sábado. 27.04.2024
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A la hora de aproximarse a la persona de Carles Puigdemont, primero hay que echar un breve vistazo a la historia de Cataluña. En contra de las simplificaciones propagandísticas habituales, Cataluña casi nunca ha sido un actor político soberano en su historia, sino que una y otra vez ha sido una moneda de cambio entre los intereses de las casas reales europeas y objeto de sus conquistas: Del Reino de Aragón al Reino de Castilla, más adelante bajo dominio austriaco, holandés o francés (el departamento francés de Pirineos Orientales formó históricamente la parte norte de Cataluña). La actual lucha de Cataluña por la independencia debería colocase en este contexto: una continuación de su lucha por su identidad entre las potencias. Por el contrario, si el actual Estado español afirma que Cataluña siempre ha sido parte integrante de una "patria española", se trata de una falsificación de la historia.

Sin embargo, la identidad catalana ha crecido en este tira y afloja histórico entre poderes y aunque sin soberanía política se ha desarrollado y consolidado. Sus elementos clave son la lengua y la cultura catalanas. La fe católica ha jugado un papel importante en esta cultura: una fe abierta y comprometida. No es por casualidad que el Concilio Vaticano II goce de gran aceptación allí y que el actual Papa Francisco goce de gran aprecio.

Esta fe, una especie de variante, ‘izquierdista‘ de la religión católica, puede encontrarse en políticos catalanes que, según criterios alemanes, estarían muy alejados de ella. Un ejemplo es Toni Comín, compañero de Puigdemont que era consejero de Sanidad en su gobierno. Su padre era un comunista acérrimo, pero a su entierro asistió el abad del monasterio de Montserrat, y su hijo, como cristiano, depositó un ramo de claveles rojos en la tumba de su padre. Otro ejemplo es Oriol Junqueras, líder de Esquerra Republicana que era vicepresidente en el gobierno de Puigdemont. Sorprendente para un alemán, pero obviamente no una táctica de exoneración inventada: como acusado en el procés (fue condenado a 13 años de cárcel), ante el Tribunal Supremo se refirió repetidamente a su fe cristiana.

Lo mismo puede decirse del propio Puigdemont: Nacido en 1962 en las humildes circunstancias de una familia con ocho hijos - su padre era pastelero -, de joven pasó varios veranos en el monasterio cisterciense de Poblet. Como él mismo explica, se sintió atraído por la espiritualidad del lugar, unida a la receptividad y tolerancia de los monjes. Sin embargo, tiene una visión crítica de la iglesia como institución. No obstante, Puigdemont está casado con la periodista rumana Marcela Topor (razón por la que habla rumano además de catalán, español, francés e inglés), y ambos concedieron gran importancia a una ceremonia de boda por la iglesia: tanto la católica romana, celebrada en Cataluña, como la ortodoxa rumana, celebrada en Rumanía. En Alemania se atribuiría sin duda al cultivo de la imagen la respuesta de Puigdemont en una entrevista, cuando se le preguntó qué era lo que más le satisfacía de su trabajo como alcalde de Girona - la primera etapa de su carrera política. Dijo: "Es muy íntimo. Ayudar a la gente que está mal, darles un poco de calor en situaciones dramáticas". Esto concuerda con su afirmación de que su fe cristiana se basa en el mandamiento: "Ama a tu prójimo como a ti mismo".

Otro aspecto que irritará en Alemania a la hora de acercarse a la persona de Puigdemont es el marco partidista en el que se desarrolló su carrera política: A los 18 años - se ganaba la vida como reportero de fútbol para un pequeño periódico - se afilió al partido CDC (Convergencia Democrática de Cataluña), liderado entonces por el católico-conservador Jordi Pujol (presidente de Cataluña durante 23 años). Este partido se fusionó más tarde con el partido democristiano Unión Democrática de Cataluña para formar el partido CiU (Convergencia i Unió). Posteriormente se convirtió en Junts per Catalunya. Gracias a la alianza electoral Junts pel Sí por fin Puigdemont se hizo Presidente de Cataluña. En esa alianza su partido CDC colaboró con Esquerra Republicana (ERC), los "Demócratas de Cataluña" y el "Movimiento de Izquierdas". Hasta su destitución, su gobierno contaba incluso con el apoyo de la CUP (Candidatura d`Unitad Popular), una organización de izquierda radical y anarquista según los estándares alemanes: un espectro que va desde la corriente católico-conservadora hasta la izquierda radical. Como si fuera poco, en el exilio en Bélgica, Puigdemont además fundó el "Consejo por la República Catalana".

Este surgimiento, desaparición y reagrupamiento de partidos en la carrera política de Puigdemont recuerda lo mencionado al principio de este artículo sobre la historia de Cataluña: lo que parece errático, también puede entenderse como una lucha por la identidad - en este caso la identidad política.

¿Podrá Carles Puigdemont regresar pronto a España sin temor a represalias? Difícilmente. El tristemente célebre juez Manuel García Castellón quiere ahora acusarle de "terrorismo", que como delito no debería estar amparado por una amnistía. Además, el derechista Partido Popular (PP) intentará bloquear la ley de amnistía en el Senado, en el que tiene mayoría, durante el mayor tiempo posible.

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