domingo. 28.04.2024
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Francina Armengol recibe el aplauso del grupo parlamentario socialista tras su elección como nueva presidenta del Congreso.

Pese a las apariencias, la reciente designación de Feijóo como candidato a la investidura puede convertirse en la traca final de su alocada y fallida carrera hacia la Presidencia del Gobierno de España; mientras para Sánchez puede ser el acicate que faltaba para acelerar las negociaciones que permitirán reeditar un nuevo Gobierno de coalición progresista.

La elección de la socialista Francina Armengol como presidenta del Congreso de los Diputados, por mayoría absoluta (178 votos) en primera votación, cambió el estado de ánimo y las perspectivas de los dos grandes espacios políticos que se disputan la formación del nuevo Gobierno de España. A ese importante éxito de las fuerzas progresistas se sumó la división del voto de la derecha reaccionaria, 139 votos para la candidata del PP y 33 votos para el señor de Vox que apareció de repente entre los candidatos ante la estupefacción de Feijóo. Esa división evidenció las dificultades de la colaboración entre la derecha derechizada y la extrema derecha cuando vienen mal dadas y se disipa la euforia de los que se creían ganadores.

Se daba así el primer y necesario paso para la reedición de un mejor y más experimentado Gobierno de coalición progresista entre el PSOE y Sumar. Sus partidarios podían empezar a creer que el sentido de la acción política gubernamental en la próxima legislatura será progresista.

La alegría cambió de bando, pero la partida política aún no ha terminado y conviene no dar por hecho el resultado. La composición de las Cortes y del cuerpo electoral que votó el 23J sigue siendo tan compleja, fragmentada y plural como se plasmó hace un mes en las urnas. Quedan por delante unas difíciles negociaciones que despejarán las incógnitas claves de este momento álgido y trascendental de una enconada pugna política.  

Primera incógnita: ¿hasta qué punto las desavenencias entre PP y Vox y los límites y contraindicaciones de su alianza pondrán en riesgo su colaboración y les obligarán a replantearse su común estrategia y el liderazgo de Feijóo en el PP?

Segunda incógnita: ¿cuánto van a forzar las fuerzas independentistas catalanas la negociación con el PSOE para dar luz verde a un gobierno progresista y qué impactos tendrá el curso de esas negociaciones sobre las valoraciones del PSOE y Sumar respecto a las ventajas e inconvenientes de conformar una nueva alianza gubernamental progresista o ir a unas nuevas elecciones que ni el PSOE ni Sumar desean?

Esta misma tarde del 22 de agosto ha finalizado la primera ronda de contactos del Rey con los líderes de los grupos parlamentarios (con la excepción de ERC, Junts, Bildu y BNG, que declinaron su asistencia). Y ahora mismo, cuando estoy escribiendo estas líneas tratando de poner en orden y en razón mis ideas sobre el momento político y sus posibles desarrollos, se acaba de dar a conocer la decisión tomada por Felipe VI en el marco de sus atribuciones constitucionales: el Rey no ha podido o querido esquivar la presión del PP y ha designado a Feijóo como candidato a la Presidencia del Gobierno.   

Su designación por el rey es la única vía para defender el liderazgo interno que le quedaba a Feijóo y la única salida para apurar sus muy escasas opciones

No está nada claro que su designación favorezca en algo las aspiraciones de Feijóo. Le proporciona una tribuna y le convierte en foco de la atención pública mientras duren los preparativos y el debate de investidura, que se celebrará los días 26 y 27 de septiembre. Pero al final, la mayoría del Congreso confirmará el fracaso de Feijóo y le obligará a realizar un brusco aterrizaje, tras desmontar la España excluyente y el reaccionario programa que defenderá el candidato de la mano de Vox. Es la única vía para defender el liderazgo interno que le quedaba a Feijóo y la única salida para apurar sus muy escasas opciones.

En realidad, la presión del PP para que la designación real recayera, en primer lugar, sobre Feijóo era poco más que un señuelo para permitir al PP volver a subrayar su posición de partido más votado, defender preventivamente el liderazgo interno de Feijóo frente a las potenciales embestidas de Ayuso y mantener viva entre sus votantes la idea de unas próximas elecciones generales y la posibilidad de lograr en ellas, junto a Vox, la mayoría absoluta. Sin embargo, Feijóo ha demostrado con creces, durante la última semana de la campaña electoral y tras conocerse el contenido de las urnas, sus insuficiencias para ofrecer un proyecto político que vuelva a convertir al PP en un actor político capaz de negociar con la mayoría de los partidos parlamentarios y salir del cepo en el que ha quedado atrapado por su alianza con Vox.

Sánchez tendrá su oportunidad, tras la fallida investidura de Feijóo, de ser designado como nuevo candidato a la investidura, y las fuerzas progresistas podrán aprovechar el debate de investidura de Feijóo para tejer los apoyos necesarios y poner en evidencia el aislamiento del PP y de los objetivos reaccionarios del programa que comparte con Vox.

En todo caso, la designación de Feijóo es un aviso que subraya la importancia de intensificar los esfuerzos negociadores para lograr la investidura de Sánchez y la formación de un nuevo Gobierno de coalición progresista. Negociación que estará sometida al fuego cruzado de mentiras, filtraciones interesadas y rumores que dispararán a mansalva sus muchos enemigos. Además, hay que contar con los daños colaterales que pueda provocar el fuego amigo de fuerzas que aspiren a influir en los acuerdos o a conseguir en la negociación el protagonismo que las urnas les han negado. 

El avance de las negociaciones para la investidura de Sánchez exigirá concesiones mutuas que son imprescindibles para limar las pretensiones de partida de las partes

El avance de las negociaciones para la investidura de Sánchez exigirá concesiones mutuas que son imprescindibles para limar las pretensiones de partida de las partes y llegar a un punto de encuentro que todos los participantes consideren favorable o aceptable. Durante el proceso negociador sería una buena señal que el diálogo discurriera de la forma más discreta posible, al abrigo de sus muchos enemigos. Sólo después, cuando el acuerdo o la falta de acuerdo estén encima de la mesa, será adecuado exigir la máxima transparencia sobre las causas de la ruptura o los términos de lo acordado, porque es bastante probable que el acuerdo final tenga que incluir zonas de ambigüedad que reflejen las disonancias que sigan existiendo para facilitar que todos los firmantes puedan justificar su voto a favor de la investidura de Sánchez como presidente del Gobierno.

¿Cómo será la negociación y qué dificultades conlleva?

Comienza, en todo caso, una complicada negociación política que puede durar hasta un par de meses y de la que sólo estarán al corriente de sus pormenores los muy reducidos equipos negociadores de los partidos políticos implicados y sus correspondientes núcleos de dirección efectiva. Como consecuencia, la ciudadanía permanecerá in albis sobre los detalles de las conversaciones y los meandros que vayan apareciendo. ¿Qué actitud convendría adoptar durante el periodo negociador por parte de las personas partidarias de reeditar un nuevo Gobierno de coalición progresista entre PSOE y Sumar?

Cada quien tendrá que gestionar su desazón. Habrá que hacer reservas de tranquilidad y sentido común para guardar distancias con las primicias que ofrezcan los medios y los equipos de comunicación de los partidos destinadas a intentar acaparar la atención pública y rellenar primeras páginas y minutos de máxima audiencia. Y más distancia crítica aún con ese extraño y tantas veces desquiciado activismo político que predomina en las redes sociales al margen de la política real y que se caracteriza por carecer del más mínimo rigor argumental y compromiso con la verdad. No se trata de una recomendación, sino de subrayar la conveniencia de construirse parapetos con los que defenderse de la avalancha de falsas noticias y verdades alternativas con las que nos van a bombardear.

En los próximos meses, al calor de la investidura fallida de Feijóo y de las negociaciones para la investidura de Sánchez, los aficionados a crear ruido, lo seguirán generando

En los próximos meses, al calor de la investidura fallida de Feijóo y de las negociaciones para la investidura de Sánchez, los aficionados a crear ruido, lo seguirán generando. Los expertos en construir castillos analíticos en el aire o sobre la blanda arena de las sospechas y las invenciones, los seguirán construyendo. Los que entienden la política como una guerra de insultos contra traidores, cobardes y vendidos, la seguirán practicando de esa forma. Los catastrofistas seguirán anunciando catástrofes inminentes y denunciando unas negociaciones de las que tendrán fundados indicios que no toman en consideración sus agónicas recomendaciones… Frente a todas estas contingencias, convendría mantener el sosiego y unas mayores dosis de precaución con la información que recibimos y con las noticias de las que nos hacemos eco.

Existe una ancha y plural corriente progresista principal que es consciente del delicado momento político y que no desea dejar escapar la gran oportunidad que ha propiciado el resultado electoral del 23J de parar los pies a las derechas reaccionarias y continuar con las labores gubernamentales de protección social y transformación estructural e institucional iniciadas en la anterior legislatura. Pero existen también varios remolinos que invierten parte de esa corriente y pueden llegar a obstruir el flujo principal del río progresista.

Un primer remolino está formado por un grupo de opinión y presión, antaño muy poderoso, que está más preocupado por la gobernabilidad que por los contenidos de la acción política gubernamental, de avance o retroceso de derechos, libertades y políticas favorables a la mayoría social. Este grupo, más inclinado a favorecer una amplia alianza entre PP y PSOE que en defender unos mínimos contenidos democráticos y progresistas en la acción política gubernamental, es consciente de que este PP no puede permitirse desatar su alianza con Vox y que Feijóo no puede afianzar su liderazgo interno sin auparse sobre los votantes de Abascal. En tales circunstancias poco pueden hacer los partidarios de esta gran alianza PP-PSOE que no sea esperar o propiciar algún tropiezo por parte de Sánchez. En realidad, son más proclives a intentar deshacerse de Sánchez que en favorecer la gobernabilidad o, dicho de otro modo, valoran tanto la gobernabilidad que menosprecian la evidencia de que su consecución exigiría sacrificar a Sánchez, a este PSOE y cualquier atisbo de contenido progresista en la acción política.

En el segundo remolino resulta fácil observar los afanes de los que tratan de empujar al PSOE para que haga las concesiones que hagan falta al independentismo catalán en sus dos exigencias principales: un referéndum de autodeterminación y una ley de amnistía.

La primera exigencia, el referéndum, es inviable, tanto por razones constitucionales como de racionalidad política, porque no cuenta con suficientes apoyos políticos y sociales y porque sería utilizado como factor aglutinante de las derechas, propiciaría la división de las fuerzas progresistas y reforzaría una polarización política y una crispación social que sólo interesan a las derechas reaccionarias.

La segunda exigencia, la amnistía, parece un buen y necesario propósito a la búsqueda del vehículo y los conceptos jurídicos apropiados que la hagan factible, pero en ningún caso su concreción debería dar pábulo a los que intentarán presentarla como una victoria de parte o utilizarla para reabrir las heridas creadas por la declaración unilateral de independencia de octubre de 2017 y por la respuesta exclusivamente represiva sobre sus promotores y partidarios que ejerció el Gobierno de Rajoy durante su mandato.

Tanto el PSOE como Sánchez son imprescindibles para reforzar el muro de contención frente al avance de la extrema derecha

La corriente de opinión que ha generado este segundo remolino parece más interesada en poner en dificultades al PSOE que en propiciar un punto de encuentro asumible por el conjunto de fuerzas democráticas en la búsqueda y puesta en marcha de soluciones compartidas, justas y viables que puedan ser asumidas por una amplia mayoría de la ciudadanía catalana y respaldadas, posteriormente, por una amplia mayoría parlamentaria y ciudadana en el conjunto del Estado español. No sé hasta qué punto los que empujan al PSOE en esta dirección, de asunción sin reservas de las exigencias de partida del independentismo catalán, son conscientes de que su apuesta incluye también el objetivo de debilitar a Sánchez y al PSOE. No parecen terminar de entender que tanto este PSOE como el presidente Sánchez son componentes esenciales, junto a Sumar, de un posible nuevo Gobierno de coalición progresista, como ya lo fueron del anterior, durante la pasada legislatura, y que tanto el PSOE como Sánchez son imprescindibles para reforzar el muro de contención frente al avance de una extrema derecha que ha conseguido en los últimos años derechizar a buena parte de la sociedad española y del PP.

Mientras las negociaciones siguen su curso, la ciudadanía progresista tendría en sus manos la posibilidad de desarrollar una tarea indispensable y crucial, la de mantener el foco de la atención pública sobre el fondo de esas negociaciones, que no es otro que el proyecto de país que las fuerzas progresistas están en condiciones de ofrecer al conjunto de la ciudadanía para mejorar la democracia, la convivencia y el bienestar. Tareas y objetivos para la próxima legislatura de tanta trascendencia como los siguientes: fortalecer la solidaridad organizada desde las instituciones públicas con los sectores más vulnerables; combatir de forma efectiva el cambio climático, impulsando los cambios estructurales, institucionales y normativos que contribuyan a  descarbonizar la actividad económica y desarrollar la transición energética; promover un salto de gama en la oferta y la especialización productivas que permitan el desarrollo de empleos de mayor calidad y valor añadido; seguir extendiendo y consolidando derechos, libertades y reformas que propicien la igualdad y la cohesión económica, social y territorial; y, entre otros asuntos de interés, favorecer la gobernabilidad y amplios acuerdos políticos y sociales que faciliten los apoyos necesarios para llevar a cabo, sin perder más tiempo y fuerzas, las transformaciones estructurales e institucionales pendientes.   

Estos meses de negociación no pueden convertirse en un tiempo perdido, además de opaco, por mucho que sean claves para reeditar un nuevo Gobierno de coalición progresista

Estos son algunos de los grandes temas y reformas que tienen que tener su peso y su lugar en el centro del debate público y la exigible acción política gubernamental. Se consiga la posible investidura de Sánchez como presidente de un nuevo Gobierno de coalición progresista o haya que acudir, como pretende el PP, a unas nuevas elecciones generales. Los líderes y partidos políticos que pretendan ser útiles y encauzar en un sentido transformador y progresista las energías y preocupaciones que existen en nuestra sociedad tienen que entender que su principal misión es escuchar, abordar y resolver los problemas que siente y destaca la mayoría social. Misión que es incompatible con una excesiva dedicación a mirarse el ombligo.

Estos meses de negociación no pueden convertirse en un tiempo perdido, además de opaco, por mucho que sean claves para reeditar un nuevo Gobierno de coalición progresista, que es el único gobierno posible que se interpone en el camino de una nueva convocatoria electoral que sólo interesa a Feijóo y que podría dejar las cosas como están, sino peor.

Comienza el baile de la negociación para la investidura de Sánchez