sábado. 27.04.2024
trumpismo

No es verdad, como presumen algunos, que se sepa a ciencia cierta hacia dónde se dirige el mundo. Están los oráculos rebosantes de vaticinios fallidos de las pitonisas. De los últimos, el más memorable, la catástrofe económica que se nos venía encima por culpa del gobierno de coalición, y antes la supuesta inviabilidad del sistema público de pensiones... Ni siquiera sabemos contestar, de una manera fiable, a algunas preguntas básicas sobre cuestiones de actualidad, aunque sean situaciones que nos afectan especialmente. Por ejemplo, hacia dónde nos lleva la guerra de Ucrania o cuándo volveremos a sufrir una pandemia, las evidencias de la emergencia climática o qué orden mundial se está construyendo. Nos preguntamos si nos podríamos inspirar en experiencias pasadas, pero ya se sabe que, como dijo Marx, la historia se puede vivir como tragedia y repetirse luego como farsa.

Podríamos situar algunas preguntas en una perspectiva más actual y el ejercicio sería igual de difícil. Quizá lo más rentable sea centrar nuestros esfuerzos en intentar evitar ciertas situaciones, esto es, hacer lo posible para que no lleguen a producirse, o cuanto menos aplazar o paliar sus efectos. Muchos de los episodios recientes que conservamos en la memoria, y que por el bien del planeta deberíamos intentar evitar que se repitan, se circunscriben sobre todo a los infaustos cuatro años del mandato de Trump y sus consecuencias para la revitalización de la red nacional populista en el mundo. Y hay algo, por encima de todo, que podría equipararse con el mayor desastre de esos recuerdos, cuya evocación nos debería meter el miedo en el cuerpo (y eso que ya ha transcurrido un tiempo), y es pensar en los acontecimientos finales de la invasión del Capitolio, que fue un intento de paliar la derrota electoral que Trump y sus seguidores nunca aceptaron, con un golpe de estado neofascista. Todo esto está ocurriendo, además, en un momento en que se libra una gran batalla entre lo verdadero y lo falso, con la sociedad digital y la inteligencia artificial como plataformas utilizadas para distorsionar la realidad. Ya se sabe que es muy fina, también, la línea que separa las consignas de lo que realmente pasa, porque en realidad las consignas ya invitan a los hechos, y muchas veces son deseos que se cumplen, aunque luego, muchas veces, las semejanzas sean pequeñas entre lo imaginado, el ejemplo que cunde y el atentado que se comete contra la convivencia, incluso contra la propia democracia. Así de complicado es entender el tiempo que nos ha tocado vivir.

Nos preguntamos si no se inspiraría en todo eso Bolsonaro, cuando en 2022 quiso repetir el golpe en Brasil, negándose también a reconocer la derrota electoral. En este caso, ya con Biden en la Casa Blanca, los Estados Unidos no apoyaron la intentona golpista, lo que hizo desechar a los golpistas cualquier duda que pudieran tener sobre sus posibilidades de éxito. Esta situación de polarización extrema  viene propiciada y tiene que ver, también, con la sumisión del partido republicano a la figura de Trump y la defensa cerrada del autócrata por parte de la mayoría de sus bases electorales, ante la cadena de juicios que le afectan. El golpe institucional se extiende ahora a la justicia y a los derechos civiles en los Estados controlados por la mayoría republicana.

Un porcentaje elevado de la población mundial vive bajo regímenes autocráticos o dictaduras

En una clave más local, destacan los atentados del 11M de 2004 en Madrid en los que murieron cerca de 200 personas. Debemos dedicar unos párrafos especiales a José María Aznar, quién, con los pies encima de la mesa de Bush, no solo declaró la guerra a Irak contra el parecer mayoritario de la población española, sino que también, al igual que Trump y Bolsonaro, pero mucho antes que ellos, se negó a reconocer la victoria electoral de la izquierda en España, -atribuyéndola a una alianza de la izquierda con el terrorismo- en lo que constituye una diferencia radical de comportamiento en relación con las izquierdas y que es, sin duda, uno de los factores más determinantes desde entonces para el mal funcionamiento de la democracia, en la que todos han de asumir sus responsabilidades por igual. Recordemos que en aquel momento, la derecha ni siquiera aceptó la autoría yihadista de los atentados de Madrid. En esa época, los medios traían artículos y entrevistas sobre los planes de la derecha española de demostrar que en Irak se escondían armas de destrucción masiva. Sin pruebas y con poco fundamento (llevar la democracia a los iraquíes, decían), la estrategia fue una chapuza desde el primer momento. Lo mismo después con respecto a los autores intelectuales de los atentados de Madrid. Pero en este caso todo empezó como farsa y terminó en tragedia.

Pocos ejemplos en la historia reciente muestran tan a las claras el tiempo del mal gobierno del populismo ultra en muchas partes del mundo. O lo que es lo mismo: un porcentaje elevado de la población mundial vive bajo regímenes autocráticos o dictaduras. Nos tememos que ante la proliferación de líderes ultras y populistas, nuestra capacidad de reacción para defender la democracia de los ataques de todos esos personajes sea cada vez más declinante. Sobre todo cuando buena parte de la derecha europea, que a diferencia de la española había mantenido los cordones sanitarios, ahora los elude para aliarse con la ultraderecha por razones electorales. Y no estamos hablando de países del tercer mundo, como podemos comprobar por los ejemplos que acabamos de mencionar. Es cierto que en la época de Nixon, con las escuchas del Watergate, y de Clinton, con el caso Lewinsky, la Casa Blanca estuvo envuelta en grandes escándalos, pero es notorio que las graves acusaciones de delitos contra la propia democracia en los que está enredado Trump, no tienen precedentes.

PP y Vox conforman la 'mayoría Drácula', irracional y negacionista que ya gobierna en Castilla León

Debemos hacernos a la idea de que el trumpismo está representado en España por el ticket Abascal-Feijoo. Y esas políticas que vimos y estamos viendo en Estados Unidos con Trump, en Brasil con Bolsonaro, en la India con Modi, en Hungría con Orban, en Italia con Meloni, en Turquía con Erdogan o en Israel con Netanyahu, y que son en su conjunto la principal amenaza para la democracia, también pueden aparecer en nuestro país, si gobiernan el PP y Vox: una mayoría Drácula, irracional y negacionista, que ya gobierna en Castilla León, que insiste en la deslegitimación del gobierno de la izquierda y se sitúa en rebeldía con la renovación constitucional del gobierno de los jueces. Más recientemente con la coincidencia en el negacionismo de los efectos del cambio climático y de la crisis energética como enseña. Algo que solo se puede evitar con el ticket del Gobierno de coalición, sin divisiones entre la izquierda y si el Gobierno de izquierdas continúa.

Gaspar Llamazares y Miguel Souto Bayarri

El nacional-populismo no descansa