domingo. 28.04.2024
Foto: Sumar

Al escuchar las primeras declaraciones de Yolanda Díaz tras el histórico acuerdo suscrito por tantas formaciones del mismo signo político, no podría dejar de acordarme del referéndum que contra todo pronostico perdió el dictador chileno Augusto Pinochtet, aquel militar de infausto recuerdo que acorraló a Salvador Allende, bombardeando el Palacio de la Moneda y traicionando con ello la confianza de quien le designó como jefe del ejercito. Quienes hayan visto la película NO de Pablo Larraín, recordarán al actor Gael García Bernal encarnando a un publicista que retorna del exilio para ponerse al frente de la campaña. Las fuerzas opositoras al régimen daban por perdida la consulta. Las consultas demoscópicas daban por hecho un resultado mayoritariamente favorable al sí. Esa fue la razón de que Pinochet decidiera lanzar ese referéndum. En realidad, se trataba de un plebiscito que hubiera prorrogado por ocho años más la presidencia del general golpista. Perderlo significó un pacífico tránsito hacia la democracia.

El jefe de la campaña para que triunfara el No lo tuvo muy claro desde un principio. No se podía lanzar el mensaje del miedo y recordar todas las tropelías del dictador. Evocar las torturas y los desmanes del régimen dictatorial socavarían el ánimo de la población y el temor les haría decantarse por una respuesta favorable para evitar tener problemas y conjurar posibles nuevas represiones. Había que diseñar una campaña en clave positiva, haciendo ver el futuro que podía tener Chile si se votaba contra ese referéndum legitimador del régimen. Las cuñas publicitarias presentaban a gente feliz y esperanzada con unos niños que representaban el mañana. Eso permitió luego recordar el ayer y hacer muy pronto un Museo de la Memoria contra los horrores vividos desde 1973 en Chile. Fue toda una sorpresa. Ese giro de guión logró contravenir lo anunciado por los sondeos y el No cambió la historia de Chile.

No pedir el voto por miedo es un auténtico acierto. Hay que pedirlo con la esperanza de poder mejorar las cosas

Como ha dicho Yolanda Díaz, el auténtico protagonista de cualquier política es la ciudadanía y no quienes desempeñan una encomienda como representantes electos. Debería ser algo bastante obvio, pero siempre conviene recordar lo más evidente, sobre todo en una época donde la infomedia y los hechos alternativos desacreditan lo que realmente sucede. No pedir el voto por miedo es un auténtico acierto. Hay que pedirlo con la esperanza de poder mejorar las cosas y hacer que la política deje de ser un problema, cuando su papel es facilitar soluciones a los verdaderos problemas de la gente. No sólo es inédito que haya una unión de tantas formaciones y que por primera vez no aparezca la palabra “unidad” en su marca electoral. Cada vez que aparecía, recordemos a Izquierda Unida o Unidas Podemos, era una mala señal. Ahora se trata de Sumar y de hacerlo mirando hacia el futuro.

Sin embargo, hay otra novedad fundamental. Es también la primera vez que hay una candidata con una exitosa experiencia de gobierno. Puede presumir de haber tenido un papel estelar en el gobierno de coalición y haber sabido negociar cosas muy beneficiosas para la mayoría, logrando una serie de acuerdos que parecían inalcanzables. La reforma laboral, subir el salario mínimo, los ERTES y otras muchas cosas por el estilo. Esto da credibilidad a un programa preparado por muchas comisiones desde hace tiempo. El proceso dedicado a la escucha parece haber sido provechoso. 

Se trata de hablar del futuro y no del pasado, de reivindicar la esperanza y no azuzar con el miedo. Pinochet perdió su referéndum

También fue un acierto cerrar los acuerdos tras las recientes elecciones autonómicas y municipales. Había marcas muy sobrevaloradas que reivindicaban hazañas muy pretéritas y no reparaban en la paulatina merma que su cerrazón iba obteniendo en cada nueva contienda electoral. Es incomprensible que la cúpula de Podemos no dimitirá en bloque. Al menos Echenique y Montero quedan fuera. El portavoz no podría seguir por el papel simbólico que había jugado como cara visible de la formación. Irene Montero había dilapidado su capital político. No supo estar dentro del gobierno sin hacer oposición al mismo y ni siquiera fue capaz de reconocer un error técnico que tuvo que subsanar el ala socialista en solitario. Había dejado de ser un activo y su peso negativo era capaz de lastrar cualquier lista. Confiemos en que se haya tomado nota y Podemos no insista machaconamente reivindicando su inclusión en las listas, porque no sería lo más apropiado para dar credibilidad al acuerdo recién suscrito.

La tarea es muy difícil. Hay que salvar muchas dudas y desconfianzas ganadas a pulso. No basta con recordar que nos jugamos mucho el 23 de Julio, porque debemos optar por dos modelos de sociedad radicalmente diferentes. Hay que ilusionar mínimamente a quienes dejaron de votar por decepción o a quienes no han votado nunca por escepticismo político, recuperando además a los que decidieron castigar con su papeleta soberbias dignas de mejor causa o sucumbieron a esos mensajes tontorrones pero eficaces lanzados por una derecha sin entrañas ni escrúpulos. Los problemas de la gente son pagar sus crecientes hipotecas y llegar a fin de mes, no acordarse de una organización terrorista que ya no existe o evocar un independentismo que ahora camina por otros derroteros gracias al cambio de gobierno. Se trata de hablar del futuro y no del pasado, de reivindicar la esperanza y no azuzar con el miedo. Pinochet perdió su referéndum. 

La esperanza de Sumar y el referéndum de Pinochet