viernes. 26.04.2024
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David Buxens | Una vez digeridos los resultados de ayer, en Italia, paso a analizar lo sucedido: Italia es un país mediterráneo con enormes desigualdades y un territorio que refleja a la perfección el enfoque centro-periferia teorizado a la perfección a comienzos del pasado siglo por el economista Raúl Prebisch quién enunciaba que una economía tiende a estancarse cuando no fluyen inputs desde los centros productores de la nación hacia los lugares de intercambio y consumo, es decir que no se distribuye la riqueza de lo producido hacia los centros de consumo.

A lo comentado hay que añadir que los italianos han salido de la crisis económica de la década pasada en peores condiciones que países como Irlanda, Portugal y España, y se prevé que corran el riesgo de ser superados incluso por Grecia en cuanto a capacidad de financiación y colocación de deuda en los mercados internacionales se refiere.

Pero, ¿es la mala gestión económica la única responsable del “más de lo mismo” que representa la vuelta al poder de la derecha extrema autoritaria, misógina, racista y contraria al desarrollo social encarnada por viejos conocidos como Berlusconi y Salvini? Es evidente que no, y que para que su mensaje ultranacionalista calase, necesitaban de una mujer joven, autoritaria y bastante freak como es Giorgia Meloni.

Podemos advertir la falta de un espacio factible de centro-izquierda feminista y ecologista

Cabe recordar aquí que los italianos vienen de votar en repetidas ocasiones tras la falta de acuerdo entre el Partido Demócrata y los Demócratas Cristianos de Italia (los consideraremos como centro-derecha) con sus dirigentes Letta y Draghi con el Movimiento 5 Stelle de corte izquierdista utópico con pinceladas comunistas. Por tanto, podemos advertir la falta de un espacio factible de centro-izquierda feminista y ecologista en el país en forma de bota, ya que el PSI hace muchos años que quedó fuera del tablero de ser una alternativa a la política ultranacionalista que se gestaba en “La ciudad de Hierro”, más conocida como Milán.

Hablamos, pues, de un país con una población muy dispar, un Norte muy industrializado y con empresas muy competitivas en el eje Turín-Milán, donde lógicamente el tradicionalismo católico impera y las clases más pudientes dictan la agenda política y un Sur descentralizado, de mayoría obrera que además soporta el peso de la acción de la Mafia desde la Campania, Calabria y Sicilia, aunque hay una fuerte acción sindical, ésta parece no tener fuerza ante el recorte de derechos laborales y la pertinaz acción recortadora de servicios públicos, un ejemplo de ello fue el control y manipulación de la RAI, que en palabras de Umberto Eco, “Tuvo un papel trascendental en la alfabetización y democratización del acceso a la cultura y la información de las clases más desfavorecidas de este país”. Añado al lector, que los directivos responsables de dicho desmantelamiento, obran hoy en día en nuestro país como máximos responsables de los principales medios de comunicación, difusión de información y editoriales.

Resulta preocupante pues, y yo diría que trágico ver cómo miles de jóvenes se resignan en Italia a perder parte de su identidad, de sus ilusiones y de su futuro en manos de los que quieren que los ricos sean más ricos.

El eurosocialismo va requiriendo ya de su enésimo impulso y requiere de una nueva reinvención

La victoria de la derecha más reaccionaria debería preocupar también a una Europa que necesita estabilidad ante una incertidumbre marcada por la crisis, la guerra en Ucrania, la inflación y la falta de competitividad exportadora. Una solución que en su momento fue denostada por los países que realizan todas las triquiñuelas fiscales y más sería abogar por un salario mínimo europeo, avanzar en la gestión del talento joven, la búsqueda del fortalecimiento de las clases medias, facilitando un modelo de emancipación joven y oportunidades de negocio con los tigres asiáticos. Que no volvamos a murmurar las palabras de Søren Kierkegaard “Un fantasma recorre Europa”. Bien cierto es que el eurosocialismo va requiriendo ya de su enésimo impulso y requiere de una nueva reinvención.

En clave doméstica, el auge personalizado en Meloni, beneficia al Gobierno de Coalición que puede advertir a las clases populares y medias del peligro que supone el neofascismo, ayudando a hundir aún más si cabe a una ultraderecha en estado de atomización tras el affaire Olona y puede beneficiar a un PP que puede virar a posturas más moderadas tal y como le ha exigido Von der Leyen.

A pesar de todo y ante lo que debería significar una Italia fuerte en una Europa intercultural y acogedora, una Italia que durante las últimas décadas ha sufrido el abandono del cariño de la Europa más al norte del Rhin, me genera una melancolía, que efectivamente hace que me duela Italia.

Italia, me duele Italia