sábado. 27.04.2024
Leon_Cortes

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El semanario The Economist nos ha calificado, en el ranking de países democráticos, con un 8,07. Al haber superado el valor, convenido por ese semanario, de 8,00, nos hemos ganado el estar en la categoría de "democracias plenas". Enhorabuena a los premiados, o sea, nosotros.

Naturalmente, eso ha ocasionado la celebración del acontecimiento. ¿Como?, ¿por esa mascletá en Madrid que ha organizado el alcalde de la capital de España? No, esa mascletá era para celebrar que en Valencia ya se han olvidado de Zaplana y Camps. Esto de la democracia plena se ha celebrado con algún editorial como el de El País, que tampoco es moco de pavo, aunque haga menos ruido.

Lo primero que hay que preguntarse es, ¿desde cuándo somos una democracia plena? La pregunta es pertinente porque, al parecer, hay algunos españoles que no leen The Economist. Y, eso, no está compensado por alguno, que yo conozco, que lee ese magazine todos los días a pesar de su periodicidad semanal. Pero El País, tengo entendido, lo lee más gente en España que The Economist. Por ello, yo situaría como día histórico la del 17 de febrero de 2024, que es la fecha del editorial de ese diario que se hizo eco de la noticia.

Sin embargo, no sé si esa plenitud es apreciada por la totalidad de la población española. Sin contar con El Alcázar y Arriba, que hace tiempo que no los leo, el resto de los diarios de Madrid, de ideología distinta a El País, no han publicado ni una sola línea sobre el tema. Por tanto, podría ocurrir que, o bien esos otros diarios no leen The Economist, o bien les importa un bledo lo que diga ese medio, o bien no están de acuerdo con que España sea una democracia plena. Pero, desde luego, una de esas tres cosas parece que ocurre.

En todo caso, una parte de la población, los lectores de El País, y similares, pueden estar de acuerdo con la plenitud de nuestra democracia y, otra parte, los lectores de los otros medios, todavía están en la pantalla anterior, la del sanchismo, la muerte de la Constitución, la ruptura de España y cosas de esas. O sea, como Corea del Norte.

Lo que nos lleva, nuevamente, a las dos, y sempiternas, españas. Las de Machado, Goya, Ortega, Unamuno, Ganivet y tantos otros. La que muere y la que bosteza dándose de garrotazos mientras no sabemos lo que nos pasa.

Porque, ya se sabe que no siempre hay democracia a gusto de todos. Pasa lo mismo que con la justicia, que depende. Y eso que la justicia es cosa de poca gente, ilustrada, pero poca. En cambio, lo de la democracia es cosa de todos, de ilustrados y de legos. Todos pueden opinar y, sobre todo, votar y, al final, después de contar los votos y aplicar ciertas normas, como la de D'Hont, gobiernan unos u otros.

Pero claro, cuando el que vota, o es populista, o independentista o amigo de terroristas, pues no es lo mismo que los que van a rezar el rosario a la calle Ferraz de Madrid o tienen libertad para beber cerveza en la barra de un bar madrileño.

Ahora que, desde ahí fuera, en la tierra de alguno de los grandes hispanistas, como Elliot, Kamen, Brenann, Carr o Preston, nos ven como demócratas plenos, ¿qué sabrán ellos?

(Y, hablando de democracia, a ver si Galicia, hoy, le da un recadito a Núñez Feijóo. A pesar de la sopa de letras de la izquierda).

¿Es España una democracia plena?