viernes. 29.03.2024
ENTREVISTA DE RECAREDO VEREDAS

'La sociedad sigue necesitándonos' | Carlos Fortea sobre "Un papel en el mundo"

Una de las novedades de 2023 es un ensayo que trata sobre el papel de los escritores en las sociedades contemporáneas, en el siglo XXI, un tiempo en el que el papel y la edición digital conviven, en el que la aparición de nuevos factores ha modificado (¿debilitado?) su función en los ámbitos literario, social, incluso político. Su título, Un papel en el mundo. Recaredo Veredas entrevista a su autor, Carlos Fortea.
Fortea 2023 2
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Entrevista | RECAREDO VEREDAS

Carlos Fortea es un auténtico hombre de letras. Ha recorrido todos los ámbitos y en todos ha tenido éxito y reconocimiento crítico. Puede destacarse que ha traducido más de 100 libros y que su traducción de Kafka (Reiner Stach – Acantilado, 2016) recibió el premio Ángel Crespo. También es autor de novelas juveniles y adultas (Los jugadores fue finalista del premio Espartaco de traducción de la Semana Negra de Gijón). Ha sido y es, además, profesor universitario en Salamanca y en Madrid. No sorprende, por lo tanto, la calidad y el ingenio de Un papel en el mundo. El lugar de los escritores, un ensayo sobre la creación y la edición recién publicado por Trama editorial. Ha tenido el detalle de responder a mis preguntas.

Papel en mundo

¿Por qué has escrito este libro?

Hay causas directas e indirectas. Su núcleo me rondaba desde hace muchos años, desde que se iba acumulando en mí la idea de que la literatura estaba perdiendo espacio en la sociedad, por una parte, y la idea de que los escritores no carecían de toda responsabilidad en eso, por otra. De ahí pasé a tomar unas notas sueltas, unas pocas páginas. Las comenté con un buen amigo, que las leyó (su nombre está en los agradecimientos) y  me animó a darles forma. Así que, como sucede con cualquier libro, la motivación es un precipitado de muchos ingredientes que se han ido sumando.

Literatura y poder. ¿Ha cambiado mucho el panorama desde el destierro de Ovidio?

No ha cambiado y no cambiará, porque el poder anhela el aplauso, y la literatura es reticente a darlo. Incluso sin quererlo, lo que los escritoras y las escritoras recogen en sus libros es un producto de la insatisfacción, y la insatisfacción, que tiene muchas causas, suele tener no pocas relacionadas con lo político o con lo social. Cuando la literatura da voz a la insatisfacción, el poder se siente cuestionado. Cuando encuentra eco entre la población, el poder se siente amenazado. No hace falta que esa amenaza sea realmente grande. El poder la percibe, porque es muy sensible a todo lo que puede ponerlo en peligro. Por eso a lo largo de los siglos ha visto siempre un enemigo en el creador. Porque no es dócil. Porque no calla.

El papel es como el teatro o Venecia, no desaparecen por mucho que se les dé por muertos.

Es que el papel, como el teatro o Venecia, dan cosas al lector que solo él puede darles. Afectividad, tacto, permanencia. Conciencia del paso del tiempo, en esos libros que amarillean en nuestra casa y son nuestro pasado, y al abrirlos nos recuerdan el momento en el que los compramos, quién acompañaba nuestra vida entonces y cómo nos sentíamos. La primera emoción de la primera página y la de que el libro se está acabando, cada vez quedan menos páginas, y se siente en el índice y el pulgar de la mano derecha que se van juntando cada vez más, mientras los de la mano izquierda sujetan un volumen de páginas cada vez mayor. El libro de papel es una experiencia viva.

Uno de los capítulos más hermosos es el que dedicas a las causas de la escritura. ¿Cuál es, a tu juicio, la fundamental?

No hay una causa fundamental, porque lo es para cada uno. Para mí, escribir es entrar en comunión con otros. Yo escribo porque leo, y leer me defiende tanto de la desgracia, me aleja tanto de la muerte, que quiero lanzar más barcos a esa corriente protectora. He sentido mil veces esa experiencia que sientes al leer, cuando te identificas con un personaje, con una historia, hasta con una frase. A veces algún lector me dice que eso le ha pasado con un libro mío y es una verdadera culminación.

Por otra parte, hay razones intrínsecas a la escritura. El puro placer de escribir. Y su magia. Crear personajes que puedan seguir vivos mientras exista el libro en el que habitan me parece increíble. ¿Has pensado lo que supone visitar la casa de Sherlock Holmes en la Baker Street de Londres, sabiendo que realmente nunca existió, pero reconociendo cada rincón y cada objeto? La idea de que alguien puede comprar un libro tuyo en una librería de viejo, volver a abrir ese libro ya leído y que tus personajes vuelvan a la vida es motivo más que suficiente para escribir.

Explícanos por qué crees que con la traducción nace la posteridad.

No lo creo yo, lo creía Thomas Mann… Por una parte, la traducción convierte lo que era literatura de un lugar y una lengua en literatura universal. El texto habla a aquellos para los que, en principio, no había sido escrito. Pero es que, además, la traducción renueva el texto. Uno escribe en un momento de la historia, y luego es traducido -puede ser traducido- un número infinito de veces, cambiar de voces, cambiar de épocas, renacer como el fénix en otro sitio y en otro idioma, con una posteri(ori)dad potencialmente inacabable. La traducción siempre ocurre en el futuro y prolonga el futuro de las obras.

Para mí, escribir es entrar en comunión con otros. Yo escribo porque leo, y leer me defiende tanto de la desgracia, me aleja tanto de la muerte, que quiero lanzar más barcos a esa corriente protectora.

El ego del autor, ese enemigo terrible, recorre muchas páginas del libro. ¿Qué relación tiene con esa búsqueda de reconocimiento que mencionas?

No era consciente de eso… qué significativo. De todos modos, a lo largo del libro, solo se habla una vez del reconocimiento, en el sentido del reconocimiento público. Las otras veces en que se menciona de lo que hablamos es del reconocimiento jurídico, del derecho a tener una recompensa por lo que se hace y poder vivir de ello. No creo que los autores aspiren a otra cosa que a lo que aspira cualquier ser humano: a que se reconozca el trabajo bien hecho y se le dé su justa compensación. Lo del ego es otra cosa, y tú mismo lo llamas con razón “enemigo terrible”. No me oirás a mí reivindicar semejante cosa. Lo que digo en el libro es que tuvimos un lugar concreto en la sociedad, y que tenemos que preguntarnos si queremos o no seguir teniéndolo. Y ese es, en mi forma de ver las cosas, un lugar que no deriva del deseo del autor, sino de su condición de “persona con voz pública”, como se autodenominaba Marta Sanz hace pocos días. Nuestro trabajo es público y se somete al público, y eso implica una cierta responsabilidad. No se puede opinar en la plaza pública y pretender después que lo que se ha dicho carece de importancia. Cuando se alcanza a mucha gente, es preciso preguntarse por lo que se está diciendo.

Recoges en tu libro las maravillosas palabras de Luis Vives: “Estamos pasando por tiempos difíciles, en que no se puede hablar ni callar sin peligro”. ¿Hasta qué punto son vigentes?

Son, lamentablemente, muy vigentes. Vivimos tiempos de censura, en los que la opinión de no tantos se hace pasar por la de muchos, y eso inocula a todos el miedo a hablar. Pero callar es mucho más peligroso. Callar es ceder al miedo, y el miedo es la pérdida de la libertad.

¿La ironía proviene de la represión?

Yo creo que no… al contrario. La ironía es un arma muy afilada, el que decide emplearla, lejos de reprimirse, está sacando toda la artillería.

Cubierta El mal y el tiempo

Afirmas: Si el escritor tiene que renunciar a su libertad para seguir ganando dinero con la pluma, ha renunciado a su habitación propia. ¿No es una utopía esa libertad absoluta, no hacemos todos concesiones?

Sí, pero las utopías hay que perseguirlas. Si acepto de antemano las renuncias, es que ya estoy predispuesto a hacerlas. La libertad absoluta no existe, pero sus márgenes se amplían empujándolos, porque transigir no es lo mismo que renunciar. Yo puedo transigir en un momento dado sin renunciar por eso a mis aspiraciones, esperando un momento mejor en que volver a intentar alcanzarlas. Es muy diferente la actitud del que transige sin rendirse y la de quien acepta sin más la “realidad” renunciando a cambiarla.

El papel social de los escritores es muy superior a sus ventas, también dices. ¿Por qué la sociedad nos necesita? ¿Se mantiene en 2023 esa necesidad?

La sociedad nos sigue necesitando porque las historias explican la vida. A quién no le ha ocurrido entender, leyendo una novela o viendo una obra de teatro, algo a lo que venía dando vueltas desde hacía mucho tiempo. Quién no ha leído un poema y ha experimentado el súbito alivio de no estar solo. La sociedad nos necesitará siempre.

Otra cosa distinta es que nos necesite en el debate público. Es incuestionable que los lectores a los que un libro ayuda a entender la vida sienten la necesidad de confiar en las palabras de quien lo escribió, y por eso quieren conocer su opinión acerca de cosas sobre las que aún no ha escrito. Y hay personas que solo conocen a los escritores por esas opiniones, por esa “voz pública”. Por eso digo que su influencia va más allá de sus ventas. Entre las personas que siguen los artículos de un escritor en prensa o lo escuchan regularmente en la radio hay muchas que jamás han leído sus libros, pero les reconocen una opinión autorizada. Por eso me parece que el escritor tiene, por así decirlo, una obligación moral de no negar esa opinión cuando se le pide.

¿Que, además, el escritor quiere influir con esa opinión? Claro, como todo el que manifiesta una, en la barra de un bar o en la conversación en casa con los amigos. Además me parece lo natural, porque si uno de los motores de la escritura es la insatisfacción con el mundo en que vives, si escribes porque quieres manifestar esa incomodidad, es normal que aspires a que lo que escribes encarrile las cosas en la dirección que te gustaría.

¿Ha perdido tanta notoriedad el escritor actual, de 2023, respecto a sus colegas de, por ejemplo, los noventa o la época de la transición? ¿No le favorece la dispersión total de medios del ciberespacio?

El ciberespacio no favorece a los escritores porque no favorece los matices, y la escritura exige reflexión, desarrollo, matización y forma, mientras que por ejemplo las redes sociales privilegian la inmediatez, el blanco o negro y la frase lapidaria. Es más, la lectura en pantalla desconcentra al lector -hay estudios científicos al respecto-, y no es frecuente volver a la pantalla que has cerrado, por lo que incluso la publicación de textos largos y meditados en el ciberespacio tiene un alcance distinto al que tenía el mismo texto cuando lo dejabas encima de la mesa y volvías a él cuando te convenía. Nuestro universo es el papel.

Cubierta Los jugadores

Y, de todos modos, esto no es un problema de notoriedad, es un problema de comunicación. La notoriedad es un sentimiento narcisista que puede ser muy comprensible, pero no es lo que busca un escritor. Lo que un escritor quiere es comunicarse con el mayor número de personas posible. Qué duda cabe que eso trae o puede traer consigo una serie de cosas que pueden resultar muy agradables, pero no es el impulso primario.

El ciberespacio no favorece a los escritores porque no favorece los matices, y la escritura exige reflexión, desarrollo, matización y forma, mientras que por ejemplo las redes sociales privilegian la inmediatez, el blanco o negro y la frase lapidaria.

Dices que publicar es más fácil que nunca, pero no es lo mismo publicar que publicar bien.

Habría que definir qué es publicar bien. Me es más fácil decir lo que, modestamente, creo que no es publicar bien: no lo es publicar sin pasar por un filtro. Reivindico mucho la tarea del editor clásico, que conforme a criterios profesionales, mezclando la intuición con la mayor objetividad posible, seleccionaba los manuscritos. El autor es un pésimo juez de su propio trabajo, tanto en general -lo que es “bueno” y lo que no lo es- como en particular: cómo está escrito algo, qué puede tal vez faltar o sobrar en un manuscrito. Hay ejemplos históricos abundantes. ¿Que el filtro es arriesgado? Claro que lo es. Pero para eso hay ahora mismo muchas editoriales, lo que no pasa un filtro puede pasar otro. Pero, dicho con la mayor de las modestias, creo que hay que pasarlo.

Claro que, a mi juicio, también es necesario redefinir el filtro. Porque durante décadas, durante siglos, se ha buscado la obra de mayor calidad, no la que se podía vender mejor. Un editor que vete lo difícil, lo complejo, porque le va a costar más trabajo venderlo, está lejos de ser mi modelo de editor.

Afirmas: No se puede escribir sin levantar sospechas. Ni siquiera se puede escribir pensando en cuál será la repercusión de lo que escribimos. ¿Cómo se debe, entonces, escribir?

No soy quién para decirle a nadie cómo tiene que hacer las cosas, pero creo que escribir con libertad es la primera condición de la escritura. Y, como antes decíamos, la libertad es preciso conquistarla, porque implica ahuyentar todos los miedos. Quienes han conseguido una obra perdurable lo han hecho arrogándose el derecho a escribir aquello que estaban sintiendo, que estaban pensando y que querían comunicar, con ese punto de insensatez que es el único que hace avanzar las ruedas de la sociedad. La reflexión y la ponderación me gustan, pero si nadie hubiera arriesgado nunca no se habría inventado la rueda. Y lo mismo que vale para la rueda vale para el monólogo interior, el realismo mágico y, lo más importante de todo, la libertad de expresión.

Un papel en el mundo, El lugar de los escritores. CARLOS FORTEA. Trama. Madrid, 2023. COMPRA ONLINE


 

Recaredo vreredas
Recaredo Vreredas. Escritor y crítico literario

 

'La sociedad sigue necesitándonos' | Carlos Fortea sobre "Un papel en el mundo"