lunes. 29.04.2024
feijoo

Con la convocatoria de elecciones para el 23 de julio, el presidente del Gobierno de España (Pedro Sánchez, ese okupa que se aferra al sillón de la Moncloa y el Falcon), además de revalidar su impecable condición de demócrata (‘el mejor método, la democracia’) acaba de convertir en pasado lo ocurrido ayer mismo y de poner a los españoles a pensar de nuevo en el futuro… sin que hayan pasado ni siquiera doce horas.

Y como estaremos en plena campaña (o incluso votando, que no tengo a mano los calendarios) mientras se constituyen los nuevos Ayuntamientos, las nuevas Asambleas y Parlamentos autonómicos y las Diputaciones provinciales y Consejos insulares, VOX acechante y me temo (o eso me gustaría) que PP preocupado, me arriesgo a proponer de nuevo -y a encajar los improperios que puedan llegar- a las ejecutivas todas del PSOE un procedimiento que aleje del gobierno de las instituciones la sombra alargada del neofascismo patrio y cutre de una ultraderecha que las quiere someter y aun liquidar.

Una fórmula sencilla, que no es otra que la de facilitar al PP las alcaldías o las presidencias de Gobiernos autonómicos allí donde no sea posible -o no alcance para gobernar- un acuerdo de las fuerzas progresistas. Para que los aspirantes de la derecha no tengan que depender de los votos -y las políticas- de Vox. Salvo que les vaya la marcha y les guste más así… y se tengan que retratar.

Para que, por ejemplo, no tenga el PP valenciano que nombrar vicepresident de la Generalitat a un condenado en firme por maltrato, y que la buena gente de aquella Comunitat no tenga que sufrir tamaña humillación.

También, como alguien me sugería esta misma mañana, para alejar de la política y de la vida de los españoles esa imagen de frentismo insalvable y polarización que tan interesadamente se está forjando para dividirnos y enfrentarnos y hacer de la nuestra una sociedad enfermiza.

Despejaríamos así muchas incertidumbres en un momento que se me antoja crucial para nuestro país y nuestra democracia. Y al día siguiente podríamos -más: deberíamos- esforzarnos en cada lugar por encontrar, diálogo mediante, los acuerdos que mejoren la vida de las gentes. De las unas y las otras.

Creo que ni siquiera sería necesario un pacto, y que bastaría con poner a trabajar el buen juicio que confío en que asista todavía a las derechas democráticas de nuestro país. Y a las izquierdas, a las que se lo supongo.

Una modesta proposición