domingo. 28.04.2024
Foto de archivo

¿Qué nos propone Feijóo y su partido? Pues en síntesis derogar el sanchismo (sea eso lo que fuere), salvo alguna cosilla. Resulta que no conviene derogarlo todo. La reforma laboral fue pactada con sindicatos y empresarios, luego si no se queja nadie, lo elimina de sus prioridades. Y eso que su partido votó en contra, salvo Casero, e incluso convenció a dos parlamentarios navarros para sorprender al gobierno. Feijóo nos está saliendo marxista en la estela de Groucho Marx. Si no le gustan mis principios, no hay problema porque ya tendré otros que hagan mejor apaño. En un humorista puede ser algo muy ocurrente, pero en un presunto estadista no tiene ninguna gracia. Tampoco se declara contrario al aborto, aunque no lo considere un derecho.

Debe gobernar la lista más votada, siempre que no arroje otro calculo la suma de apoyos parlamentarios. En definitiva, la ley del embudo. Para mí lo ancho y para ti la parte más estrecha. No pensaba pactar con Vox, pero si se tercia para poder gobernar, pues tampoco pasa nada. La violencia machista es una obviedad, pero se cambia su denominación si así lo exige un respaldo parlamentario imprescindible para formar gobierno. Cada situación demanda su especificidad. Aunque siempre se le debe negar el pan y la sal a esa izquierda que ha desmantelado España. En Europa hay que tener otro discurso, porque allí hay cosas que no cuelan. Es lo bueno de no saber inglés porque te adelantan unas elecciones, que puedes culpar al maldito traductor y santas pascuas.

Feijóo sólo tiene una oportunidad. Si perdiera las elecciones Ayuso le relevaría en la presidencia del partido. Por eso pactará con Abascal y con quien se preste a ello

Tras el polémico anuncio de verano azul, ahora Feijóo ha decidido relatar su vida. Entró en política por casualidad. Él no quería, pero ya puestos, como le dieron un cargo decidió ir concatenándolos. Debe saber que sólo tiene una oportunidad. Si perdiera las elecciones contra todo pronóstico, Ayuso le relevaría en la presidencia del partido y en una próxima candidatura para La Moncloa. Por eso pactará con Abascal y con quien se preste a ello. Ahora toca hacer propuestas y no acabamos de ver muy definido su proyecto para sacar al país del marasmo. Podría explicarlo en los debates. Pero se diría que no confía mucho en la fuerza de sus argumentos y su arrolladora habilidad dialéctica.

Propuso un debate a tres por aquellos del posible pacto de la izquierda, pero rehúye uno a cuatro bandas, con su posible socio parlamentario. Le gustan los números impares. De no ser tres, pues que sean siete. Sólo falta que Ayuso eche de menos a Txapote, con una de sus tenebrosas y pérfidas ocurrencias. En cambio Sánchez no parece tener problemas en defender su gestión y asumir algunas responsabilidades en primera persona. Ha decidido explicarse. Fue al Intermedio, donde le hicieron algunas preguntas muy incómodas en un ambiente cordial y pese a ello supo arrancar alguna sonrisa del público. En El Hormiguero se merendó a Pablo Motos, al que ha debido criticarle por no saber acorralar al actual presidente del gobierno. El presentador reconoció cosas tales como la mentira del 11M y lo impresentable que resulta jugar con la memoria de las víctimas. Pedro Sánchez llevó la iniciativa en todo momento y no esquivó ningún dardo. Sencillamente los paró para lanzarlos con efecto boogmerang.

Sería muy de agradecer que cesaran las burlas a la inteligencia del electorado, para que se pudieran comparar dos modelos de gestión y sendas formas de ver el mundo

Sería muy de agradecer que cesaran los chascarrillos y las burlas a la inteligencia del electorado, para que se pudieran comparar dos modelos de gestión y sendas formas de ver el mundo. Hay quien tiene su voto más que decidido. Es una lástima que una parte de electorado vote para derrocar el sanchismo y la otra por temor a una suerte de neofranquismo travestido. Lo suyo es que la derecha recibiera el apoyo de quienes no quieren pagar impuestos porque menoscaba su saneado confort y a la izquierda quienes creen que las vidas no tienen un precio de mercado. Que se votara porque las propuestas vienen a sintonizar o a formatear nuestras convicciones y no para derrotar a un enemigo con quien hay que seguir conviviendo. Qué bien vendrían unos debates moderados profesionalmente y en donde se abordaran los problemas reales de la ciudadanía junto a las diferentes propuestas para resolverlos. Eso sería ejercitar una democracia deliberativa. Esta sí parece haber quedado derogada de facto.

Feijóo y los debates propios de una democracia deliberativa