miércoles. 08.05.2024

El idealismo como forma de gobierno

¿Recuerdan el mito de la caverna de Platón? Unos hombres encerrados en una caverna no tienen otro modo de conocer lo que les rodea más que a través de unas sombras...

¿Recuerdan el mito de la caverna de Platón? Unos hombres encerrados en una caverna no tienen otro modo de conocer lo que les rodea más que a través de unas sombras que recorren las paredes de la caverna que les recluye. En esta situación deben realizar un esfuerzo “ideologizado” para interpretar el mundo y las cosas que contiene. Es la metáfora más precisa del idealismo. Unas temblorosas sombras ponen en marcha un sistema de representación de la realidad, que por fuerza ha de resultar imaginario.

Parece que el gobierno se encuentra en esta misma situación de oscuridad en la que sólo atisba retazos de lo que acontece en el exterior de la caverna e interpreta los acontecimientos formalizando una visión “idealizada” de lo que en realidad está sucediendo. Reacciona ante los estímulos del exterior creando una ficción cuyo parecido con la realidad de los hechos es mera coincidencia 

Por eso su acción de gobierno, y la de legislación promovida por el partido que lo sustenta, tiene una única y misma dirección, aprobar por decreto ley en el plano de la legislación  y transformar mediante la alteración de diferentes reglamentos normativos toda la acción gubernativa. Su objetivo es hacer que una realidad que desconoce, acabe conformando una representación de cómo sueña que la misma realidad es. Idealismo en sentido puro

Cabría preguntarse si el idealismo como fuente inspiradora de la acción de gobierno es bueno, malo o indiferente. Mi impresión es que el idealismo es radicalmente negativo, pues es la fase contraria a lo que debe sostener la acción de gobierno que debe guiarse por el pragmatismo, la elección y ejecución de políticas que se acerquen a la mejora de la vida de las personas aquí y ahora. Una acción de gobierno que sitúa a las cosas y a las personas en un escenario ideal, extraído de una visión “mistificada” por las sombras que determinado ideal proyectan en la caverna está condenada a fabricar una realidad alterada, que puede no tener nada que ver con la manifestación nítida de las necesidades de encauzamiento político que todo gobierno debe asumir.

Si la salud, la educación o la ayuda a personas dependientes requieren una acción de gobierno para mejorar sus umbrales, logros o eficacia, este gobierno acude a su ideal que dice que el mercado debe reemplazar al estado. ¿Hay constancia de que el mercado sea más eficiente, riguroso o preciso que el estado? No, pero el ideal dice que el estado debe ser combatido y reemplazado por el mercado.

¿Conoce este gobierno cómo actúan los mercados, qué pueden aportar y de qué se debe  proteger la comunidad? Así, así. No dan claras muestra de conocer el funcionamiento dinámico de los mercados y poder por tanto prever el resultado social de la sustitución de instituciones estatales por agentes del mercado. Desde luego que saben que hay un buen bocado en el reemplazo del estado por el mercado, pero hasta ahí. Una vez repartidos cargos entre amigos y facilitada la obtención de beneficios en corto, este gobierno parece desconocer la profundidad y el sentido de una sociedad organizada en y para la obtención de beneficios particulares, leit motiv del mercado.

Por esta torpeza, hija de la idealización de qué es una sociedad y cómo se estimula su crecimiento en forma de incremento de la riqueza material y espiritual, este gobierno comete errores que le desacreditan tan pronto han puesta en marcha cualquiera des sus iniciativas. La reforma del mercado de trabajo debía estimular el dinamismo en la contratación laboral; las grandes empresas les animaron y les prometieron que se implicarían en estimular el empleo, ambos (gobierno y empresas) apelaron al ideal del mercado desreglado para guiar la acción de gobierno. Pero ahora, una vez aprobada en forma de ley, actúa el mercado real y de lo que prometí no queda nada, pues es el mercado quien dicta su ley, la maximización de beneficios manda y la consecuencia es una sangría de puestos de trabajo que no se va a recuperar nunca.

La sanidad en Madrid es otra forma en la que el mercado le recuerda a quienes gobiernan cómo actúa. El gobierno de Madrid además de crear dolor, repartir injusticias y derrochar recursos públicos sin tener la más mínima garantía de mejora de alguno de los parámetros que afectan a la salud y su gestión, diseña un mecanismo de transición del estado al mercado, y ya antes de que se ponga en marcha el mercado le dice que aspira a más, que el modelo del concurso y algunas de sus cláusulas no le gustan, que prefiere un sistema mejor podado, con más facilidades para la acumulación de beneficios y con menos responsabilidades para con trabajadores y usuarios. Así es el mercado, inmisericorde incluso con la mano que le da de comer.

Más ejemplos: La ley de costas, que no habiendo nacido para enladrillar lo poco de costa que queda libre de especulación si no para legalizar desmanes anteriores del mercado, acabará fomentando una última vuelta de tuerca para construir allá donde ni los más estrambóticos alcaldes hubieran soñado

Para lo demás, para la decoración idealizada (vírgenes que acuden en defensa del empleo) y el relato ideológico (guerra a la educación ciudadana) queda la Iglesia. Por eso Rouco pide lo suyo, con toda la razón del mundo.

El idealismo como forma de gobierno