viernes. 03.05.2024
soldados_israelies
Soldados israelíes.

Hay tragedias que constituyen un punto de inflexión en una espiral de violencia. El ejército israelí está batiendo a sangre y fuego desde hospitales a campos de refugiados, causando miles de víctimas civiles entre las que abundan los niños. Todo ello para liberar a quienes fueron secuestrados por una organización terrorista. La población civil estaría siendo utilizada como escudo humano de los terroristas y esas bajas por tanto son consideradas efectos colaterales de sus objetivos militares. Las imágenes que nos llegan de los bombardeos y las ruinas resultan desoladoras. Es una operación militar terrorífica impropia de un Estado y más propia de una insurgente guerrilla urbana que no suscribe ningún código jurídico internacional. Cualquier observación respecto a este procedimiento se considera un apoyo tácito al terrorismo que se presente combatir. Se ha sacralizado un derecho a defenderse que utiliza como máxima le ley del talión y se caracteriza por una iracunda venganza. Ningún matiz era bienvenido y quienes intentaban hacer llamamientos a la cordura eran estigmatizados como traidores que respaldan al enemigo.

Portaban una bandera blanca en la que pedían auxilio y se identificaban como secuestrados. Pero en medio del caos estas tres personas fueron abatidos por fuego amigo. Se trataba de aquellos cuya liberación justifica tantas bajas entre una población civil indefensa que no tiene a donde ir. Esto ha dado que pensar. De repente queda patente que no está matándose a terroristas, aunque caigan algunos en medio de semejante masacre. Son ciudadanos inocentes cuyo único pecado es vivir donde lo hacen sin escapatoria posible. Cualquiera puede ser confundido con un presunto terrorista. Incluso aquellos que fueron secuestrados por los terroristas. El primer ministro israelí supone un auténtico problema para la resolución de los diversos conflictos concernidos. La tensa convivencia con sus vecinos y el creciente descontento de unos compatriotas que ya mostraban su malestar desde hace tiempo. Su gobierno estaba desacreditado por su aventurismo político y ahora se ha convertido en un peligro público internacional por conculcar todas las convenciones jurídicas imaginables.

No se trata de simpatizar más con unas u otras victimas. Todas ellas merecen honrar su memoria e incentivarnos a buscar las medidas que puedan evitar nada similar. Eso no pasa por utilizar un ejército bien pertrechado contra una inerme población civil. Lejos de propiciarse una futura convivencia, con esa ciega violencia solo se consigue asegurar nuevas violencias en el porvenir. Quien siembra odio recoge tempestades. La comunidad internacional no puede bendecir actuaciones tan desgarradoramente inhumanas. El pueblo judío sufrió un aborrecible genocidio y las nuevas generaciones deberían recordar que convertir a ciertos colectivos en chivos expiatorios tiene funestas consecuencias. Despersonalizar a las víctimas convirtiéndolas en meras cifras nos deshumaniza. Esto es lo que nos recuerda el fatídico error de abatir con fuego amigo a quien se pretendía rescatar.

Los tres muertos por el fuego amigo de sus liberadores