viernes. 26.04.2024
capitan-lagarta

Unos terminan el día con la camisa planchada y limpia como la patena y los otros la traen siempre hecha un guiñapo. Si Dios los hizo iguales ¿por qué a unos la cremallera siempre les sube ligera y a los otros les rompe en la primera visita al baño. Será por casualidad, que es lo que se dice ante incidentes aislados. Unos se agachan a coger la moneda y se levantan cual gacelas y a los otros en sinónimo movimiento se les va descosiendo la costura del pantalón a medida que se encorvan, siguiendo la meridiana raja, puntada a puntada y en grácil crujido. Debe ser algo genético, que es lo que se dice cuando algo no tiene explicación. Unos siempre tendrán los zapatos brillantes, porque los zapatos de los dandis parecen siempre de charol y duran diez años. Dos meses y un día le durarán a los otros. Y sudarán como caballos dándoles lustre inútilmente pues estarán sucios a poco de salir a la calle. Y será gracioso verlos, en plena marcha, limpiar cada zapato contra la parte de atrás del pantalón contralateral, es decir, cada pie en la otra pata. Entenderá el lector que solo así puede ser ya que para limpiar cada zapato con el pantalón de la misma pata hay que quitarse el zapato, o el pantalón. Los dos tipos caminan lo mismo y a unos cuando se quitan los zapatos los pies les huelen igual que si fuesen las manos, y a los otros ni se les ocurre hacer tal, pues los pinreles ya les jumean fuerte sin quitarse los calcos. Podría ser mal de ojo, piensa el capitán. ¿Por qué a los normales, a los hombres de serie, un afeitado les llega para todo el día y a los otros, a los genuinos, ya se le pone la cara gris a los diez minutos de afeitarse; deberían estudiar esos pelos que son como púas de alambre que atascan el lavabo y causan heridas infecciosas en la carita a los críos que no escapan al letal abrazo paterno por no oler a tiempo el varón dandi. Será cosa del demonio como se decía antiguamente. Unos son más contaminantes, el aliento siempre les huele a fuagrás y sueltan unas ventosidades tan prodigiosamente infames que bien pudiera pensarse que cuando mueren pudren enseguida; mientras que los otros, si muriesen algún día, quedarían para siempre incorruptos, tan guapos y tan bien peinados como los santitos de las iglesias. Será cuestión de clase. Capitán Lagarta

Cuestión de clase