martes. 30.04.2024

Aun cuando no lo quieran reconocer los neoliberales por motivos ideológicos, una de las cosas que está sorprendiendo en España y en otros países es la superación de la crisis actual mucho mejor que la iniciada en el 2007/8. Es evidente que si no fuera por las consecuencias políticas poco importaría que estos ideólogos no lo reconocieran porque su nivel intelectual es ínfimo. Esto es más pronunciado en la llamada escuela austríaca, que parten siempre del mismo modelo y recetan siempre lo mismo, sea cual sea la situación económica, estemos con las vacas orondas o flacuchas, haya crisis o no, sea cual sea la fase del ciclo en la que estemos; y esta recomendación es siempre nada de lo público, sólo mercado y tira millas. Y es que en la situación actual y tras la herencia de la crisis mencionada más las consecuencias del covid –con el parón parcial de la actividad económica durante algún trimestre largo– más la crisis derivada de la guerra en Ucrania, es decir, del ataque y ocupación parcial de este Estado soberano por parte de la Russia de Putin, a pesar de todo ello decía las economías occidentales y, en particular, algunas europeas están saliendo bien paradas en contra de los pronósticos y deseos de las derechas europeas y, en general, occidentales. En España, por ejemplo, se va a crecer por encima del 5% y se ha batido registros de ocupación y de cotizaciones y cotizantes a la Seguridad Social. Puede observarse la enorme diferencia con la manera que tuvo el gobierno del PP a partir de finales del 2011 de abordar la cuestión económica, batiendo registros de paro y menos cotizantes y cotizaciones en la Seguridad Social, eliminación del Fondo de Reserva de la S. S (“hucha de las pensiones”), registros máximos de prima de riesgo en el 2012, aumento de la deuda pública en 350.000 millones y, para remate y en contra de los propios principios neoliberales del PP, registros máximos de aumento de los impuestos. ¿Cómo es posible que con una situación mucho peor desde el 2019 la cosa sea tan diferente a pesar de que queden aún muchas cosas por hacer? La respuesta sólo es una y es la de la diferencia entre la política neoliberal como la del PP mediante la devaluación de salarios –aunque con aumento de impuestos como se señala– y una política keynesiana, aunque esta no se haya hecho explícita políticamente, intencionalmente. Era evidente que repetir la política del tancredismo de Rajoy, es decir, la de no hacer nada, conduciría al desastre. Hay que recordar que cuando este político llegó a la Moncloa, no de visita sino con mando en plaza a finales del 2011, a las preguntas de una periodista sobre cuál sería su política económica, la respuesta del gallego indolente fue: “generar confianza”, sin más, creyendo que la sola presencia suya como representante de la derecha neoliberal sería suficiente para que los inversionistas domésticos y foráneos se volvieran loquitos invirtiendo en España. Además, aunque así hubiera sido, la cosa se hubiera paliado, pero no resuelto a satisfacción porque la medida que hundió la economía fue la de la devaluación de los salarios durante sus 6 años de mandato, perdiendo porcentaje los mismos respecto a las rentas totales, lo que supuso menos consumo y, consecuentemente, menos producción de bienes y servicios. Y la cosa la remató el indolente gallego con la reforma laboral y la eliminación de las cláusulas de salvaguarda de los convenios laborales cuando las partes no llegaban a un acuerdo pasado un año de vencimiento del convenio en vigor. El gobierno actual, por el contrario, mantuvo el consumo a través de varias medidas como fueron los eres, subvenciones, medidas favorables para los autónomos, aumentos presupuestarios para las Comunidades autónomas, etc., aunque inevitablemente con un aumento importante de la deuda pública. Si hubiera gobernado el PP cuando el covid y la actual crisis en Ucrania manteniendo este partido las mismas políticas devaluatorias de los salarios y, por consiguiente, del consumo, el desastre hubiera sido total y batiríamos los registros de paro en décadas entre otros males. Esto fue lo que pasó en la crisis del 29 del siglo pasado en USA, donde una cuarta parte de la población ocupada hasta ese momento quedó en el paro y, entonces y allí, no había cobertura del Estado. Fue el presidente Franklin D. Roosevelt quien palió la situación precisamente con una política antineoliberal en USA y luego en Europa (plan Marshall).

Vamos a abordar una explicación analítica y formal (matemática) de ambas alternativas con ¡matemática de secundaria!, es decir, ni siquiera del bachillerato (1). Las explicaciones meramente literarias vamos a dejarlas a los ideólogos neoliberales porque, dado que son los nuevos teólogos de su ramo, no hacen ningún esfuerzo analítico, son creyentes y creen que hay que dejar al mercado siempre solo en cualquier lugar y momento. Es verdad que luego los empresarios españoles y mundiales dejaron hace tiempo de ser neoliberales –o lo son sólo para el despido libre, es decir, sin costes– y se han vuelto intervencionistas parciales, no a favor de los ciudadanos sino tan solo de sus empresas particulares. Y el problema es que no siempre la bonanza empresarial coincide con la del conjunto de la sociedad además de profundizar siempre en un reparto desigual de la renta y la riqueza. Yendo ya a la explicación analítica vamos ya a comparar un modelo keynesiano –que se ha empleado implícitamente en las crisis sobrevenidas actuales– con un modelo neoliberal que, es paradójicamente, keynesiano siempre y cuando se mantenga el nivel de los salarios en porcentaje del PIB para mantener y aumentar el consumo, que es la piedra de toque del modelo. Esto no es nada nuevo porque va a hacer un siglo dentro de 13 años cuando Keynes publicó su modelo en su obra capital. Pero se verá que el que aquí se presenta se ha mejorado de las propias deficiencias o insuficiencias del presentado por el inglés en 1936 porque la experiencia histórica cuenta; también porque lo público –afortunadamente– representa al menos en los países europeos y en China un porcentaje mayor que el de la época mencionada. En primer lugar, partimos de los datos o macromagnitudes de la contabilidad nacional de los países que se resume en:

(1) 

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Aquí Y representa el producto agregado de la economía que, en versiones simplificadas, se hace corresponder con la renta agregada y la demanda agregada; C es el consumo agregado, es decir, el conjunto de bienes y servicios consumidos por los ciudadanos en un año; I son las inversiones privadas, es decir, el valor agregado de todo el gasto en medios de producción también en un año; G es la suma de las inversiones y gastos del sector público ejecutado en el año en curso, Ex es el valor agregado de las exportaciones e Im es el valor agregado de las importaciones; todas estas magnitudes correspondientes a todo un año. Hasta aquí mera contabilidad nacional. Seguimos.

(2) 

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Esta segunda ecuación recoge la función de consumo keynesiana, pero actualizada a los tiempos presentes como vamos a ver también para el resto de las ecuaciones que intentan recoger comportamientos y no meros recuentos de datos (como era la primera). En (2) C es el consumo agregado que ya hemos visto anteriormente, A recoge la parte del consumo que no se debe a las rentas sino a la riqueza, sea por ventas, alquileres, etc. y, en general, rentas no salariales; a es la famosa propensión al consumo (que Keynes la llamó marginal (2) sin que nunca hayamos sabido el porqué de ese adjetivo), Y es la producción agregada, Tr son los impuestos que afectan a la renta agregada anterior (=producción agregada), siendo precisamente Y-Tr la renta disponible para el gasto. Esta consideración es novedosa porque queremos presentar una explicación analítica inobjetable ni atacable por los neoliberales, dejando constancia la importancia de los impuestos en el modelo. En el original keynesiano estas consideraciones no estaban y Keynes hacía depender directamente el consumo de la renta (véase el capítulo 8 de su obra capital titulado La propensión a consumir). Viendo la propensión al consumo a la justifica Keynes diciendo que “a medida que su ingreso crece, no tanto” (se refiere al consumo) como el crecimiento del ingreso” (agregado, que hemos llamado aquí producción agregada e igualado con la renta agregada y la demanda agregada, representadas todas ellas por Y). Seguimos y exponemos la tercera de las ecuaciones como sigue:

(3) 

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En esta tercera hacemos explícito la parte de los impuestos Tr que dependen de la producción agregada o actividad económica Y a través de un parámetro empírico b como son el IVA o el IRPF, etc. Se puede hacer más complicada esta dependencia con estudios econométricos que permitan afinar más la dependencia en (3), como pueda ser una dependencia no lineal y con un término independiente (3). En cuanto a la primera cuestión creo que esta es una primera aproximación y en cuanto algún componente autónomo lo recogería el otro impuesto que hemos considerado que es T. Las consecuencias de este impuesto dependiente de la actividad van a ser la aminoración valor del multiplicador del que luego hablaremos. Seguimos.

(4) 

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Donde G es la suma del gasto e inversiones públicas y el lado derecho de la ecuación Tr+T es la suma de todos los impuestos considerados y que ya hemos explicado. Esta es una ecuación notable y es una especie de escudo ante posibles ataques neoliberales al modelo keynesiano porque lo que nos dice (4) es que ¡todo el gasto y la inversión pública se financia con impuestos!, es decir, sin necesidad de acudir a la emisión de deuda pública. Y lo que queremos demostrar usando matemáticas simples es que va a existir efecto multiplicador aún cuando los presupuestos no se financiaran con esta emisión de deuda. Por eso se ha titulado este artículo explicación analítica (keynesiana) de la salida de la crisis. No se trata pues de un modelo para el acercamiento empírico a los datos (4), sino sólo una explicación y comparación de lo diferente que es usar criterios keynesianos o neoliberales, pero ayudándonos de las matemáticas para no cometer los errores en los que incurren estos últimos por no usar matemáticas. Esta ausencia de apoyo formal en los análisis lo hacen con frecuencia los representantes de esta escuela teológica de la economía, los que les deja fuera del campo de la ciencia, incluso fuera de esta ciencia especial por ser social que es la economía (5).

Pues bien, del conjunto de estas 4 ecuaciones obtenemos la notable:

(5) 

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Y en (5) vemos un ejemplo de multiplicador como es:

(6) 

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Que hace que una suma un billón de euros de A más I más T más Ex menos Im, con una propensión al consumo a del 80% y de una relación lineal entre producción o renta agregada Y e impuestos directos Tr sobre la actividad económica del 35%, dé como resultado una cantidad de 6,66 billones de euros. Es decir, un gasto en la suma del componente autónomo del consumo A más la inversión privada I más la parte de los impuestos recogidos por T más las exportaciones Ex menos las importaciones Im multiplica por ¡6,66! la actividad económica. Esto no es ningún milagro, simplemente es que el gasto en estas macromagnitudes ha ido a la producción, de ésta a las rentas y de éstas a su vez al consumo, y así en un ciclo económico expansivo que, cuando se completa, se da el resultado expuesto como ejemplo. Es verdad que este ciclo exige varios ejercicios económicos (estrictamente hablando sólo se llegaría al resultado en un tiempo infinito), pero con un desarrollo matemático (de Taylor) –que no podemos abordar aquí por el carácter elemental del artículo– se verían enseguida los primeros resultados del primer ciclo y que, seguro, ya multiplicarían las sumas de las macromagnitudes consideradas por un número mayor que uno.

Para los neoliberales no existe efecto multiplicador porque cualquier gasto público e inversión públicas se compensa por un menor gasto e inversión privada: Keynes no existe y el multiplicador tampoco. Sin embargo, nosotros vamos a considerar cómo debería ser el nivel y de qué dependería el gasto público G para que tuviera un efecto multiplicador de los impuestos, cosa que faltaba en la primera concepción de Keynes. Consideremos por un momento que no hay impuestos ni gasto público; entonces la ecuación (5) se convierte en:

(7) 

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Siendo Ys la nueva producción agregada. Si queremos que la producción agregada con impuestos Y sea mayor que sin impuestos, es decir, que Y>Ys, ha de ocurrir que:

(8) 

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Y si operamos aquí y teniendo en cuenta que G=Tr+T queda:

(9) 

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Y vamos a ahorrar al lector las siguientes sustituciones de Tr=bY y de la propia producción agregada Y por su valor contable expresada en la ecuación (1) y, tras las eliminaciones pertinentes, nos queda que:

(10) 

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Que nos marca cuál ha de ser la relación entre el coeficiente b –que relaciona la producción agregada (o renta agregada) Y y los impuestos que afectan al consumo Tr– y el nivel de gasto e inversiones públicas G para que el efecto multiplicador sea ¡mayor con impuestos que sin ellos!, aun cuando este efecto multiplicador se dé en ambas situaciones. Por eso ocurre que sólo a partir de un cierto nivel del gasto público se pueden notar los efectos multiplicadores del juego del gasto público y de impuestos, pero también marca los límites de los impuestos que afectan al consumo. En general siempre tendrán más efecto positivo sobre el crecimiento los impuestos que afectan menos al consumo como son los del patrimonio, herencias que aquellos que afectan sobre la renta (que determina el nivel de consumo de acuerdo con la propensión a consumir a), situándose el impuesto sobre el valor añadido en una zona intermedia. Y si seguimos la cadena de sustituciones sustituyendo el consumo agregado C por su valor de acuerdo con (2) y así sucesivamente, obtenemos el nivel que debe cumplir el gasto público keynesiano para que tenga un efecto mayor sobre el crecimiento de la oferta agregada Y (=demanda agregada=renta agregada) que el obtenido por los deseos de los neoliberales (sin gasto público y sin impuestos) que es:

(11) 

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Y dado que partimos que todo el gasto público está financiado con impuestos, es decir, que G=Tr+T, obtenemos la conclusión de que los otros impuestos que no están en (II) deben ser positivos (6). Es decir, que:

(12) 

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Y esto tiene una interpretación económica evidente: nos dice que para que se dé esa mayor creación de actividad económica (medida por Y) depende de que ¡halla impuestos que no dependan estrictamente de esa actividad Y, independientemente del nivel de impuestos Tr que sí dependen de la actividad y que merman la renta disponible, aunque esta merma no impide su efecto multiplicador (7) ! La conclusión general es evidente y nos dice que todo lo que sea afectar al multiplicador vía consumo, es decir, a través de la propensión keynesiana del mismo, va a favorecer el crecimiento económico más que sin impuestos ni gasto público (esto está en Keynes), pero que también es importante para potenciar más si cabe este efecto que los impuestos estén en una relación cuanto mayor mejor entre los impuestos que no dependen de la actividad económico T y los que sí dependen de ella Tr. Aunque se pueda sofisticar el modelo (Y ha de hacerse para hacer contrastación empírica), el resultado es siempre el mismo.

Por ello hay una tendencia histórica a que los países con mayor nivel de gasto público sean los países más desarrollados económicamente, como ocurre en Europa con Alemania, Francia, Italia, Países, Bélgica, Suecia, Noruega, Dinamarca. Es verdad que es una tendencia, porque el Reino Unido ha permanecido con niveles de gasto público inferiores al 40%, pero ellos han tenido el inglés, la City, el penúltimo imperio, etc. En cambio, los países como Portugal, Grecia y España aún no alcanzan los niveles de los septentrionales precisamente por su baja participación de lo público en el conjunto de la economía a lo largo de la historia. También USA no llega a estos porcentajes y es aún la primera potencia mundial, pero, precisamente por eso, lo va a dejar de ser en la próxima década en favor de China, que está creciendo su porcentaje de gasto público en relación a su PIB desde hace décadas.

Es de agradecer que el gobierno actual no se haya dejado llevar por los cantos de sirena neoliberales y haya practicado una política keynesiana, cosa contraria a lo que hizo el Sr. Rajoy a partir del 2011. Quedan muchas por hacer, pero la línea al menos económica ha sido correcta en términos generales, más allá que la subida temporal de precios sea inevitable porque la crisis heredada más el covid más la guerra en Ucrania haya hecho que todos los países del planeta sean un poco más pobres, aunque a algunos les afecte más que a otros; en nuestro caso estamos a la cabeza en el sorteo de las dificultades. Ahora queda la gran tarea sin menoscabo de otras: repartir mejor la renta y la riqueza y asegurar un mínimo desde la cuna a la sepultura a todos los que habitan en este Estado. Con ello la izquierda política habrá cumplido. Si luego una parte de los ciudadanos “premian” al gobierno actual de coalición votando a la derecha de tal forma que Feijóo y los suyos llegan a la Moncloa el problema no será de la izquierda ni del Gobierno, sino de los ciudadanos: la estulticia es un derecho más.

Quería acabar señalando cuestiones de bibliografía porque existen muchos libros de divulgación del keynesianismo o, simplemente, de macroeconomía que, forzosamente, ha de ser keynesiana con mezcla, en todo caso, de Kalecki especialmente para cuestiones de los ciclos. Pero ya he denunciado repetidamente que los modelos y/o explicaciones al uso que se han dado y se dan hoy día en las facultades de economía están adulteradas porque está adulterada la obra de Keynes, especialmente su obra capital Teoría general de la ocupación, el interés y el dinero, más conocida sobre todo en el mundo anglosajón por la General Theory. Y esta adulteración ya fue denunciada –no soy nada original– por uno de los mejores economistas de la segunda mitad del siglo XX como fue el italiano Luigi Pasinetti (puede verse en este mismo periódico el artículo que publiqué con el título de En homenaje a L. Pasinetti a raíz de su muerte este año). Keynes, según denunció en su momento el economista italiano (8), no desarrolló su obra como una teoría del equilibrio general (agregada), cosa en la que se convirtió o la convirtieron los neoliberales de cátedra y/o los economistas de la síntesis, como fue el afamado economista norteamericano Paul Samuelson, sino que en su obra su multiplicador actúa fuera de los supuestos equilibrios. Y de esto adolecen todos los libros de economía que se estudian de forma acrítica al pasar la obra de Keynes por el tamiz del modelo llamado IS-LM, modelo que no entraré aquí por cuestiones evidentes, pero que es el modelo ortodoxo, el canon con más de medio siglo. Dicho esto, son o fueron afamados los libros de macro de Olivier Blanchard o de Joseph Stiglitz, que no dejan de ser recomendables, aunque incorporen esa tara que denunció Pasinetti. Hay muchos, muchos manuales de macro (también de micro y algunos de equilibrio general o de crecimiento), pero yo voy a romper una lanza por algunos autores españoles como son los excelentes manuales de macroeconomía de Manuel Ahijado, de José Miguel Andreu o los más genéricos de Francisco Mochón (Economía, teoría y política), de Juan. R Cuadrado Roura (Política económica), por no hablar del clásico de Luis Ángel Rojo Duque (Renta, precios y balanza de pagos) y el menos conocido de Keynes, su tiempo y el nuestro del mismo economista; también de ensayo como Keynes 20:09 de Manuel Montalvo. Me llama la atención los libros de Stiglitz, premio Nobel de economía, por la ñoñería explicativa con que están hechos, como dirigidos, no a universitarios que han de hacer el esfuerzo de pensar por sí mismos, sino como destinados a escolares de enseñanza media o a universitarios yanquis que no han salido en sus lecturas de Harry Potter. Esto no es casualidad y es síntoma de la caída de la calidad universitaria en el mundo anglo-yanqui. Mucho mejor los libros de los economistas españoles mencionados a modo de ejemplo, recomendables sin caer en ningún chovinismo, pero tampoco en ningún papanatismo sobre lo foráneo. Por último, quiero recomendar –para eliminar cualquier rastro de chovinismo– si hay alguien interesado en el tema los libros del canadiense Marc Lavoie (La economía postkeynesiana), del italiano Alessandro Roncaglia (La riqueza de las ideas) o del británico Robert Skidelsky (El regreso de Keynes).


(1) Esta es una versión analítica simplificada de otra titulada Hacia un modelo keynesiano generalizado para el siglo XXI desde la General Theory publicado en la revista Nómadas de la UCM en su número 58. Puede encontrarse en abierto tecleando en Google simplemente Nómadas Antonio Mora Plaza.
(2) Puede ser una especie de concesión al marginalismo imperante en su época; también para no desechar cualquier interpretación que suponga relacionar de forma no lineal la renta disponible y el consumo, lo cual seguro que es más preciso.
(3) Yo lo he hecho en el artículo mencionado en la anterior nota.
(4) Para ello ver mi artículo mencionado en Nómadas
(5) No es el momento de entrar en la discusión sobre las diferencias entre ciencias físicas o duras y ciencias sociales
(6) A esta misma interpretación se puede llegar observando simplemente la inecuación (9) eliminando lo que hay de igual a los dos lados de la misma.
(7) Esto se ve en la ecuación (7) porque en ella y, a pesar de que ya hemos hecho cero todos los impuestos (no está el parámetro b), sigue existiendo la relación 1/(1-a), que es el multiplicador implícito keynesiano original.
(8) Capítulo La teoría de la demanda efectiva en el libro Crecimiento económico y distribución de la renta.

Una explicación analítica de la superación de la crisis