domingo. 12.05.2024
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El presidente del Reich von Hindenburg y del canciller del Reich Adolf Hitler en el día de Potsdam (21 de marzo de 1933).

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En diversas ocasiones he recurrido a las analogías históricas en mis artículos. Uno reciente en este mismo medio lo titulaba Analogías entre el genocidio nazi y el de Gaza. No voy a detenerme a juzgar sobre sus ventajas e inconvenientes al usarlas, al haberlo hecho ya en el artículo citado. No obstante, vuelvo a repetir, aunque resulten discutibles como eslóganes políticos, las analogías pueden justificarse como herramientas de búsqueda de conocimiento y para una mejor comprensión del presente. Voy a fijarme hoy en algunos hechos ocurridos en la República de Weimar en Alemania, muy aleccionadores para entender algo mejor algunos problemas que aquejan a nuestras democracias. Me he basado en el libro La guerra de las palabras. Glosario (imprescindible) de política contemporánea (2023), de Harold James, catedrático de Historia y Asuntos Internacionales en la Universidad de Princeton, titular de la cátedra Marie Curie de Historia del Instituto Europeo de Florencia.

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Es un libro muy interesante, ya que realiza unas reflexiones sobre ese glosario imprescindible de política contemporánea. Ese glosario está formado por: Capitalismo. Socialismo. Democracia, Estado nación y nacionalismo. Hegemonía. Multilateralismo. Los inquietantes términos de la Politik alemana. Deuda. Tecnocracia. Populismo. Globalismo. La Globalización y sus neologismos. Neoliberalismo. Crisis. Y el último apartado de este glosario, lo deja abierto al titularlo, Acuñar nuevos términos para nuestro diccionario. Todos estos términos tienen una larga historia a lo largo de la cual han sido zarandeados de un lado a otro por sus defensores o detractores. Tras su éxito original como formas de captar la coyuntura de momento, sus significados comenzaron un proceso similar al de las bolas de nieve que caen desde una montaña, adquiriendo más y más connotaciones hasta que se sedimentan en un significado o empiezan a descomponerse. Han dejado de ser herramientas analíticas precisas. Hoy el término socialismo significa algo muy distinto a cuando apareció en el siglo XIX. Y lo mismo podría decirse de los términos anteriormente citados.

Para la exposición, que realizaré, me he basado en el término del glosario: Democracia, Estado nación y nacionalismo, añadiendo algunas reflexiones personales.

La Europa de entreguerras se ha considerado como un paradigma de fracaso de la democracia

La Europa de entreguerras se ha considerado como un paradigma de fracaso de la democracia. Tanto el colapso de la primera democracia italiana en los años 20, con el ascenso del fascismo y Mussolini, como la llegada de Hitler una década después, y el fascismo en España, han sido interpretadas como avisos para todas las democracias. El espectacular y reciente éxito de la serie alemana Babylon Berlín, constituye un ejemplo contemporáneo de cómo la historia de este periodo ha servido de campo de pruebas para las diferentes teorías sobre la debilidad de la democracia ambientada en tiempos de la República de Weimar. La serie citada nos ofrece paralelismos evidentes con el mundo del siglo XXI, con su violencia, sus fake news y la intervención de otros Estados.

La serie gira en torno al complicado personaje de Gereon Rath, un detective de la policía, que tiene importantes traumas mentales y secuelas físicas de su paso por las trincheras de la I Guerra Mundial, donde perdió a su hermano en la contienda, haciéndose cargo de su cuñada y su sobrino. Su llegada a Berlín, en comisión de servicios desde Colonia, es el punto de arranque de la serie, tanto para presentarnos al resto de personajes de la comisaria, como a los compañeros y la dueña de la pensión donde se aloja, en lo que debería ser una estancia de tiempo limitado. El caso que le ha llevado a la capital alemana, es encontrar y destruir unas cintas pornográficas que pueden incriminar a diversos altos cargos de la República de Weimar incluyendo a su suegro, pero pronto se va a percatar que se va a convertir en una pieza de la peligrosa lucha de poderes que atacaba a la precaria república alemana constituida tras la I Guerra Mundial.

La pugna era entre tres poderosos bandos enfrentados, los militares nostálgicos de la monarquía prusiana, los obreros comunistas en la estela de la revolución bolchevique y por último el nacimiento del nazismo como fenómeno transversal todavía incipiente.

Es un hecho incuestionable que las conmociones económicas suponen un reto para todo Gobierno, en cualquier lugar y momento

Es un hecho incuestionable que las conmociones económicas -hiperinflación, depresiones económicas y las crisis bancarias- suponen un reto para todo Gobierno, en cualquier lugar y momento. La República de Weimar se inició con un proceso inflacionario brutal; producto de los costes de la guerra perdida y las brutales reparaciones impuestas por los aliados, que fueron criticadas por John Maynard Keynes, que formó parte de la delegación británica en la Conferencia de Paz de París, y que dimitió por su disconformidad con el régimen abusivo de indemnizaciones y reparaciones impuestas a Alemania, y que luego en 1919 escribió sobre el tema en la misma línea el libro Las consecuencias económicas de la paz. Aunque también se explica este proceso hiperinflacionario por el cálculo de las élites alemanas de que el equilibrio presupuestario produciría paro y radicalización social y amenazaría, por ello, el sistema político. Al final de la espiral hiperinflacionaria, Alemania estaba cerca del colapso político, con un Gobierno comunista en Sajonia, un golpe de Estado nacionalsocialista en Baviera y un movimiento separatista en Renania. La República se recuperó, especialmente porque las promesas de estabilidad atrajeron un gran flujo de fondos extranjeros. Cuando estos cesaron durante la Gran Depresión, Alemania se volvió otra vez vulnerable, iniciándose una nueva etapa de radicalización política, más destructiva que la anterior.

Un segundo aspecto tiene que ver con el tipo de democracia. La República de Weimar fue diseñada para tener un sistema tan representativo y proporcional como fuera posible. Sesenta mil votos permitían tener un escaño en el Parlamento. Una opinión generalizada afirma que, bajo condiciones económicas extremas, la representación proporcional puede empeorar las cosas. En los primeros debates constitucionales, el líder liberal Friedrich Naumann advirtió de que representación proporcional y democracia son excluyentes. Pero el resto de los proponentes de la Constitución rechazaron tales argumentos. Cuando la política de un país está fragmentada, es más fácil que la proporcionalidad proporcione una mayoría electoral incoherente, que abarque grupos de la extrema izquierda y extrema derecha, que solo están de acuerdo en el rechazo del sistema político.

Estas dos lecciones juntas son para los politólogos, el saber convencional acerca de la experiencia de Weimar. Mas, suelen tomarse cada una de ellas por separado, lo que conduce a una peligrosa sensación de complacencia. La primera parece brindar cierta tranquilidad, pues da que pensar que solo una crisis económica profunda puede amenazar el sistema político; la segunda, propicia que se asuma -incorrectamente- que los sistemas de representación no proporcionales son per se más robustos.

Para precaverse frente a esta complacencia, conviene recordar otras 8 lecciones de la época de Weimar:

Los referéndums son peligrosos, especialmente cuando son infrecuentes y el electorado tiene poca experiencia en ellos. En la República de Weimar, los nacionalsocialistas prácticamente habían desparecido en 1929. Pero ese año el partido fue capaz de recuperarse gracias a la feroz campaña que llevaron a cabo para el referéndum sobre las reparaciones por la Primera Guerra Mundial. Los referéndums actuales presentan las opciones de una manera muy simplificada, sin explicar las posibles consecuencias del voto emitido. A los votantes del Brexit en 2016 les resultaba harto complicado conocer el abanico de posibilidades disponibles si ganaba el no a la pertenencia a la Unión Europea. En cuanto al referéndum del 1º de octubre de 2017 en Cataluña, ¿sus votantes conocían las consecuencias de una ruptura con el Estado español?

Es arriesgado disolver un parlamento cuando la ley vigente no lo requiere. Incluso una votación que establezca las bases para nuevas elecciones puede interpretarse como un modo de admitir que la democracia ha fracasado. En septiembre de 1930, se celebraron elecciones al Reichstag en Alemania cuando solo había trascurrido la mitad de la legislatura debido a que no se alcanzó un acuerdo sobre un programa fiscal: fue esa votación la que otorgó a los nazis su primer impulso electoral. En julio de 1932, en otra votación prematura, los nazis alcanzaron la mayor cuota de votos (37%) en unas elecciones celebradas en libertad, aunque constitucionalmente innecesarias.

Die große Feier des 1. Mai des Tages der Nationalen Arbeit im Lustgarten in Berlin!
Reichspräsident von Hindenburg und Reichskanzler Adolf Hitler begeben sich im Auto zur Feier der Nationalen Arbeit in den Lustgarten.
1933
El presidente Paul von Hindenburg y el canciller Adolf Hitler en 1933.

Las constituciones no protegen necesariamente el sistema. La Constitución de Weimar, diseñada por algunos de los más expertos constitucionalistas del momento, como Max Weber, era casi perfecta y que sirvió de modelo para la Constitución republicana de España en 1931. Pero cuando acontecimientos imprevistos -como convulsiones en la política internacional o disturbios internos- son considerados emergencias que demandan un marco extralegal, las protecciones constitucionales pueden resultar rápidamente erosionadas. Y los enemigos de la democracia pueden promover esa clase de acontecimientos. Tras la época hiperinflacionaria de Weimar y en medio de la Gran Depresión, no se aprobaban impuestos y otras medidas fiscales mediante mayorías parlamentarias, sino merced a las cláusulas constitucionales que permitían el uso de poderes de emergencia. Un ejemplo muy actual. En Hungría Víktor Orban se sirvió de la emergencia del coronavirus para justificar una gran acumulación de poder que incluía la posibilidad de sentenciar a periodistas a penas de cárcel.

Los grupos de presión empresariales pueden desempeñar un papel funesto en la sombra al socavar los acuerdos entre facciones parlamentarias. La Alemania de los años 20 estaba cada vez más sometida a acuerdos secretos entre patronales y sindicatos, acuerdos que incluían decisiones sobre qué empresas podían ser rescatadas de la Gran Depresión. De este modo, daba la impresión de que se mantenía con vida a los grandes bancos o los gigantescos conglomerados industriales, mientras que se dejaba sucumbir a las pequeñas y medianas empresas. Este tipo de presiones también se han dado en las situaciones de emergencia actuales. En España con el rescate a la banca.

Una cultura política en la que los líderes demonizan a sus oponentes erosiona a la democracia

Una cultura política en la que los líderes demonizan a sus oponentes erosiona a la democracia. En la República de Weimar esa práctica se inició antes de que los nazis tuvieran una fuerza significativa. En 1922, el ministro de Asuntos Exteriores, Walter Rathenau fue asesinado tras haber sido sometido a una intensa campaña de odio con tintes antisemitas por parte de la derecha nacionalista. Poco después, el canciller, Joseph Wirth, un católico de centroizquierda, se volvió hacia los partidos de derechas en el Parlamento: “Democracia sí, pero ese tipo de democracia que da un golpe encima de la mesa y dice: “¡Ya estamos en el poder!”. Concluyó su admonición declarando que “el enemigo está en la derecha”, unas palabras que sirvieron para avivar más las llamas del tribalismo. Y esta retórica tribal se ha instalado en esta España nuestra, aunque no creo sea necesario señalar quién la ha iniciado. ¡Me gusta la fruta! ¡Que te vote Txapote! Estamos en una dictadura. El peor gobierno en 80 años, etc. Todo ello contribuye a la polarización, creando una situación en la que es imposible algún acuerdo. Esto propicia un incremento de la desconfianza de la ciudadanía en la democracia y que aumente una tendencia a confiar en un autócrata.

La familia del presidente puede ser peligrosa si tiene acceso al poder. En Weimar, el anciano mariscal Paul von Hindenburg fue elegido presidente en 1925 y reelegido en 1932. Mas, a comienzo de los años treinta comenzó a experimentar demencia y su hijo Oskar, débil e incapaz, controlaba completamente quién podía acceder a él. Las secuelas es que firmaba cualquier cosa que le pusieran delante. Algo parecido se ha producido en la actualidad con el papel jugado por Ivanka, la hija de Trump y su yerno, Jared Kushner.

Un grupo insurgente no necesita tener una mayoría parlamentaria en términos absolutos para controlar la política

Un grupo insurgente no necesita tener una mayoría parlamentaria en términos absolutos para controlar la política, aunque se trate de un sistema de representación proporcional. La mayor cuota de voto que los nazis llegaron a tener fue del 37% en julio de 1932; en otras elecciones celebradas en noviembre del mismo año, sus apoyos bajaron al 33%. Desgraciadamente, esa caída hizo que otros partidos infravaloraran a los nazis y que los considerasen como posibles compañeros de coalición. Miremos a la España actual.

Los que ostentan el poder pueden enfrentarse a los desafíos comprando por un tiempo a la población descontenta, pero esa estrategia no funcionara para siempre. En la época de Weimar, el Estado proporcionaba generosas viviendas municipales, servicios locales garantizados por el Gobierno, subsidios agrarios e industriales y un incremento de funcionarios. Todos estos gastos se financiaban con deuda. Parecía que la República de Weimar disponía de una economía milagrosa. Pero, más tarde, la política alemana empezó a volverse cada vez más agria en cuanto el Gobierno se puso a buscar apoyos extranjeros. A los otros países les costaba creer las advertencias del Gobierno cuando insistía en que, de no recibir ayudas rápidamente, sucedería una catástrofe política. Y más difícil aún habría resultado convencer a sus propios electorados de rescatar financieramente a Alemania. La reflexión al respecto, la medida en que la economía de un país depende de las reservas extranjeras puede resultar políticamente irrelevante durante largos periodos de tiempo, hasta que sobreviene una crisis económica, que obliga al país que la padece a tomar medidas muy duras de austeridad y reducción del gasto para hacer frente a ella, que recaen sobre la ciudadanía. De esto sabemos en España.

Algunas lecciones de la República de Weimar