sábado. 27.04.2024

Han pasado cuatro meses y el Partido Popular sigue sin recuperarse del golpe que les supuso el resultado de las elecciones generales del 23-J. Es obvia la frustración que todavía afecta a Alberto Núñez Feijóo y a aquellos que depositaron en él la esperanza de una legislatura en la que la derecha se hiciera con las riendas del Gobierno de España. Del mismo modo, se percibe un cierto alivio en muchos españoles (más de la mitad) que se sienten aliviados al saber que no habrá un gobierno donde la vicepresidencia y algún que otro ministerio quede en manos de la extrema derecha.

Tanto en los ambientes progresistas como en quienes, sin ser de izquierdas, no comulgan con la extrema derecha, se percibe cierto alivio al saber que el Gobierno de España no caerá en manos de quienes, subrepticiamente, vinculan al actual gobierno con un terrorista asesino («que te vote Chapote»). Incluso hay quienes extraen un rédito positivo de las manifestaciones contra la amnistía en las que se oyen consignas como «Viva Franco», se canta el Cara al Sol, proliferan los saludos fascistas, y se exhiben pancartas con la intención de deslegitimizar al presidente de Gobierno («Pedro Sánchez hijo de puta» «Pedro Sánchez a prisión». La ilación positiva a extraer estas actitudes soeces y antidemocráticas es el efecto contrario que en los auténticos demócratas reafirma su rechazo a todo aquello que no identifique a España con un lugar donde los ciudadanos tengan la posibilidad de pensar, hablar y actuar libremente sin que ningún ente se los prohíba o los coaccione impidiendo que todos podamos ser libres e iguales ante la ley independientemente de ideologías y credos.

¡Ay señor Feijóo! Que desacertada decisión tomó usted al abandonar su exitosa concatenación de mayorías absolutas en la Xunta

Al sentarme a escribir estas reflexiones he dudado entre hacerlo en formato de carta abierta a Alberto Núñez Feijóo o bien limitarme a un convencional artículo. Ya sobre la marcha he optado por seguir el camino de en medio. Voy a dirigirme a partir de ahora a usted, señor Feijóo, como si estuviera escribiéndole una carta. Lo hago con la sana intención de animarle a que, a partir de ahora, cuide de sí mismo para evitar consecuencias no deseadas como secuelas del error que cometió al renunciar a la presidencia de la Xunta de Galicia y aceptar la llamada de su partido para presidir el Gobierno de España. ¡Ay señor Feijóo! Qué desacertada decisión tomó usted al abandonar su exitosa concatenación de mayorías absolutas en la Xunta, algo insólito que parecía no tener fin, a cambio de pasar de la política autonómica a la estatal, de golpe y porrazo, y sobre todo sin ninguna experiencia en política nacional que avalara su aptitud.

Es lamentable que se dejara seducir por las taimadas promesas de quienes le ofrecieron la luna y a quienes usted creyó sin reservas, tal vez cegado por la ambición o puede que sólo por su disciplinado sentido del deber al sentirse obligado a obedecer una demanda que le hacía su partido. 

Qué pena, señor Feijóo, verse inmerso en la situación que ahora atraviesa cuando, sin duda, lo que más le habría gustado es haber protagonizado la negociación de la amnistía a los condenados por el procés. Usted y Carles Puigdemont cara a cara. Nada más y nada menos. Tengo la convicción —aunque me lo niegue y lo jure poniendo su mano derecha sobre la Biblia— que si usted hubiera estado en la tesitura de Pedro Sánchez, su partido, por muy de derechas y español que sea, le habría animado a que considerara el acuerdo con Puigdemont como una victoria, un bien para España, una estrategia de alta política encaminada a un acercamiento entre el independentismo catalán y el resto del Estado, y de ninguna manera una amenaza de ruptura (de España) y mucho menos una traición. Porque así es la política. No nos engañemos.

Lo que más le habría gustado es haber protagonizado la negociación de la amnistía a los condenados por el procés. Usted y Carles Puigdemont cara a cara

Le pondré un ejemplo de cómo es posible que un mismo hecho tenga dos interpretaciones en función de quien sea el encargado de ponderarlo. A finales del pasado siglo (tras las elecciones generales de 1996), el entonces presidente José María Aznar se reunió con Jordi Pujol en el Hotel Majestic de Barcelona con la intención de solicitar su apoyo en la investidura a la presidencia del Gobierno de España. Durante las negociaciones, el entonces Honorable President exigió a cambio de su ayuda que el gobierno de Aznar suprimiera la mili (muy probablemente para desligar a los jóvenes catalanes de una identificación con el resto de España o vaya usted a saber por qué) así como también que desaparecieran los gobiernos militares en las provincias catalanas y se traspasaran las competencias de tráfico a los Mossos d’Esquadra. Hubo más exigencias, pero el presidente Aznar fue fácil de convencer (recordemos que en aquellos tiempos hablaba catalán en la intimidad) y dijo que sí a todo lo que se le pidió sin que España se rompiera por ello. Se honesto señor Feijóo y reconozca que usted habría actuado de un modo parecido al de Pedro Sánchez si hubiera tenido que negociar con el independentismo catalán, máxime si los independentistas hubieran aceptado acatar la Constitución en todos los puntos del acuerdo, renunciar al referéndum, y decir no a la unilateralidad a cambio de un diálogo, como así ha sido en las actuales negociaciones. 

En fin señor Feijóo, ya de camino al punto y final confío que sepa bien lo que le conviene hacer. Permítame que le dé un consejo y le pida que no se esfuerce demasiado por mejorar algo —y me refiero a su futuro político— que podría complicarse aún más. Hágame caso y déjese guiar, por la señora Isabel Díaz Ayuso y también por sus asesores, porque ellos y el tiempo le irán indicando cuál es el camino a seguir. Ya lo verá.

Sin más, cuídese.

Cuídese señor Feijóo