domingo. 28.04.2024
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Narrativa | JUAN ÁNGEL JURISTO

La novela histórica adolece hoy día de un exceso de explicaciones que salpican el texto sobre el periodo que se está tratando, lo que refleja, por un lado, el interés por lo histórico del público lector, un poco al modo de los espectadores que abarrotaban las salas de cine en los cincuenta y sesenta cuando se estrenaba una película de trasfondo histórico y, por otro lado, la falta de una cultura sobre el pasado que se trata, lo que refleja una carencia semejante a aquella que llevaba a muchos novelistas del XIX a largas descripciones del paisaje o del mobiliario presentes en sus tramas, que la invención de las cámaras de cine hicieron ya innecesarias, con excepciones sorprendentes como ese maravilloso zoom del lago de Como visto desde el aire con que comienza Los novios, de Alessandro Manzoni. Así, Flaubert en Salammbô, donde el texto está lleno de referencias sobre la cultura cartaginesa pero ahorrándole al lector el reportaje o el ejemplo de Tolstoi en Guerra y Paz donde se suponía que aquel que leía sabía lo suficiente sobre el período napoleónico o en Hadji Mourat sobre la guerra del Cáucaso de mediados de siglo entre chechenos y rusos para no tener que recurrir a didactismos que lastraban el fluir de la narración.    

Una novela histórica rigurosa y a la vez llena de felices hallazgos narrativos

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Carlos Fortea

Es de agradecer que Carlos Fortea (Madrid, 1963), tanto en Los jugadores, publicada en 2015, y claro precedente de El aviador, como en esta última novela recién editada no haya caído en tamaña didascalia. En El aviador sitúa la trama en el    Londres de 1940, después del desastre de Dunkerke y en ese intervalo que se llamó “drôle de guerre” por parte de los franceses, cuando el Reino Unido comenzó a ser bombardeado por la aviación alemana para debilitar su industria y comenzaron las prisas por reforzar la defensa de la isla por la aviación. El autor destaca en ese reciente invento un punto de inflexión en la Historia, al modo que hizo Flaubert en La tentación de San Antonio y Herodias respecto a la expansión del Cristianismo por Próximo Oriente. De ahí que la novela nos meta de lleno en una fiesta en Londres en que Gonzalo Rojas, el aviador, es golpeado por presentarse borracho y, sobre todo, sin la indumentaria adecuada: “La irrupción del hombre desaliñado en la fiesta es como el paso de una guadaña en un campo de espigas. Con el mismo siseo, las voces se apagan una a una hasta dejar un silencio latente preñado de susurros, entreverado de tintineos, copas que chocan con botones dorados, anillos de brillantes que arañan las tulipas al pasar”. A notar la vocación cinematográfica de esta novela gracias a un lenguaje de probada eficacia, que huye de cualquier retórica que infle el texto, malográndolo, donde se hace que el lector perciba sonidos que actúan como indicios de, en el caso de la cita, una fiesta de la alta sociedad inglesa, ese entreverado tintineo de las copas o esa hermosa imagen del arañar de los brillantes en las tulipas o el recurrir, detalle que termina por solventar el conflicto, a una pajarita negra y un chaleco blanco que Clara Suanzes termina por ponerle. Ni que decir tiene que esa vocación de eficacia cinematográfica lleva aparejada un uso constante del diálogo, recurso que Carlos Fortea resuelve con probado buen hacer introduciendo frases hechas junto a frases de importancia crucial en el desarrollo de la novela:

 “No seas malo conmigo, Peter. Y déjame un poquito en paz

No puedo, todo Londres está hablando de ti.

La aludida dejó lo que estaba haciendo para volverse hacia él. Estaba visiblemente sorprendida e inquieta.

¿De mí? ¿Por qué?

Al parecer frecuentas a un general de Franco con una reputación dudosa. Lo de reputación preocupa a los más conservadores de nuestros amigos y que sea un general de Franco a los más avanzados”

El diálogo refleja a la perfección la postura ambigua del Gobierno británico respecto a Franco en tan temprana fecha. Realidad que se explicita en la redacción de la BBC donde Daniel quería relacionar en alocuciones radiadas el vínculo entre el ataque de los alemanes con la situación en España: “Podía encarnizarse cuanto quisiera con la Alemania nazi y la Italia fascista, pero en lo que a España se refería tendría que limitarse alas alusiones”

Pero donde esta postura adquiere tintes dramáticos, que se cuenta entre lo mejor del libro son las páginas que Fortea dedica a un Juan Negrín que el Gobierno británico pretende reducir a figura fantasmagórica y que se embarca para Londres, ciudad acogedora de representantes legítimos de países invadidos, De Gaulle, Sikorsky, Bene...Así, la escena en que Negrín, antes de embarcar para Londres en el Heleni, regala al representante mexicano su amuleto, Gaspar, un osito de mármol negro que servía al presidente español de amuleto.

Nos encontramos en El aviador con personajes ya presentes en Los jugadores pero transformados por los avatares de un mundo que se desploma, primero la guerra en España y ahora, una mucho más terrible: Miguel, el ferroviario; Daniel Zaldívar; Clara Suanzes; Laura Sastre, Gonzalo Rojas... 

Una novela histórica rigurosa y, a la vez, llena de felices hallazgos narrativos. Algo difícil de hallar en este género por nuestros pagos.

Carlos ForteaEl aviador. Nocturna. Madrid.2023. 265 pp  COMPRA ONLINE


Juristo
JUAN ÁNGEL JURISTO. Escritor y crítico literario

Una épica del aire | Sobre 'El aviador', de Carlos Fortea