domingo. 28.04.2024

Describen la situación por la que atravesamos quienes deseamos que las derechas no ganen las elecciones de julio de patética. Nos presentan como ignorantes cuando decimos que las derechas son capaces de llevarse por delante todo lo bueno que la sociedad ha conquistado en el terreno de los derechos en estos últimos años. Y que eso se debe al miedo, un miedo infantil y sin fundamento, pues hagan o deshagan las derechas, si ganan las elecciones, lo harán de forma legal y legítima. Así que, tranquilos. Todo ello es fruto de la más absoluta “normalidad democrática”.

Nos advierten, además, de que “lo más conveniente para la estabilidad política y social del país es que las derechas se hagan con el poder”. Porque, a fin de cuentas, el problema no es que las derechas ganen las elecciones, sino que no las ganen. Porque las derechas, cuando gobiernan, se olvidan hasta de dar golpes de Estado. Y esto es bueno para todos. 

Y no se puede olvidar, añaden, que tras las elecciones municipales y autonómicas, las derechas se encuentran en un estado eufórico tal que si no ganan las elecciones de julio son capaces de lo peor. Completan este alarmismo asegurando que la situación actual es idéntica a la advenida tras el triunfo de las elecciones de febrero de 1936 por el Frente Popular, por lo que nadie querrá que aquello se vuelva a repetir. La única manera de que eso no suceda es que las derechas gobiernen, pues es la única manera de que calmen su deseo irrefrenable de poder.

Me pregunto si no habrá gente incauta que acepte sin sobresaltarse que el triunfo de las derechas deba ser considerado como un bien necesario

Ante semejante panorama, más o menos chantajista, me pregunto si no habrá gente incauta que se trague las falacias anteriormente descritas y acepte sin sobresaltarse que el triunfo de las derechas deba ser considerado como un bien necesario e inevitable para la sociedad y no “una anomalía democrática”. 

Primero. Las derechas estén o no estén en el poder no serán menos reaccionarias de lo que ya lo son. Menos aún si se ven aupadas al poder por un partido nazi. Las derechas no son de fiar, tanto si están en el poder como si no. Y, políticamente, son nocivas para la salud pública. Los servicios públicos y defensa de los derechos individuales no han sido jamás su prioridad.

Segundo. La cuestión de fondo no consiste en aclarar si las derechas se volverán más demócratas o se abstendrán de caer en un “trumpismo a la española” si ganan las elecciones. Lo primero no sucederá y lo segundo será siempre una incógnita, una espada de Damocles amenazante.

Lo que nos importa es indagar las razones por las que la “izquierda española” ha podido caer tan bajo. Su cerrazón mental o chauvinismo patriótico español es tal que ni siquiera ve que las izquierdas nacionalistas son más demócratas que las izquierdas españolas a secas. Lo son mucho más a nivel social, desde luego. El chauvinismo hispánico, que adorna a gran parte de la izquierda patriótica española, sigue más emperrada en dialécticas culturales e identitarias que las mismas izquierdas nacionalistas, lo que ya es decir y desbarrar. Una discusión en la que las derechas se sienten como pez en el agua y las tienen todas a su favor, porque ese es su territorio favorito, con el que una y otra vez han engañado a la población. Y este discurso, entre metafísico y teológico, ha sido con el que una y otra vez horadaron la democracia, como ya señalaría y otra vez Manuel Azaña. Pero parece que la lección sigue sin aprenderse por nuestra izquierda española.

Las derechas no son de fiar, tanto si están en el poder como si no. Y, políticamente, son nocivas para la salud pública

Hasta la fecha, lo que hemos visto en el panorama postelectoral han sido lamentaciones entre los votantes de izquierda e inculpaciones entre los partidos políticos, estampa más que típica, tópica de sus relaciones cainitas.

En cuanto poner a horcajas de asno a los abstencionistas es cosa de cínicos. Habría que preguntarse si se les puede reprochar a estos la culpa del desaguisado postelectoral, después de ver el comportamiento de los partidos políticos tirando por la borda los votos recibidos. El lamento más general ha sido este: “¿Para qué votar al PSOE si, luego, con pretextos más que infantiles, seniles, utiliza mi voto para permitir que la derecha ocupe alcaldías y presidencias de gobiernos autonómicos?”. Con razón dicen algunos que “la libertad no está en las urnas”. Así que, ¿para qué votar? ¿Para que no gane la derecha? Más cinismo imposible.

Ante tal situación hay quien suspira por un entendimiento angelical entre el PP y el PSOE. Entre ellos, Felipe González, que aún se considera oráculo de la democracia. Aseguran que, de haberse dado este pacto de Estado, la entente entre Pp y Vox nunca se habría dado. Es muy probable. ¿Y? Conocemos algunos pactos a los que ha llegado la derecha y el PSOE en múltiples ocasiones. ¿Y qué han conseguido? Enfrentamientos con la izquierda política del país. Por algo será.

La voluntad de la sociedad no se puede chantajear con el pretexto del miedo. Tampoco, con migajas laborales, económicas, sociales y políticas. Solo es posible convencerla mediante una defensa sin paliativos de la democracia. Ni la subida ni la bajada de impuestos nos salvará del nazismo contenidas en las propuestas de Vox consentidas por su albacea ideológico, el PP; ni, tampoco, unas leyes por muy progresistas que estas puedan ser.

Si el lobo del nazismo se instala, definitivamente en la Moncloa, no será por culpa de quienes no aceptamos el comportamiento de esta izquierda timorata y manirrota que antepone sus intereses de partido a la defensa de la democracia. Y al franquismo no hace falta resucitarlo, porque hace tiempo que los políticos ya lo “han normalizado democráticamente”. El Paco Momias hace tiempo que se pasea por Madrid y en otras capitales del Estado. 

Si el lobo del nazismo se instala, definitivamente en la Moncloa, no será por culpa de quienes no aceptamos el comportamiento de esta izquierda timorata y manirrota

Y, si ese mal amenazante que se augura para la sociedad a causa del triunfo de las derechas en las futuras elecciones, concretado aquel en que seguirán dándonos por la retaguardia en sanidad pública y en tantos otros sectores de la esfera pública, la izquierda, si lo sigue consintiendo con su alarmante desunión, pues igual es que nos merecemos tal estado de cosas. 

Nadie debería fiarse de políticos que lo primero que piensan hacer en cuanto lleguen al poder es derogar unas leyes que garantizan unos derechos individuales, base fundamental del sistema democrático. 

Tampoco, deberíamos confiar en políticos que, por culpa de su altanería, creyéndose los únicos representantes de los intereses de la sociedad, dejan el camino libre a la derecha para que esto suceda. Porque eso significa que anteponen sus intereses de partido a los de la democracia. Y no estará de más recordar que los intereses de partido no son coincidentes con los de la ciudadanía, siempre plural y nada uniforme. Pero, si esto sucede, estaría bien que no culpen de ello a la derecha. Esta es fiel a su ADN antidemocrático. La responsabilidad será en el principio, en el medio y en el final, de la izquierda. 

¿Lo será, también, de quienes se inhiben en unas elecciones, votan en blanco o a la derecha? Es posible, pero seguro que tendrán sus motivos. Porque es a la izquierda a quien corresponde dar motivos a la ciudadanía para que esta se fíe de aquella, y que, a la vista de lo sucedido recientemente, no parece que se los haya dado. Y motivos por haberlos, haylos. Ahonden en políticas sociales y en la defensa de los derechos y ya verán, entonces, cómo la ciudadanía se reconcilia con esa izquierda que, sin ambages ni componendas pactistas con la derecha, apuesten inexorablemente por una democracia que para conseguirlo no tenga que arrodillarse a las exigencias de una derecha que jamás fue partidaria del sufragio universal.

Dar motivos para votar izquierda