miércoles. 01.05.2024

Hay problemas de alimentación con determinados alimentos que determinan la imposibilidad de ser ingeridos por algunas personas. Se habla, entonces, de alergias o de intolerancias ante dichos alimentos, con resultados distintos en ambos casos pero, con el resultado común de impedir su ingesta.

Alberto Núñez Feijóo, jefe de la oposición, puesto que ha obtenido en las elecciones del 23 de julio y que ha consolidado en la investidura de Pedro Sánchez, ha sido convocado por este para reunirse.

Se trata, este acto, de algo que, en muchas democracias, es casi un mero trámite: la reunión de los jefes de Gobierno y de la oposición. Puede ser convocada por uno o por otro y se suele celebrar en la sede de la Presidencia del Gobierno. Por motivos de protocolo, de seguridad e, incluso, de respeto institucional. Podría agregarse una razón de imagen que beneficia al jefe de la oposición: el hacerse una foto en el marco de la sede del poder, le da una pátina de carisma muy necesaria.

Cuarenta y cinco años de experiencia democrática dan para pensar que estas reuniones se han celebrado, siempre, en la sede de Presidencia de Gobierno

Tanto preámbulo nos puede servir para analizar lo que ha pasado con esa convocatoria de Sánchez a Feijóo. Resulta que el presidente, dada la dificultad de estas fechas, le ha propuesto tres días a elección de Feijóo. Además, para facilitar la preparación de esa reunión, le informó de tres temas de los que quería hablar aunque, obviamente, le dijo que Feijóo podía agregar cualquier otro que le pareciera oportuno. Esto de fijar un orden del día entre esos dos personajes resulta, con rigor, innecesario ya que los ruegos y preguntas de una reunión de este tipo pueden abarcar cualquier tema, divino y humano. Sin embargo, y para conocimiento de la opinión pública, avisaba de lo que quería hablar.

Lo que Sánchez no aclaraba en la convocatoria era el lugar de reunión y no creo que se tratara de un olvido de los servicios de protocolo de La Moncloa. Sencillamente, cuarenta y cinco años de experiencia democrática dan para pensar que estas reuniones se han celebrado, siempre, en la sede de Presidencia de Gobierno.

Sin embargo, desde el primer momento se detectaron problemas por parte de Feijóo para acudir a esa cita. Alguien que había criticado a Sánchez por no tener una relación fluida con la oposición, se ponía estrecho a la hora de acudir a la convocatoria. Y empezaron las excusas para, aparentemente, no celebrar esa reunión. Primero fueron razones de desconfianza o de imaginar el deseo de blanqueo ante la opinión pública. Mas tarde, curiosas razones geográficas hablando de Suiza, de Bruselas o de Pamplona. Y, siempre, de orden del día cuando, desde el primer momento se había propuesto uno que podía ser completado a gusto del consumidor.

Desde el PSOE se añadieron también razones de orden interno del PP, imaginando que podía haber diferencias de criterio entre las dos alas, derecha y ultraderecha, de ese partido. Así, podía ser que estuviera triunfando la tesis de que, mejor que reunirse con el presidente, era la guerrilla urbana en la calle Ferraz.

Podía asimilarse a la moderación de una paloma pero, cuando se vio que esa paloma se equivocaba más que la de Rafel Alberti, se quiso transformar en un halcón

Al final, todos salimos de dudas: lo que no quería Feijóo era ir a La Moncloa y no se atrevía a decirlo, por lo que tenía que envolverlo muy cuidadosamente entre mil y uno argumentos. Acabáramos.

Feijóo fue llamado a filas desde su confortable Galicia para, precisamente, tomar la Moncloa. Y, sin embargo, pronto empezaron a detectarse señales alarmantes. Primero fue el propio estilo del candidato, que podía asimilarse a la moderación de una paloma pero, cuando se vio que esa paloma se equivocaba más que la de Rafel Alberti, se quiso transformar en un halcón. Aunque, en ese registro, tenía que competir no solo con Abascal sino, sobre todo, dentro de su propio partido, con Diaz Ayuso. Y pronto empezaron las contradicciones, separándose de esos personajes en sus declaraciones y acercándose en cuanto pacto con VOX era necesario para tocar poder en comunidades y ayuntamientos.

Hubo un momento de esperanza con ocasión del 28 de mayo, cuando el PP obtuvo una clara victoria en las elecciones municipales y autonómicas, pero la llegada a la Moncloa se vio imposible al poco tiempo, el 23 de julio, y ese palacio presidencial empezó a verse entre las brumas típicas de un espejismo tras una larga travesía del desierto. Curiosamente, los resultados del 28 de mayo, es decir los pactos con la ultraderecha, pudieron ser la explicación de los del 23 de julio. Paradojas, aunque no tanto, de la política.

Feijóo se dio cuenta de la cruda realidad: tenía intolerancia a la Moncloa

Se empezaba a ver la dificultad de escribir Feijóo y Moncloa en la misma frase aunque el candidato, hay que reconocérselo, hizo todo lo posible por ganarse el inquilinato a ese inmueble. Pasó, de derogar el sanchismo, a proponer aliarse con él a través de una semi derogación consistente en hacerlo solo durante dos años para que, a continuación, pudiera volver Sánchez a hacer de las suyas. Como no coló, intentó hasta una cacería de tránsfugas del PSOE con la que subir su techo de votos. Casi, lo más absurdo, en el colmo de su desesperación, fue intentar hablar, simultáneamente, con algún partido independentista y con VOX. Al final, tuvo que reconocer que la patente de investidura que le había dado el jefe del Estado, no le daba para llegar a la Moncloa. Fue, cuando dijo que, en realidad, había renunciado a ser presidente del Gobierno.

Y, ahí, debió ser cuando Feijóo se dio cuenta de la cruda realidad: tenía intolerancia a la Moncloa.

Ahora, no ha hecho otra cosa que hacer pública su situación. Se puede reunir con Sánchez pero no en la Moncloa. Podría haber sugerido un lugar alternativo, como la sede del Consejo General del Poder Judicial, pero ha propuesto uno neutral como el Congreso de los Diputados. Cualquiera, menos la Moncloa. Puede ser un sarpullido o un ataque de lloros cuando suba por la corta escalerilla para hacerse la foto de rigor con el presidente, pero se notará su malestar por el momento.

Respetémosle.

Intolerancia a La Moncloa