jueves. 28.03.2024
El general César Milani.

@jgonzalezokDesde que hace unos días accedió al cargo de jefe del Ejército argentino, el general César Milani ha colocado la cuestión militar en el centro de un debate como hacía años que no se registraba. Su hoja de servicios haría impensable que un gobierno kirchnerista lo eligiera para tan alto cargo. Desde 1976, año del golpe militar, está dedicado a labores de inteligencia. Participó en el llamado Operativo Independencia, en Tucumán, estuvo en La Rioja cuando la dictadura mató al obispo Angelelli y tuvo un ayudante que fue desaparecido. Expresos políticos riojanos lo involucraron en el informe que hizo en 1984 la Comisión Provincial de Derechos Humanos y lo señalaron como “el Astiz de la Rioja”, en referencia a uno de los más conocidos represores de la ESMA (Escuela de Mecánica de la Armada), que se infiltró entre los familiares de desaparecidos.

Ya en democracia, estuvo cerca de los carapintadas, los militares que se rebelaron en tres ocasiones contra el gobierno de Raúl Alfonsín para tratar de impedir los juicios por violaciones a los derechos humanos. Tan cerca estuvo que hay fotografías que lo incriminan y hasta fue sancionado con ocho días de arresto por adhesión pasiva a la intentona.

Con similares antecedentes, muchos militares fueron juzgados y condenados en los últimos años, cuando este mismo gobierno logró revertir y anular las diversas medidas de perdón que los propios uniformados habían arrancado a los gobiernos de Alfonsín y de Ménem. Cuando su último ascenso fue debatido en el Senado, ninguna de las organizaciones defensoras de los derechos humanos consultadas puso objeciones y su nombramiento salió adelante gracias al voto del ex presidente Ménem.

Pero el premio Nobel de la Paz (1980) Adolfo Pérez Esquivel, ha pedido que se revise su designación y se ha mostrado preocupado por las denuncias que pesan sobre el militar. “Para nosotros es preocupante la designación de una persona sobre la que todas las señales hablan de que estuvo involucrado en la época de la represión. Y si perteneció al Batallón 601 (inteligencia militar), esto es mucho más preocupante y es una luz roja de alerta”, señaló. El Premio Nobel sugirió también que deben aclararse sus vínculos familiares con un represor que fue condenado a prisión perpetua, en referencia a su primo carnal, el ex sargento Miguel Angel “Perico” Pérez. Para ser jefe del Ejército, señaló también Pérez Esquivel, es fundamental que tenga antecedentes democráticos. Y opinó que la pasividad de muchos organismos defensores de los derechos humanos ante este caso se debe a que son abiertamente aliados del gobierno kirchnerista.

El nombramiento de Milani como jefe del Ejército tiene, además, una inquietante circunstancia: ocupa la jefatura del arma y conserva el control de la inteligencia militar. Algo sin antecedentes en toda la historia del ejército argentino. Controla los organismos de inteligencia de las otras armas y se le atribuye el ser el verdadero cerebro del llamado Proyecto X, un programa de espionaje implementado por la Gendarmería para investigar a líderes sociales y organizaciones populares. Un proyecto del que la presidente negó recientemente su existencia, aunque está en manos de la justicia.

El presupuesto dedicado a la inteligencia militar se ha multiplicado en los últimos tiempos, mientras que los dedicados a compras de material se mantienen en cifras ridículamente bajas, si se las compara con los ejércitos de todos los países de la región. El grado de obsolescencia del material militar de las tres fuerzas coloca a Argentina en una posición insostenible, desde el punto de vista de la defensa. A la marina se le llegó a hundir un barco en puerto, gran parte de los aviones no pueden volar, los pilotos apenas tienen horas de vuelo y los marinos de navegación. Y hay demasiada burocracia y oficiales en activo para tan poca tropa.

Al jurar su cargo como jefe del Estado Mayor del Ejército, Milani hizo una inusual defensa política del gobierno. En su discurso expresó su decisión de que las Fuerzas Armadas “acompañen con renovadas ansias el proyecto nacional”. Una declaración partidaria que tampoco tiene antecedentes y que ha preocupado a sectores políticos de oposición. Al mismo tiempo, la presidente, Cristina Fernández, habló de darles nuevas funciones a los militares. Básicamente, quiere que acompañen en labores asistenciales, recordando el Operativo Dorrego, que en los 70 unió circunstancialmente a Montoneros y militares con motivo de labores humanitarias por unas inundaciones. El ex ministro de Defensa del gobierno de Alfonsín, Horacio Jaunarena, cree que el gobierno trata de colocar a las Fuerzas Armadas “al servicio del asistencialismo clientelístico de su facción”.

Desde la oposición se teme, además, que la presidente intente que la inteligencia militar asuma tareas de espionaje interior, algo que tiene vedado por ley, ante la evidencia de que no controla totalmente el Servicio de Inteligencia (SI). Algunas fuentes aseguran que la Casa Rosada se ha sentido traicionada por los espías civiles y que estarían operando sobre algunos sectores de la Justicia, que le han dado algunos dolores de cabeza en los últimos tiempos.

El ex ministro de Relaciones Exteriores del gobierno de Alfonsín, Dante Caputo, señaló que en una situación como la actual, donde no hay hipótesis de conflicto, se gasta de manera desproporcionada en inteligencia militar. Se gasta mucho más en inteligencia que en equipamiento, mientras que el personal dedicado a inteligencia aumenta de forma significativa. El periodista del diario La Nación, Mariano Obarrio asegura que un funcionario oficial manifestó que el SI está fuera de control y por ello, “Cristina dispuso el ascenso de Milani, para tener un sistema de inteligencia de su confianza”, a pesar de que las leyes de Seguridad Interior y la de Defensa de la Democracia le tienen prohibido hacer espionaje interior.

Por último, Milani también se ha visto en medio de la polémica por ser titular de un millonario patrimonio, muy difícil de justificar. El programa televisivo Periodismo para Todos mostró el pasado domingo imágenes de la mansión en la que vive, en el exclusivo barrio de La Horqueta, municipio de San Isidro, al norte del Gran Buenos Aires. Ante la petición de la Oficina Anticorrupción de que justificara su origen, dio cifras infravaloradas sobre su precio, habría sobrevalorado la venta de una vivienda anterior y aseguró que recibió una importante herencia.  

Inquietantes sospechas sobre el nuevo jefe del Ejército argentino, general Milani