domingo. 28.04.2024
puigdemont

Mi madre amantísima, cuando éramos niños nos preparaba la ensaladilla rusa colocando sobre la mesa separados los distintos ingredientes, cada uno en su correspondiente plato. De este modo sus hijos podíamos comer a capricho prescindiendo cada cual de lo que menos le gustaba ( los guisantes, los tronquitos del Brasil o el atún…). Afortunadamente el análisis de una cuestión tan delicada como la amnistía no es un gazpacho, una paella o una pizza, que admiten todo salvo la piña tropical, según dicen los que entienden. Pero la separación de los ingredientes de ese análisis no responde al capricho gastronómico, sino a una necesidad: mezclar los ingredientes de un análisis que se pretende objetivo con opiniones personales y valoraciones políticas sobre la oportunidad o conveniencia, falsea el análisis, lo contamina… Y eso es peligroso. Lo convierte en veneno. Salmonelosis ideológica.

Permítanme que antes de meterme en faena, me desnude ante ustedes y les brinde las armas que podrán utilizar contra mí. No se den la vuelta. No es preciso. No asustaré ni sorprenderé a nadie.

Creo firmemente que el Sr. Puigdemont fue el regalito que dejó en el Palau de la Generalitat el honorable President Mas. Me echáis, me tengo que ir… ¡vale!. Aquí os dejo a “mi primo” a ver si sois capaces de entenderos con él. Como en la puta mili: ¡los que sepan idiomas a entenderse con los guarros! Así el interfecto alcanzó su nivel de incompetencia en estricta aplicación del Principio de Peter. A poco que le hubieran dejado, le habría abandonado hasta su propia sombra. Pero alguien decidió morder el cebo. Previsible en un país en el que, como afirmara Unamuno, “uno piensa y noventa y nueve embisten”.

Lo que hizo el honorable President Puigdemont, es desde cualquier perspectiva injustificable. No cabe exención ni atenuación de su responsabilidad. Pero tampoco puede negarse que su conducta fue reactiva a un proceso de provocación por las derechas españolas, a las que en nombre de un sentido de Estado, al que al parecer solo es sensible el PSOE, secundó este ingenuamente. No es nuevo, desde las guerras carlistas, las corrientes centrífugas en Cataluña han sido alimentadas por las corrientes centrípetas del centro. Lo que vulgarmente llaman “Madrid”. De todo ello forma parte Aznar llamando enano a Pujol, la promesa de Zapatero de firmar el Estatuto que quisieran los catalanes, los recursos del PP contra un Estatuto que no establecía condiciones diferentes de las que constaban en otros Estatutos sin que fueran impugnados, las decisiones mediadas del Tribunal Constitucional o de los órganos judiciales en temas sensibles como la lengua o la educación.

Si ya fue lamentable el inicio y desarrollo de la crisis, más vergonzoso fue el abordaje de una solución policial indigna de un Estado democrático e impropia de gestores competentes

Y no solo, si ya fue lamentable el inicio y desarrollo de la crisis, más vergonzoso fue el abordaje de una solución policial indigna de un Estado democrático e impropia de gestores competentes. La imagen de los policías golpeando a viejecitos que pretendían participar en un referéndum convocado al margen de la Ley, pero por sus gobernantes legítimos, dio la vuelta al mundo. Para más inri, conozco a quien intentó votar que no a la independencia de Cataluña, y fue aporreado salvajemente. Se siente. Consecuencias de que el voto sea secreto.

En todo este proceso, la respuesta gubernamental fue digna de un despido procedente. A cada paso se puso de manifiesto la incompetencia del Gobierno: a la inexistencia de acciones políticas hay que sumar que los servicios de información debían estar de vacaciones, que las medidas policiales se redujeron a sacudir palos, que ni siquiera fueron capaces de impedir la votación o encontrar los miles de urnas… Y que finalmente se les escapara Puigdemont en el maletero de un coche. Súmenle que los independentistas, pese a la escasez de medios, le ganaron la batalla de la imagen internacional y los fracasos gubernamentales y judiciales para obtener su detención. En aquellos días los diplomáticos y espías de todo el mundo se morían de la risa de la inutilidad de nuestro Estado al frente de cuyo ejecutivo estaba un individuo singular que nunca pudo saberse si andaba o corría.

Lamentablemente, Puigdemont se escapó. Pero también es verdad que de no haber escapado hoy estaría juzgado y condenado. Y también indultado por el Gobierno. Punto final.

Pero no, Puigdemont escapó y montó un Gobierno en el exilio, se presentó a las elecciones europeas y fue elegido eurodiputado, mientras nuestra diplomacia y los servicios españoles en el extranjero evidenciaban una y otra vez su incompetencia. Al tiempo, en el interior el souflée independentista bajaba, Junts solo (¡!) conseguía siete diputados, que son los imprescindibles para la investidura de Sánchez, y Puigdemont es incapaz de mantener la unidad de acción con ERC y hasta la unidad en “Junts” ya que los del exterior están cabreados con los del interior y todos con el “nen” Toni Comín, que ejerce de premier autoritario en el Gobierno de SM la Reina Madre.

Con esta perspectiva, y con carácter previo a analizar con técnicas jurídicas si es viable constitucionalmente, desde el punto de vista de la conveniencia y oportunidad política de la amnistía, he de manifestar mi apoyo subjetivo a la misma:

1.- Porque desarma al independentismo. Si Puigdemont mantiene un apoyo que excede del meramente testimonial es por la explotación, tradicional, del victimismo. Amnistiado y devuelto a Cataluña recuperará el mediocre rol que está capacitado para desempeñar.

2.- Porque da armas ideológicas al unionismo: somos capaces de dialogar y resolver pacíficamente los conflictos incluso rectificando los errores cometidos. Este mensaje debe llegar al catalán de la calle.

3.- Porque divide al independentismo. Acuérdense de como los prusianos pusieron un tren a disposición de Lenin para que volviera a Rusia, en plena contienda mundial. Puigdemont debe volver a Cataluña sin tardanza.

4.- Porque favorece a las derechas. Feijóo podría haber sido investido Presidente del Gobierno con los votos de los siete diputados de Junts, que serían su aliados naturales en el Congreso de no ser por la acumulación de errores históricos en el PP. En los que torpemente persiste. Compartiendo intereses algún día deberán perdonarse y entenderse. O los titulares de esos intereses les darán vacaciones perpetuas.

5.- No me agrada que Sánchez sea investido con los votos de Junts a cambio de la amnistía. Pero el PP debería preguntarse por su soledad absoluta y por qué Junts no votaría su investidura ni siquiera a cambio de la amnistía. En cualquier caso, ni es Sánchez, ni el PSOE, ni el Gobierno quienes conceden la amnistía. Es el Parlamento, sede de la soberanía nacional, quien debe votar una Ley aprobándola. La rebelión de la ultraderecha y la más-ultra-más-a-la-derecha todavía no es contra Sánchez sino contra el Parlamento y la democracia.

6.- Porque si la opción es amnistía o un Gobierno que abre la puerta al fascismo, que ya muestra su patita violenta, deniega o limita derechos, privatiza y entroniza a personajes como los que desgraciadamente hemos de ver cada día en los telediarios, no me ofrece duda alguna la decisión que debo adoptar.

7.- Porque no me cabe duda de que en el supuesto de repetición electoral y de que el PP pudiera alcanzar una mayoría que le permitiera gobernar, en algún momento deberían caer del guindo y abordar la amnistía. Porque aunque la situación en Cataluña tiende a la normalidad, sigue siendo anómala y lo será hasta que se recupere el sentido común.

Sobre la amnistía. Valoraciones personales y políticas