domingo. 28.04.2024
PP

Ya se sabe que, a veces, situarse detrás de un árbol da lugar a un problema de perspectiva. Entonces, es cuando se dice que los árboles no dejan ver el bosque. Y, eso, es lo que ha pasado con Sánchez, el sanchismo, el antisanchismo, el antiantisanchismo y todos los derivados del género. Hay quien se ha creído que todo el panorama político era como ese árbol, llamado Sánchez, detrás del cual se habían situado pretendiendo ver más allá de su dura corteza. Y que nadie piense que eso de poner nombres a los árboles es una cosa nueva. Hubo una vez en Madrid un alcalde, Rodríguez Sahagún, que lo hizo. De hecho, pasa por ser lo más importante que hizo durante su mandato. Pero, dejemos la botánica.

Resulta que hay vida política más allá de Pedro Sánchez. Y, en ella, está Alberto Núñez Feijóo. Un partido tan importante en España como el PP, confió en él para recuperar el Palacio de la Moncloa después del desahucio que había sufrido Mariano Rajoy en 2018 por aquel asunto de la corrupción. A su sucesor, Pablo Casado, como no era capaz de recuperar la plaza, su partido le enseñó la carta de despido. Nuevamente fue un asunto de presunta corrupción lo que sirvió para ello, aunque, esta vez, era Casado quien la denunciaba. No cabe duda de que en el PP deben cantarle a la corrupción eso de "Ni contigo ni sin ti tienen mis males remedio", pero así son las cosas.

El caso es que Núñez Feijóo, el amigo del contrabandista, antes de que fuera narcotraficante, fue llamado a filas para refundar, una vez más, su partido. Y don Alberto, aún a sabiendas de que en Madrid no podía practicar su actividad favorita, la náutica, acudió a la llamada. Sobre todo porque era clamorosa, no como la anterior que se la habían hecho con la boca pequeña y, ya se sabe, que a Núñez Feijóo le gustan las mayorías absolutas. En caso contrario, como ahora veremos, no las aprovecha.

Porque Núñez Feijóo, viento en popa a toda vela, como a él le gusta, se lanzó a la mar de la primera campaña electoral que se le puso por delante fuera de su Galicia natal. Los vientos soplaban favorables y las encuestas entonaban cantos victoriosos que parecían de sirenas llamando a Ulises a disfrutar de las mieles de una victoria para la que solo faltaba que el calendario señalara el día 23 de julio de 2023. Como decía su campaña, ese era el momento. Hasta Miguel Ángel Rodríguez había echado unas horas extras ilustrando al candidato para ganar un cara a cara a Pedro Sánchez, aunque fuera al galope de Gish.

Y, efectivamente, cuando llegó el momento, el PP, recogiendo a los votantes náufragos de Ciudadanos y a algunos más de las cercanías de la derecha, ganó las elecciones. Loor al vencedor, lo que le permitió salir al balcón de Génova de las grandes ocasiones para alzar los brazos y saludar a sus fieles. Lo malo es que, de pronto, de entre el público congregado, surgió un grito inesperado para el momento, por inoportuno. Decía, "Ayuso, Ayuso, Ayuso".

Fue entonces cuando Núñez Feijóo, como el rey Pirro, después de ganar a los romanos en la batalla de Ásculo, debió pensar: "Con otra victoria como esta, estoy perdido".

Porque, una victoria como esa, no servía para conseguir el contrato de usufructo del Palacio de la Moncloa que Núñez Feijóo había prometido a su partido. Y, lo que es peor, no iba a poder derogar el sanchismo. Al menos, de momento. Fue entonces cuando se arrancó por alegrías y reivindicó su derecho, casi natural, a gobernar, eso sí, contando con el beneplácito de los que quería derogar, precisamente para que pudiera derogarlos. Es como si pidiera a sus adversarios que se auto derogaran.

Pero, como eso no se lo puede creer ni siquiera Núñez Feijóo, que ya es decir mucho porque es de los que parecen seguir la linde hasta el infinito y más allá, da la impresión de que, en realidad, deseaba otra cosa. Lo que quiere, porque lo necesita, es, precisamente, el bloqueo. Un bloqueo salvador que obligaría a la convocatoria de nuevas elecciones, una linde que le permitiría seguir antes de que el grito "Ayuso, Ayuso, Ayuso" se convierta en atronador frente a Génova 13 y se pueda repetir ante otras sedes de su partido en España. Claro que, a lo mejor, en sitios como Andalucía, lo traducen por “Juanma, Juanma, Juanma”.

¿No sabía el electorado que la zona de confort político de Núñez Feijóo es el absolutismo?

Y don Alberto espera que la oportunidad, como el cartero, llame dos veces a su puerta y, a la segunda, el electorado reconozca su error y le proporcione los votos que se merece y que le permitan, incluso, no contar, ni siquiera con el voto del diputado de UPN. Pero, es que, ¿no sabía el electorado que la zona de confort político de Núñez Feijóo es el absolutismo?. Pues, entonces, démosle una segunda oportunidad para que, arrepentido, tome el camino de Damasco poniendo en el GPS la dirección del PP en cada una de las circunscripciones electorales. Y, si no, que sigan, cual estrellas de Belén,  el vuelo de las gaviotas populares. Claro que, en tierras gallegas, pueden acabar encontrándose con el barco del señor Dorado, el viejo amigo de Feijóo.

Así, el PP ha cambiado el mantra del antisanchismo por el del bloqueo. El problema es que Núñez Feijóo depende, para ello, de populistas, independentistas y amigos de los terroristas. ¡Qué paradoja!. Como cuando Bildu votó con el PP para, casi, cargarse la reforma laboral. Ahora, si algunos de  esos grupos, hasta ahora apoyando a Pedro Sánchez, dejan de hacerlo, el Partido Popular tiene la necesidad de seguir confiando en esa segunda oportunidad para recuperar lo, que, por derecho, les pertenece: el poder. Por eso, Núñez Feijóo, en el caso de que algún grupo independentista le eche una mano con eso del bloqueo, debería agradecérselo prometiéndole no enviar los tanques a su territorio, tal como le pedirá su vicepresidente Abascal

En algunas especies animales, la bravura se pone de manifiesto cuando al ejemplar se le castiga. No parece el caso de Feijóo, una clase de niño malcriado de la política que siempre ha disfrutado de facilidades. Por eso, quien tenga que escribir su manual de resistencia está todavía en ESO. No me imagino yo a Núñez Feijóo yendo a visitar a la Pija y al Quinqui ni a adentrarse en el territorio apache de los medios de comunicación donde no le pongan alfombra roja. ¡No quiso ir ni a un debate en la televisión pública!.

Y, si, ni con segunda oportunidad, Núñez Feijóo no alcanza la Moncloa, puede llegar el momento del llanto y el crujir de dientes, o sea, eso de las tinieblas de afuera. El dilema entre sanchismo y antisanchismo se puede convertir, para don Alberto, en Moncloa o tinieblas. Porque, ya se sabe, la gloria de este mundo, sobre todo el de la política, es efímera y, enseguida, del runrún se pasa al afilar de cuchillos y, de ahí, a la necesidad de ir mirando continuamente a tu espalda, por si acaso.

Como ven, no he querido repetir la palabra que titula este trabajo debido a que, francamente, no suena muy bien, pero, como las meigas, haberlo haylo. Y, don Alberto, como buen gallego, lo sabe, aunque trate de apurar, del cáliz, hasta las heces.

Antifeijóoismo