sábado. 27.04.2024

“Cada persona tiene su propio color, una tonalidad cuya luz se filtra a lo largo de los contornos del cuerpo”.
(Haruki Murakami)


El diagnóstico de la personalidad cuenta con un amplio repertorio de tests. Entre ellos, los tests proyectivos son los que gozan de mayor prestigio; pero la administración de estas pruebas requiere circunstancias favorables, mucho tiempo para su administración, una minuciosa codificación y una compleja formación profesional para interpretar sus resultados. Los tests de personalidad de tipo objetivo, en cambio, son más fáciles de aplicar. 

Entre este tipo de tests está el de Max Lüscher o Test de los colores; uno de los más simples y breves, aunque su interpretación, sin embargo, no es tan sencilla; intenta averiguar aspectos de nuestra personalidad a través de la elección colores. Fue diseñado en 1948, y aunque actualmente muchos psicólogos creen que carece de valor diagnóstico, es frecuente encontrarlo en pruebas de selección de personal.

Dentro de la seriedad e importancia que tiene el conocimiento de la propia personalidad, en este caso, aportar este test es “como un divertimento” que responde a la inscripción que se hallaba en alguna parte del templo de Delfos, “Conócete a ti mismo”, cuya advertencia tenía por objeto incitar al hombre a reconocer los límites de su propia naturaleza y a no aspirar a lo que es propio de los dioses. Sócrates, considerado como el fundador de la ética, se sirvió en sus enseñanzas de esta inscripción délfica, convencido de que la virtud reside en el conocimiento. Su grandeza filosófica reside, entre otras cosas, en el descubrimiento de este yo real del hombre que debe gobernar en nosotros.

Cuando abrimos los ojos, aparece inmediatamente ante nosotros un mundo teñido de infinidad de colores. No son una mera decoración de nuestro mundo visual; los colores nos permiten identificar los objetos, los materiales y las sustancias de nuestro entorno. Además, nos facilitan la comunicación con otras personas. Podemos diferenciar un plátano maduro de otro todavía verde o, cuando compramos, señalar que queremos esos tomates más rojos.

El color es parte del ambiente que rodea al hombre. La preferencia por un color surge, a menudo, motivada por las circunstancias. Si en ese momento se trata de elegir un vestido para ponerse, un papel para empapelar una sala o una pintura para un poster, es lógico que la elección no se determine por una preferencia psicológica o una necesidad fisiológica (aunque am­bas también desempeñen un papel importante), sino por razones estéticas: ¿Cómo le sienta este color a este vestido y a esta figura? ¿Qué efecto produce este papel en la pared sobre los muebles y las cortinas? Y así sucesivamente.

La inscripción en el templo de Delfos, “Conócete a ti mismo”, cuya advertencia tenía por objeto incitar al hombre a reconocer los límites de su propia naturaleza y a no aspirar a lo que es propio de los dioses

Cuando la elección de colores se debe hacer, como en este test, sin mezclar otros aspectos, la preferencia personal predomina sobre el juicio estético; no se busca armonizar ambas tendencias, ni se tienen que relacionar los colores con algún marco de referencia. Por esta razón, al administrar este test es aconsejable indicar que se deben elegir los colores sólo por sí mismos, pres­cindiendo de juicios valorativos sobre su idoneidad para un vestido, muebles o la tapicería de un automóvil nuevo.

Aunque el número de matices cromáticos que podemos percibir es inmenso, la función comunicativa de los colores promueve que se utilice tan solo un limitado número de vocablos referidos a ellos. Este fenómeno se conoce como categorización del color, es decir, el agrupamiento de matices en una misma categoría asociada a una palabra: verderojoazulvioleta… Es una muestra de que el mundo de los colores, como muchos otros aspectos de la percepción, puede verse afectado por influencias culturales y por nuestras experiencias de aprendizaje.

En el test “completo” de los colores de Max Lüscher existen siete series diferentes que contienen en total 73 fichas coloreadas, con 25 tonos y matices y se hacen necesarias hasta 43 elecciones. La hoja de registro del test, de hacerlo así, proporciona una información muy abundante sobre la estructura psicológica, consciente e inconsciente, de la persona, sus zonas de tensión psíquica, su estado de equilibrio o desequilibrio glandular y otros datos psicológicos de gran importancia para el psicoterapeuta. 

La selección que aquí se presenta sólo intenta ser un análisis aproximativo, es, como decía al principio, “un autodivertimento” y, por tanto, su valor es relativo al utilizar sólo 8 colores. Aunque la administración del test es rápida, lo que lo convierte, muy probablemente, en el test más rápido que existe, sin embargo, la interpretación del test completo requiere formación profesional y percepción psicológica.

Esta versión reducida del test, aunque no abarca ni es tan revelador como el test completo, si tiene cierta impor­tancia al señalar los aspectos clave de la personalidad y las zonas donde existe tensión psicológica y fisiológica. Al ser un “autotest”, casi un juego, el valor del mismo está en función de la sinceración con la que uno mismo elige los colores y se analiza. De hecho, este autotest es meramente orientativo y carece de valor diagnóstico.

Existen dos formatos de este test, uno abreviado que consiste en la ordenación y elección de 8 tarjetas de color y otro más completo que consiste en varias láminas con diferentes colores. El aquí expuesto es el test más abreviado y el menos profesional. Vuelvo a repetir que es como un “juego o divertimento”: elegir entre ocho colores: azul, rojo, verde, amarillo, violeta, marrón, gris y negro, el que más preferimos y el que más descartamos en nuestras preferencias. Que sea un divertimento no exime de realizarlo con concentración y percibir qué sensaciones y estado de ánimo generan los distintos colores. El color se corresponde con un estado de ánimo y puede reflejar una gran variedad de sentimientos.

Al realizarlo, no se debe relacionar los colores con objetos o connotaciones, hay que intentar verlos exclusivamente como colores sin significado, según las sensaciones que te provocan en este momento. No consideres los colores que más te gustan ni los que están de moda y no construyas relaciones estéticas entre los colores.


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Psicología de los colores: Test de Max Lüscher