reino. 

La batalla de Tudela se produjo en los alrededores de la ciudad, el veintitrés de noviembre del año 1808. El general Castaños eligió Tudela y el valle del río Queiles hasta Tarazona para concentrar a las fuerzas españoles y articular una línea defensiva que hiciera frente a la embestida napoleónica. 

El enfrentamiento bélico se produjo cuando el ejército napoleónico emprendió una operación para cercar y destruir a los ejércitos españoles del valle medio del Ebro, que se encontraran en La Rioja, Navarra y Zaragoza. 

El ejército español tomó posiciones en el cerro de Santa Bárbara y en las alturas que dominan la margen derecha del río Queiles como son el monte de Santa Quiteria y el Cabezo Malla. 

Distintos errores de cálculo y la excesiva dispersión en la disposición de las tropas españolas a lo largo de la línea defensiva del río Queiles facilitaron al ejército francés la ruptura de la línea defensiva y la victoria en la batalla. 

Las bajas españolas se calculan en torno a los 4.000 muertos y 3.000 prisioneros, mientras que por parte francesa no llegan a 600 los muertos y heridos. El resultado de la batalla provocó el saqueo de Tudela, la huida de muchos vecinos a Zaragoza y las Bardenas y dejó a las tropas napoleónicas el camino abierto para emprender el segundo sitio de Zaragoza. 

Los franceses establecieron numerosas guarniciones en las rutas más utilizadas para el paso de las tropas y en los pueblos próximos a la frontera con el fin de mantener el orden entre la población y asegurar las comunicaciones.

General Francisco Javier Castaños
General Francisco Javier Castaños

Una vez que el intento de formar un ejército navarro había fracasado y la presencia de las tropas francesas persistía, aparecieron numerosos grupos de voluntarios armados, que, como en otras provincias, estuvieron animados por un sentimiento patriótico ante la traición de Napoleón, la ocupación militar francesa y el rapto de la familia real. 

LAS GUERRILLAS NAVARRAS

Tras la derrota de Bailén, el Ejército francés abandona el primer sitio de Zaragoza Navarra, estaba llena de franceses y ocupada por las divisiones de Grand-Jean, de Marlon, y de Leval, siendo una de las provincias españolas que más sufre la presencia francesa.

El cuatro de noviembre de 1808, para vengar la derrota de Bailén, entra Napoleón al frente de 180.000 hombres, arrolla en cuantas batallas participa como en Gamonal, Espinosa de los Monteros, Tudela, Somosierra..., y su ejército pone un segundo sitio a Zaragoza.

Las primeras guerrillas estaban activas en ese momento. La primera se atribuye a Andrés Galdúroz, párroco de Valcarlos, que se echa al monte capitaneando un grupo de unos cuarenta voluntarios, que más adelante se incorporaron a la División de Navarra.

Le sigue Andrés Eguaguirre, de Mendigorría, quien comisionado del general Palafox, y vistos los antecedentes de la ciudad del Estella, recorre toda la merindad ordenando el alistamiento de los mozos de 16 a 40 años. Instala su oficina de reclutamiento en el Almudí estellés, y con las 400 personas que se apuntan crea los Escopeteros Voluntarios Móviles de Navarra.

Coloca una bandera encarnada en la Cruz de los Castillos en señal de independencia, y establece su cuartel general en el encinar de Baigorri.

Estella es atacada por una división francesa en agosto, que rechazada tiene que retirarse a Puente la Reina. Regresa reforzada al día siguiente, y las fuerzas que defienden la ciudad se refugian en los alrededores de la ermita de Santiago de Lóquiz, junto a la que pasaba el camino que conducía a Álava. El nueve de septiembre, Estella sufre otra ofensiva, y durante cinco años es escenario principal de la guerra.

Al capitular la ciudad de Zaragoza, el veintiuno de febrero del año 1809, entre los prisioneros que deportaban a Francia estaban dos hijos del importante ganadero roncalés Pedro Vicente Gambra, suya era la casi toda la ganadería ovina del valle, los cuales fueron liberados en Caparroso.

Navarra ya estaba poblada de guerrilleros a finales del año 1808 y primeros meses del año 1809, Los nombres de Miguel Galdúroz, Francisco Zabaleta, Andrés Ochotorena, Félix Sarasa, Hermenegildo Falces de los Fayos, Vicente Carrasco, Gregorio Cruchaga, Francisco Glaría, estuvieron ligados a diversas actuaciones en la zona de Roncesvalles, valle del Baztan, Roncal, en la Merindad de Sangüesa, en la de Estella etc.

Durante el último trimestre del año 1809, Navarra se llenó de pequeñas partidas que exigían raciones, robaban armas, caballos, dinero y alhajas a los pueblos. Se apoderaban de los diezmos, y requisaban la plata de las iglesias: cruces parroquiales, bandejas, vinajeras, incensarios y demás son fundidas y vendidas. Son robos amparados por una consigna de la Junta Central para incrementar los fondos de guerra y sustraer esas riquezas a la rapacidad de los franceses.

En Estella, el presbítero Hermenegildo Garcés de los Fayos, al frente de la denominada partida de la Santa Cruzada, requisó todos los mosquetes y armas de fuego de la armería de la ciudad, y toda la plata de iglesias y conventos. Lo propio hizo con la plata de las iglesias de Oteiza de la Solana y Dicastillo, localidades próximas a Estella.

Las guerrillas sueltan a los presos y los incorporan a la partida, Es frecuente que se lleven hombres a la fuerza y secuestran a cuantos pastores y mozos encuentran en el monte o lejos de los pueblos. Al no tratarse de guerrillas numerosas, los pueblos las llaman “partidas de malhechores, de salteadores y de brigantes”.

El guerrillero navarro, Javier Mina
El guerrillero navarro, Javier Mina

Dentro de los grandes guerrilleros debemos destacar a Javier Mina conocido como “El Estudiante”, o “El Mozo”, a quien los oficiales del ejército español que actuaban en Aragón y Cataluña le habían encomendado, en mayo del año 1809, la misión de organizar y fomentar la guerrilla navarra.

Creó su propia partida, se reunió después en Pamplona, con los jefes de otras guerrillas y acordaron formar una partida de voluntarios, que recibió el nombre de Corso Terrestre, con el objetivo de enfrentarse unidos a los franceses. 

De esta manera, concentró bajo su mando un buen número de partidas que recorrían Navarra actuando independientemente, careciendo de una mínima disciplina y cometiendo, en ocasiones, acciones que contribuían al desprestigio de la guerrilla misma.

El general Areizaga aprobó el nombramiento de Javier Mina como comandante del “Corso Terrestre”. El prior de Ujué, al que la Junta Central había otorgado facultades para que dirigiera la lucha contra los franceses en Navarra, le reconoció igualmente y le proporcionó víveres y dinero para pagar a los voluntarios e incluso organizó una red de espionaje que facilitó en gran manera la eficacia de la guerrilla.

Espoz y Mina
Espoz y Mina

Javier Mina, nacido en la aldea de Otano y estudiaba para cura en seminario de Zaragoza cuando cayó Godoy. Participó en el alzamiento de la capital aragonesa, y, tras apoyar el nombramiento del general Palafox como capitán general de Aragón, vuelve a Navarra. Conspiró a las órdenes del coronel, Juan Carlos de Aréizaga, participó en la batalla de Alcañíz, y en las proximidades de Estella organizó el Corso Terrestre de Navarra con la finalidad para aglutinar las muchas partidas independientes e indisciplinadas que sometían a los pueblos a constantes violencias y robos.

El siete de agosto del año 1809, Mina se echa al campo con doce hombres, y cinco días más tarde apresa en el Carrascal a diez artilleros franceses. A finales de mes, se le incorpora algunos guerrilleros más. Quita a los franceses 60 mulas en Puente la Reina, y se apodera en Estella de una importante cantidad de paños fabricados por la industria local, con los que viste a sus hombres.

El Corso Terrestre de Navarra, de sorpresa en sorpresa, continúa absorbiendo guerrillas e incorpora desertores alemanes, polacos e italianos. Los franceses ponen precio a su cabeza.

Inicialmente los efectivos del “Corso Terrestre” no lograron ponerse de acuerdo en la elección de un nuevo comandante, lo que produjo la desintegración de la guerrilla más importante habida en Navarra hasta ese momento. 

Sin embargo, una nueva reunión promovida en Aibar por algunos patriotas no conformes con que desapareciera la obra de Javier Mina llevó a la elección de Francisco Glaría, que era beneficiado de Navascués, como nuevo comandante de las guerrillas navarras. Su rápida muerte determinó una nueva elección, de la que salió nombrado Francisco Espoz y Mina, que fue tío de Javier Mina y que será el segundo gran guerrillero navarro..

El nuevo comandante trató por un lado de acabar con las numerosas bandas armadas, que proliferaron a la disolución del “Corso Terrestre”, utilizando tanto los halagos y recompensas como imponiendo el peso de su autoridad. 

Logró, por otra parte, la incorporación de algunas guerrillas, a destacar entre ellas la de Gregorio Cruchaga, hombre con un gran historial militar. Obtuvo de la Junta de Aragón el nombramiento oficial como comandante de la guerrilla en mayo del año 1810 y pretendió el mismo reconocimiento por parte de la Regencia. 

Sin embargo, fue el prior de Ujué, que se encontraba entonces en Cádiz, quien recibió el nombramiento. No obstante, algunos meses después, éste renunciaba y, el veintiséis de septiembre del año 1810, Francisco Espoz y Mina recibía el nombramiento de comandante de la guerrilla navarra con graduación de coronel.

Valiente y obstinado, ambicioso y astuto, duro y a veces cruel. Austero en sus costumbres, impone en la guerrilla una disciplina más estricta que en el ejército regular, e imparte una justicia rápida e inflexible. Listísimo, de gran talento natural, aunque casi iletrado, domina el vascuence y se expresa mal en castellano.

En el tiempo que media entre los dos sitios de Zaragoza sirve de mozo de cuadra al general francés Rostolland. Enfrentado a un soldado francés que insulta a su madre, lo mata y corre a alistarse en el batallón de voluntarios de Doyle destinado en Jaca, en el que había unos ochocientos navarros.

Cuando la ciudadela de Jaca cae en manos francesas, aprovechando los trámites de la capitulación se descuelga por la muralla junto con otros navarros, y vuelve a su tierra para incorporarse a la guerrilla de su sobrino Martín Javier Mina Larrea, ocho años menor que él, y conocido por la historia como Javier Mina, Mina el Mozo o Mina el Estudiante.

Ciudadela de Jaca, de cuyas murallas se descolgó Francisco Espoz (y Mina) e Ilundáin para unirse a la guerrilla de su sobrino Javier Mina
Ciudadela de Jaca, de cuyas murallas se descolgó Francisco Espoz (y Mina) e Ilundáin para unirse a la guerrilla de su sobrino Javier Mina

Acosado por tres columnas Espoz y Mina vuelve a dispersar a su guerrillero, y hallándose en Labiano en casa de su amigo Munárriz con una compañía de infantes y 20 jinetes, se confía a su suerte, y a pesar de ser avisado de la proximidad de sus perseguidores, se demora, sale tarde del pueblo, y en un bosquecillo cae del caballo al ser herido en su brazo izquierdo por un sablazo que le da un gendarme.

Apresado, es interrogado en Pamplona por el general Reynaud, ayudante de Dufour, quien lo amenaza con ser ahorcado, hecho cuartos, y expuesto en los caminos públicos y le obliga a escribir una carta a sus guerrilleros en la que les pide que se entreguen bajo la promesa de ser indultados.

El general Suchet, desde Zaragoza, impide su ahorcamiento y lo envía a Bayona, donde es nuevamente interrogado y el médico que lo atiende propone la amputación del brazo, a lo que Mina se opone.

Enviado a París, durante cuatro años permanece preso hasta su liberación el dieciséis de abril del año 1814. Durante su primer año de reclusión estuvo encerrado en una celda circular de ocho pies de diámetro de uno de los torreones que flanquean el donjón de la prisión de Vincennes, amueblada con “un catre de correas, una estufa, una mesa, una silla, un arca, una cubeta y una palangana”, donde apenas podía moverse y estaba totalmente incomunicado y no se le permitió recibir ni enviar correspondencia. 

Después, trasladado a otra estancia más amplia de la misma torre, coincidió con un general francés, padrino de Víctor Hugo, quién le aficionó a los clásicos y le inició en la táctica y la estrategia, que perfeccionó en la biblioteca del castillo estudiando matemáticas y el arte de la guerra.

Cuando regresa después de la guerra, para apartarlo de España lo nombran comandante general de las fuerzas militares de la Corona en México, nombramiento que rechaza. Intenta junto con su tío Espoz apoderarse de la ciudadela de Pamplona, no lo consiguen, y tienen que exiliarse. 

Cuando Espoz y Mina desaparece, la guerrilla cambió el nombre por el de División de Navarra y sus efectivos crecieron progresivamente hasta alcanzar, a finales del año 1812, la cifra de unos 11.000 hombres que actuaron en distintos lugares de Navarra, Aragón, y Vascongadas. 

No fue ajeno a este desarrollo el buen trato que recibían los voluntarios que se incorporaban a la guerrilla, tanto en el aspecto alimenticio, como por la percepción de una paga diaria fija. 

Como premio a los éxitos obtenidos en acciones de guerra, Espoz fue ascendido a brigadier de infantería y se le concedió el título de mariscal de campo. En buena parte estos triunfos se debieron a que el pueblo navarro, en general, brindó un apoyo incondicional a la guerrilla tanto en personas como en víveres y dinero. 

Es verdad que no faltaron, en ocasiones, acciones intimidatorias de los jefes guerrilleros para obligar a una mayor colaboración, y algunos castigos a municipios y personas por haber contribuido a los pagos exigidos por las autoridades francesas.

A comienzos del año 1813, Napoleón percibió la imposibilidad de dominar todo el territorio español e indicó a José I que trasladara su Estado Mayor a Valladolid. Espoz y Mina, que había recibido de los oficiales del ejército español la misión de distraer al ejército francés del Norte, dominaba ya Navarra a excepción de Pamplona en el mes de jumo. 

El triunfo de Vitoria por las tropas hispano-inglesas obligó a los franceses a replegarse hacia la frontera. Una nueva ofensiva al mando del mariscal Soult fue detenida en Sorauren por Wellington. 

El treinta y uno de octubre del año 1813, tras cuatro meses de asedio, en los que el hambre se hizo presente, se rindió la guarnición de Pamplona. Terminaba así la presencia de los ejércitos invasores en el Reino y el escenario de la guerra se trasladaba al sudoeste francés.

De los seis años de permanencia francesa en Navarra, interesa destacar por un lado las reformas fiscales y administrativas llevadas a término por los Gobernadores de Navarra, generales Dufour y Reille, a fin de conseguir ingresos suficientes para hacer frente a los gastos del ejército y de la administración.

Por otro lado, debemos destacar la resistencia generalizada del pueblo navarro y la no identificación de las autoridades del Reino con los ideales afrancesados, a pesar de su coexistencia y colaboración.

La población, durante esos años, sufrió un estancamiento, más por una disminución de nacimientos que por una acusada mortandad. Desde un punto de vista económico, la participación de Navarra en la guerra fue extenuante.

El pueblo navarro tuvo que abastecer de víveres a las tropas francesas, al ejército español cuando intervino en el Reino y a la guerrilla, soportar las imposiciones decretadas por las autoridades francesas, tales como requisas de ganado y cereales, empréstitos y contribuciones muy gravosas, además de estar obligado al mantenimiento de los hospitales tanto franceses como españoles.


Bibliografía

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Irribarren, José María. “Espoz y Mina el guerrillero”.
Jimeno Jurío. José María. “Guerra de la Independencia”. Temas de Cultura Popular. Pamplona. 
Miranda Rubio, Francisco. “La guerra de la Independencia en Navarra. La acción del Estado”. 1974. Pamplona.
Miranda Rubio, Francisco. “La guerrilla en la guerra de la Independencia”. 1983. Temas de Cultura popular. Pamplona.
Muñoz Maldonado, José. “Historia política y militar de la guerra de la independencia”. 1833. Madrid.

La guerra de la independencia en Navarra 1808-1814