jueves. 28.03.2024
capitan-lagarta

Suben las judías, el tabaco, el pan y ni nos enteramos. Sube el butano y ponemos facies de máscara. Baja nuestro salario y quedamos con cara de gilipollas pegado al manillar esperando a la bella, a la traidora Marietta. Cada día una nueva noticia y reaccionamos poniendo el mismo gesto átono de imbecilidad mientras soportamos con estolidez la pavana de unos: reformas-esfuerzo-sacrificio-unidad y la cantinela de otros: democracia-derechos-igualdad-medio ambiente. Si es que ya no hay mala leche, acaso esa pizca de mansedumbre activa que nos puede llevar, para arrepentirnos al día siguiente, a redactar un correo masivo y enviarlo con la consigna libertaria de “pásalo es muy importante”. Puede ser que en tan solo dos generaciones nos hayan convencido  -no habrá sido difícil pues ya portábamos en sangre el virus judeocristiano de la culpa-  de que somos niños malos que contaminan, que fuman y que permiten lo del tercer mundo. Nos mean encima y decimos que llueve; culpables entonces juntamos tapones compulsivamente o nos apuntamos a una oenegé para arreglar aquello que solo es orden y deber ministerial de quien gobierna. ¿Ya no hay mala leche? ¿pasó la moda de los tacos? ¿somos conscientes de cómo nos toman el pelo? ¿cómo es posible que hayamos doblado tanto? ¿cuál es el porqué de tamaña docilidad? ¿cómo castraron al toro bravo?. Don Antonio García Trevijano dice que el pueblo no estalla ante tanto atropello porque ha heredado los genes de la cobardía: los valientes mueren antes. El capitán lleva ya muchos días rumiando el asunto, sí, y como buen paranoico inducido -no nació así- encontré otra razón más rara, una que, por perversa y sublime, contraviene cualquier principio razonable, sobre todo el de la navaja del buen Ockam; a saber: la única variable que puede estar incidiendo en el comportamiento global de bichos domados es la alimentación. Los puñeteros alimentos transgénicos. Qué listos y perversos son: cadenas proteicas de genes de babosa, de lombriz, de cordero y de sauce del tipo llorón en el los alimentos que diariamente nos llevamos a la boca. ¡Eureka! por eso sube catorce veces la luz y el pueblo soberano responde altivo con el sonoro rugido de“BEEEE...”. Como paliativo, el capitán volverá a leer “Un mundo feliz” de Aldous Huxley, pero para enterarse de algo, se impondrá también el flagelo de hacerlo en ayunas.

Puñeteros transgénicos