domingo. 28.04.2024

Carlos Valades | @carlosvalades

Titzina Teatro pone en escena la vida de un antropólogo forense que ha perdido la memoria tras una caída. Esta historia tiene el punto de partida en un caso real que impresionó a la compañía catalana. 

Clive Wearing, un británico que se encontraba en la cúspide de su carrera musical como director de orquesta, se ve afectado por un herpes que le provoca una encefalitis que afecta de manera irreversible a su hipocampo. Esto deriva en una pérdida de la memoria total. Solo puede recordar los siete segundos anteriores de su existencia. También recuerda a su esposa y sus capacidades musicales. Aunque sea incapaz de reconocer cómo y cuándo aprendió música, sus dedos tocan el piano como los ángeles.

Bajo estas premisas Diego Lorca y Pako Merino, los fundadores de la compañía, se embarcaron en un proceso de investigación que les llevó a acompañar durante meses al equipo de neuropsicólogos, pacientes y familiares del Instituto Guttmann de Barcelona y Badalona. También recorrieron el subsuelo de Madrid y Barcelona con exploradores urbanos, además de pasar más de 24 horas en una cueva con pinturas rupestres en el Cantábrico.

Una puesta en escena impresionante en lo escenográfico, con recursos visuales de impacto, impecable en lo estético

Diego Lorca interpreta al antropólogo Pablo. Su actuación tiene momentos de poesía visual, acentuados por la iluminación de Jordi Thomas y la escenografía de Rocío Peña. Momentos como cuando Pablo intenta subir a la superficie de la cueva utilizando un haz de luz. O instantes en los que intenta acercarse a su madre, Ariadna, tirando de un hilo que le guíe y le muestre la salida del laberinto en el que se encuentra. La pérdida de la memoria individual de Pablo y el proceso de recuperación de la misma a través de la historia colectiva de la humanidad en sus comienzos y su plasmación en forma de pinturas rupestres alcanza lugares metafóricos de gran belleza con referencias al mito de la caverna de Platón.

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Pako Merino, la parte cartesiana de la función, el yang de Pablo, es el médico que intenta recuperar la memoria con preguntas recurrentes en un bombardeo que percute en el frágil cerebro del amnésico. Una mente que necesita una guía en la oscuridad, un búho que vea y sea capaz de discernir en la penumbra de la cabeza de Pablo. 

Una puesta en escena impresionante en lo escenográfico, con recursos visuales de impacto, impecable en lo estético, aunque a veces el texto pase a vista de pájaro sobre la historia. Unas buenas interpretaciones que sostienen el andamiaje poético en el que la verdadera protagonista es la mente de Pablo y su lucha por recuperar la identidad perdida.

'Búho': la búsqueda de la memoria