domingo. 28.04.2024
ayuso

“Se publican demasiadas leyes, se dan pocos ejemplos”
(Saint Just, par de Robespierre, a la Convención Republicana)


La crisis financiera de 2008 resucitó todo tipo de populismos, al igual que el siglo XIX nos legó los nacionalismos que aun asolan nuestros derechos humanos a nivel planetario. No en vano la respuesta de una naciente izquierda en aquella época planteó el internacionalismo, como una de sus razones de ser, puesto que consideraba a las fuerzas de opresión de los derechos democráticos y de explotación económica de los recursos productivos como universales. Sin duda porque lo eran y lo siguen siendo en el proceso de transformación neocapitalista mundial actual.

Lejos de estas líneas la equidistancia entre populismos nacionalistas. Muy al contrario. Es difícil no posicionarse contra esas imposturas de “amplio espectro ideológico” desde la radicalidad que da nuestras convicciones profundas sobre la democracia y las libertades cívicas. Lamentándolo mucho y a fuer de parecer políticamente sectario parece imposible conceder la titularidad de izquierda a quienes defienden los intereses de la tierra (nación-propiedad desde una superestructura política, que diría Carlos Marx) como un valor democrático y progresista de izquierda. Pero aún menos se puede conceder la titularidad democrática a los populismos nacionalistas de ultraderecha que por sus antecedentes históricos y esencia ideológica son las que cotidianamente la niegan.

Porque hechas estas precisiones nos despachamos ayer con unas declaraciones de Isabel Díaz Ayuso, que aún sorprende que sorprendan, y que las atribuyan a las más variadas causas basadas en consideraciones no políticas y de carácter peyorativo personal. Ya es moneda corriente en las redes sociales utilizadas por las gentes de izquierda la mera descalificación por sus supuestos déficits intelectuales o la ignorancia de una persona iletrada que solo maneja slogans de agit-prop fabricados prét a porter por sus “coacher” personal a ritmo de informativos. Buen servicio se hace con ello a la causa de la derecha extrema.

Porque, sin duda, que esa es la apariencia, pero es posible que haya algunas preguntas no respondidas sin que se justifiquen en tal banalidad. Por ejemplo, ¿por qué se declara partidaria Isabel Díaz Ayuso del candidato ultraderechista y radical Javier Milei apoyando su candidatura a la presidencia de la república argentina? ¿Por qué, día sí y día no, excede por completo sus competencias y desatiende sus principales responsabilidades en una Comunidad Autónoma cuya principal misión es gestionar un presupuesto sobre asuntos de conexión directa con la vida ciudadana? ¿Por qué, lejos de ser una referencia de un centro derecha asumible por los sectores moderados del electorado, establece cotidianamente un mensaje provocador de enfrentamiento institucional y lanza opiniones que desbordan por completo por su derecha al electorado más ultra residenciado en VOX? Quedan más interrogantes, pero sería prolijo en este articulo y tal vez innecesarios.

Pensar que toda esa avalancha de supuestos despropósitos no obedece a una estrategia populista perfectamente diseñada, además de contar con unos objetivos pautados y pactados, con apoyos importantes en el seno del PP y de la derecha económica, sería un error de bulto. Considerar a también a Isabel Díaz Ayuso como una especie de estúpida e insolvente política, manejada por un ciudadano sin más, de cuya maldad intrínseca se puede esperar solo una manipulación mediática, sería, esa sí, una estupidez mayúscula. Hasta ahora solo se conocen desde la oposición en la Comunidad de Madrid una suerte permanente de reproches a esas actitudes de imágenes pautadas. Algunos de ellos se producen mediante brillantes exposiciones con un final conocido: terminan en bronca. Y eso es lo que recogen los medios, porque no otra cosa se pretende por la lideresa populista madrileña y su equipo de permanente campaña.

La acción-reacción es una estrategia tradicional de la derecha ultra y conservadora a nivel mundial y aquí no podía ser menos

A los independentistas transversales de derecha a izquierda catalana y a su “procés” derrotado le debemos sin dudar, el resto de los españoles progresistas y demócratas, el advenimiento de VOX a nuestras tierras e instituciones. La acción-reacción es una estrategia tradicional de la derecha ultra y conservadora a nivel mundial y aquí no podía ser menos. Los movimientos políticos emergentes, post 2015, que intentaron capitalizar el movimiento de descontento y frustración de la crisis financiera de 2008, han fracasado por completo en sus expectativas y objetivos, que no eran otro que el “sorpasso” a los partidos tradicionales del arco parlamentario español. Pero ello ha dejado fuera de foco a una nueva generación que estaba en disposición de intervenir en política y que tras ocho años de decepciones sobre liderazgos y proyectos tiende a derechizarse en las grandes concentraciones urbana españolas o simplemente inhibirse de su necesario protagonismo. Y es lo peor que le puede pasar a una democracia.

Es posiblemente en ese contexto donde las estrategias del sector del PP que protagoniza y representa Díaz Ayuso tengan su fundamento. Cuando dice apoyar un cambio en Argentina su mirada no es solo para Milei, que sería el homónimo del VOX español, que ella pretende absorber; sino que también se conecta con la candidatura de Patricia Bullrich, que no es otra cosa que la guardabarrera de Macri, un equivalente directo al PP, de José María Aznar, con cuya Fundación FAES tiene coincidencia ideológica y material. Y ya hoy mismo Javier Milei la ha propuesto entrar en “su” gobierno de cara a la segunda vuelta de 16 de noviembre. De manera que “el cambio” en Argentina propugnado por Ayuso, se parece mucho a “su” propio cambio, pero por ella protagonizado en exclusiva. Vamos, toda una “imbecilidad”.

Es conocida, por pública y notoria, la estrategia política de la derecha española articulada en FAES. Entienden que solo podrán gobernar el país desde una mayoría absoluta, que integre en fusión por absorción al proyecto ya en tránsito de crisis de VOX; en la misma forma que ya efectuaron con Ciudadanos, y antes con UPyD y con UCD. Una destrucción sistemática programada, por activa o pasiva, de los intentos frustrados de un centro liberal español, que condicionaría esa estrategia. Ese es el proceso de concentración de la derecha que arranca desde la transición democrática de 1978. Cuando hablan de constitucionalismo del 78 hablan de eso principalmente y, por desgracia, hay, incluso en gentes de izquierda, quien se lo compran. A Díaz Ayuso también porque va en el paquete.

La populista Díaz Ayuso ni dice ni hace tonterías, ni es una iletrada o ignorante, sino que cumple casi a la perfección el papel que se le tiene asignado como ultraliberal radical

De manera que la populista Isabel Díaz Ayuso ni dice ni hace tonterías. Ni es una iletrada o ignorante. Cumple casi a la perfección el papel que se le tiene asignado como ultraliberal radical, negacionista de la dictadura, mujer liberada, española con pedigrí de nacionalismo madrileño dentro de España que es España, martillo de la izquierda orbi et orbe (incluye al Papa, sin complejos), y que se proyecta como referencia social de un crecimiento económico territorial, que no es suyo, pero se lo atribuye, sin oposición de una oposición sin estrategia para ello.

Probablemente la permanente estrategia populista apenas sin descanso le lleve a excesos. Porque hay que hilar fino para conocer el entramado de sus posiciones “argentinas”. Pero aún así sería bueno conocer cuáles son las alternativas eficaces que nos permitan hacer frente a esta batalla ideológica (aparentemente madrileña, pero no cultural ni desde luego territorial) en la que estamos inmersos. Se empieza por la ejemplaridad pública de la izquierda y ello conlleva menos leyes y sobre todo menos divisiones artificiales, como hoy, probablemente, diría Saint Just.

La populista Isabel Díaz Ayuso. Una batalla ideológica