lunes. 29.04.2024

Alguno de los varios momentos en los que se puede considerar cerrada la transición a nuestra actual democracia pudo ser cuando coincidieron en los ayuntamientos de España, alcaldes de Alianza Popular y del Partido Comunista o cuando un socialista volvió a presidir el Consejo de Ministros.

El que políticos de los partidos que habían sido perseguidos tras la guerra civil volvieran al poder en España, significaba que la Constitución de 1978 consagraba definitivamente las libertades en nuestro país. Más allá de que los partidos más cercanos a la ideología que había imperado en España durante los cuarenta años anteriores, pudieran hacerlo.

No quiero comparar situaciones, pero si hay quien lo ha hecho: el procés catalán que culminó, en 2017, con aquellos episodios que ya no hace falta recordar, significó un trauma comparable a un golpe de estado, como el de 1936, que no se convirtió en una guerra civil por falta de medios suficientes.

Gracias a Pedro Sánchez, y es difícil no reconocérselo, esa clase política ha vuelto a colaborar en la gobernanza de España

En lugar de una guerra de ese tipo, podría hablarse de una guerra fría en la que una parte de la clase política catalana dimitió de participar en España. Gracias a Pedro Sánchez, y es difícil no reconocérselo, esa clase política ha vuelto a colaborar en la gobernanza de España, no sin antes cobrar determinadas compensaciones. Pero, parecía que solo los partidos progresistas eran capaces de entender la pluralidad de España.

Hasta ahora. Acabo de leer que, al parecer, Carles Puigdemont ha puesto plazo al cobro de esas compensaciones: un año. Si no se hubiera materializado ese cobro en el plazo señalado, colaboraría en una moción de censura junto con el Partido Popular. Creo que estamos ante la ocasión de cerrar esta nueva transición a una situación de normalidad política, es decir, que todos los grupos del Congreso de los Diputados intervengan en la democracia española.

El que PP, VOX y JUNTS voten juntos una moción de censura contra Pedro Sánchez, creo que significa algo que el propio patriotismo del censurado debiera dar por bueno: que la derecha española sienta latir al unísono sus corazones por encima de cualquier otra consideración. Casi medio siglo después, el testamento de Franco entraría en vigor: España una.

Por ello, no creo que fuera muy malo que se dieran las condiciones suficientes para que eso ocurriera, es decir que el Gobierno no intervenga en los Tribunales para evitar que estos se opongan a la amnistía o que las fotos de Sánchez con Puigdemont no sean del agrado de éste. Si algo así ocurriera, Puigdemont, al no contar con los diputados suficientes en el Congreso, negociaría con Feijóo para presentar una moción de censura. Y aquí empieza lo bonito del asunto.

Como convencería Feijóo a Abascal para que votara junto a los diputados de JUNTS es algo que debería televisarse en prime time

Para empezar, hay que pensar que, o bien Puigdemont tendría que pedir a Feijóo lo que Sánchez no le habría podido dar, amnistía y foto, o bien le haría una rebaja en el precio, solicitándole, nada más, que no le llamara prófugo durante una temporada y que hablara, como hacía Aznar, catalán en la intimidad. Claro que también le podría dar gratis sus siete votos del Congreso con tal de echar a Sánchez del que se consideraría despechado.

Pero, luego, vendría lo de VOX, ya que sus votos también serían necesarios para esa moción de censura. Como convencería Feijóo a Abascal para que votara junto a los diputados de JUNTS es algo que debería televisarse en prime time. Ni siquiera el servicio a la patria que supone el echar a Sánchez de la Moncloa le serviría a Abascal para votar esa moción fomentada por Puigdemont. Porque, además, tendría que renunciar a algo que está en su programa máximo: la ilegalización de JUNTS. O bien, podría ocurrir que Puigdemont, en el colmo de su cabreo con Sánchez, se jugara la legalización de su partido con tal de vengarse de Sánchez. Ya se sabe que el principio de "que se quede ciego aunque yo me quede tuerto" es algo muy practicado.

El resultado, en todo caso, puede ser el asistir a una nueva edición de la Plaza de Colón con Feijóo, Abascal y Puigdemont bajo la gran bandera española que ondea al lado de la estatua dedicada al descubridor. Solo falta que, si el espectáculo hace "bolos por provincias", pase por las Ramblas, donde está esa fuente de Canaletas donde los culés celebran los éxitos del Barça. Inenarrable.

Solo el hecho de que esa noticia se haya dado en las cercanías del 28 de diciembre, empaña la posibilidad de que sea cierta tanta belleza. Lástima.

Feijóo, Abascal y Puigdemont, un nuevo frente popular