sábado. 27.04.2024
 

Iniciamos 2024 con la frustración de quienes predecían catástrofes apocalípticas y se han quedado con las ganas de que España se hubiera roto como ellos pronosticaban, algo que en el fondo deseaban para justificar su obsesión por salvar a la patria de quienes mancillan el idioma, la cultura, la religión, la identidad étnica, y en suma el orgullo de ser una nación grande y libre como lo fue en un pasado no tan lejano. 

Sin embargo, y a pesar de que España siga sin romperse siquiera un poco, flota cierta incertidumbre en el ambiente debida a la dificultad del Gobierno para cuadrar unos pactos que garanticen la firmeza y durabilidad de la XV Legislatura que ahora levanta anclas.

Si bien el Partido Popular fue el más votado en las elecciones generales del pasado mes de julio, ser los primeros de la lista no les ha servido de nada para poder gobernar ni siquiera con la ayuda de sus hermanos separados de la ultraderecha. Que Pedro Sánchez siga siendo el inquilino de la Moncloa ha impulsado a los conservadores más furibundos a proferir groseras descalificaciones y protagonizar manifestaciones de calado hostil como la del 31 de diciembre ante la sede madrileña del PSOE en Ferraz. Esa Nochevieja, al grito «hijo de puta» (improperio dirigido a Sánchez) o «hay que acabar así» (en alusión a un muñeco colgado del cuello que representaba al presidente del Gobierno) una turba enfurecida apaleó con saña al monigote. 

Pedro Sánchez tendrá que jugársela haciendo equilibrios imposibles sobre la cuerda floja de la gobernabilidad, sin red, y en el más difícil todavía

Por cierto, no deja de ser curioso que pocos días antes del apaleamiento del muñeco, en una entrevista concedida al diario argentino ClarínSantiago Abascal manifestara que «el Gobierno en España está aboliendo el Estado de Derecho, está suprimiendo el Poder Judicial, está asaltando la Constitución» y «habrá un momento» en el que el pueblo querrá «colgar de los pies a Pedro Sánchez».

No hace falta ser adivino para pronosticar que la legislatura que ahora comienza va a ser muy complicada. Tanto que Pedro Sánchez necesitará recurrir a malabarismos para negociar con éxito las exigencias de un heterogéneo grupo de socios en el que tanto hay partidos nacionalistas de izquierdas como de derechas, así como un Podemos ofendido y rencoroso que ha debutado en el Congreso alineándose con el PP y Vox al votar contra el decreto de la reforma del subsidio de desempleo propuesto por la vicepresidenta segunda del Gobierno, Yolanda Díaz

Pedro Sánchez tendrá que jugársela haciendo equilibrios imposibles sobre la cuerda floja de la gobernabilidad, sin red, y en el más difícil todavía de tener como adversarios no sólo a la oposición sino también a unos socios codiciosos y un exsocio resentido. 

Recordemos que hace menos de dos meses, Carles Puigdemont, en una conversación informal con Manfred Weber (presidente del Partido Popular Europeo) dijo que si Pedro Sánchez no cumplía sus exigencias, podría acabar con él en cualquier momento pactando una moción de censura con el PP. En este sentido, Junts ha empezado a jugar fuerte arremetiendo contra el Gobierno en la primera sesión de esta legislatura con la amenaza de no apoyar los tres decretos que se sometían a votación, creando un tenso clima —sin duda preparado a conciencia— hasta que en el último segundo optaron por una abstención que hizo posible la aprobación del decreto ómnibus y el de anticrisis. 

Una vez más Pedro Sánchez deberá poner a prueba su capacidad de resucitar cuando todos le den por muerto

La XV legislatura promete ser de infarto, y Junts será quien más tensión cree al exigir incluso lo imposible. Esquerra dará tirones de oreja, pero no torturará con saña. Podemos ejercerá su derecho a la vendetta y al resarcimiento. Y ya por último, los vascos, PNV y Bildu, serán menos severos pero algo harán de vez en cuando para contentar a sus votantes. 

Una vez más Pedro Sánchez deberá poner a prueba su capacidad de resucitar cuando todos le den por muerto. Confiemos que su habilidad la aplique para mantener cohesionada a las izquierdas que le han vuelto a apoyar, pero también para cumplir del mejor modo posible para todos los pactos firmado con el independentismo catalán.

 En ocasiones excepcionales hay que ser coherente con las decisiones y considerar que la meta no sólo consiste en alcanzar la excelencia, sino en diligenciar las decisiones del mejor modo posible para evitar lo peor. 

Hay veces en las que evitar un mal mayor y apostar por un mal menor puede ser una buena estrategia. Y en este caso, para muchos el mal mayor no es sólo la amnistía ni que el PP gobierne, sino por ejemplo, que Santiago Abascal sea el vicepresidente del Gobierno de España.

La XV Legislatura: un nuevo reto para el equilibrista Sánchez