jueves. 28.03.2024
capitan-lagarta

Escasea tanto que bien pudiera decirse que se trata del fantasma de un espectro. La dignidad, esa especie de aplomo y decoro que una persona manifiesta al comportarse, suele escasear cuando no hay dinero. Consecuencia directa del caminar con la cabeza gacha por no haber viruta es que la gente merme tres o cuatro centímetros de altura. Se pueden ganar hasta seis o siete de altiva estupidez cuando hay peculio en la bolsa. Es digno quien siempre mide lo mismo, quien se conduce de modo grave, quien camina siempre con soltura y realce, mirando al sol; como dice el corrido: “con dinero y sin dinero hago siempre lo que quiero y mi palabra es la ley”. Pero formamos parte de una gran peña de siervos sobre los que apenas se precisa ejercer coerción pues amamos tanto nuestra esclavitud, que lejos de indignarnos  -de verdad-  jugamos a la distopía del llanto y del dar pena, del moqueo y del babeo. A ella le preguntaron ayer en una entrevista de trabajo que cuántos hijos tenía y ella, vergonzosa, asustada, bajando los ojos, mirando al suelo, dijo que dos, que tenía dos, más o menos, como dudando. Si los críos pudieran verla en esa tesitura pensarían, los niños son así, que mamá no les quiere. En el telediario de las nueve saldrá papá, lo han entrevistado en la cola del paro. “¿Cómo va la cosa?”, preguntará la rubia esa de la tele, la que está tan buena y el [sic, sin acento] responderá medroso:“pues mal, este mes acabo la ayuda familiar y seguro que nos quitan la casa”. Al oír a papá los críos serán víctimas perpetuas de indefensión aprendida, pues la cobardía  -el coraje también-  se pueden aprender en una sola puta vez, y para siempre. Si mamá dijera: “¡dos, tengo dos y bien hermosos!; si papá respondiese a la rubia: “mira maja, la Constitución dice que tengo derecho y deber de trabajar; el deber lo cumplí siempre como buen cristiano, pero el derecho me lo van a garantizar los poderes públicos, joder si no, porque yo soy íbero orgulloso y cabrón,  y ...” , pues qué habría de pasar, que no lo sacarían en la tele; pero el día D, justo antes de que la casa se llenase de uniformes sin alma, a la hora H, diría a su familia que le esperasen afuera con los bultos. Y cuando a él, con acento ahora, lo sacasen a palos, porque sólo así saldría, les gritaría:“no os preocupéis, que antes de la noche ocupamos otra”. Entonces, hartos de dignidad, los críos pedirían a la madre algo más prosaico, menos filosófico, la comida; y brava ella respondería: “pues ea! venid conmigo a la Cruz Roja”. Hay otro dicho, también mejicano, que sentencia: “si la vida te da la espalda, agárrale las nalgas”.

Si la vida te da la espalda