miércoles. 08.05.2024

Un cambio a nuestro favor

Probablemente el año 2013 esté marcando un antes y un después en lo que se refiere a la evolución de la gran maraña a la que llamamos crisis. Un lustro, es el tiempo que ha pasado desde que en 2008 caímos en la cuenta de que algo iba mal...

Probablemente el año 2013 esté marcando un antes y un después en lo que se refiere a la evolución de la gran maraña a la que llamamos crisis. Un lustro, es el tiempo que ha pasado desde que en 2008 caímos en la cuenta de que algo iba mal y que podía, como finalmente ha ocurrido, ir mucho peor. No son ya los datos del paro, caída del crecimiento, aumento de la pobreza, etc, sino que existe ya lo que en muchos historiadores denominan un ethos social, un imaginario colectivo en el que todo parece estar abocado hacia la contínua reiteración de la crisis.

Sin embargo, mi opinión es que en general, esto ocurre porque las sociedades europeas estamos remando en mala dirección. En primer lugar, porque hemos alcanzado un nivel de obsesión con el modelo del Estado del bienestar que no obedece a unas necesidades reales de la sociedad. Es cierto que una gran élite política y económica ha estafado gracias a la mayoría social que ve mermados sus derechos. Esto es innegable. Pero también lo es el hecho de que en Europa, la gente corriente nos hemos acostumbrado a tomar la economía como la única brújula existente para medir nuestro rumbo, y yo aquí discrepo. Si paramos un momento y no nos dejamos llevar por el pánico que provocan las grandes cifras que inundan todos los ámbitos, debemos saber que en gran medida el problema nos lo hemos autoprovocado. Cada vez que hemos dado rienda suelta a los políticos, cada vez que nos ausentábamos de mantener una participación y actitud cívica de control en los procesos sociales capaces de cambiar el rumbo de las políticas dominantes y de las malas prácticas empresariales y particulaes, hemos sido cómplices de la trampa. Nos hemos puesto la zancadilla a nosotros mismos, y no sabemos ni cómo hemos caído al suelo. En mi opinión,  hemos dejado que la política, fuese abandonada,  pasando a ser un asunto capaz de resolverse  por el piloto automático de la votación electoral.

En segundo lugar, cabe destacar la propia degradación social a la que hemos llegado. La cultura mainstream y el cliché de la globalización han mermado nuestra capacidad de intervención con el mundo que nos rodea. Aparentemente más libres, realmente más esclavos de nuestra comodidad. Siempre he considerado muy paradójico cómo las sociedades actuales, que poseen la mayor capacidad de intervención personal en los asuntos públicos, es a la vez la materia prima necesaria para quienes pretenden hacer de las necesidades sociales un asunto de marketing. Me considero miembro de una generación que va a la deriva, que sabe protestar, argumentar y criticar, pero que no tiene cojones para cambiar. Nos han capado en el momento de nuestro nacimiento, nos han convertido en seres permeables y huidizos, incapaces de detectar la gran estafa de nuestro tiempo, que es volvernos insaciables. No reniego de los grandes progresos políticos y sociales de las últimas décadas, porque debe ser reconocido que los Estados europeos han sabido encontrar el punto exacto para que las masas sociales hayan podido mejorar sus condiciones vitales. En cambio, en lo que creo que debemos interceder y cambiar, es en la posibilidad de que nos volvamos contra nosotros mismos, que nos dejemos seducir por las más oscuras concepciones del ser humano que circulan hoy por el mundo. Si el bienestar es el eje de la vida en sociedad, debe serlo a escala global, porque si no caeremos siempre en los mismos problemas (inmigración masiva, pobreza, extremismos ideológicos, destrucción ambiental, guerras, e injusticias de toda índole). Sin dejarse llevar por el utopismo que puedan aparentar, es más que obvio que la cooperación y el desarrollo mutuo son los que permiten una salida hacia el bienestar. En Europa se ha dado el mejor ejemplo de sociedades rivales, que afortunadamente han sabido corregirse. El cambio es posible, pero hace falta valentía de la sana, de la que no espera acontecimientos, sino que se adelanta a ellos.

Un cambio a nuestro favor