sábado. 27.04.2024

No es mi intención reprobar al cristianismo —Dios me libre— ni tampoco acometer contra la celebración de una tradición religiosa que conmemora el nacimiento de alguien a quien más de dos mil millones de seres humanos atribuyen la condición de ser el hijo de un dios en el que creen. Sin embargo, ahora que un año más estamos inmersos en las fiestas navideñas, me vuelvo a cuestionar si el nacimiento de Jesús de Nazaret es el leitmotiv de estos días, o si bien estamos ante una fiesta hedonista impulsada por el consumismo y alentada por campañas publicitarias que apelan a la paz, al amor, a la fraternidad y a los reencuentros familiares, todo ello como reclamo para promover sentimientos que fomenten el consumismo.

A mi criterio, más que una celebración religiosa, la Navidad se ha convertido en una representación dual y posmoderna donde lo laico y lo pagano (entendiendo como tal la adoración al consumo y al dispendio) se amalgaman, y no precisamente a partes iguales. Si bien siguen presentes varias manifestaciones dogmáticas y litúrgicas propias del cristianismo, los rasgos más significativos de estas fiestas exhiben un carácter profano, hedonista y consumista, un totum revolutum de comidas y cenas familiares y de empresa, una fraternal camaradería entre Reyes Magos y Santa Claus al servicio del consumismo, Misas del Gallo y discotecas coincidiendo en la misma franja horaria, paganos arbolitos de navidad compartiendo protagonismo con los icónicos belenes del catolicismo (el cristianismo protestante rechaza las imágenes), y así un sinfín de concomitancias que funden y confunden a la vez lo laico con lo pagano. 

Más que una celebración religiosa, la Navidad se ha convertido en una representación dual y posmoderna donde lo laico y lo pagano se amalgaman

Es en esa barahúnda donde una vez más aflora el envite revanchista entre una España que muere y otra que bosteza, hace acto de presencia la disyuntiva de felicitar las fiestas navideñas y no saber si hacerlo con el “Feliz Navidad” tradicional o bien con cualquiera de las postmodernas alternativas que han ido apareciendo con la modernidad, la progresía y también las modas. 

Conforme avanza diciembre los centros comerciales se erigen como fastuosas catedrales donde se rinde culto al consumo a través de liturgias paganas. Mientras tanto, muchos cristianos practicantes ignoran que durante los tres siglos que siguieron a la muerte de Jesús de Nazaret no existía la Navidad. Y así fue hasta que 350 años después, el Papa Julio I pontificó que el 25 de diciembre era fecha que a la que asignaba el nacimiento del Niño Jesús. Se inició así una festividad religiosa que se solapaba con la fiesta pagana del Sol Invictus (las antiguas celebraciones Saturnales) que comenzaba cada 17 de diciembre y se caracterizaba —mire usted qué casualidad— por ser un período de alegría, de buena voluntad, y de intercambio de regalos en entrañables festines familiares y sociales. 

Misas del Gallo y discotecas coincidiendo en la misma franja horaria, paganos arbolitos de navidad compartiendo protagonismo con los icónicos belenes del catolicismo

Es un hecho que la fe católica en nuestro santo país cotiza a la baja desde hace muchos años. Sobre todo desde que, por fortuna, no rige nuestro destino un autócrata que acaudilla a los españoles por la gracia de Dios. Este desinterés por lo religioso ha traído como consecuencia —entre muchas cosas más— que sean muchos quienes prefieren felicitar la Navidad con un “Felices Fiestas”. Otra diplomática opción consiste en felicitar con un aséptico “Feliz Año Nuevo” evitando así emplear el vocablo Navidad. Pero como la imaginación no tiene límites, están también quienes han introducido la moda de felicitar el Solsticio de Invierno, una metamorfosis presuntamente laica de la navidad que, en realidad, nada tiene de laica ya que evoca una celebración que, aunque pagana, es tan religiosa como la cristiana. De este modo, quienes utilizan el “Feliz Solsticio” están rindiendo culto al arcaico paganismo de los ritos ancestrales que reconectan con la madre tierra para celebrar que los días empiezan a ser más largos y las noches más cortas, algo que, se mire por donde se mire, también es una celebración religiosa. 

Muchos cristianos practicantes ignoran que durante los tres siglos que siguieron a la muerte de Jesús de Nazaret no existía la Navidad

A todas luces la Navidad de los cristianos se ha desvirtuado debido a la pérdida de la fe que caracterizaba a los cristianos de otros tiempos —aunque en gran medida fuera impuesta con amenazas de castigo a quienes no la profesaran— y que ahora brilla por su ausencia. Hábilmente, la publicidad se ha apropiado del espíritu navideño y ha manipulado al consumidor con estrategias que apelan a las emociones utilizando imágenes y símbolos previamente instaurados por la religión, así como referentes a la nostalgia y la tradición. Se propician de este modo nuevas pautas de conducta en lo referente al consumo y a unas relaciones sociales que resultan lucrativas para los promotores a costa de propiciar un consumo innecesario en los destinatarios de las campañas. 

Pero no era este el enfoque que pretendía dar al presente artículo cuando he comenzado a escribirlo, sino más bien pronunciarme por cuál sería el mejor modo (o el políticamente más correcto) de felicitar la Navidad sin imponer el criterios religiosos ni agraviar, aunque fuera involuntariamente, a quien se felicita.

Desde mi infancia siempre he felicitado estas fiestas con el tradicional “Feliz Navidad”. Sin embargo, conforme me fui haciendo mayor perdí poco a poco la fe que quizás nunca tuve. Actualmente me considero un agnóstico reconvertido a partir de un cristianismo (concretamente protestante) que profesé por ser la religión en la que me instruyeron mis padres. 

Quienes utilizan el “Feliz Solsticio” están rindiendo culto al arcaico paganismo de los ritos ancestrales que reconectan con la madre tierra

Pero vayamos al grano. En el día a día de nuestra sociedad la locución “Feliz Navidad” ha dado paso progresivamente a “Felices Fiestas” por considerar que esta expresión es laica y resulta más apropiada en una sociedad tan sensible en cuestiones tanto ideológicas como de religiosas. Hace mucho tiempo que en Estados Unidos no se felicita la Navidad al argumentar que es una fiesta cristiana, y en Estados Unidos se actúa con exquisito cuidado para no ofender a nadie a causa de su religión. De este modo, el tradicional «Merry Christmas» (Feliz Navidad) dio paso al «Happy Holidays» (Felices fiestas). Y algo parecido está sucediendo ya en España.

En mi caso, tras varios decenios de felicitar con el clásico “Feliz Navidad” me fui pasando al “Felices Fiestas” y también “Feliz Año Nuevo”. Más adelante me dejé llevar por la moda del “Feliz Solsticio”, una tentativa breve hasta que caí en la cuenta de que actuaba por esnobismo y sin reparar en la contradicción de que las primitivas celebraciones Saturnales, aunque fueran paganas, no dejaban de ser una religión, algo incoherente con el laicismo que quería reivindicar. 

En la actualidad mi postura es más abierta y transigente. Se me escapa con frecuencia “Feliz Navidad” (sobre todo cuando se lo deseo a un cristiano practicante) aunque utilizo sobre todo el socorrido “Felices Fiestas”. Incluso hace unos días surgió la ocasión y le deseé por escrito un “Feliz Solsticio” a una buena amiga cuya ideología respeto aunque no comparto su radicalidad. 

Os deseo Feliz Navidad a unos, Felices Fiestas a otros y Feliz año nuevo a todos.

¿Feliz Navidad, felices fiestas, feliz solsticio?