lunes. 29.04.2024
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“El número de palestinos muerto es realmente insoportable. Debe distinguirse claramente entre objetivos militares y la protección de los civiles”.

“Necesitamos parar esta catástrofe humanitaria. La respuesta no puede implicar la muerte de gente inocente, incluidos miles de niños”.

“Ha llegado el momento en el que la comunidad internacional, especialmente los países europeos, tomen una decisión sobre el reconocimiento del estado palestino. Valdría la pena que lo hiciésemos juntos, pero si eso no ocurre, España, por supuesto, tomará sus propias decisiones”.

¿Alguien con un poco de conciencia -tras días y días viendo las imágenes de los bombardeos indiscriminados de Israel- será capaz de condenar palabras como esas, o mostrar siquiera su desacuerdo?

14.200 palestinos muertos, 6.000 de ellos niños, a cargo de un ejército armado hasta los dientes, que no ha distinguido ni hospitales ni escuelas, y de un Estado que ha obligado a desplazarse a la mitad de la población de la Franja de Gaza hacia el sur, sin dejar, por cierto, de bombardear el sur. Un Estado y un ejército que han impedido la entrada de suministros a Gaza, incluidos los que se necesitan en los hospitales, que han dejado a toda una población (cuya mitad, por cierto, tiene menos de 14 años) sin agua, sin energía, sin alimentos, sin los más elementales medios para que pudieran funcionar los hospitales, mientras bombardeaban y bombardeaban sin cesar.

El terrorismo no se combate de manera indiscriminada, atacando sin ningún tipo de miramientos a la población de Gaza

Y ha habido un presidente de un país europeo, que además ostenta la presidencia de turno de la Unión Europea que, habiendo condenado en múltiples ocasiones los actos terroristas de Hamás, ha visitado Israel y Palestina, y ha expresado ante el presidente Herzog de Israel y ante el primer ministro Netanyahu, que el terrorismo no se combate de manera indiscriminada, atacando sin ningún tipo de miramientos a la población de Gaza, sin respetar los más elementales principios del derecho internacional humanitario.

Un presidente que acaba de proponer a la Unión Europea promover de manera urgente un alto el fuego, y una conferencia de paz, donde se pare tanto horror, y donde se resuelva la situación con el reconocimiento pleno de dos Estados, Israelí y Palestino, con igualdad de condiciones, de dignidad y de respeto. Que no es, ni más ni menos que lo que estableció en 1948 la resolución 181 de las Naciones Unidas. ¿Alguien, con un elemental sentido de la justicia, y con un mínimo de humanidad, será capaz de oponerse a un planteamiento semejante? ¿Alguien será capaz de criticar una actuación clara, rotunda y ajustada a la realidad que estamos hartos de contemplar día tras día, mientras los Estados del llamado Occidente miran hacia otro lado, o suministran armas y apoyo militar al sionismo que ejecuta tal carnicería?

Los ciudadanos europeos y españoles estamos hartos de oír hablar de geopolítica, de aliados sanguinarios, mientras sabemos que están muriendo niños, a cargo de un Estado que tiene encarcelados a niños, con condenas de años por el grave delito de tirar piedras: eso lo hemos conocido estos días cuando han aparecido las listas de presos que Israel tiene en sus cárceles, y a los que Palestina exige liberar a cambio de los rehenes que capturó Hamás.

La respuesta del primer ministro israelí ha sido teatral, hipócrita y mentirosa, acusando al presidente del Gobierno de España de apoyar el terrorismo, cuando todo el mundo ha podido escuchar sus crudas, pero medidas y calibradas palabras. Unas palabras que Israel debería haber escuchado ya de muchos otros dirigentes occidentales que han ido a bailarle el agua, y que cobardemente han callado sobre los crímenes. Cediendo al chantaje del sionismo. Cediendo a la espuria capitalización que el corrupto Netanyahu -con procesos pendientes en su propio país- está pretendiendo hacer, utilizando torticeramente a las víctimas del holocausto nazi para justificar las actuaciones de un gobierno ultra, y de un comportamiento tan brutal y despiadado como el de los responsables del holocausto.

Un gobierno sionista que procede de la tradición más ultraconservadora, y que en su momento logró el apoyo de Occidente, con la citada resolución de la ONU, a base de la práctica del terrorismo, ya desde antes de la Segunda Guerra Mundial, cuando Palestina estaba bajo el protectorado inglés. Y que continuó practicándolo para invadir los territorios palestinos: algo que sigue haciendo hoy, también en Cisjordania, donde ni está Hamás ni se ha producido ningún ataque a los intereses israelíes.

Ya está bien de confundir deliberadamente al pueblo judío con el sionismo. Ya está bien de confundir al sionismo soberanista y prepotente con las víctimas del holocausto. En ese sentido, el Estado de Israel, al menos desde el 2009, cuando llega Netanyahu a hacerse con su gobierno, ha practicado sistemáticamente una política de acoso permanente al pueblo palestino y de colonialismo contra su territorio. 700.000 colonos ilegales se han implantado por la fuerza y la expoliación de territorios en el espacio que le corresponde a Palestina.

700.000 colonos ilegales se han implantado por la fuerza y la expoliación de territorios en el espacio que le corresponde a Palestina

Un Estado que oculta la posesión de armas nucleares, bajo la tolerancia de los principales Estados de Occidente: esos Estados que tanto celo ponen en controlar el tema nuclear en otros Estados del área, y que promovieron contra Irak una guerra ilegal, con el pretexto -y contra la evidencia de los controles de los expertos de la ONU- de que poseía ese mismo tipo de armamento. Pero que son incapaces de poner coto a los desmanes de un Israel que se burla de las resoluciones y de las condenas de las Naciones Unidas, y que recibe a mansalva el armamento y la protección de los Estados Unidos de América; tal vez porque se circunscribe a los designios de ese imperialismo que está socavando en la mayor parte del mundo la propia credibilidad, y las alianzas, de esos mismos Estados Unidos.

El trágico teatro de Netanyahu