domingo. 28.04.2024

Para consolarme un poco voy a empezar por el final. Me refiero al minuto de oro que Sánchez convirtió en platino. Un mensaje claro y conciso, cargado de convicciones y propuestas, que solicitaba el voto para consolidar las cosas bien hechas, porque los errores han sido reconocidos y asumidos. Impecable. La cara de Vallés era un poema. Quien había oficiado como mayordomo del aspirante no pudo hacer nada para inclinar la balanza de su lado y advirtió la sideral diferencia entre ambos minutos. A Feijóo le tocó cerrar y se puso nervioso al ver que no podía igualar algo tan bien preparado. Se pasó bastante del tiempo y fue una pena que no le dieran cinco minutos más, porque hablar de seguido no es lo suyo, al no tener nada propositivo que decir. Así se cerró el funesto simulacro de un falso debate, que fue más bien un cruce de navajas dialécticas.

La cara de Vallés era un poema. Quien había oficiado como mayordomo del aspirante no pudo hacer nada para inclinar la balanza de su lado

Aprendimos todo cuanto no debe ser un debate serio. Fue la primera vez que se confió a una cadena privada y no se compartió la emisión con otros medios. La moderación brilló por su ausencia y el favoritismo suplantó a la imparcialidad profesional. Feijóo supo neutralizar las habilidades dialécticas de Sánchez con una estrategia imparable, si ningún arbitraje la reconduce. Hizo descarrilar el debate sacando a colación cuestiones inconexas, comparaciones absurdas y gráficos manipulados. Recitó su monólogo como un papagayo y rehusó responder a preguntas harto sencillas, como la del importe de su sobresueldo. Quizá le avergüence decirlo porque sea una cantidad pequeña o prefiera ocultarlo por lo contrario. Poca transparencia puede ofrecer quien rehúye apuntar ese dato. 

Vimos a un clon masculino de Ayuso. La mejor defensa es el ataque y al principio desarboló a su contrincante con muletillas como la de no se ponga nervioso

Vimos a un clon masculino de Ayuso. La mejor defensa es el ataque y al principio desarboló a su contrincante con muletillas como la de no se ponga nervioso, déjeme hablar u otras por el estilo. Era lo único que llevaba preparado. Tampoco permitía que se respondieran o matizaran sus planteamientos. El actual presidente del gobierno pedía permiso a los moderadores para contestar, pero no encontró el amparo de ningún árbitro, porque no lo había. Feijóo podía haber explicado cómo pensaba derogar el sanchismo y mejorar la gestión política de los últimos cuatro años, con una pandemia y un conflicto bélico de por medio. Sin embargo se limitó a denigrarlo y describir un país a la deriva, pese a la buena imagen del presidente Sánchez en Europa por unos datos que apuntan una recuperación digna de aplauso y encomio.

Me había hecho falsas ilusiones al pecar de ingenuo. Creí poder asistir a la defensa de dos modelos políticos diferentes, cual son la socialdemocracia y el neoliberalismo. Craso error

Recurrir una vez más al terrorismo etarra para suplir la carencia de argumentos resultó escalofriante. Se recordó el secuestro y asesinato de Miguel Ángel Blanco, recreándolo mórbidamente como alguien maniatado y muerto por un tiro en la nuca. Feijóo sabe que lo de Txapote hizo fortuna y caló en la gente. Que Bildu apoyara la revalorización de las pensiones le parece intolerable y eso ha manchado de sangre las manos del presidente (sic). Votar al partido socialista parece ser un voto contra España y reivindicativo del terrorismo. Casi nada. Mucha gente ha hecho suyo ese discurso. El clima social y la convivencia han mejorado en Cataluña, porque se ha logrado decantar ideológicamente al bloque nacionalista, pero ese resultado da igual, si Yolanda Díaz promete hacer una consulta.

Me había hecho falsas ilusiones al pecar de ingenuo. Creí poder asistir a la defensa de dos modelos políticos diferentes, cual son la socialdemocracia y el neoliberalismo. Craso error. No hubo un duelo dialéctico en el que se pretendiera refutar los argumentos del adversario, sino un lanzamiento de dardos y calumnias que suplían a los datos. La verdad es que ponía mal cuerpo. Supone tanto como dinamitar la democracia deliberativa. Quítate tú que ya me pongo yo. Así se resume todo lo que dijo Feijóo. Acertaron sus asesores al no exponerle demasiado. En un plató diferente y con un formato serio le hubiera ido bastante peor. Su minuto de oro lo convirtió en cobre y ni siquiera rozó el bronce. Ojalá hubiese hablado mucho más en ese momento crucial del simulacro de lo que no deber ser un debate político serio.

El falso debate planteado por Feijóo para calumniar al presidente del gobierno